Cabalgata
Sinopsis de la película
La historia de Gran Bretaña durante el primer tercio del siglo XX es reflejada a través de las desventuras de una familia que sufre toda clase de penurias y calamidades. Un drama épico, basado en la obra del famoso dramaturgo Noël Coward, que resultó ser la gran vencedora de la edición de los Oscar de 1933.
Detalles de la película
- Titulo Original: Cavalcade
- Año: 1933
- Duración: 110
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Opinión de la crítica
Película
6.1
50 valoraciones en total
Noël Coward fue un personaje notable: dramaturgo, cantante, actor, compositor y director, autor de obras que todavía se representan (Un espíritu burlón, Una mujer para dos, Vidas privadas, entre otras). Siempre me ha parecido lo que habría llegado a ser Oscar Wilde de no cruzarse en su camino el marqués de Queensberry, un tipejo que se inventó el boxeo moderno y acabó con la carrera (y la vida) de un genio. Coward también era homosexual, aunque no salió del armario en vida, y británico hasta la médula. Como bien demuestra Cabalgata, aunque de producción norteamericana, no puede ser más inglesa. Basada en una obra teatral de Coward, narra la historia de dos familias desde la Nochevieja de 1899 hasta la Nochevieja de 1933. Una es noble y la otra plebeya. Los nobles se llevan la peor parte (sus hijos mueren: uno en el Titanic, maravillosa escena, y otro en la Primera Guerra Mundial), mientras que los plebeyos fundan un pub y se las dan de triunfadores, aunque Diana Wynyard (gran interpretación) los pone en su sitio, como debe ser (el elegante y sofisticado Coward no podía hacerlo de otra manera). Las escenas de guerra fueron filmadas por William Cameron Menzies, otro personaje notable, con gran profusión de forillos, maquetas, juguetitos y demás artilugios. Y en las palabras de lady Marryott siempre se deslizan tímidas puyas antibelicistas, aunque la Patria y el Rey no se tocan. Película antigua pero no apolillada, recomiendo su visionado porque todavía depara 100 minutos de emocionado entretenimiento. Y de paso, un disco recopilatorio de canciones de Noël Coward titulado Twentieth Century Blues, interpretadas por gente tan dispar como Paul McCartney, Pet Shop Boys, Marianne Faithful o The Divine Comedy. Delicioso.
Estoy muy gratamente sorprendido con este espléndido fresco histórico que nos ofrece Frank Lloyd sobre texto de Noel Coward. Como otros han contado, nos narra las peripecias de 2 familias entre los años 1899 y 1933, siendo realmente protagonista la sociedad inglesa a la que representan. Encontramos a los Marryot y los Bridges ante la guerra de los Boers de 1899-1902, la muerte de la Reina victoria en 1901, el hundimiento del Titanic en 1912, la Gran Guerra de 1914-1918 y desde aquí en rápida sucesión hasta la fecha de rodaje de la película, 1933.
Lo que me llamó la atención:
– Muchas películas han bebido de Cabalgata, desde Coronel Blimp a Forrest Gamp, sin olvidar incluso alguna serie como Arriba y abajo.
– La película muestra un claro pesimismo hacia el siglo XX, por lo vivido hasta 1933. Resulta irónico que en esas fechas Hitler estuviera llegando al poder o Stalin masacrando a varios millones de ucranianos, y que en definitiva estuviera lo peor por venir.
Cabalgata de Frank LLoyd es precisamente eso, un desfile por los 33 primeros años del siglo XX. Un paralelismo intercativo entre los acontecimientos y la vida de las personas, simbolizadas por dos familias pertenecientes a clases sociales bien distintas, señores y personal de servicio, en el marco de una Inglaterra que arrancaba el nuevo siglo bajo el cielo protector de sus inmutables (aparentemente) tradiciones.
La guerra de los bóers, iniciada en los últimos compases del s.XIX (11 de octubre de 1899) y que a pesar de su previsible poca duración se extendió hasta el 31 de mayo de 1902, da el pistoletazo de salida a esta cabalgata no demasiado festiva. Los avatares de los Marryot y los Bridges, señores y criados, respectivamente, al más puro estilo Arriba y abajo (excelente serie de los 70), durante el primer tercio del siglo pasado son el leiv motiv de esta producción genuinamente británica que consiguió el Oscar a la mejor película y al mejor director en 1933.
La muerte de la Reina, el hundimiento del Titanic o la primera conflagración mundial son los principales hitos que jalonan una historia interesante y excelentemente conducida por Frank LLoyd donde el drama absoluto comparte mesa y mantel con las dos familias, especialmente con los Marryot (los de arriba) como ese viento otoñal que hace caer las hojas del árbol genealógico. La suerte de los Bridges (los de abajo) parece mejorar algo gracias, como no podía ser menos, al espíritu emprendedor del cabeza de familia que prueba fortuna en el mundo de la hostelería cervecera puramente británica, un pub para entendernos. Pero su afición al drinking mas que al respecto a sus compromisos comerciales supone un golpe duro para una familia trabajadora que aún así sigue sobreviviendo gracias al empuje de la madre (Una O,Connor, todo un lujo).
La película justifica sus premios y si se le hubiese concedido el Oscar a Diana Winyard por su interpretación como Jane Marryot no hubiese extrañado en absoluto. No obstante, y es un pero menor, peca de sobrecarga de tintes dramáticos y de casualidades casi imposibles. Los caminos de ambas familias vuelven a entroncarse, de forma absolutamente dramática, en el tramo final de la película, hecho poco creíble pero que LLoyd aprovecha para poner a cada uno en su sitio . La secuencia de Jane Marryot expulsando de su casa a Ellen Bridges es absolutamente magistral y viene a ser como el último coletazo de una clase social que se resiste a que otra clase social se instale escaleras arriba.
De visión obligada y plenamente satisfactoria.
Reconozco que Cabalgata ofrece un repaso rápido al principio del Siglo XX, especialmente a los acontecimientos más relevantes de Gran Bretaña.
También reconozco que realizar ese viaje a través de las venturas y desventuras de los Marryot y los Bridgest puede ser una forma curiosa y novedosa de contar la historia.
Pero lo cierto es que no me ha entusiasmado la película, no me llegó a enganchar y cuando me parecía que el nivel de mi viaje por los Oscars estaba en ascenso y no iba a parar de subir, esta película me ha bajado un poco las expectativas.
Y aunque intento poner en perspectiva la película y darme cuenta que para estos primeros años del cine, es una película que no está nada mal, tampoco puedo obviar que el cine son sentimientos y sensaciones… y esta vez, la película no me ha enganchado, una pena.
Un saludo
Edward y su esposa conversan, de noche, sobre la cubierta de un barco. Es su luna de miel. De fondo suena la orquesta. Tocan «Nearer my God to Thee».
«– ¿Cuánto te importaría? Morir, quiero decir.
–No lo sé. Bastante, me imagino.
–Yo creo que a mí no me importaría demasiado. Verás, jamás seremos más felices de lo que somos ahora.
–¿Cuánto tiempo nos das?
–No lo sé. Ah, y Edward, me da igual. Éste es nuestro momento, completo y divino. No le tengo miedo a nada.»
Ambos se retiran. Y queda a la vista, en el lugar donde estaban, un flotador amarrado a la barandilla de la cubierta. En él se lee, en letras grandes, el nombre del barco: «TITANIC».
Sólo por esta escena, la película, tan infravalorada, debería figurar entre las más grandes. Y, realmente, figura, puesto que ganó el Óscar a la mejor película de 1933. Pero ¿quién se acuerda de ella? Incluso la obra teatral de Noël Coward dejó de representarse en los teatros después del estreno de «Cavalcade».
Luego está el devenir de los tiempos, la sensación de que, tras la primera Guerra Mundial y el ascenso de Hitler al poder (sobre el que no hay referencias más que implícitas, en el entrecortado sermón del sacerdote al final de la película), el mundo se desmorona a gran velocidad. Todos los valores que habían sostenido la civilización hasta entonces se vienen abajo… ¿No seguimos teniendo la misma sensación ochenta y cuatro años después? Es más que curioso el que muestre, como signos de un cambio veloz de costumbres, la homosexualidad exhibida en público (aún no se había promulgado el código de Hays) y las iglesias casi vacías. Ha pasado cerca de un siglo, las iglesias, en Europa, siguen habitadas. Y ya se ve que el código de Hays tampoco atrancó las puertas de los armarios. ¿Han cambiado tanto las cosas, realmente, aunque sigamos teniendo la misma sensación de desmoronamiento?
Precisamente, el último aspecto que quisiera reseñar de esta película es su silenciosa religiosidad. No hay ni un solo gesto de práctica religiosa en los protagonistas, salvo el manido «God bless you» con que se saludan y el «Nearer my God to Thee» al que antes me referí. Pero, mientras el zeppelin francés bombardea Londres, la cruz de la cúpula de San Pablo contempla, sin inmutarse, el bombardeo. Esa misma cruz, majestuosa, cerrará la película (hay que atender a la letra de la última canción de Fanny Bridges). Y, durante las escenas en cascada de la Gran Guerra, un crucifijo se mantiene en pie mientras los hombres caen abatidos. Parece que toda la película estuviera proclamando el lema de los cartujos: Stat Crux dum volvitur orbis (la Cruz permanece mientras el mundo da vueltas).
Dos años después, Frank Lloyd volvería a ganar otro Óscar a la mejor película con «La tragedia de la Bounty». Pero creo, de verdad, que «Cavalcade» merece una revisión.