Black Express
Sinopsis de la película
Japón crece a un ritmo desenfrenado durante los años 60, y uno de los mayores símbolos de este progreso es el tren-bala (shinkansen). Keiichi, un joven agente inmobiliario obsesionado con invertir en la bolsa se lanza a una intriga con el fin de desentrañar los sucios tejemanejes de una de las principales compañías del nuevo shinkansen, tras ser engañado en un negocio fraudulento por un astuto empresario llamado Nakae, intriga en la que toma parte una joven muchacha que parece saber mucho de la compañía ferroviaria.
Detalles de la película
- Titulo Original: Kuro no chôtokkyu
- Año: 1964
- Duración: 94
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Un solo hombre es incapaz de enfrentarse y además ganar a las grandes compañías, a los millonarios industriales, a los tiburones de las finanzas.
Esta gente domina el Mundo desde un submundo del cual no apetece formar parte, y cuando uno se inmiscuye en él las consecuencias pueden ser trágicas.
El protagonista, Keiichi, observa por la ventana de su apartamento: Mira Tokyo…(le dice a la mujer que yace acostada en la cama)…los nuevos rascacielos se alzan uno tras otro, las carreteras se extienden hacia todas partes, la industria del entretenimiento está en su apogeo, ¿pero quién domina este mundo? ¡Las grandes corporaciones son los daimyos actuales! . El alegato es descarnado, brutal, y es que una vez recuperada la soberanía en Japón tras la marcha de los ocupantes norteamericanos, la industria y la economía experimentaron un provechoso desarrollo, una resurrección. Era la época del resurgimiento, el capitalismo, la despersonalización, en otras palabras: el dinero.
Una sociedad que Yasuzo Masumura ya observó ferozmente en la maravillosa Gigantes y Juguetes , y que volvería a desgajar gracias a que le encargaron adaptar una de las muchas novelas de intriga y crítica social de Toshiyuki Kajiyama, el éxito de la primera obra de éste, Kuro no Shisosha , dio pie a un film (del propio Masumura) que a su vez inauguró la serie negra producida por los estudios Daiei, cuyos títulos tenían la mirada puesta en la corrupción y mezquindades del mundo empresarial japonés. Kuro no Chotokkyu , con guión de Yoshio Shirasaka, fue la 11.ª y última entrega de esta saga (y la tercera realizada por el director).
Un tipo menudo, orondo y con cara de sátiro llamado Nakae, propone un lucrativo negocio a Keiichi, un joven agente inmobiliario prácticamente en la bancarrota obsesionado con pretenderse corredor de bolsa a sabiendas de que la mala suerte siempre le va pisando los talones, este negocio consiste en vender una parcerla de tierra aparentemente inservible al susodicho Nakae para construir una fábrica de automóviles. Si el trato se presenta tan fácil y beneficioso para todos es porque algún misterio se oculta tras él. Y en ese momento una señal de mal presagio se divisa desde el tren en el que van Keiichi y los propietarios locales del terreno.
Esa es el moderno tren-bala que representa en todo su esplendor la velocidad del progreso en la sociedad actual japonesa. En efecto había trampa en el negocio como bien sabremos gracias a una serie de rápidas elipsis temporales a las que recurre el director hasta situarnos algunos meses después, cuando se descubre que no era una fábrica lo que iba a ocupar la tierra, sino los raíles para ese tren que está haciendo furor en el país. De esta forma la trama se sitúa en las entrañas de un escenario real: las compañías de transporte del shinkansen (tren-bala), que se inauguraba en 1.964 cubriendo una gran distancia entre Tokyo y Osaka y a tiempo para la celebración de los Juegos Olímpicos.
Por eso mismo al inicio del film se nos advierte de que todos los nombres y situaciones son puramente ficticios, sin embargo esto no priva a Masumura y Shirasaka de dirigir un ataque directo y doloroso a las sucias artimañas que los dueños de las compañías y los empresarios bancarios realizan a espaldas de los ignorantes proletarios de clase media-baja.
La intriga arranca cuando Keiichi, imagen del pobre que desea ascender social y económicamente, pasa de creerse un broker a un detective en la línea de Sam Spade y decide hurgar en los entresijos de la empresa del shinkansen y en los del astuto Nakae.
(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)
Masumura vuelve a desplegar la misma atmósfera tiránica y cínica, con no pocas dosis de sátira, como ya hiciera en Gigantes y Juguetes y Black Test Car , radiografiando una vez más lo más rastrero e inmoral del alma humana, el maravilloso trabajo de fotografía de Setsuo Kobayashi realza las oscuridades de este microcosmos opresor.
El carismático Jiro Tamiya vuelve a ser protagonista en esta serie negra junto a una también interesante Yukiko Fuji, Eiji Funakoshi (uno de los actores recurrentes del cineasta) y el intencionadamente detestable Daisuke Kato, a quien este tipo de papeles parecen irle como anillo al dedo. Masumura finiquita la saga de Daiei con esta salvaje crítica al Japón capitalista antes de regresar a sus tragedias más personales y profundas protagonizadas por Ayako Wakao ( La Mujer de Seisaku , Irezumi ).
Al final se refleja la impotencia del ciudadano medio, que ha asistido a la descomposición del mundo por la ambición y el dinero. Keiichi, sentado en un tren como al principio, es advertido por otro pasajero de la majestuosidad del shinkansen, que pasa veloz junto a ellos, y ¿qué es lo único que puede hacer?, pues echar la cortina y cerrar los ojos. Quizás eso es, en efecto, lo único que todos podamos hacer los sufridos ciudadanos de clase media y baja en esta sociedad, cerrar los ojos y no mirar.
Porque para lo que hay que ver…