Big Night: Una gran noche
Sinopsis de la película
Dos hermanos viajan desde Italia hasta New Jersey con el objetivo de abrirse camino en la vida gracias a un restaurante de auténtica y selecta comida italiana. La suerte no les acompaña, y las deudas les asedian, por lo que deciden contratar a un gran músico de jazz en quien depositan su esperanza de sacar a flote el negocio. La noche se presenta muy bien y todo está preparado para la gran actuación, pero algo inesperado ocurre y el artista no se presenta.
Detalles de la película
- Titulo Original: Big Night aka
- Año: 1996
- Duración: 108
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Opinión de la crítica
Película
6.9
61 valoraciones en total
Una gran noche pertenece a ese cada vez más nutrido grupo de películas (y me vienen a la memoria Deliciosa Martha, Chocolat o Estómago) en que la gastronomía, lejos de ser un elemento accesorio en el desarrollo argumental, ejerce de catalizador de amoríos, buenos sentimientos y pasiones varias. En este caso, el contexto son los EEUU en los años 40, y el objeto de la mirada nostálgica, no exenta de cierto tono agridulce, el sueño americano y el mito de la tierra de las oportunidades. Para el recuerdo la escena con que Stanley Tucci, actor protagonista y director, cierra la película: un hipnótico plano secuencia en que se observa cómo se hace y cómo se come una buena tortilla de 3 huevos.
Como esa tortilla francesa. Con la sencillez de un plato delicioso con materia prima tan simple. Así es esta película. Una delicia para el paladar sin deconstrucciones inverosímiles. Un gustazo.
Como si de un buen plato de cocina tradicional se tratase, la ópera prima del director neoyorquino se cuece a fuego lento. El ritmo, pausado y constante no lastra la acción, que en gran parte de la obra transcurre dentro del restaurante. De este modo, los acontecimientos se desarrollan a partir de los personajes principales y una amplia gama de secundarios de lujo entre los que destacan Iam Holm -Carros de fuego, El señor de los anillos-, Isabella Rossellini -Terciopelo Azul, Wyatt Earp-, Minnie Driver -Sleepers, Un asesino algo especial- y el cantante de origen puertorriqueño Marc Anthony -Al límite, El fuego de la venganza-.
Sin duda alguna, los personajes con más matices y que más se diferencian entre sí son los de Tucci y Shalhoub. A pesar de interpretar a dos hermanos, las personalidades de ambos y sus reacciones ante el devenir de los acontecimientos son totalmente contrapuestas. Por un lado, Secondo cuyo carácter congenia con facilidad con el estilo de vida estadounidense, es la cara visible del restaurante, el relaciones públicas que responde ante los clientes, proveedores y acreedores. El éxito empresarial, poseer un cadillac o conocer a mujeres norteamericanas, son sus objetivos a corto plazo y para ello necesita del buen funcionamiento de su negocio.
Primo, por el contrario, es un hombre más serio, introvertido, con un carácter fuerte y tradicional que chocará con la idiosincrasia de los años 50 en USA. De este modo, cuando unos clientes critican o ponen en duda uno de sus platos (rissotto) no dudará en tacharlos de filisteos. Se planteará, entonces, la posibilidad de cambiar las recetas que ha heredado de sus antepasados o directamente cocinar platos puramente norteamericanos, lo que le provoca un mayor sentimiento de añoranza por su patria. Asimismo, su timidez, que le dificulta acercarse a la mujer de la que esta enamorado, le impide relacionarse con cualquier persona que no sea descendiente u originaria del país transalpino, lo que conlleva a un mayor aislamiento y a su vez, incrementa la nostalgia.
Se trata, en definitiva, de una muy buena película con claro corte independiente. En cierto sentido, recuerda a títulos que han dirigido otros actores pasados a la dirección, como es el caso de John Turturro -El gran Lebowski, Clockers- amigo personal de Tucci, en los que lo más destacado es el amor por los personajes escritos y la sucesión de buenos actores -amigos personales y, en general, secundarios estrella- que desfilan por la pantalla. La escena final de la obra, una secuencia en la que la cámara practicamente no se mueve, pone un broche muy adecuado y de mucha calidad. Habrá espectadores que no sepan valorarla o que no aprecien el contenido de dicho plano, en el que aparentemente sólo se aprecia como hacer una tortilla, pero hay mucho más fondo. Por todo eso y más: ¡Buon appetito!
Es una pena que un drama con cierta humanidad y ternura se convierta en una narración aburrida y llena de situaciones inútiles que no añaden nada a la trama.
La mayoría de las escenas se podrían acortar en dos terceras partes. Una vez visto el primer tercio de cada escena, el resto de ella se limita a repetir los diálogos y las actuaciones de una manera cansina.
Para mayor aburrimiento, el guionista se empeña en reproducir muchos diálogos en italiano original. Este artificio puede añadir alguna intensidad dramática la primera vez que sorprende al espectador, pero luego abusa de tal manera del mismo artificio que automáticamente se deja de pensar en lo pueden estar diciendo los personajes.