Berlín, sinfonía de una ciudad
Sinopsis de la película
Inspirado en el documental soviético Kino-Nedelia (1918) de Dziga Vertov, Ruttmann realizó en 1927, contando con los mejores fotógrafos alemanes de la época, un documental basado en la vida, durante un día, de la ciudad de Berlín.
Detalles de la película
- Titulo Original: Berlin: Die Sinfonie der Grosstadt
- Año: 1927
- Duración: 62
Opciones de descarga disponibles
Si quieres puedes descargarte una copia de esta película en formato 4K y HD. A continuación te mostramos un listado de posibilidades de descarga directa disponibles:
Opinión de la crítica
Película
7.5
46 valoraciones en total
Ruttmann plantea una visión de conjunto de la vida alemana de los años veinte, muy similar a la de Vertov en El hombre con la cámara de cine, si bien se diferencian en algunos aspectos esenciales, internos y externos. En primer lugar, la maestría de Vertov y las innovaciones técnicas que introduce son muy superiores a los de Ruttmann, se aprecia en Vertov un mayor dinamismo, una conexión entre entre el espectador y las imágenes y un engarce con la realidad de la ciudad que en Ruttmannn es mucho menos evidente. Eso en cuanto a la técnica, en lo que respecta a lo retratado tampoco es ni puede ser igual, pues Vertov retrata un mundo nuevo, una ciudad viva que contagia vida, una sociedad que nace y en ese nacer lo promete todo, la esperanza de un mundo nuevo para toda la humanidad, aunque esa promesa jamás llegase a cumplirse, perdiéndose, revelándose ilusoria, distorsionándose en la bruma de las falsedades, las traiciones.
En el Berlin de Ruttmannn lo que vemos es una sociedad en franca decadencia, un mundo que se viene abajo sin que se puede adivinar qué es lo que sucederá, que le sucederá. Era el país de una burguesía atrapada en sus propias contradicciones y que no sabía hacia donde dar su próximo paso pues éste parecía, a todas luces, fatal. Y en su banalidad por un lado, su ceguera por otro y su resistencia a perder su modo de vida se encontró encerrada en un callejón sin salida. Tal y como lo expresó Walter Benjamin en su texto Avisador de incendios , incluido en el libro Dirección única, la cuestión no era tanto saber si ese mundo podría sobrevivir si no como caería y que lo sustituiría: La idea de la lucha de clases puede inducir a error. No se trata de una prueba de fuerza en la que se decide la cuestión de quién vence o quién sucumbe, ni de un combate a cuyo término le irá bien al vencedor y mal al vencido. Pensar así es disimular los hechos bajo un tinte romántico. Pues, ya salga vencedora o sucumba al combate, la burguesía está condenada a perecer por las contradicciones internas que, en el curso de su evolución, habrán de resultarle fatales. La pregunta es únicamente si perecerá por sí misma o a manos del proletariado. Hoy sabemos muy bien lo que ocurrió.
Sería casi un lugar común analizar este documental remitiéndonos a la vanguardia futurista y su inclinación por las grandes urbes. Por el progreso, el maquinismo y las masas populares.
Pero a mí me interesa Sinfonía por algo más que el documento sociológico o de coyuntura histórica o estética. Me resulta en consecuencia, también, una crónica que excede las formas aprehensibles del producto de técnica y montaje innovadores, etc etc. Por ahí su disfrute es indiscutible, pese a todo, excita lo racional, el anecdotario cinéfilo. Eso es innegable.
Sin embargo, el trabajo de Walter Ruttmannm –desde un punto de vista especulativo– ofrece un reflejo acerca del caudal de hombre cosificado que, cual insectos, se disparaba en Alemania (aunque no únicamente) cada vez más. Y en esto hemos de volver la mirada al Futurismo de nuevo, toda vez los fundadores de aquel movimiento acabaron dando un giro fascistoide. Desde esa perspectiva, el visionado de esta cinta genera preocupación, empatía con esos seres humanos de blanco y negro y desazón ante el germen holístico que supera el concreto apunte social hundiendo sus raíces en la instrumentalización de brazos, piernas y sueños (Homo Faber). Engranaje cíclico de masas sin rebelar, angostas en su condición de calendario e itinerario vital de urbanismo acrítico. Donde otros quisieron reflejar y hacer loa del dinamismo de la ciudad y su progreso, yo veo rodelas de metal, objetos totalizadores de lo inmediato y lo tangible con patas como lanzas.
No se trata sólo de plasmar fugazmente un momento o una época con puntual pretensión reportera, sino que me sugiere fuerza premonitoria y lirismo de vena crítica –lo vemos en el orden impuesto de los tranvías y las personas, en las prisas por cerrar un día–. Se despiertan reflexiones sobre cómo el mecanismo urbano, de civilizada tecnocracia, se nos impone a través de la adormidera de los años santificando el desencanto finalista, racional-teleológico… La ideología de la conclusión práctica. La emancipación humana queda fuera del proceso provocando nihilismos minusválidos como lógica forma de reacción. Al final, la ciudad es un enorme reloj donde los hombres se escabullen floreciendo brevemente en placeres enajenados. En pequeñas bagatelas luchan por aprovechar cualquier resquicio del día apurando famélicos la madrugada. Sin saber que son migajas, bailan y se tocan perpetuados en un bucle utilitarista que les impulsa hacia un movimiento reificado de artefactos y uniformes. Firmes en su conformismo manso de cama caliente y conciencia histórica varada, se miran. Pero no se ven.
1. Extracto del discurso del Dr. Pryapine solicitando la inclusión de Berlin, Die Sinfonie der Grosstadt en el Proyecto Morelius:
Mis conocimientos de la Era Tecnológica son limitadísimos. Ignoro si la electricidad precedió o no a la bomba atómica, si son propias del s. XIX o del XX. Recientes investigaciones, además, nos confirman que existió una ciudad llamada Berlín.
Todo ello carece de interés en el caso que nos ocupa: si me preguntaran me atrevería a afirmar que la cámara nunca estuvo allí, que nadie podría atestiguar dónde y cuándo fueron grabadas las secuencias.
Lo que se nos presenta, en definitiva, es la posibilidad de dar un paso más en nuestro camino hacia la mirada desde ningún lugar.
————
Todos los elementos del legado de W. Ruttman confluyen hacia la creación de un inmenso panóptico:
-La estructura cronológica de la narración, como si asistiéramos al desarrollo de una jornada cualquiera, realza la sensación de ubicuidad, de estar en varios lugares en un mismo momento.
-La estructura de brevísimos planos fijos –con escasos movimientos de cámara- dotan al film de dirección o finalidad, de un vistazo exhaustivo que se va completando.
-El ritmo frenético de sucesión de planos acrecienta el maremágnum, pero la intercalación de planos detalle –un codo acariciado antes de subir al taxi, una mano que ciñe una cintura mientras bailan- rescata momentos o individuos de entre la multitud.
-La escenificación de algunas breves secuencias –una insinuación de flirteo en un cruce de miradas en un aparador, una mujer que se dispone a lanzarse desde un puente- pone coto al ojo de águila y trata de desarrollar una mirada omnipotente capaz de penetrar hasta lo más pequeño.
(Sigue abajo).
Unos dedos afilados y fríos recorren la espalda, no ya ante la enorme viveza y atemporalidad de un documental que permanece como reliquia de un día captado para la eternidad. La recorren ante el pensamiento de que gran parte de esos extras anónimos que se dejaron filmar para la posteridad, no podían prever que quince años más tarde habitarían una ciudad devastada, en una era enloquecida y mortífera de la que muchos de ellos serían responsables directos o indirectos, o víctimas.
Ruttmann congeló en una hora de largometraje la calma antes de la tormenta, o sería mejor puntualizar que entre dos tormentas, pues apenas una década antes la Gran Guerra se había cobrado su factura entre el pueblo alemán. No podían conjeturar que el conflicto bélico a mayor escala del siglo veinte estaba por llegar, y que casi llamaba a las puertas.
Tal vez por el hecho de que Alemania protagonizó buena parte de un siglo espantoso, es raro toparse con un Berlín despreocupado y sumergido en el latido de toda gran ciudad en tiempos de paz, aunque sea una paz relativa. Antes de la ruina de la orgullosa capital, antes de los horrores del nazismo y de los ataques aliados, y antes de la división en dos partes y del Muro de la Vergüenza, Berlín era una urbe rutilante, que atronaba con el electrizante ruido de la cotidianeidad. La cámara captura diversos espacios urbanos, la arquitectura predominante, el tráfico rodado atestado de automóviles, tranvías, trenes, algunos carros con animales de tiro, y hasta se muestran avionetas.
Muchedumbres en movimiento, industrias en plena actividad (quizás Chaplin recibiera inspiración para su futura Tiempos modernos en esos planos detallados de las maquinarias y engranajes para la producción en serie), obreros en segundo plano tras la supremacía de las máquinas.
La vida social, transeúntes paseando y charlando, parques repletos de enamorados, familias y niños juguetones, cafés con sus camareras y sus clientes sentados a las mesas, locales de ocio y espectáculos (se dedica un guiño a Charlot en un cine), bailarinas, malabaristas, cómicos. Pasarelas con modelos exhibiendo la moda de la temporada, comercios, restaurantes, salas de baile, los destellos nocturnos de los carteles reflejándose en los charcos de las calzadas y de las aceras mojadas por la lluvia. Contrastes fugaces entre la abundancia y la pobreza, indigentes mendigando ante escaparates de joyerías.
Los deportes populares, el boxeo, la vela, el esquí, el jockey sobre hielo.
1) La línea recta
La vida es un segmento contenido en una línea recta. La verticalidad le pone fin a su desnuda arquitectura.
Las vías, los túneles y puentes, los postes y tendidos de electricidad.
Un tren que sale para Potsdam mirándote a los ojos.
Barrotes y escaleras. Una anciana que llega con esfuerzo hasta la casa del Señor.
===
2) El círculo
La circularidad fractal de la existencia compone su poema. La mano del hombre despierta el mecanismo.
Agujas y un dial.
Entonces uno sale del Instante Eterno -explicó Marrasquino- y entra en el Tiempo. Poco a poco desaparecen las habilidades de la imaginación, y el mundo comienza a ser un lugar sólido e inmutable. En los estados más graves de la enfermedad, los pobres aburridos creen que sólo existen las cosas que tocan con las manos, que sólo existen las cosas que se pueden medir.
-Pero el tiempo no se puede medir.
-¡Ellos lo miden! -dijo el gato-. ¡Ellos lo miden todo! (*)
===
3) Ingeniería
Vehículos. Hombres-máquina. Garajes, puertas y ventanas. Los maniquíes bautizados por la luz. Escaparates. Carteles y neones.
El monigote dice adiós a una pareja. Se cierra una persiana. Una colilla va directa al suelo y el humo inunda la estación. Silencio. Un féretro de agua.
===
4) Vida artificial
Vender, fumar, comer y desplazarse.
El reverso triste de El hombre con la cámara, de Dziga Vertov.
===
5)
La música de Edmund Meisel acierta a darle a las imágenes un toque Lynch/Badalamenti.
===
Los pies de Charles Chaplin.
Y la certeza de que todos los que salen en la cinta estamos muertos.