Bella durmiente
Sinopsis de la película
En el reino de Letonia, el joven príncipe Egon pasa sus noches tocando la batería. De día, sólo una idea ronda su cabeza: internarse en el reino de Kentz para encontrar a la Bella Durmiente y romper el hechizo. Pero su padre, el rey, incrédulo de las leyendas, se opone totalmente. Será Maggie, arqueóloga de la UNESCO, quien le proporcionará la clave.
Detalles de la película
- Titulo Original: Belle Dormant
- Año: 2016
- Duración: 82
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Opinión de la crítica
Película
6.3
86 valoraciones en total
La misma historia de siempre, ni más ni menos. La única apuesta novedosa que esta versión introduce, el hecho de que la parte del príncipe se produzca en el año 2000, no se explota más allá de una ligera referencia a la ausencia de la magia y la fantasía en nuestro mundo actual y algún pequeño detalle como que salga una batería o teléfonos móviles. No te pases la película a la espera de algún giro o enfoque que dé la vuelta al cuento que todos ya conocemos porque no se va a producir.
Descubro con agrado a este director septuagenario nacido en Madrid, pionero del cine independiente, que salió huyendo de la España gris franquista para caer de lleno en el 68 francés. Ahí es nada. Con una carrera cinematográfica corta, marginal y elogiada por la crítica se reencuentra con el largo después de más de dos década para contarnos un cuento clásico, a su manera eso sí, donde la cruda realidad actual se mezcla con la fantasía, sin alardes ni pirotécnicas hollywoodienses, mirando con añoranza y con distancia artística el cine de Jean Cocteau uno de sus referentes. Amalric y sobre todo Agathe Bonitzer aportan su siempre sugerente presencia. Afirma Arrieta que le obsesionan las ruinas y el paso del tiempo y no se priva de cierta sátira a la realeza. Las hadas, los reyes, reinas y príncipes con todo su sequito han pasado demasiado tiempo durmiendo en el siglo pasado y ahora en el incipiente XXI tendrán que dejarse de cuentos por la cuenta que les tiene.
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Arrieta adapta La bella durmiente situándola en los albores del siglo XXI con un plantel de lujo, encabezado por un joven trío de belleza arrebatadora, figuras imprescindibles del cine independiente galo: Niels Schneider (Los amores imaginarios, You and the night) Agathe Bonitzer (À moi seule, La papesse Jeanne) y Andy Gillet (La duchesse de Varsovie, Cosmos) Además, el comprometido Mathieu Amalric, que alterna tanto grandes nombres tras la cámara (Polanski, Cronenberg, el desaparecido Resnais…) como proyectos de artistas de gran importancia, pero poca vida comercial (Vecchiali, Peretjako) y la mítica Ingrid Caven, ex-esposa de Fassbinder que participó en la obra maestra Un año con trece lunas, entre otras.
¿Qué hace de esta adaptación algo excepcional? Su técnica: el preciso equilibrio entre el estilo teatral y la experimentación cinematográfica. Una puesta en escena impecable que encaja perfectamente con las concesiones artísticas de Arrieta. Tan sorprendentes por su simpleza como eficaces, como las fotos fijas de animales y agua que muestran la detención del tiempo en el reino de Kenz. Eso sí, Belle dormant no es tan sólo una bonita fábula. Al situar la acción en el año 2000, el director se permite añadir un humor ligero con cierta sorna: jóvenes ricos y pijos interesados únicamente en convertirse en rockstars, los reyes y nobles que apenas se inmutan al saltarse un siglo, las selfies del protagonista en el palacio congelado -pequeño error anacrónico que en absoluto entorpece el metraje. Una joya que ha pasado absolutamente desapercibida. Casi que mejor.
Para disfrutar de esta Bella durmiente no es necesario conocer las películas anteriores de Arrietta, que gracias al fervor de algunos admiradores empieza a ser recuperado como uno de los cineastas míticos del nutrido underground español (aunque su obra sea mayoritariamente francesa). Tampoco hay que asustarse por el aura vanguardista del cineasta: esta es una película narrativa y clara como el estanque de un palacio, y el único riesgo es que parezca, en nuestros tiempos acostumbrados a que la brutalidad forme parte inseparable del entretenimiento, demasiado inocente.
El cine de Arrietta cree en las hadas y en los ángeles, y su forma es coherente con esta creencia: en un mundo mágico no cabe ninguna imagen gratuita o redundante. La profecía de una rana se cumple, sin solución de continuidad, en el plano siguiente, la imagen de la niña es evitada siempre (este es un cuento sin niños, habitado por adolescentes y adultos), unas manos sobre el teclado hacen innecesario un plano general que muestre toda la habitación y el piano. En manos de un poeta menos cuidadoso una película como esta podría haber resultado cursi o naïf, pero Arrietta consigue que los personajes parezcan verdaderamente figuras de cuento, venidas de otra época anterior a la invención del cine.
Pero la condición mítica de los personajes no implica que vivan en el pasado: al modo de la Pandora de Albert Lewin o el Orfeo de Jean Cocteau, el príncipe Egon inaugura la película tocando la batería, y poco después monta en helicóptero con su preceptor a las afueras de su palacio neoclásico.
Bella durmiente conserva un toque de vida que la distingue de muchas películas recientes, no solo de género fantástico, a las que los procesos de posproducción y etalonaje digital convierten en flores de plástico, frutas pálidas de invernadero. Entre los actores se alternan figuras bien conocidas (Ingrid Caven, Mathieu Amalric, Serge Bozon) con otras nuevas, como Niels Schneider o la excelente Agathe Bonitzer. La trama es fiel al cuento clásico de Grimm y Perrault, que se combina con Brigadoon, para los detalles, el cineasta reconoce haberse inspirado en las ilustraciones silueteadas de Arthur Rackham, que datan más o menos de la época en que queda suspendida la vida de la corte legendaria de Kentz.