Beginning
Sinopsis de la película
En un tranquilo pueblo de provincias, una comunidad de Testigos de Jehová es atacada por un grupo extremista. En pleno conflicto, el mundo de Yana, la esposa del líder de la comunidad, se desmorona lentamente. La insatisfacción interior de Yana crece mientras lucha por encontrar sentido a sus deseos.
Premiere: Festival de San Sebastián 2020.
Estreno en España: diciembre 2020.
Detalles de la película
- Titulo Original: Dasatskisi (Beginning) aka
- Año: 2020
- Duración: 130
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Opinión de la crítica
Película
6
30 valoraciones en total
*La introspección calmada
Beginning, la primera película de Dea Kulumbegashvili viene cargada de polémica tras su paso por el Festival de San Sebastián. Divide la crítica de una forma muy polarizada, la historia que se cuenta se aleja de un esquema estándar y rompe con el sello comercial de la narrativa. En primer lugar, no es una película para todos los públicos, dado que se toma su tiempo y utiliza la metáfora visual para abordar varios temas concernientes, en concreto, a la población de Georgia y, en general, a temas universales como la posición de la mujer. A través de unos diálogos que retratan perfectamente el machismo intrínseco que se pretende dibujar, también expone los vestigios de una religiosidad extremadamente culposa. Así, comienza a tejer un puzzle que no busca la comprensión desde el primer minuto, sino dejarla reposar con la misma tranquilidad con la que se desarrolla.
El sufrimiento de la protagonista no se queda únicamente en una capa exterior, donde se comprende por el martirio que está pasando. Es más, los matices que van emergiendo durante el film llegan a través de un vehículo reflexivo y aparentemente cotidiano. Esa búsqueda constante del yo y de querer romper las cadenas que siguen totalmente definidas en el entorno más cercano de la protagonista. Igualmente, la violencia que se denuncia en el film se realiza sin adornos, porque Kulumbegashvili y Rati Oneli, guionistas del film, no necesitan quedar bien. Por lo tanto, sin tapujos, expresan esa reivindicación de lo salvaje, que puede ser la propia vida en sí y cómo estos actos violentos terminan siendo una parte de la propia persona. Sin duda, no es una película que deje indiferente, ya sea por remover introspectivamente o por esa sensación de confusión. Cada espectador elige su camino.
*Romper las cadenas
Una película de estas características necesita a una protagonista que le permita entrar en esa vorágine enrevesada. Y en Beginning lo consiguen. Ia Sukhitashvili ofrece una interpretación con un gran temperamento, que sabe sacar hacia adelante toda esa complejidad que azota a su personaje. Desde el principio se puede ver esa evolución descarnada. A pesar de la controversia que surge en el propio guion, lo que es innegable es el talento de la actriz georgiana, que triunfa en cada una de sus escenas. Por lo tanto, es razonable que la mayor carga dramática haya sido puesta sobre ella, quién brilla sin problemas y no tiene dificultad en llevarla. Esos contrastes tan personales y esos giros expresivos, es lo que acaban por colocar la guinda en el pastel ante una interpretación excelente y personal.
Luego, Rati Oneli, el cual también ejerce de co-protagonista, se mete en la piel de David. Pese a encontrarse en un perfil más bajo, sorprende por la buena conexión que mantiene con Sukhitashvili. Su fuerza se halla en saber darle los toques necesarios para ejercer de acompañante, dando una actuación verosímil y con una vigorosidad masculina que refleja la toxicidad de esquemas arcaicos. Sin duda, sabe retratar esos condicionantes sociales que se buscan en su personaje. Por otro lado, Kakha Kintsurashvili es Alex, quien protagoniza una de las secuencias más impactantes del film. Lleva a cabo su función de una forma notable, centrándose en el impacto físico y con un control de la energía que sirva para identificar la violencia en su justa medida. Por último, Saba Gogichaishvili, como Giorgi, no va mucho más allá de lo que realiza, pero tampoco desentona con su presencia en pantalla.
*Políticamente incorrecta
Ya es sabido por todos que Beginning no es una película accesible, pero tampoco pretende serlo. A partir de esa premisa, Dea Kulumbegashvili muestra el gran valor como realizadora y artesana de la imagen. Externamente de la duración de los planos, la construcción del espacio y del encuadre denotan una sensibilidad artística destacable. Utilizar los fuera de escena a través de los estímulos auditivos y sensoriales no es algo sencillo de hacer, sin embargo, ella lo consigue. La mítica escena de la protagonista sobre el césped es un ejemplo gráfico de la maestría con la que desenvuelve un universo extendido, que toma al espectador como cómplice para invadirlo en esa atmósfera. Por lo tanto, a nivel visual, apuesta de una manera totalmente arriesgada. Por ello, hay que aplaudir que haya obtenido un gran valor de forma plástica.
No se puede negar que no es ligera y el ritmo se encuentra en una parsimonia que puede sacar los nervios a más de uno. No obstante, la intención es disfrutar la cinta dejándose llevar por esa composición sensitiva y no ceñirse solo a la acción. Por este motivo, no es algo comercial y tampoco busca ser específicamente un experimento alternativo al uso, sino que su forma de contarlo es así. Con lo cual, Kulumbegashvili ya ha formado su sello de identidad sin problemas. Por otro lado, agradecer el cuidado de las tonalidades, suaves, pero sin perder el efecto salvaje de la propia naturaleza en exteriores. De igual manera, el espejo en torno a la violencia de género y el abuso sexual es incómodo, pero necesario. Esa crudeza visual, mezclada con lo onírico y la oscurantez da una fábula macabra que redondea su conjunto, aunque con un final discordante.
*Conclusión
Beginning es una película arriesgada, que no quiere ser convencional, sino dar su punto de vista más mordaz sobre una realidad incómoda. El guion realiza un análisis de temas concretos, que se extrapolan fácilmente a una urgencia universal. El envoltorio es un camino calmo y reflexivo, que no tiene intención de ir más rápido, sino de dejar al espectador que asiente a su ritmo las ideas. Lógicamente, hay una parte del público que puede llegar a cansarse por una construcción totalmente sosegada. Ia Sukhitashvili está maravillosa, siendo su actuación uno de los mejores aspectos del film.
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Escrito por Diego Da Costa
La ópera prima de Dea Kulumbegashvili se llevó los grandes premios en el pasado Festival de San Sebastián: mejor largometraje, guion, dirección y actriz. Su propuesta arriesga en la forma y el fondo y pretende no dejar indiferente, algo que sucede cuando se extreman los polos.
La película construye una parábola socio-religiosa cuya trayectoria deja abiertas puertas y preguntas sin respuesta. El profético arranque elabora un intenso juego narrativo, donde un plano fijo es capaz de albergar varias dimensiones: el castigo (a los niños) en presente, el sacrificio (de Isaac) en pantalla y la hostigación (por intolerancia) bajo el mismo techo de la sala de culto de los Testigos de Jehová.
A partir de ahí, Kulumbegashvili deshila, con un orden desordenado y con un modo silencioso pero hiriente, la depresión y el sinsentido que atosiga a la protagonista. Yana fue una promesa de actriz, convertida ahora en madre, catequista y, sobre todo, esposa subyugada a las metas de un marido que la necesita y que no la entiende ni pretende intentarlo.
Con este frente, y con la invasiva violación y la latente (en segundo plano) sociedad tradicional georgiana, Beginning se convierte en un alegato, estético, de la feminidad congelada y ahogada por el entorno.
Por eso, este determinismo encaja muy bien con la manera en que la directora hace bailar las piezas: planos fijos, escasos movimientos (y solo panorámicos) de cámara, una profundidad de campo variable pero también dominable y unos significados recortes del encuadre para acentuar lo que no se ve.
En su conjunto, y especialmente por ser una ópera prima, tiene un valor notable por la coherencia en el tempo, aunque pueda ser discutible el salto final hacia un abismo quizá demasiado previsible.
En este sentido, el film peca de esa solemnidad que acompaña a un concreto pesimismo existencial. Se trata del fatalismo que aprovecha modelos comunitarios algo arcaicos para elaborar metáforas extremas.
En consecuencia, sin dejar de brillar en tantos aspectos, Beginning no deja oxígeno para hacer unos personajes más respirables y un relato con menos oscuridad. Seguramente, Kulumbegashvili lo pretendía así y así le ha quedado, a pesar de que subraye un paradigma convertido casi en molde de la desesperanza.
http://www.contraste.info
Beginning es una película georgiana dirigida por la debutante Dea Kulumbegashvili que ha arrasado en el palmarés del Zinemaldia de este año, donde ha obtenido la Concha de Oro y los premios a mejor dirección, actriz y guión a manos del jurado presidido por Luca Guadagnino, que se ha debido pensar que esto eran los Oscars de Titanic. Beginning llegaba al festival con el sello Cannes y ciertamente es una peli muy Cannes para lo bueno y para lo malo.
Desde su proyección, Beginning se convirtió en la sensación del SSIFF de este año, la película revelación y a la vez la más divisiva, aquella que provoca deserciones en la sala y luego algunos críticos ensalzan como obra maestra mientras para el pueblo llano no es más que una muestra del cine de autor más snob y pretencioso.
Realmente no les falta razón ni a unos ni a otros. En el lado positivo de la balanza, Beginning es una muestra de cine radical, desafiante y valiente. La directora debutante demuestra tener las ideas muy claras y decide narrar la historia con una distancia (física, moral, emocional), una estructura de guión y planificación ciertamente atípicas y kamikazes desde el punto de vista comercial. Dicho esto, Beginning también es incómoda, antipática, tiene serios problemas de ritmo y parece empeñada en expulsarte a patadas. No puedo decir que sea una mala película porque no lo es. Ni siquiera puedo decir que sea una película fallida porque es exactamente el tipo de película fría y alienante que pretende ser. Pero sí puedo afirmar lo poco que conecté con la propuesta durante las dos horas que pasé en la butaca del Kursaal fantaseando con salir por patas de allí agitando los brazos en alto como alma que lleva el diablo.
La cinta cuenta la historia de una mujer en medio de una crisis existencial. Esposa del líder de una comunidad de Testigos de Jehová, madre de un niño y acosada por un extraño, el personaje interpretado por Ia Sukhistashvili sueña con escapar pero vive atrapada en un creciente clima de opresión y violencia contenida. La directora intenta transmitir la resignación y el tedio de la sufrida protagonista, sofocada por su rol de esposa, madre y mujer en un ambiente tóxico y profundamente machista, una mujer que fantasea con un cambio o incluso con la muerte.
Desconozco si la sociedad georgiana es tan misógina como relata la película o si se han cargado las tintas en un relato tremebundo y extremo en el que las reacciones de los personajes, empezando por la víctima y el marido de la víctima, se me antojan irracionales e incomprensibles. Lo que sí transmite bien es el tedio, vaya que si lo transmite bien, porque está contada a base de eternos planos estáticos de varios minutos de duración (algunos con muy buen gusto por la composición estética y otros más anodinos que podrían venir firmados por Securitas Direct), en muchos de los cuales no parece suceder absolutamente nada relevante y que por momentos provocaban risas nerviosas o comentarios por lo bajo en plan Se ha parado la proyección? entre los valientes que permanecíamos en la sala.
En mi caso, entiendo lo que pretende la directora y lo valoro más cuando lo analizo a posteriori que durante la mortificante experiencia que supone enfrentarse a la película. Escenas que durante un primer visionado pueden parecer carentes de cualquier contenido o interés (la protagonista se tumba en la hierba durante lo que se antojan interminables minutos, unos niños desconocidos hablan a cámara sobre lo que hay después de la muerte, el cielo y el infierno) cobran significado cuando concluye el film. Pero no por ello convierten a Beginning en una experiencia cinematográfica especialmente satisfactoria ni mucho menos redonda.
He leído por ahí que el estilo de Dea Kulumbegashvili es una mezcla de Tarkovski y Haneke. Mirad, brincos diera. Sí que está más cerca, para bien o para mal, del cine de Carlos Reygadas, que ejerce aquí de productor. Con todo, Dea K. se ha convertido en la estrella del 68º Zinemaldia y en el nombre de moda de cara a futuros festivales internacionales. Y eso siempre es positivo en el panorama del cine de autor. Su película arrasó anoche en el palmarés de San Sebastián, provocando en mí un repentino impulso de quemarme a lo bonzo delante del Kursaal. Ha ganado también el premio FIPRESCI en Toronto y a buen seguro la veremos a final de año encabezando la lista de Cahiers du Cinema. Es esa clase de película, es esa clase de autora. No digo que el emperador vaya desnudo, pero me parece que lleva menos ropa de la que algunos creen.
driveincine.blogspot.com
Se agradece que propuestas que se salen de lo normal y que tienen ambiciones artísticas tengan cierto éxito y den que hablar. Sobre todo si llegan de un país cuya filmografía es tan difícil de poder ver en pantalla. Pero no es una película pequeña y arriesgada de un país desconocido cinematográficamente que ha sido descubierta como una gran sorpresa (y menos en San Sebastián, ya que la película fue seleccionada en el cancelado Cannes y presentada en Toronto, donde ya dio que hablar y ganó el premio Fipresci, aunque me alegro que haya podido entrar en su sección oficial). Tanto la película en sí como su éxito en festivales viene gestándose en laboratorios de desarrollo, mercados de festivales, y especialmente despachos de coproductores y agentes de venta desde hace tiempo. Para este éxito se ha contado con una directora (tenía que ser mujer en esta coyuntura, lo cual es plausible y positivo), Dea Kulumbegashvili, cineasta que ha estudiado cine en Nueva York, y que, aunque de indudable talento, ha tenido grandes apoyos en el rodaje de su ópera prima.
La película lo tiene todo para triunfar en el circuito de cine de autor, incluida una capacidad de crispar y dividir que da una importante publicidad a la película. Su comienzo es abrumador, planos fijos de perfecta composición y ejecución y que cuentan con tensión narrativa pese a su duración. El ritmo del comienzo es complicado de mantener y tiene altibajos, pero la película no es en cualquier caso tan aburrida en conjunto, aunque hay planos exasperantes que son una prueba de paciencia. El famoso plano cenital no me pareció tan aburrido ya metidos en faena.
Lo que no me gusta en realidad es la sensación de deja vu, de fórmula que funciona en algunos círculos cinéfilos. Y va perdiendo puntos en su capacidad de epatar y transgredir, con dos momentos finales, que cuento en spoiler, que quizás sean arriesgados, y consiguen hacer (creer) que la película tiene una dimensión mística. Hasta el momento la película trataba temas con más o menos acierto (aunque a veces con algo de impostura) como lo social, lo religioso como fenómeno, lo feminista también. El final es arriesgado y ambicioso, lo cuál está bien, pero no sé si consigue un fin. No es difícil arriesgar si te avala, por ejemplo, Carlos Reygadas.
Y Guadagnino cayó en la trampa. Dio cuatro premios a la película que había que premiar ninguneando y despreciando al resto de las películas. Grave error por parte del Zinemaldia no prever esto y tener cláusulas como en otros festivales. Boyero también cayó en la trampa, pues este tipo de críticas estaban previstas y les vienen bien para dar que hablar.
La ópera prima en la dirección de largometrajes de la cineasta georgiana Dea Kulumbegashvili, es una película de extremos, nada sencilla, ya que requiere de la atención por parte del espectador porque no te lo dan todo mascado, sino que tienes que construir tu propia historia por pequeños detalles en unos planos fijos con una gran profundidad de campo.
La película se presentó en la pasada edición del Festival de Toronto y en nuestro país se pudo ver en San Sebastián, siendo la gran triunfadora del Zinemaldia 2020 al ser premiada por partida cuádruple por el jurado presidido por Luca Guadagnino al otorgarla 4 de los 7 premios, incluyendo la Concha de oro a la mejor película.
La propuesta no es sencilla y se puede englobar dentro del cine de autor, ya que está filmada por unos planos fijos con una gran profundidad de campo a partir de los cuáles tienes que ir construyendo la historia de esa historia, que tiene como punto de partida una situación real que el padre de la directora la contó hace unos años sobre unas personas que conocía y que eran Testigos de Jehová (según comentó la directora en una entrevista). El punto de partida es una escena filmada en el interior del lugar de culto de esa congregación religiosa citada anteriormente que finaliza con un final bastante potente, en donde se produce una explosión y el lugar sufre un incendio. A partir de ese momento la historia se centra en Yana, una mujer que tiene que huir de ese lugar en llamas e intentar sobrevivir ante la amenaza del grupo terrorista radical.
Normalmente suelo conectar con este tipo de situaciones dramáticas y con un cine tan original a nivel formal, que tiene mucho en común a nivel estético con otra Rizi de Tsai Ming-liang, otra película que también pude ver en el pasado Zinemaldia, y que a diferencia de Beginning sí que me gustó mucho. El problema de esta propuesta es que, sin aburrirme la película, no conecté con los personajes ni con sus dramas personales, pero reconozco el gran trabajo de la directora, ya que no es fácil filmar ese tipo de planos fijos, y me parece justo su premio, ya que el trabajo de Dea Kulumbegashvili es lo mejor del proyecto. El otro aspecto destacado es la actuación de su protagonista, Ia Sukhitasvili, que está creíble en las escenas más dramáticas. También me gustaría destacar dos escenas de una gran tensión que me provocaron angustia, una la inicial citada antes en el lugar de rezo y otra en la parte final. Pero me parecen excesivas sus más de dos horas de metraje para lo que termina contando, y se podía haber recortado algo la duración de alguno de esos planos fijos. Una película que tendrá su público, pero que puede desesperar a los que buscan una propuesta convencional.
LO MEJOR: La dirección.
LO PEOR: No me identifico con la historia ni con los personajes. La excesiva duración de algunas escenas para lo que terminan contando.
Pueden leer esta crítica con imágenes y contenidos adicionales en: http://www.filmdreams.net