Becket
Sinopsis de la película
Inglaterra, siglo XII. Drama histórico en el que se narran los enfrentamientos entre Enrique II Plantagenet, rey de Inglaterra, y Thomas Becket, que llegó a ser canciller y después arzobispo de Canterbury (desde 1162). Las desavenencias entre ambos comienzan cuando en 1164 (Constitución de Clarendon) el rey lleva a cabo una reforma del sistema judicial que reduce substancialmente las prerrogativas de la Iglesia.
Detalles de la película
- Titulo Original: Becket
- Año: 1964
- Duración: 148
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Opinión de la crítica
Película
7.5
77 valoraciones en total
Con cierta frecuencia se ha afirmado que el cine británico, por su cercanía cultural al norteamericano, carecía de auténtica personalidad, especialmente en comparación con cinematografías como la francesa o la italiana. Como toda generalización planteada en términos absolutos, la precedente afirmación resulta en realidad un tanto gratuita, y en ocasiones injusta. Si hay algún aspecto en el que el cine británico ha destacado siempre es en el peculiar tratamiento que reflejan sus filmes históricos, aprovechando para ello su rica tradición teatral, que se deja notar en la concepción de las películas, así como en la calidad y el matiz de las interpretaciones. A ello han sabido sumar virtudes puramente cinematográficas, como el cuidado que prestan a los decorados, localizaciones y vestuario.
Ejemplo de todo ello puede ser esta estupenda obra, que narra las contradictorias relaciones de amistad que mantuvo Thomas Becket con el rey de Inglaterra, Enrique II. Como ya se ha apuntado en otras críticas, parte del interés del filme radica en la concepción del poder real que encarna Enrique y los conflictos que dicha concepción le acarrean con otros estamentos del reino, singularmente la Iglesia, cuyos intereses defiende Becket, arzobispo de Canterbury, antaño canciller real y amigo íntimo del rey. No obstante, yo creo que el tema central de la película es la soledad de los poderosos, que erigidos en símbolos de grandes instituciones, han de renunciar a todo lo demás, amistad incluída. Así, ambos personajes tienen clara cuál es su misión, su deber, y el concepto del honor del que están imbuídos les impide dar marcha atrás o transigir en exceso. Mientras que el rey es retratado como un hombre caprichoso, juerguista y mujeriego, pero al tiempo celoso de su poder y sensible a la verdadera amistad, Becket se nos presenta como un personaje frío, calculador, sumamente inteligente, pero al que le cuesta experimentar y manifestar sentimientos. Será su honda transformación interior (marcada por sus nuevas responsabilidades eclesiásticas) la que arroje por tierra su relación con Enrique.
Más allá de las interpretaciones, que son todo lo buenas que podía esperarse de actores como OToole, Burton o Gielgud, y del guión, maravillosamente adaptado y justamente premiado, yo destacaría la fabulosa ambientación, que muestra un exquisito gusto y cuidado por el detalle. Las localizaciones, como el castilllo de Alnwick o la catedral de Canterbury (con sumo cuidado de no mostrar añadidos góticos), así como los decorados y el vestuario, están pensados al extremo, siendo de lo más sobresaliente del filme. La labor de Glenville tras la cámara es buena, destacando dos momentos magnéticos: el comienzo, con un bellísimo picado que simboliza la condena del rey (no en vano entra en la catedral para cumplir penitencia), y el encuentro de éste con Becket junto al mar, plasmado en un hermoso gran plano general.
No se la pierdan.
Notable drama histórico y biográfico realizado por el antiguo actor y luego director de cine, de origen inglés, Peter Glenville (1913-1996). El guión, de Edward Anhalt, adapta la obra de teatro Becket ou l’Honneur de Dieu (1959), del francés Jean Anouilh. Se rueda entre mayo y septiembre de 1963 en escenarios naturales de Bamburg Beach, Bamburg Castle y Alnwich Castle (Inglaterra, RU) y en los Shepperton Studios (Shepperton, Inglaterra, RU), con un presupuesto estimado de 3 M. USD. Nominado a 12 Oscar, gana el del mejor guión adaptado. Producido por Hal B. Wallis para Paramount, se proyecta por primera vez en público el 11-III-1964 (EEUU).
La acción dramática tiene lugar en Inglaterra y en Normandía y otras localidades francesas, entre 1155 y 1170 (s. XII). En 1155 Becket es nombrado canciller del reino y muere el 29-XII-1170. Thomas Becket (Burton), nace en Londres en el seno de una familia burguesa originaria de Ruán (Normandía), por lo que era más normando que sajón. En el film es inteligente, sutil, frío, sagaz y astuto. Consciente de su valía personal, se siente profundamente insatisfecho de sí mismo hasta que acontecimientos imprevistos le impulsan a cambiar la orientación de su vida. Enrique II es impulsivo, caprichoso, egoísta, irascible, juerguista y mujeriego. Es tenido por un gran rey de Inglaterra, que gobernó bien, incluso después de la muerte de Becket, y que se enfrentó a numerosos conflictos por sus deseos de detentar el poder absoluto del reino.
Un excelente guión transcribe con precisión pasajes íntegros de la obra original de Anouihl, que adquiere una rica y convincente dimensión cinematográfica. Hace uso de una acertada y emotiva superposición de diversos niveles de figuras simultáneas o paralelas de contraste y contraposición, de las que se extraen recursos de un poderoso dramatismo y de una gran intensidad. La contraposición entre los dos protagonistas ocupa el centro del sistema y determina la evolución y el avance de la acción.
El enfrentamiento permanente entre los protagonistas se da acompañado de una amalgama de enfrentamientos adicionales: el rey y su familia, la Corona y la Iglesia, Inglaterra y Francia, los barones y el rey, el anciano obispo de Canterbury y la Corona, la jurisdicción real y la eclesiástica, el Papa y los cardenales, etc. Algunas contraposiciones se muestran encadenadas y relacionadas entre sí: la guerra con Francia, el aumento de impuestos y la oposición de la Iglesia, etc. La suma de conflictos diversos se administra con la mesura y el acierto necesarios para producir en el ánimo del espectador sensaciones positivas, alejadas de la saturación y el agobio. Contribuye en este sentido el estilo del guión, que es sencillo, claro y de fácil comprensión.
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Aunque el absolutismo es una forma de gobierno que comienza a partir del siglo XVI por parte de algunos reyes europeos, pueden señalarse casos en siglos anteriores que ya nos muestran que ciertas tendencias de despotismo se han dado siempre.
Uno de los casos de protoabsolutismo fue sin lugar a dudas el de Enrique II, rey de Inglaterra, que en plena Edad Media quiso controlar la mayor parte de instituciones y mecanismos que pudiera. Tuvo conflictos con casi todos, desde los exteriores, más lógicos, con los franceses, con los irlandeses, con Roma, pero también internos con sus nobles y con su Iglesia.
La película se centra en esto último, en esas extrañas relaciones entre el rey y Thomas Becket, que posteriormente se convirtió en el Arzobispo de Canterbury, puesto ahí como hombre de paja del propio rey y que sin embargo acabó volviéndose contra él.
Becket es una de esas películas canónicamente inglesas – aunque también con las limitaciones que cuenta este estilo tan marcado-, es decir, un guión adaptado de una obra literaria, puesta en escena teatral, magnificas interpretaciones y sobria dirección.
De esto último se encarga Peter Glenville, más director de teatro que director de cine, que en Becket firma su obra más redonda.
Capítulo aparte merece el tema de los dos actores protagonistas. Un Peter OToole en su mejor momento, venía de rodar Lawrence de Arabia y luego haría Lord Jim, realiza uno de sus mejores trabajos a pesar de que tenga menos bombo que otros. Excelente, aunque un punto por debajo de OToole en este película se encuentra Richard Burton, que demuestra que es uno de los actores más minusvalorados de la historia del cine con el que es muy fácil meterse.
Destacaría en sobremanera el fantástico guión, que es para mí el alma mater del cine, que e un texto igualmente de bueno para leer que para ver, y que es de una precisión histórica brutal. Por cierto al que le guste el arte le encantará esta película, es un verdadero repaso a monumentos románicos de lo mejor que recuerdo.
Como ya se apuntó por ahí, que obras como Becket o Teléfono rojo perdiesen contra My fair lady en los Oscar ese año sigue siendo un expediente X
Nota: 8,3.
Al hilo de la excelente crítica de FATHER CARPIO sobre la notabilísima película Becket ó el honor de Dios 1 Oscar de 12 nominaciones. Me gustaría añadir lo siguiente: 1.949 Belinda (0 oscars de 12 nominaciones), 1970 Aeropuerto (1/10), 1977 Paso decisivo (0/11), 1980 El hombre elefante (0/8), 1983 Totsie (1/10), 1985 El color púrpura (0/11), 1994 Lo que queda del día (0/8), 2002 Las horas (1/9), 2008 El curioso caso de Benjamín Button (3/13), etc. Es evidente que no podemos saber, el porqué actúa de ésta forma la Academia de Hollywood, es muy cierto que algunas de ellas quizás ni merecían ser nominadas y en otras se pasaron, seguro que se merecían mucha más consideración de la que consiguieron, ¿Porqué actúa así la Academia? ¿Para promocionarlas o para hundirlas? Y me habré dejado muchísimas que ni fueron nominadas caso de Cadena perpetua, favor que le hicieron, porqué al final es el público el que realmente toma en consideración el valor de un film y le hace pasar a la historia. Lo verdaderamente indignante, es que grandes y magníficos actores y directores no hayan recibido el reconocimiento por su trabajo, por parte de la Academia, puede que al final de su vida se les entregue un Oscar Honorífico, o peor aún a título póstumo . Así podemos entender las ausencias de grandes actores y directores en las entregas de los oscars, Marlon Brando, Woody Allen, George C. Scott, etc.
Becket es una espléndida película de Peter Glenville, un drama histórico con guión adaptado por Edward Anhalt (el único Oscar que tiene la película), de la pieza teatral del autor francés Jean Anouilh. Que relata la verdadera historia de la amistad entre el rey Enrique II de Inglaterra (brillante Peter O’Toole) y Thomas Becket (perfecto Richard Burton), un cortesano leal y habitual compañero del Rey en sus incursiones nocturnas a los burdeles, de los que suele sacarle siempre su fiel amigo. Becket es un plebeyo de origen sajón, amigo incuestionable del Monarca, nunca fue bien aceptado por los barones normandos y menos aún por la reina y la reina madre, que ven a Becket como una influencia antinatural e impropia para el personaje real.
Todo empeora cuando el veleidoso Enrique II, a la muerte del Arzobispo de Canterbury, (con el que se encontraba siempre en conflicto, ya que se oponía a que los bienes de Iglesia sirvieran para apoyar las campañas militares de Enrique en su lucha con Francia) nombra Thomas para ese cargo muy a pesar de este último, pues sabía muy bien que no se puede servir a la vez a Dios y al Rey.
12 nominaciones y únicamente el Oscar al mejor guión adaptado. Esta es una de esas veces en que me cuestiono los oscuros intereses que se esconden en los premios de la Academia americana. Me pregunto ¿Que están premiando? ¿Que están reconociendo? ¿El trabajo puro y duro de actores y actrices, directores, cámaras, fotógrafos, guionistas, etc., u otras cosas?
Acabo de ver a Peter Otoole en una interpretación histórica (no solo por la temática del film sino también por su grandísimo valor) y me entero que el Oscar se lo dieron a Rex Harrison por My Fair Lady de Cukor (por cierto, también premiado). Mejor será correr un tupido velo y dedicarme a comentar la película.
Me estoy acostumbrando a las exageradas interpretaciones de O,toole y en este caso su exageración contrasta con la sencillez rayana con la parquedad de Burton, sencillez que exige el guión pero que no obsta para que la interpretación de Richard Burton también pueda calificarse de buena. Pero Peter O,toole le toma la medida al personaje y nos trae, desde los libros de Historia, a un Enrique II absolutamente creíble para todos nosotros. Tan creíble que le volverá a dar vida posteriormente con El león en invierno. Y de esa exageración interpretativa de la que hablaba, hace arte, auténtico arte.
La película tiene auténticos valores, el vestuario, los decorados, la música, pero me quedo con dos, la interpretación de O’toole y Burton junto con la de John Gielgud como rey de Francia y como segundo valor el guión. El guión es genial, los diálogos no tienen desperdicio, derrochan fuerza, humor, ironía, contundencia y mantienen viva nuestra atención en las dos horas y media de proyección. Menos mal que este mérito fue reconocido por los sesudos académicos cinematográficos.
En resumen, una de esas piedras preciosas del llamado séptimo arte que, de tanto en tanto, se tiene la suerte de encontrar.