Bajo la piel de lobo
Sinopsis de la película
Martinón es un trampero solitario, el último habitante de un remoto pueblo en las montañas. Su único contacto con otros seres humanos se produce en primavera, cuando desciende al valle para comerciar con las pieles de los animales que atrapa. Sin embargo, con la llegada de una mujer a su vida, empezará a experimentar nuevos sentimientos. Este singular encuentro le obligará a elegir entre descubrir su vulnerabilidad o abandonarse a su lado más salvaje.
Detalles de la película
- Titulo Original: Bajo la piel de lobo aka
- Año: 2017
- Duración: 110
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Opinión de la crítica
Película
4.6
91 valoraciones en total
¿Es Mario Casas tan noble y brutal como un bello animal? ¿Es un hombre lobo? ¿Se amamantó de pequeño de las tetas de una loba, como Rómulo y Remo? ¿Se crió entre lobos?
Escindida. Con alma documental y observadora. Y, por otro lado, con tendencias gruesas hacia el dramón desaforado, seco, opresivo y deprimente.
En su primer tramo se vacía de todo significado o referencia. No nos dicen nada, no sabemos cuándo, dónde, por qué, para qué ni cómo. Nada. Vemos a un hombre comer y cazar entre la nieve, solo.
Baja al pueblo.
Ahí comienza a llenarse la historia. Pero no del todo. Se le intenta dar un ropaje dramático. Pero de aquella manera. Sin entrar a fondo. Sin casi explicaciones. A la fuerza. Por si las moscas. Para no meternos en problemas.
El contraste es brusco. Entre esa silenciosa nada del principio, tediosa y bella, y esta aparición de mujeres, de sexo, de algún diálogo. En ese vaivén, de lo animal a lo humano, del silencio a la compañía, de la nada a la trama, se pierde este cuento, que no lo tiene claro y no juega limpio del todo. Deja muchos cabos sueltos. Exagera ciertos asuntos y desprecia otros. Niega informaciones necesarias y se repite con temas banales. Juega al escondite y se pierde.
En 1972 el gran maestro Sydney Pollack firmaba un épico filme de aventuras titulado Las aventuras de Jeremiah Johnson, donde Robert Redford interpretaba a un joven soldado que se adentra en las Rocosas para abandonar su vida en la ciudad y vivir como un ermitaño en plena naturaleza. Johnson vive de cazar animales como osos y castores para más tarde vender sus pieles a buen precio. Con el tiempo, acaba conociendo a una india con la que entabla una relación sentimental, y acaba adoptando a un niño. Todas estas relaciones personales le son arrebatadas por los indios Crow, y a partir de ahí comienza la venganza del joven soldado. Es imposible evitar referenciar este mítico largometraje porque tiene muchos nexos de unión con Bajo la piel del lobo.
La estupenda ópera prima de Samu Fuentes nos adentra en los recovecos del alma humana, para ello se sirve de un personaje tan interesante como Martinón, interpretado por Mario Casas, que nos brinda su mejor interpretación hasta el momento. Este joven al igual que Jeremiah, decide voluntariamente vivir solo en la cima de la montaña en un pueblo abandonado. Este queda totalmente aislado durante los inviernos debido a las grandes nevadas. También vive de lo que obtiene de la naturaleza. Caza para sobrevivir y vende las pieles a los aldeanos del valle, a los que ve solamente cuando llegan los deshielos de la primavera. En uno de sus viajes hace un trato con el molinero y su hija mayor. Pascuala se queda enferma y preñada en un entorno hostil. Y a partir de aquí surgen las diferencias con el clásico de Pollack. Martinón cree que tiene algo que reclamar al molinero
De esta manera Fuentes se aleja de las tesis ecologistas del relato de Pollack, para adentrarse en un relato más filosófico y complejo, explorando las tesis de Thomas Hobbes: Lupus est homo homini, non homo, quom qualis sit non novit [Lobo es el hombre para el hombre, y no hombre, cuando desconoce quién es el otro.] El joven realizador nos muestra los horrores que el hombre es capaz de realizar a sus congéneres. Fuentes, en un acto de gallardía, apuesta por una narración sumamente cinematográfica donde las imágenes adquieren una fuerza inusitada, y el espectador no echa de menos las palabras. El director explota el gran talento de Irene Escolar y Ruth Díaz. Nos adentra en la naturaleza con gran sutileza, nos muestra su grandiosidad, y nos deja patente de una manera ágil la soledad en la que vive el personaje central, y el espectador podrá empatizar rápidamente con él.
A partir de ahí, nos adentra en los oscuros conflictos humanos, creando un intenso drama carente de arquetipos y maniqueísmos, donde los personajes son fieles a sí mismos, a sus deseos y pulsiones. El drama en el tercio final acaba tomando aires de thriller, creando una pieza sumamente reflexiva, que invita al final al espectador a pensar en los dilemas morales, éticos y de índole más filosófica abiertos durante los dos primeros actos. Esta obra puede recordar a otro gran clásico del cine español firmado por José Luís Borau en 1975 titulado Furtivos. La gran diferencia radica en que este filme carece totalmente de lecturas políticas, y este novel autor apuesta por adentrarse en la naturaleza humana. Bajo la piel del lobo es una excelente ópera prima, que sorprenderá a más de uno, porque nos demuestra que Samu Fuentes tiene una gran madera de director, sobre todo porque rentabiliza todos los recursos a su alcance.
Y con eso está todo dicho. En esas pocas palabras se concentra la sobredosis de aburrimiento que produce esta cosa con Mario Casas.
Es extraordinariamente difícil amenizar un relato de un personaje que está solo en la naturaleza, pero se puede. Náufrago de Zemeckis, o gran parte de El renacido son buenos ejemplos.
Y lo conseguían porque pasaban cosas. Pero aquí al protagonista no le ocurre casi nada digno de mención. Es más, los 15 primeros minutos son completamente mudos y tediosos, no como la primera parte de Wall-E precisamente, donde tampoco hablaban.
Luego se descubre que este tipo desgreñado es un cazador a sueldo, pero no por eso la cosa mejora.
Los diálogos son escasos, breves y un poco estúpidos. Encima de que Mario Casas habla poco, cuando lo hace es con la boca llena, y eso que ya cuesta entenderle cuando no está comiendo.
Pero el problema principal del film es lo dicho, que no pasa nada interesante. Ni la caza ni los escarceos con la moza (como diría Teodoro de La que se avecina ) logran que esto tenga el más mínimo entretenimiento.
Le falta aventura, ritmo, argumento, drama, diálogo, emoción. En otras palabras, le falta de todo. ¿A mí qué me importa ver a este tío caminar, comer y estar en su casa de campo?
En resumen, es tan divertida como leerse un periódico económico sin ser corredor de bolsa. No la he soportado y he dejado de verla a medias, con lo cual es por eso que le pongo la nota mínima, como a todas las películas que no soy capaz de terminar.
Bajo la piel del lobo es una película que desde el minuto uno muestra su principal referencia, que no es otra que el film de Iñárritu & Di Caprio. Tiene un buen comienzo, que es quizá la parte en la que mejor se aprecian las similitudes con su contrapartida hollywoodiense: Ritmo pausado, ausencia de diálogo y una fotografía preciosista de parajes montañosos impresionantes, en el que seguimos el duro día a día del protagonista. Y funciona mas o menos bien.
Sin embargo, pronto todo comienza a notarse cargado, exagerado. En buena medida es por la actuación de Mario Casas, que da la sensación de que se ha pasado de frenada en su esfuerzo por parecer un rústico hombre de montaña. Y no convence en absoluto, por mucho que gruña constantemente (y sin motivo aparente) y rebañe huesos con saña. Irene Escolar y Ruth Díaz están algo mejor, pero sin destacar demasiado tampoco.
En cuanto a la historia, la idea no es mala, pero la trama termina por hacerse repetitiva, da la sensación de alargarse demasiado y se subrayan en exceso ciertas cosas que ya le habían quedado claras al espectador media hora antes. Que haya poco diálogo tampoco ayuda a desarrollar a los personajes.
En resumen, se aprecia el intento de hacer una película algo diferente a lo que se suele ver en España, mimando mucho la fotografía. Es visualmente bella, pero ni la historia ni las interpretaciones convencen y la hacen naufragar.
Mario Casas no da el perfil del trampero solitario ¿Alguien se ha fijado en su maravillosa piel? Parece que hubiera salido de un tratamiento facial antes de comenzar a rodar.
Una barba poblada, un aspecto rudo, con su cuerpo rodeado de pieles, y unos gruñidos, no son suficientes para la construcción de un personaje. Carece de credibilidad…
Todavía recuerdo a Robert Redford en Las aventuras de Jeremiah Johnson, que atrapaba con un argumento casi similar y total ausencia de diálogos… Las diferencias eran escasas, pero tan sutiles que convierten ambos trabajos en dos historias diametralmente opuestas.
En el último tramo, entronca con el cine que 50 años atrás, construía Carlos Saura. Y esto es un elogio, aunque dado el tiempo transcurrido, Samu Fuentes, su director, hubiera debido explorar otras fuentes .
Buena ambientación, bellos paisajes y naturaleza agreste, sirven como entretenimiento básico, si en el DVD la pasas a cierta velocidad, para que coja un poquito de ritmo.