Azul y no tan rosa
Sinopsis de la película
Diego, un fotógrafo de éxito, decide formalizar su relación con Fabrizio yéndose a vivir con él, pero, de manera inesperada, se ve obligado a hacerse cargo de su hijo Armando, que vive en España y al que no ha visto desde hace años. El chico llega con una maleta cargada de reproches, de modo que a Diego no le resultará fácil restablecer la relación afectiva con él. En tales circunstancias, un grupo de radicales homófobos le propinan a Fabrizio una brutal paliza que lo deja en coma.
Detalles de la película
- Titulo Original: Azul y no tan rosa
- Año: 2012
- Duración: 114
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Opinión de la crítica
Película
6.2
34 valoraciones en total
Es posible que el mejor momento de la gala de los Goya 2014 se produjera cuando se pronunció el ganador a la mejor película iberoamericana. Entonces, el venezolano Miguel Ferrari, que acababa de filmar su ópera prima, estalló de júbilo junto a toda su prole y acudió a recoger el galardón antes de articular un discurso repleto de palabras atropelladas ante la emoción del momento.
Pues bien, vista la película en cuestión, de nombre Azul y no tan rosa, hay que decir que cinematográficamente parece la viva imagen de su director al enterarse de que había ganado el Goya. En efecto, es una película rodada de manera ágil y alegre, con una fotografía no deslumbrante pero sí efectiva y con un reparto que supera su (en general) escaso bagaje en películas de renombre con una compenetración y una química entre ellos que favorece bastante el tema principal de esta obra: la aceptación de uno por parte de sí mismo y la aceptación de uno por parte de los demás. Esto es, cómo nos sentimos y cómo sienten los demás que somos.
Más concretamente, Azul y no tan rosa pone en el punto de mira el tema de las relaciones homosexuales, una situación que legalmente parece ir avanzando poco a poco, al menos en los países del primer mundo, pero que tiene un agujero enorme en cuanto a la tolerancia social. Venezuela no es precisamente un ejemplo de tratar con normalidad la homosexualidad, y eso se demuestra en la pareja que nos enseña la película: el fotógrafo profesional Diego y el médico especialista en partos Fabrizio. Rodeados de sus extravagantes amistades, parece que su relación carbura bastante bien pese al rechazo de sus respectivas familias y en general de muchos que los ven acompañados. Para Diego surge un primer escollo cuando se tiene que hacer cargo de su hijo Armando, al que abandonó hace cinco años, pero esto no es sino una memez comparado con lo que le esperará en los días siguientes.
De principio a fin, la película se caracteriza por tratar la homosexualidad como algo totalmente natural. Aquí el que es gay no se viste de rosa, habla como Boris Izaguirre y anda como si desfilara en la Pasarela Cibeles, sino que es un hombre hecho y derecho como otro cualquiera con la única distinción de que le gustan los hombres y no las mujeres. Por tanto, no hay rastro de esos personajes andróginos vestidos de manera peculiar con los que muchos asocian a la homosexualidad, y apenas aparece un hombre con grandes músculos en las dos horas de película. De hecho, si exceptuáramos algunas escenas (como la que por primera vez en el cine venezolano muestra a dos personas del mismo sexo besándose) parecería tarea imposible discernir quién es heterosexual y quién no.
En cuanto al plano actoral, sorprende bastante la interpretación del protagonista Diego por parte de Guillermo García. Al principio se muestra frío, como si la película no fuera con él, incluso se aprecian poquísimas dotes interpretativas. Sin embargo, en cuanto la trama se desarrolla y la borrasca aparece en el horizonte, el rostro de Diego se convierte en un torbellino de sensaciones y en cada escena en la que aparece retumban los truenos ante el desasosiego que muestra. Esto es algo que se puede extender a la gran mayoría del reparto, cuya credibilidad va claramente de menos a más conforme avanza el metraje.
Hay que ponerle un pero a la película y es que los últimos diez minutos, que van hasta las cejas de moralina, hacen difícil que permanezca algún residuo de crítica social por el camino. Evidentemente, cualquier película que se atreva a mostrar una relación homosexual en un país tradicionalmente conservador en este aspecto merece toda felicitación y elogio por el riesgo que atañe una producción así. Pero para que la crítica hubiera sido más profunda y duradera, habría que haber diseñado un final más a la altura, porque el que nos ofrece Azul y no tan rosa parece más cercano de un mundo imaginario y buenrollista que de La Tierra. En cualquier caso, la cinta que firma Miguel Ferrari merece ser vista y aplaudida ya no sólo por erigirse como una obra artística que intenta romper con el rechazo de la sociedad, sino porque cinematográficamente nos ofrece bastantes minutos de calidad y, pese al bajón final, no deja mal sabor de boca.
Álvaro Casanova – @Alvcasanova
Crítica para http://www.cinemaldito.com (@CineMaldito)
Para un venezolano hablar sobre el cine venezolano resulta hoy en día algo penoso e intrascendente. Principalmente por la poca veracidad de la «calidad» cinematográfica que azota el panorama artístico nacional. Año tras año se han estrenado proyectos fílmicos que pretendían generar un punto de inflexión a tal panorama, cuyo insuficiente resultado lograría meramente acentuar los mismos huecos y fallas que padecía –y posiblemente aun padece– el cine patrio. Con la llegada de Azul y no tan rosa, se confirma la premisa de que necesitamos intervención extranjera para poder vislumbrar algo de eficacia cinematográfica en las salas de cine de nuestro país.
Siendo una coproducción Venezolana – Española y bajo el apoyo de Ibermedia, Azul y no tan rosa viene a plantear una nueva modalidad de narrar historias rompiendo viejos y cansinos estereotipos del cine nacional. La ópera prima de Miguel Ferrari es una ráfaga de aire fresco para el rostro y un indicio de esperanza para el cine venezolano.
Pese a todo lo dicho, la película no escapa de errores puntuales y de poseer ciertos defectos en su narrativa y su ejecución. El guión de Miguel Ferrari que nadea entre la comedia y el drama no logra equilibrar precisamente estos dos géneros. Momentos jocosos y una que otra secuencia dramática jamás logran conectarse adecuadamente dando como resultado un ritmo argumental algo irregular. Además, el exceso de referencias cinematográficas que emplea Ferrari, son tan precisas que por momentos se cree ver un film de Almodóvar de serie b.
Azul y no tan rosa, pretende contarnos la historia de este hombre que se reencuentra con su hijo y al mismo tiempo se despide del gran amor de su vida. Un discurso de tolerancia y buenos propósitos, que se ejecuta trastocando viejos tabúes de la sociedad venezolana. El problema radica en que la ambición del argumento es tan grande–pretendiendo abarcar tantos temas–, que finalmente termina por arrojar giros argumentales con carencia de veracidad y opta por concluir todo de la manera más fácil con un desenlace demasiado previsible y poco inteligente. Miguel Ferrari deleita la retina del espectador con una estética impresionante y deja de lado profundizar en un argumento que merecía ser explotado.
Azul y no tan rosa es la ópera prima de Miguel Ferrari, también es a su vez un punto de partida para el auge de historias diferentes en el cine patrio y la representación de un antes y un después en la cinematografía nacional. Gracias a su excéntrico argumento, sus personajes entrañables y su interesante diseño de producción, Azul y no tan rosa es una película simpática que merece ser visionada. Orgullo nacional.
José Barriga
http://academyawards2009.blogspot.com
Para ser la primera película venezolana que recuerdo haber visto, un sobresaliente le pongo.
El film muestra desde el principio qué es lo que nos quiere contar, homofobia. Sin embargo, hay que quedarse hasta el final para ver cómo lo hace. Mezclando con maestría los momentos duros y los no tan rosas de la vida de cada uno de los personajes, se elabora una deliciosa comedia marcada por las tragedias más cotidianas de la vida. Poco a poco el espectador se ve sumergido en una vida real en la que la aversión a la homosexualidad es lo de menos. Todos llevamos un drama pequeño o grande en nuestro día a día, al igual que cada uno de los personajes que Miguel Ferrari nos expone en la pantalla. A veces, incluso varios dramas a la vez. Pero la vida sigue, como le siguen a ellos, sobreponiéndose a los momentos difíciles, encontrando nuevamente el equilibrio, la paz y la armonía en la vida. Valiente llaman al director por atreverse con un tema tan delicado. Audaz digo yo, por valiente y por aplomado. Torero, por entrar de valiente y por salir victorioso.
Venezuela fue por muchos años el líder indiscutible en producción de telenovelas, hoy le han ganado mercado las producciones colombianas y brasileras, Azul y no tan rosa no es una telenovela, pero se parece mucho.
Diego es fotógrafo y está en una relación con Fabrizio que es médico, ambos piensan irse pronto a vivir juntos, pero de España llega Armando, hijo adolescente de Diego que vive con su madre y al poco tiempo, Fabrizio es víctima de un grupo radical homófobo y cae en coma.
Ferrari es muy complaciente ya que en Azul y no tan rosa todo el que no es gay es intolerante y algo torpe, los personajes gay por su parte, son buenos, exitosos, y sofisticados. Y como en tantas películas de temática homosexual, la fatalidad es una constante en la vida. Para ser gay hay que vestirse de víctima.
El tratamiento que Ferrari da a personajes como la familia de Diego es casi risible, como de alguna tira cómica televisiva, todos están enajenados viendo televisión, con características demasiado remarcadas en la personalidad de cada uno (el padre intolerante, la madre comprensiva y así seguimos).
Mención aparte merecen los guiños que hace al cine de Almodóvar, sobre todo el de la transexual Delirio (demasiado parecido a Agrado, con monólogo cómico incluido). Por otro lado, el tema de la coproducción española le juega en contra al tener que incluir personajes de esa nacionalidad, se nota bastante forzado, por ejemplo, que el hijo sea español.
Azul y no tan rosa parece una película vieja, o más bien una telenovela, con actuaciones sorprendentemente planas, algo raro siendo su director un actor de cierto nombre en su país, quien se planta más como un activista de la causa que como un director de cine.
De entre este pequeño colectivo de producciones latinoamericanas que recientemente han ido llegando a nuestras salas (a saber, Pelo malo, Una noche y el mismo título del que ahora hablamos) Azul y no tan rosa se presenta como la menos lograda de todas ellas. Mientras que los trabajos de Lucy Mulloy y Mariana Rondón desprendían evidentes rasgos autorales (dando por supuesta la clara superioridad del trabajo de Rondón), esta coproducción hispanoamericana con la que el debutante Miguel Ferrari logró su primer galardón en el último festival de los Goya destaca por su falta de personalidad, su apego a fórmulas tópicas y especialmente por su exagerado posicionamiento naif respecto a la tesis planteada. Podríamos decir que se trata de una producción abiertamente ansiosa por copiar el estilo narrativo hollywoodiense más elemental, logrando resultados únicamente equiparables a las películas más mediocres del cine estadounidense. O dicho otro modo, cualquier película proveniente del terreno norteamericano consigue, por floja que sea, un acabado mucho más completo y competente que el del título que nos ocupa.
Pues el trabajo de Ferrari resulta insatisfactorio tanto en el aspecto formal como en el de fondo. Respecto a lo primero, nos encontramos ante un tipo de narrativa que se esfuerza innecesariamente en destacar, ofreciéndonos constantemente ineficaces entrecruzamientos de secuencias mediante los cuales el director intenta evidenciar su presencia. Como si la intención fuera ante todo una especie de reivindicación de talento, tratando de lograr una suerte de correlación entre métodos y mensaje, pero consiguiendo únicamente un innecesario exhibicionismo formal. Por lo que respecta al fondo, lo que acabamos contemplando es una insulsa fábula de buenos y malos poco interesada en descubrir el origen de la discriminación supuestamente denunciada, dando por hecho la moral (buena o mala) del carácter de las acciones de cada personaje. Del mismo modo, la (supuesta) evolución de los protagonistas se da más por necesidad del argumento que por hechos que pudieran parecer veraces, pues el camino que todos ellos recorren no contiene secuencia alguna que nos permita observar ningún tipo de cambio en su personalidad.
Para ser justos, cabe decir que Azul y no tan rosa es un trabajo cargado de buenas intenciones, deseoso de contribuir en una necesaria unificación de posiciones sociales y en la supresión de prejuicios respecto a orientaciones sexuales y también en la identificación personal en el género por parte del ser humano (en pocas palabras, el trabestismo). Pero lo hace mediante la repetición de una historia ya contada millones de veces y a menudo mucho mejor, sin ofrecer nada nuevo ni en las formas ni en el discurso. Lo que convierte esta película en una pequeña anécdota fácilmente olvidable por aquellos que compartan su posición ideológica y aun más fácilmente discutible por aquellos contrarios a su tesis. Con lo que tenemos un trabajo que ni entretiene ni convence, pues únicamente expone un punto de vista con muy poca eficacia y confiando demasiado en las buenas intenciones de sus espectadores. Y dicho sea de paso, el hecho de que un producto como este sea galardonado en el (supuestamente) mayor festival de cine de nuestro país nos da una pista importante sobre las razones de su mala salud.
http://cinemaspotting.org/2014/04/24/azul-y-no-tan-rosa-miguel-ferrari/