¡Ay, mi madre!
Sinopsis de la película
Harold Lloyd es un caprichoso millonario que puede permitirse el lujo de destrozar dos coches y tirar de chequera para adquirir uno nuevo. Su estilo de vida contrasta con el de un predicador y su hija, que dan de comer en una barriada pobre. Una serie de equívocos conducen a que Harold se convierta en involuntario benefactor de los desheredados.
Detalles de la película
- Titulo Original: For Heavens Sake aka
- Año: 1926
- Duración: 58
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Opinión de la crítica
Película
7.1
40 valoraciones en total
Harold deberá pasar por la autoescuela lo más rápido posible. Sus puntos han caducado por los dos coches siniestrados que ha dejado. Los ha destrozado con la misma facilidad que ha puesto a los maleantes en la parroquia. En la parroquia hay una parroquiana que está de buen ver. Y a la parroquiana le gustan los ricos. Además el rico es un consumado en la contrarreloj igual que en El tenorio tímido. El intento no sale mal parado con la mejor crono del siglo. A pesar del repudio del paisano de Andy Roddick ¡Ay, mi madre! perdurará en lo más alto del pistolero más rápido de la ciudad. Y eso es mucho.
Cuando uno gana siente placer, cuando recibe algo de los demás siente agradecimiento o alivio, pero, cuando da y comparte desinteresadamente siente gozo, y esta es la sensación más elevada porque es la única que nos acerca a Dios.
Harold Manners es un hombre con fortuna, tiene dinero por montones y puede darse el lujo de ver arruinados dos autos suyos el mismo día, sin que esto afecte apenas sus finanzas. Mientras esto le sucede, al otro lado de la ciudad, en la Plaza Slattery, el hermano Paul y su hija Hope, velan por los más necesitados y sacan de donde no tienen para brindarles un café o un pan que les mitigue el hambre.
Pero, a veces el destino da sus empujoncitos para hacer que estemos donde debemos estar o para que hagamos aquello que, en el fondo, deseamos hacer. Y se da entonces el hecho que proporciona el encuentro entre la generosa pareja y el millonario ajeno a la otra realidad. Para bien de la existencia, Manners (Harold Lloyd por una ocasión en el lado de los fuertes), tiene muy claro que no se deben hacer buenas acciones sólo para darse vitrina, y así, cuando se conecta con la causa, lo hace for heaven’s sake (por amor a Dios) y por amor a Hope (que no por nada significa Esperanza).
Una vez más, los aspectos técnicos son muy cuidados y Sam Taylor, dirigiendo a Lloyd por primera vez en solitario, da prueba fehaciente de que aprendió de Fred C. Newmeyer lo que le faltaba del oficio. El filme se luce en lo creativo, en la agradable puesta en escena y en la recursividad con que Lloyd sorprende constantemente. Cuenta además con una historia edificante y con una Jobyna Ralston que da siempre la medida para meterse en el corazón del héroe.
Los intertítulos son como siempre muy efectivos, contribuyendo con sorna al tono de comedia, y quedan como siempre dos o tres escenas dignas de cualquier antología sobre el arte de la Edad de Oro. Una: aquella en que Harold nos da una lección de ganar sin pelear, cuando se las ingenia para llevar a los hombres a la sede de la misión. Dos: cuando se enfrenta a Bull, el bravucón, quien busca sacarlo de en medio. Y tres: cuando los cinco borrachos van a por Harold y es él quien termina llevándolos a todo riesgo.
Con ¡AY, MI MADRE! (¿Quién diablos se inventó este tonto título?), se preserva en la cima un actor maravilloso, poseedor de un carisma y de un virtuosismo romántico y acrobático, apenas comparable con el gran maestro Buster Keaton, al que Lloyd puede mirar de tú a tú sin pudor alguno.
No puedes perdértelo. Esto es el arte de la risa.
Está claro que Lloyd no sabía muy bien que hacer, ya que esta es la segunda película que leo que él mismo no estaba satisfecho con el resultado, pero en cambio fue todo un éxito en taquilla y está en el puesto número 12 de las películas más taquillera de la era muda.
No la tenía vista ni escuchada ni nada, en cambio está bastante bien. Muy delirante, como casi la mayoría de las películas de Lloyd. De una pequeña historia o un personaje, intenta crear una historia, y consigue entrelazarlas. Porque de la misión, va a parar a casarse y en ese momento es cuando la película hay el típico corre corre . Me encantan estas escenas por ver como eran las calles de los años 20 de verdad, los vehículos, las paradas del tranvía, las aceras, etc…. todo muy diferente a cuando a día de hoy se intenta ambientar.
No es una película para que puedas profundizar y técnicamente tampoco es que esté a la última, sí que utiliza los movimientos de cámara cuando ello lo requiere, sobre todo la primera escena que enfoca un rótulo, baja hacía abajo para enfocar a un personaje y luego se abre hacía atrás para ver la escena completa. Esto ya es una técnica poco utilizada y se agradece.
Denostada por el segundo mejor cómico de la historia y el primero no empieza por B Ay, mi madre debería entrar y entra en mi mundo como una locura del más loco de su mundo. Al segundo mejor cómico, el segundo no empieza su apellido por K, no le gustaba por que los genios son así, bueno algunos les gustan todos sus pedos y con sus pedos se quedan los críticos. Ay, mi madre me provoca tal aluvión de carcajadas que enumerar los gags geniales que contiene me daría para siete días.
1 día: letrero con el coche destrozado.
2 día: en el bar pidiendo fuego y dando la mano.
3 día: mandando a los chicos malos a la misión.
4 día: maleantes en la misión robando todo lo que ven.
5 día: ex maleantes en estado calamitoso por la calle.
6 día: ir a la boda con vehículo sin conductor.
7 día: y al séptimo día se casó.
Resumiendo, si la 4/5 película mejor de Harold Lloyd es mejor que la mejor a día de hoy, otro día fue El navegante y otro Siete ocasiones, El maquinista de la general regla de tres simple: la 1,2,3 de Harold Lloyd es mejor que cualquiera de Buster Keaton. Dicha regla de tres ya lo sabía hace siglos pero solamente comparando 2 de cada uno, ahora que comparo todas dicha comparación me sobra. Ay, mi madre qué grande eres Harold