Autobiografía de Nicolae Ceaucescu
Sinopsis de la película
Compañía perfecta para Videogramas de una revolución, esta compilación de material filmado por el aparato de propaganda de Ceaucescu permite poner en duda la conclusión de la otra película: que el cine dejó en un momento de ser inspirado por la Historia para pasar a ser su secreto motor. Las imágenes con las que el tirano se celebra a sí mismo –concentraciones, fiestas populares, discursos, encuentros con jefes de Estado, escenas la vida familiar– tienen como objetivo fijar la simbólica eternidad de la autocracia, mientras que la revolución que volvió a poner en marcha la rueda del tiempo se hizo justamente contra esos trozos de celuloide. Si en Videogramas la urgencia del momento deja ver excepcionalmente la trastienda del poder, la Autobiografía es sin embargo la regla y prueba que el poder es eficaz para expresarse hasta con cierta belleza eisensteniana (basta pensar, por ejemplo, en nuestro reciente Bicentenario). Es fácil mirar hoy la película y deducir con razón que Ceaucescu era poco más que un burócrata mediocre. Pero conviene recordar que no era eso lo que se decía de él, incluso fuera de Rumania. (extraído de BAFICI.gov.ar)
Detalles de la película
- Titulo Original: Autobiografia lui Nicolae Ceausescu
- Año: 2010
- Duración: 180
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Opinión de la crítica
6.9
24 valoraciones en total
La obra que analizamos aquí es un trabajo magistral de Andrei Ujica, un trabajo que tan sólo incluye imágenes de archivo de los servicios de propaganda del régimen montadas por el propio director, entre las cuales se intercalan canciones de época que sirven con sus letras como acompañante irónico y amargo de la realidad del régimen. Y es que Nicolae Ceaucescu se nos muestra aquí en toda su dimensión contradictoria, porque una bonita fachada consigue esconder la realidad de una casa de puertas para adentro. Eso fue el régimen del Conducator, llegando a convertirse en una broma macabra para todos los rumanos que vivieron bajo su régimen, porque éste es un documental esencialmente dirigido a ellos (al no tener narrador que situe al espectador puede resultar difícil para aquellos que no conozcan los principales hitos de la historia rumana durante aquellos veinticinco años), aunque a cualquiera le puede servir para ver la realidad que se esconde tras toda dictadura totalitaria.
Como por milagro Ceaucescu consiguió colarse entre los resquicios dejados por el enfrentamiento de bloques que caracterizó a la guerra fría para hacerse con un papel de mediador independiente en el ámbito internacional, evitando el destino de otros experimentos como el húngaro (1956) o el checoslovaco (1968). No estoy de acuerdo con la sinopsis incluida en la ficha de esta película ya que, salta a la vista, el dictador consiguió convertirse con grandes dosis de habilidad y pies de plomo un lugar en el mundo de las relaciones internacionales, consiguiendo respeto y privilegios para su régimen de unos y de otros. Sin embargo, desde mediados de los años 70 (especialmente en los 80) su política exterior, muy centrada en los discursos por la paz y la no injerencia de las superpotencias en los asuntos de otros países, comenzó a contrastar de forma aguda con el imperio ejercido por la Securitate sobre la sociedad rumana, ahogando cualquier tipo de visión que disintiera con la planteada por el régimen y con la condena a la que sometió al pueblo rumano con su política de ahorro y austeridad para el pago de la astronómica deuda externa contraida con los países occidentales: explotación de la clase trabajadora para elevar las tasas de producción y llevar a cabo el máximo número de exportaciones posibles, aún a costa de la contracción más brutal del mercado interno. Se trataba de una cuestión de prestigio de cara al exterior, de un modo de acumular más capital simbólico de cara a los ojos de mundo que se admiraba de la fantástica gestión del conducator, uno de los comunistas buenos de acuerdo con Bush Sr.
El final es trágico por varios motivos, entre ellos se encuentra el hecho de que Ceaucescu fuera cogido completamente por sorpresa ante las condiciones en que se dio el golpe de Estado. Los últimos archivos desclasificados parecen confirmar que a mediados de 1989 tenía claro que algo iba a pasar, pero no que serían sus propios colaboradores los que lo traicionarían.
Autobiografía de Nicolae Ceaucescu parte de un concepto original e imparcial para llegar a una adaptación personal: Andrei Ujica decide sumergirse en el universo de los archivos de la propaganda comunista en Rumanía para contar la vida del dictador de manera cronológica y sin añadir contenido de su propia cosecha.
El término autobiografía es inexacto: las imágenes que muestra forman parte, en efecto, del contenido no censurado por el régimen. Sin embargo, la elección de un contenido por encima de otro y su disposición en la cinta tiene, por definición, un carácter subjetivo. No hay que entender la autobiografía como tal, sino como un ejercicio de obediencia al criterio del gobierno de la época, que Ujica identifica con el criterio de Ceaucescu. De ahí que nos refiramos al dictador entre comillas: no somos nosotros, occidentales, quienes lo decimos, sino el propio director.
El ejercicio de Ujica sigue, por tanto, el siguiente recorrido: la elección de imágenes de archivo, su disposición, la inclusión de una banda sonora y el título. ¡Qué ejercicio tan parcial, precisamente en el documental más fidedigno posible a la realidad que aborda, la que pretendió dibujar la propaganda! Así es la imparcialidad, toda imparcialidad, la imparcialidad de Andrei Ujica.
La película es muy larga y densa y se hace más larga y pesada aún. Puede suceder que haya espectadores que se sientan embarcados en un viaje que termine resultando mucho más corto por lo dinámico de la historia de Ceaucescu y su régimen. Imagino que esto sucede por la curiosidad que suscitan los hechos que se cuentan en la pantalla y la fascinación por la historia del país y de su líder. No fue mi caso, y no me quejo, al contrario. No creo que esta obra perpetúe esa tendencia a la lentitud de lo que se ha venido llamando nuevo cine rumano, o, por lo menos, si lo hace, su intención es otra: el espectador está impaciente por que cambie el statu quo como lo estuvieron los habitantes de aquella Rumanía o como lo estuvo el propio Ujica, quien nació, recordémoslo, en 1951, emigró a Alemania en 1981 y comenzó a hacer cine en pleno derrumbe de la URSS.