Anna Karenina
Sinopsis de la película
Stefan Oblonsky pide a su hermana Anna Karenina que abandone San Petersburgo y regrese a Moscú para ayudarle a resolver ciertas desavenencias con su esposa Dolly. En el tren Anna viaja en compañía de la condesa Vronsky, a la que espera su hijo en la estación. El coronel Vronsky y Anna se enamoran a primera vista y cuando vuelven a San Petersburgo continúan intimando en las fiestas. Pero ella está casada y tiene un hijo pequeño, por lo que deben ser muy discretos y prudentes en sus encuentros.
Detalles de la película
- Titulo Original: Anna Karenina
- Año: 1948
- Duración: 111
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Opinión de la crítica
Película
6.4
72 valoraciones en total
Ante la diplomacia del marido, un alto cargo de la política, y aceptando finalmente un acuerdo entre su mujer y el hombre del que ella se ha enamorado, se establece la historia de esta mujer: Anna. A partir de ahí, vivirá una terrible situación familiar (pues no quiere renunciar a su hijo), añadiendo las consecuencias que una estricta sociedad la impondrá. El amor extraconyugal estaba (y creo que sigue estando) mal visto. La figura del marido queda como víctima, aunque peor sería que ella ocultara la verdad.
-Si mi presencia no le resulta grata, me voy, estoy acostumbrada -dice Anna durante una visita.
El drama está bien narrado, con gran despliegue de medios y escenarios realmente trabajados. El vestuario es rico y aparente.
Una película seria, con unos personajes muy flemáticos, estirados (será porque es inglesa), que cuando la trama parece serenarse, se torna más opresiva y dramática.
Pobre adaptación a la pantalla de la magistral obra de Tolstoi.
Aun reconociendo la dificultad que entraña una empresa de esta envergadura, el espectador no puede conformarse con una película desustanciada, carente de ritmo y verosimilitud, monocorde, plana, escasa de matices, falta de caracterización psicológica y ajena a ese espíritu crítico, fino, sutil, despiadado y elegante que destila la novela.
El espectador no puede conformarse con un film autocomplaciente, convencional, amorfo, algo pueril, estereotipado y también abstruso que el director propone.
Pero a continuación hay que señalar que el mal no está en los actores porque ellos cumplen con su papel muy dignamente.
No conocer esta obra de Tolstoi es pecado mortal.
Pero conocerla sólo a través de esta película también lo es.
Vetusta película con el inequívoco estilo del cine de finales de los cuarenta-principios de los cincuenta (no es mala época), mal envejecida pero digna, aunque uno lamenta que no la hubiera dirigido William Wyler o alguien así, un director que supiera cómo bajan las actrices las escaleras de los palacios y cómo los caballeros se atusan los bigotes y hacen reverencias antes de sacar a las damas a bailar (al Duvivier este le falta glamour y garra). Como es propio de la época, los diálogos son altisonantes y todos los actores vocalizan muy bien (por desgracia, la vi doblada), pero están un poco rígidos y se descuida el trasfondo psicológico de los personajes. Así Vivien Leigh tiene clase y cumple, pero poco más, Vronsky es un figurín sosaina y el personaje de Levin está reducido a la mínima expresión y sólo los que hayan leído la novela sabrán que es importante en el relato, Kitty, muy mona. A mí el actor que me pareció más entonado es Ralph Richardson como Karenin (y los secundarios no están nada mal, especialmente las damas de la nobleza, todas con aspecto de víboras y muy graciosas).
En resumen, cine con telarañas. Juzgada la película por sí misma es digna, pasadera. Ahora bien, no nos engañemos, la peli es a la novela lo que una seta de la aldea pitufa a la catedral de Burgos.
Algunos matrimonios no funcionan por mucha voluntad que se les ponga. Algo de eso le ocurre a esta Ana Karenina, una película británica, con director francés, que pretende adaptar un libro ruso, con resultados bastantes discretos.
En su favor debo decir que Ana Karenina no es tampoco Guerra y Paz, es decir, aun siendo un buen libro de Tolstói no es a mi juicio una novela ni tan brillante ni de un significado literario como la segunda. Es un libro muy interesante, pero que tiene un excesivo sentido empalagoso de lo sentimental y un cierto olvido de lo social, algo precisamente poco habitual en Tolstói. Baste decir que es una de las novelas favoritas de Carmen Posadas.
De todas formas, y en ningún caso, la novela llega al estilo pedante y frívolo de la película de Duvivier, que debía de pensar que esto era Madame Bovary. Toda la historia se presenta como un melodrama romántico aristocrático donde una señora de buena posición nos cuenta sus desdichas, las cuáles son más o menos las mismas que tiene la hija de la Duquesa de Alba, intranscendentes y hasta cierto punto merecidas y sobre todo deseables. Los ricos también lloran.
Lo mejor de esta película es toda la parte relacionada con el tren, una verdadera metáfora de la vida de Ana, y por supuesto el estilo y cuidado por los vestuarios, decorados, fotografía (se nota la mano de un perfeccionista como el productor Alexander Korda)… lástima que no hicieran lo mismo con el argumento de una novela que aunque no es sublime, daba para mucho más.
Cuarta adaptación al cine de la novela Anna Karenina (1887), de Leon Tolstoy, realizada por Julien Duvivier. Se rodó en los Shepperton Studios (RU). Producida por Alexander Korda, para su compañía London Films, se estrenó el 22-I-1948 (RU).
La acción tiene lugar en San Petersburgo, Moscú y Venecia, en tono a 1875. Alexei Karenin (Ralph Richardson), militar dedicado a la política, frío, intransigente, vanidoso, obsesionado por su reputación, mantiene una relación distante y descuidada con su esposa, Anna (Vivien Leigh) y el hijo de ambos, Segei. El coronel Vronsky (Kieron Moore), apuesto y apasionado, se enamora a primera vista de Anna, cuando la conoce casualmente en la estación ferroviaria de Moscú. Ella se siente atraída por él y se enamora contra voluntad, mientras baila con Vronsky una mazurca en una fiesta de sociedad en Moscú. Cuando ella regresa a su casa de San Petersburgo, Vronsky pide el traslado de destino para estar cerca de ella.
La película contiene un fuerte componente de crítica de la sociedad aristocrática rusa de finales del XIX y, por extensión, de la inglesa de mediados del XX. Denuncia la doble vara de medir que emplea para juzgar el adulterio del hombre y de la mujer. Mientras él es admitido sin reservas en todos los círculos sociales, ella es excluida de modo inmisericorde de los mismos. Parte de la famila adopta frente ella posiciones de exclusión, de indiferencia o de olvido, que no aplica a Vronsky. La madre de Vronsky (Helen Haye) se afana en bucar novia para el hijo y le presiona para que contraiga matrimonio y abandone a Anna. Los personajes que pueblan la alta sociedad rusa son en general vacíos, fatuos, mediocres y vanos. Practican la hipocresía y se rigen por principios de una inquietante doble moral. Aplican, además, convenciones sociales contrarias a los sentimientos humanos. Anna y Vronsky no viven el mismo drama. Éste afecta, sobre todo, de manera hiriente y perturbadora a Anna, alejada de su hijo, echada de su casa por el marido, incapaz de conseguir el divorcio por la obtusa negativa de Karenin, imposibilitada de regularizar su relación con Vronsky y abandonada por todos, incluso por su amante, que cada vez le presta menos atención y le dedica menos tiempo. Anna transita de la depresión a la desmoralización y de ésta a la desesperación, en un proceso que el film desarrolla con cierta oscuridad, vaivenes y embarullamiento.
La música, de Constant Lambert, refurza los tonos dramáticos y los sentimientos de desolación de Anna. La fotografía realza la belleza de Vivien Leigh y subraya la intensidad de su drama interior. El vestuario, de Cecil Barton, es excelente. El guión, de Duvivier y de Jean Anouilh, crea una atmósfera de dramatismo desgarrador, reforzdo por gélidas temperaturas y tempestades de nieve. La dirección se ve desbordada por la magnitud de la empresa y comete errores en la dirección de actores, especialmente visibles en el caso de Vivien Leigh, que no gradúa la progresión de su drama.