American Pastoral (Pastoral americana)
Sinopsis de la película
Seymour Lvov, el Sueco, es un exitoso hombre de negocios con una vida perfecta que ve como su estabilidad familiar peligra por la turbulenta situación política estadounidense de la década de los 60. La tormenta se desata cuando su hija Merry desaparece tras ser acusada de cometer un acto violento. Lvov se dedicará a buscarla y a reunir a su familia. Lo que descubre remueve sus cimientos, forzándole a mirar más allá de la superficie y afrontar el caos que está forjando el mundo a su alrededor: ninguna familia americana volverá a ser la misma.
Detalles de la película
- Titulo Original: American Pastoral aka
- Año: 2016
- Duración: 126
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Opinión de la crítica
5.5
100 valoraciones en total
Qué puñetero puede llegar a ser el fuego de la conciencia.
Es la chispa que nos pone a andar, la que nos hace resistir, la que no nos permite estar callados en la injusticia ni quietos en la desdicha. Algo que nos ha llevado a lo que somos, como especie, y cuyas ramificaciones se pueden ver a través de toda la Historia: personas alzándose por una causa propia, dispuestas a aplastar lo que las había oprimido.
Pero hubo una época en la que ese fuego no era necesario. En la que se conquistaron todos los frentes, pasaron todas las injusticias y el patio del vecino era tan feliz como el nuestro.
De repente, Norteamérica salía de la 2º Guerra Mundial, habiendo vencido todo lo malo, dando forma a un sueño que parecía guiar para siempre.
American Pastoral es el ocaso de ese Sueño Americano, desde las raíces de una sencilla familia de clase media, tan amargo y doloroso como necesario e inevitable.
La familia de Swede Levov se preparaba para unos felices años 60, donde todas las bondades por las que habían luchado sus padres les iban a ser concedidas para disfrutarlas. Así lo cuenta su hermano Jerry a un recién llegado Nathan Zuckerman, como un cuento moral con sabor a clásico, que a lo mejor irá pasando de generación en generación para advertir a los que se pensaron que todo lo tenían.
Swede y Dawn Levov vivieron la angustia de sus padres en el frente, gastaron la conciencia en algo tangible que estaba pasando delante de sus ojos. Pero la encantadora y confusa Merry Levov aún lleva ese fuego dentro, encerrado en una visión infantil del mundo, desde su casita perfectamente suburbial donde todo lo malo está lejos .
El detalle clave, y morboso, de esta historia tiene que ver con el inocente momento en el que Merry le pide a su padre un beso… pero un beso de verdad, como cuando besas a mamá .
Vemos en los ojos de Swede que comprende que su hija será diferente, que despierta con el sutil gesto de un tirante caído a una sexualidad que no comprende… y se niega rotundamente, como no podría ser de otra manera, a lo que para él es solo un gesto infantil extraño, pero sin importancia. No es difícil imaginar a todos los padres de los 60, viviendo bien en sus casitas suburbiales, extendiendo ese mismo no a unos hijos que no han vivido ninguna angustia que no sea querer ser sus padres.
Como resultado de ese romance frustrado , por llamarlo así, Merry empezará a querer ser todo lo contrario a sus padres… y la nueva década les dará el poder a los jóvenes para reestructurar una sociedad demente, alzada sobre una tranquilidad ilusoria, flotando sobre la sangre que se derrama lejos .
Me da miedo (y cierta pena) la historia de Swede.
Él siguió todas las normas, quiso a su mujer e hija, e intentó sobreponerse a unos tiempos que le dejaban atrás.
De alguna manera, todo el mundo depositó sus sueños en él, sueños que se encargó de decepcionar cuando fue incapaz de advertir la sensibilidad revolucionaria de Merry, y de repente toda la culpa era suya por decirle lo que todo padre quiere decirle a su hija: sigue tu corazón .
Como iba él a saber que los tiempos cambian, y le iban a encontrar lavando una pena imborrable entre acomodados burgueses de clase media, que se encargan en todo momento de recalcar lo felices que son y lo bien que han conseguido salir de sus respectivos traumas.
Swede no puede salir, por mucho que lo intente.
Su hija será siempre la clave de una vida que se le escapó.
Pero el momento más traumático será cuando la seguridad en los ojos que antes le acusaban se desvanezca, dejando claro que solo fue el chivo expiatorio de otras tantas personas incapaces de adaptarse a una sociedad que estaba llegando a su fin.
Nadie sabe qué coño estaba pasando en los 60. Y todo el mundo intentaba recomponerse de vuelta.
El Sueño Americano no era un ideal, era una religión.
Y sus discípulos, cuando desapareció, exclamaron las mismas preguntas: ¿por qué tengo que pasar por esto? ¿por qué he seguido las normas y me han pasado por encima? ¿por qué no podemos volver a la felicidad que teníamos?
Gritos en el silencio inabarcable de un sueño, del que por fin hemos despertado.
Ewan McGregor no es el primero, ni creemos que será el último, que pasa del apartado de la interpretación a probar con la difícil tarea de la dirección. Muchas actrices y actores lo han hecho, con mayor o menor fortuna, como también lo han hecho, por ejemplo, muchos que han trabajado en el apartado técnico. La lista de ejemplos sería enorme.
Lo que pasa es que de Ewan McGregor esperábamos más inteligencia y menos ambición, convirtiéndose en uno de los debut en el largometraje de cine más desafortunado que recordamos en mucho tiempo. Visto lo visto, creo que le vino bastante grande que fuera presentada con todos los honores en el Festival de San Sebastián, aprovechando que se le entregaba el Premio Donostia, un premio honorífico a su trayectoria profesional. Toda una maniobra política de intereses innecesaria que empobrece cualquier festival, y que conste que se trata de uno de los certámenes más importantes que hay y que, además McGregor nos cae bien.
La obra de Philip Roth en la que se basa ha sido traicionada en su espíritu, creando un film casi reaccionario, con un guión plano, personajes anquilosados desde su inicio, desperdiciados, sin casi progresión y una psicología bastante obvia. Por ello las interpretaciones son bastante cargantes y no conmueven, a pesar ciertos esfuerzos. Es triste, porque es quizás de lo peor: su guión, sus actuaciones y su dirección, sin fuerza, cansina y bastante perdida. El aspecto formal de su apartado técnico, aunque cuidado en algunos apartados, tiene más bien aspecto televisivo, exceptuando al casi siempre entonado Alexandre Desplat.
Lo que podía resultar interesante, se va rápidamente difuminando, y a la mitad ya es obvio que eso ya no lo remonta nadie. Puede que además juegue en su contra el hecho de que la película empiece por el final, destripándonos que va a ocurrir sin ningún sentido. Cuando se recurre a un largo flash back debe haber un motivo narrativo, pero en este caso nos da la impresión de que no se sabía por dónde empezar el diente ya que su comienzo era difícil. Y si difícil era su arranque, el resto se les ha hecho cuesta arriba, con una resolución pobre que llega a aburrir mientras llega el momento.
La lección que se saca es una que ya sabíamos: Si alguien piensa en dirigir mejor que empiece por contar algo que le resulte familiar, que le sea cercano. Hay que hablar sobre aquello que se sepa y no pretender, de entrada, el hacer algo que le viene, no sólo grande, si no que, cuando no se domina, no se puede pretender controlar demasiados factores como cuando se es experto, porque incluso en esas se puede fallar. Y si es primerizo el batacazo es mucho más sonado, que es lo que ha pasado en este American Pastoral.
Las productoras en la actualidad parecen no saber a quién se les encomiendan ciertos proyectos. Entre su ineptitud, entre tanto refrito o remake por no saber apostar por guiones originales y no tener olfato para el talento, y el querer hacer dinero fácil y rápido, están sumiendo al cine en un pozo de vulgaridad del que será difícil sacarlo.
En ciertas ocasiones uno admira (e incluso envidia) a aquellas personas que parecen tenerlo todo: dinero, posición social, carisma, una familia perfecta e incluso belleza física. Así, en el día a día se presentan personajes cuya aparente perfección hacen que uno se pregunte cómo es posible que la vida entregue tanto a una sola persona, mientras que otros tienen que vivir con su propia y menos favorecida realidad. No obstante, las cosas no siempre son lo que parecen y si uno observa más a fondo se dará cuenta de que nadie está exento de vivir experiencias que amenazan con irrumpir en la supuesta perfección.
Esto es lo que ocurre en American Pastoral, película basada en el libro homónimo de Philip Roth y que tiene como personaje principal a Seymur Swede Levov. El sueco es el sueño americano en persona: un hombre de origen judío que durante sus años escolares fue la estrella en tres deportes diferentes, héroe de guerra, dueño de una de las empresas más prósperas de Newark, New Jersey, y quien por si fuera poco logró conquistar a Dawn Dwyer, una de las mujeres más bellas de todo el estado. No obstante, la perfección de Swede se ve amenazada por su hija Merry, quien desde pequeña sufre de una tartamudez cuyo origen no queda claro para muchos, puesto que algunos piensan que se trata de un acto voluntario.
Conforme pasan los años y en plena efervescencia de los movimientos sociales en los Estados Unidos de la década de los sesenta, Merry se convierte en una adolescente radical, cuestionando el estilo de vida de su propia familia y cuyos ímpetus la convierten en la principal sospechosa de plantar una bomba en la oficina de correos de su localidad. Con una hija desaparecida, una esposa trastornada y siendo señalado por la sociedad por la presunta implicación de su familia en un ataque de tal envergadura, la vida de Swede dará un giro radical, quien no descansará hasta encontrar a su hija y aclarar cuál fue su participación en el lamentable atentado: es el fin del sueño americano.
Es así como Ewan McGregor debuta como director asumiendo el reto de adaptar una de las obras más significativas de la literatura estadounidense en la pantalla grande. Desde el punto de vista de alguien que no ha leído el libro (el cual es el caso de quien escribe estas líneas), da la sensación de que éste incluye demasiados temas que deben tratarse de forma más amplia para dar consistencia a la historia, por lo que al parecer su adaptación a la pantalla grande era muy difícil. Así, a pesar de que la cinta cuenta con algunos momentos en los cuales es capaz de sacudir al público, ésta es incapaz de engancharlo del todo, puesto que no desarrolla adecuadamente a los personajes principales. De esta forma, el no conocer a fondo la frivolidad de Dawn ni el origen del radicalismo de Merry, hacen difícil que el público quede convencido acerca de las motivaciones de sus acciones, mientras que la superficialidad con la que se trata el entorno social de los Estados Unidos en esa época no ayuda para siquiera realizar conclusiones propias.
En cuanto al reparto, a Ewan McGregor (Big Fish, Moulin Rouge!) no le sienta bien el papel de Swede, ya que es difícil considerar al británico como la personificación del sueño americano, por lo que sus esfuerzos por presentarse como tal no rinden el fruto esperado. Por otra parte Jennifer Conelly (A Beautiful Mind, Blood Diamond) es víctima del poco desarrollo que se le dio al personaje de Dawn, cumpliendo con una función casi ornamental como una esposa ideal de belleza envidiable, sin profundizar en la esencia de la otrora reina de belleza. En cuanto al papel de Merry, la elegida fue Dakota Fanning (I am Sam, Man on Fire) quien realiza un trabajo bastante convincente como la tartamuda y radical adolescente que decide quebrar la perfección del mundo que le rodea, demostrando que su carrera no terminó cuando alcanzó la mayoría de edad. Por último, vale la pena mencionar a Valorie Curry (Blair Witch) quien destaca en el papel de Rita Cohen, una supuesta amiga de Merry que se pone en contacto con Swede para informar sobre el paradero de su hija y quien sin lugar a dudas protagoniza una de las mejores escenas del largometraje.
En conclusión, se trata de una película que va perdiendo el ritmo en la medida en que se desarrolla su trama, haciendo que los eventos no lleguen a causar el impacto que uno hubiera deseado y que no logra conjuntar todos sus elementos para presentar una historia que tenga más sentido. Así, el espectador sabe que hay algo más, algo oculto, el problema es que el director no fue capaz de aclararlo y deja varias dudas sin resolver, aportando simples indicios. ¿Por qué quería Merry romper con El Sueño Americano? ¿Se trataba solo de rebeldía inspirada por el radicalismo de los sesenta? ¿Era en realidad Lyndon Johnson el objeto del odio de la adolescente? La cinta deja ver que existía algo más en la relación padre e hija que la motivó para seguir ese camino, pero todo queda en el aire. No obstante, se trata de una cinta interesante e incluso recomendable, teniendo como su mayor virtud el despertar la curiosidad acerca del trabajo literario de Roth.
Calificación: TÚ DECIDES.
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Twitter @wraparty
Antes de nada debo decir que no he leído el libro de Philip Roth en que se basa esta American Pastoral. Mi crítica no reposa pues en la comparación, ni en el obvio respeto que el autor se merece. Pero he visto suficiente cine adaptando grandes novelas como para ver muy claro cuales son los problemas esenciales de American Pastoral.
El primero y fundamental: el tiempo. Tratándose de una novela río, que abarca varias décadas y la historia de un padre y una hija confrontada con la historia política de un país, American Pastoral sufre de una ausencia total de elípsis. Se nos cuenta la historia como si pasasen los años, pero éstos no lo hacen ni a través del estilo visual de la película, ni a través de los actores (que aquí si sufren el peso de un mal maquillaje envejecedor… bueno, unos sí y otros no… lo cual es sintomático del descuido), ni a través de los personajes, que parecen evolucionar muy poco o de forma muy abrupta teniendo en cuenta la gravedad de los hechos que afrontan, ni a través de la propia historia, que se estanca en cuantro momentos puntuales y no avanza más allá.
Admiro a Ewan McGregor como actor, la versatilidad de su carrera, la aparente ligereza de sus interpretaciones. Y hay detalles interesantes en American Pastoral, y un cuidadísimo estilo visual. Pero la historia le ha quedado grande para su debut. McGregor, Jennifer Connelly y Dakota Fanning son grandes intérpretes y todos lo han probado con anterioridad a esta película, e incluso en esta, donde todos hacen trabajos honestos, emocionantes, llenos de matices. Pero el problema está en que sus personajes no los tienen (esos matices), y por tanto, resulta difícil identificarse con ellos, a pesar de que el gran tema universal de la película (la gran decepción de padres e hijos), debería afectar a cualquiera.
Como decía, no he leído el original de Phillp Roth, pero me extrañaría que el gran leiv motiv o gatillo del personaje de Fanning sea la belleza perfecta de su madre. Y si es así, debe estar planteado a la manera de un David Foster Wallace o un Revolutionary Road o American Beauty en el cine. Sin embargo aquí se menciona, se le da importancia y luego se olvida. Y ese personaje de la madre, una bellísima Jennifer Connelly, ¿se convierte en una perfecta idiota símplemente por someterse a un lifting? O el padre, ¿es realmente un tipo tan templado y/o calzonazos como para tolerar todos los desaires que su familia, su mujer y su hija, le hacen a lo largo de décadas sin siquiera levantar la voz?
Son demasiadas dudas en una película demasiado deslabazada, que pese a contar con buenas interpretaciones, un argumento que tenía muchísimas posibilidades, y uno de los mejores trailers del año, finalmente es un correcto y académico viaje al pasado sin resonancia en el futuro. Demasiado literal y demasiado confusa. Una pena, en definitiva.
De verdad, lo he intentado. Me encanta Ewan McGregor, es un actor que ha rodado todo tipo de películas y siempre sale airoso. ¿Qué decir de Jennifer Connelly o de Dakota Fanning? Son actrices solventes. Por tanto, el problema no está en los actores. Por otro lado la película está basada en una conocida novela que no he tenido el gusto de leer pero que dicen que es muy buena.
Me temo que quizás nuestro amigo Ewan se ha puesto un objetivo demasiado alto en su debut como director. La película resulta acartonada, como si fuera un telefilm de sobremesa. Hay detalles como el maquillaje que llama la atención porque no está bien resuelto en algunos casos y no acaba de funcionar. Tampoco se consigue empatizar con los personajes y no está bien explicado la forma de proceder de unos y otros. El problema es que lo que estará estupendamente explicado en una extensa novela no se ha conseguido plasmar en la película, entre otras cosas, por falta de tiempo. La trama es excesivamente dramática y pesimista, no hay esperanza para estos personajes decepcionados entre sí y que dinamitan la relación paterno-filial. Tampoco hay esperanza para el espectador, quizás en otra ocasión Ewan.