Almas en el camino
Sinopsis de la película
Película dividida en historias diferentes que caminan en paralelo. Por un lado, un joven deja su casa de Tokyo y tras tener un hijo decide casarse con la madre y regresar a su hogar. La segunda historia concierne a un par de delincuentes que buscan trabajo en la ciudad. Film mudo, uno de los pioneros en Japón. Se considera el primer montaje en paralelo del cine asiático, siendo, a su vez, el primer clásico del cine japonés.
Detalles de la película
- Titulo Original: Rojo no Reikon (Souls on the Road)
- Año: 1921
- Duración: 81
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Opinión de la crítica
Película
6.6
28 valoraciones en total
Leyendo ‘Para un observador lejano. Forma y significación en el cine japonés’ de Noël Burch, descubro ‘Almas en el camino’ del para mí desconocido Minoru Murata. Burch ve en ella algo más que la influencia de Griffith, cuya ‘Intolerancia’ causó furor en el despertar cinéfilo del país del sol naciente –y en el resto de países cinéfilo-parlantes–. Ve, incluso, vislumbres de ‘La huelga’, de Eisenstein, en esta temprana producción de la cinematografía japonesa.
Yo veo en esta cinta el germen del gran cine japonés. Las superposiciones fantasmales que evocan un recuerdo, las simetrías y paralelismos, los anhelos en flash-forward (por decirlo de algún modo), la forma en que se tocan, levemente, las dos líneas principales. No puedo evitar pensar en cierto cine de vanguardia.
Primera línea: un hombre regresa con su mujer e hija a casa de su padre. Segunda: dos vagabundos, salidos de la cárcel, deambulan hacia ningún sitio en busca de comida. El hambre, el agotamiento y la miseria son el factor común de los cinco personajes.
La historia, basada en un relato de Gorki, es un cuento moral simplista y bienintencionado, que concluye con una doble moraleja del tipo:
– Si A no hubiera hecho X…
– Si B hubiese hecho Y…
Una doble moraleja que, en realidad, son las dos caras de una única enseñanza: no hay valor más grande que la compasión.
Formalmente, la cinta es un regalo para cineastas, pero que nadie busque aquí el estilo de Naruse, Ozu o Mizoguchi. Y sin embargo… cualquiera de estos tres gigantes podría haberse decidido a dirigir tras ver ‘Almas en el camino’.
Esta cinta no es cine de barraca, ni cine teatral, ni cine vanamente literario, ofrece un ramillete fresco de inmensas posibilidades. El cine mezcla la baraja y dice con firmeza: aquí las tienes, estas son mis cartas, juega si quieres, no soy rehén ni subproducto de otras artes.
Luego vendrán Naruse, Ozu, Mizoguchi, Kurosawa, Masaki Kobayashi… elegirán sus cartas y edificarán con ellas sus castillos, tan altos, tan dispares. Igual que imaginamos a Ingmar Bergman fascinado por ‘La carreta fantasma’, de Victor Sjöström, intuimos el efecto que hubo de tener en los futuros directores un lenguaje como éste. Para que surja el estilo es necesario un medio, una sintaxis. Por eso ‘Almas en el camino’ es una invitación. No son sólo las letras de un abecedario, ni un balbuceo incoherente.
No nos quedan más comienzos, dice George Steiner. La inicial, en la cual el término significa comienzo y primacía, actúa como fanfarria, enuncia la máxima de Platón –de ninguna manera evidente– de que en todas las cosas, naturales y humanas, el origen es lo más excelso.
‘Almas en el camino’ se sitúa en el origen del cine japonés. No es, en absoluto, su punto culminante. Pero hay algo que siempre me conmueve en el trabajo de los pioneros. Siento, como Steiner, que la humanidad ha agotado sus principios. El cine, probablemente, fue el último de ellos.