Allan Quatermain y la ciudad perdida del oro
Sinopsis de la película
Tras sobrevivir a la expedición a las minas del rey Salomón, y cuando ya iba a partir en barco a América para casarse allá con su novia Jesse Huston, el cazador inglés Allan Quatermain, rescata en la selva a un amigo moribundo, Dumont, quien es perseguido por misteriosos nativos. Antes de ser asesinado, Dumont le informa que Robeson Quatermain, hermano de Allan, se encuentra en Milosis, la ciudad de oro de una antigua leyenda, gobernada por una raza blanca. Posponiendo su viaje a USA, Quatermain parte en busca de su hermano, acompañado por Jesse, el gigantesco zulú Umslopogaas y el cobarde hindú Swarma. Tras atravesar desiertos y selvas plagadas de todo tipo de peligros fantásticos y enfrentar a los salvajes Eshowe, el grupo llega a la dorada Milosis, ciudad gobernada por primitivos hombres blancos, gobernados por las reinas Nyleptha y Sorais.
Detalles de la película
- Titulo Original: Allan Quatermain and the Lost City of Gold aka
- Año: 1986
- Duración: 95
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Opinión de la crítica
4.2
23 valoraciones en total
Quatermain se debía haber perdido para siempre y así nos hubiese ahorrado tenerlo que sufrir en esta obra chabacana y de mal gusto por lo apresurado y cansino que se nota debió de ser todo el rodaje.
Richard Chamberlain obtuvo mucha notoriedad por la serie Shogun de principios de los ochenta y por la posterior El pájaro espino, pero de ahí a darle el papel de prota en un Indiana Jones de segunda división… pues hay un abismo más profundo que el de Helm. Aparece también la infumable Sharon Stone, que por aquellos días daba su cuerpo a quien lo quisiera, consiguiendo los dos actores una pareja de ésas de circo dominical y pachanguero.
Tras el éxito de las dos entregas de Indiana Jones y el papel realizado por Douglas en La joya del Nilo y Tras el corazón verde, algun avispado productor pensó que era el momento adecuado para relanzar a Quatermain y no se le ocurrió otra cosa que, aparte de contratar a estos dos actores, guardarse el dinero debajo de la mesa y soltar lo justo. Y claro, el resultado es una infame caca sólo al gusto de los más descerebrados. Un despropósito.
Es insuperable.
Es muy difícil, pero con seguridad contiene la escena màs ridícula de la historia del cine de aventuras. Sólo por comprobar que la fama de semejante horror era justa, me quedé a verla. Se quedaron cortos. No es posible hacer algo tan ridículo ni a drede. En serio, es insuperable.
La Patética, contra lo que se pudiera pensar, no es de Beethoven (el compositor, no el perro), es de Quatermain. Si H. Rider Haggard no hubiera llevado casi un siglo muerto, seguro que el ver en qué había quedado su inmortal aventurero lo hubiera llevado a la tumba, donde seguro que se revolvió unas cuantas veces.
Después de haber visto la primera entrega, creía que las aventuras de Chamberlain-Stone no podian caer mas bajo. Craso error. Todo el conjunto da pena, pero la palma se la llevan la camiseta blindada y los pelos de Henry silva.
Si yo hubiera sido James Earl Jones le hubiera dado un buen uso a su amuleto.
Continuación de las aventuras de Allan Quatermain (Richard Chamberlain) y su guapísima y encantadora Jesse (Sharon Stone, que ojo los de los razzies) en el continente africano. Dando un salto que ni Carl Lewis en sus mejores tiempos han pasado de finales del XIX a los 30, así por la cara. La película es malilla no nos vamos a engañar. Por ejemplo, ha perdido ese humor desternillante de la original, pese al espejismo de los primeros cinco minutos. Menos mal que la pareja de Allan y Jesse te sigue cayendo tan bien, en especial ella, que entre sus apuros, los gritos que da y cómo se agarra, merecería la pena acompañarla hasta la misma ciudad perdida del oro. Mientras la veía pensaba que una chica así, que además es arqueóloga, atención a su momento gafas, debiera ser la pareja de Indiana Jones, después de Willie, por supuesto.
Esta segunda entrega es más seria que Las minas del Rey Salomón (1985) pero también más floja, con menos ritmo, más cómic y menos tonta, en el mal sentido de la palabra. Aunque reconozco que todas estas peripecias por muy chuscas que parezcan, observad las serpientes o los cables con los que se sujetan, tienen todos los tópicos del género muy fascinante inventado por mí llamado templos . Seguramente de niño puede uno hasta flipar. Por lo demás, Gary Nelson imita como no podía ser de otra manera, a Indiana Jones, y no sólo en la música, que me parece la misma, si no también a El hombre que pudo reinar (1975) y a Conan (1982). Por último, mirad como el hechicero Agon (Henry Silva) es igual que aquel estrambótico personaje El Penumbra y la malvada reina se parece a la inolvidable villana Diana, de la serie V (1983).