Al diablo con el diablo (Mi amigo el diablo)
Sinopsis de la película
Stanley Moon, un joven cocinero, tímido y con poca confianza en sí mismo, está enamorado sin esperanzas de la guapa Margaret Spencer, su compañera de trabajo. Tras un fallido intento de suicidio, Stanley recibe la visita de George Spiggott, un caballero desconocido que le ofrece la solución a todos sus problemas: lo único que le pide a cambio es que firme un contrato vendiéndole su alma. Stanley lo toma por un lunático, pero George le da pruebas convincentes de que él es el Diablo. Tras llevarlo a su club , donde trabaja con los Siete Pecados Capitales, George obtiene el alma de Stanley a cambio de siete deseos.
Detalles de la película
- Titulo Original: Bedazzled aka
- Año: 1967
- Duración: 107
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Opinión de la crítica
5.4
66 valoraciones en total
El principal interés de la película es ver a la famosa pareja de humoristas británicos Peter Cook y Dudley Moore desenvolverse en una producción ambiciosa.
La película tiene un desarrollo bastante amable y ligerito, sin apenas tensión. El argumento es una mera excusa para los ingeniosos diálogos entre Cook y Moore, llenos de inteligencia y rebosantes de jugosos oneliners . Algunas situaciones son hilarantes, como cuando Dudley Moore es convertido en una monja, o cuando George Spigott explica a su víctima el motivo porque se reveló contra Dios.
Proyecto personal de la pareja de cómicos Peter Cook (auténtico predecesor de gente como Stephen Fry o Steve Coogan) y Dudley Moore puesto en manos de un Stanley Donen desganado y en horas bajas que se limita a facturar una alicaída versión domada de la sátira pop propuesta por Richard Lester. Filmada de un modo plano y exangüe, además de feo con esa catarata de zooms, alarga demasiado los gags y en ningún momento es tan divertida como pretende (francamente, su remake es más gracioso pese a su gomosa parte final), aunque desde luego conserva cierta capacidad de corrosión y algún diálogo venenoso, amén de una química espléndida entre los dos actores, no tanto con la muy británicamente caballuna Eleanor Bron, quedando entre sus logros (junto con la rotunda presencia de Raquel Welch, claro) esa encarnación del diablo funcionarialmente dedicado a la jodienda cotidiana y por supuesto la irónica canción Bedazzled, interpretada aquí por Cook y que sería lúbricamente versionada por una displicente Anita Lane y un ardorosamente mendicante Nick Cave.
La película comienzo con el deliberado desenfado de una comedia que propone su historia como un interesante juego de complicidades y de dobles intenciones llenas de sentido y de buena factura cómica.
Pero, pasada la sorpresa inicial, el argumento va perdiendo enjundia y las prometedoras expectativas apenas pueden cumplirse, siempre el en contexto de una producción muy correcta desde el punto de vista formal.
En algunos momentos ofrece ciertos rasgos de mejoría, y se agradece la buena voluntad de S. Donen por sacar máximo partido a un guión que no daba más de sí.
Buena actuación de P. Cook, de D. Moore, y de E. Bron mientras que la presencia de R. Welch es sólo testimonial.
Siete pecados capitales que pueden transformarse en siete deseos siempre que intervenga aquel al que llaman el Príncipe de las Tinieblas, Lucifer.
Pero quizás nunca pudimos ver sus perversas acciones realizarse de un modo tan divertido como en esta ocasión.
Algunos que de cine nada entienden sólo son capaces de relacionar a un director con su trabajo más famoso, ignorando otros títulos que pueden adornar su filmografía con la misma dignidad, al nativo de Carolina del Sur Stanley Donen, un habilidoso artesano que siempre probó en diferentes géneros aunque sin duda enamorado de los musicales, se mantiene en las páginas de la Historia cinematográfica por haber codirigido el inmortal clásico Cantando Bajo la Lluvia junto a Gene Kelly. Pero también fue el responsable de Página en Blanco , Siete Novias para Siete Hermanos , Charada , Una Cara con Ángel o la maravilla Dos en la Carretera .
Tras ésta, considerada una de sus obras maestras y la mejor de su etapa de los 60, rechaza dirigir (muy curiosamente) la adaptación de Hello, Dolly! y se encarga de otro proyecto que para algunos pasará desapercibido: una comedia concebida y escrita por dos genios del humor negro satírico que ha explotado en Inglaterra en la década, Dudley Moore y Peter Cook, ambos tomándose un respiro de su famoso programa para la BBC Not Only, but Also y asumiendo su primer papel protagonista en un film. Y la primera secuencia que vemos en Bedazzled es suficiente para comprender su tipo de humor.
Stanley, un hombre pequeño, apocado, de expresión estúpida y marcado por una terrible indecisión está en una iglesia pidiendo a Dios fuerzas para hablar con una compañera de trabajo del bar-restaurante donde trabaja más mal que bien, una preciosa chica de la que está enamorado pero con la que nunca se ha atrevido a intimar llamada Margaret, sin embargo estas plegarias no las escucha el Todopoderoso, sino su némesis el Diablo, que estaba fisgando por uno de los ventanales. Y así comienza esta sátira tan british y tan kitsch de la leyenda de Fausto, con un suicidio interrumpido (el de Stanley) y una oferta que no puede rechazar.
Conociendo al dúo Moore/Cook se sabe que en el guión radica toda la esencia de esta película tan simpática, cuya narrativa está dividida en dos partes. Por un lado esos siete deseos que el Diablo concede al protagonista a la orden de ¡Julie Andrews! (simplemente genial) con el fin de conquistar a su amada, invitándonos a reflexionar sobre el motivo de que tales deseos únicamente terminen en desgracia para subrayar el inmenso egoísmo que nos aqueja como humanos, y el cual tendemos a ignorar (poco a poco Stanley demuestra que anhela a Margaret sólo como un ideal, acorde a sus propios intereses, sin pensar en ella como mujer ni un momento).
De qué modo más sutil nos alecciona la pareja sobre cómo nos puede destruir la melancolía debido a aquello que no podemos codiciar, ya sea multimillonario, un estirado intelectual, una estrella de la música pop o una mosca (éstos dos los mejores episodios del film), Stanley y Margaret serán la perfecta imagen del mito de Aquiles y la tortuga. Por otro lado la historia se centra en las intervenciones malignas (lo que también provoca al anterior el fracaso más absoluto) y en la propia personalidad del Diablo, aquí perfilado como George, y se debe recalcar que es una muestra de genio absoluto la visión que se logra de este rey del Mal.
Pues Peter Cook no crea a un malvado y repulsivo ser, sino a un individuo elocuente, carismático y de pura elegancia británica, sin olvidar su lado más rebelde, sociópata e irritante, el objetivo de que Lucifer parezca un distinguido y nihilista hombre de negocios de West Brompton, es logrado por el cómico. Y sus conversaciones y debates con el ingenuo Stanley acerca de la religión, la Biblia, los estúpidos actos de Dios, la condenación eterna, la decadencia de la Humanidad y la insignificancia del alma (muy criticados en el momento en que se estrenó el film) es lo que magnifica la película y añade constantemente notas del humor más mordaz y perverso que podamos imaginar.
Momentos tan divertidos como la explicación de George sobre lo de dejar de ser el ángel favorito de Dios (sentado él un buzón y Stanley bailando alrededor), esa secuencia que transcurre en el patio de un convento con todas las monjas saltando (tomado de un sketch de Not Only, but Also , aunque pudiendo pertenecer al Flying Circus de los Monty Python) o el duelo final entre Dios y George sirven de sobra para subrayar la ácida burla y en general la mala baba que se esfuerzan en imprimir Moore y Cook al guión, desarrollado con dinamismo por el bueno de Donen.
A los colores vivos de la fotografía de Austin Dempster y la dirección artística que provee Terry Knight cabe destacar la música, exclusivamente compuesta (¿cómo no?) por Moore, las buenas actuaciones de la guapa y camaleónica Eleanor Bron (quien se esfuerza por estar igual de genial en cualquiera de sus personalidades), Michael Bates, Barry Humphries y Robert Russell (como Envy y Anger ) y la intervención corta pero intensa de la escultural Raquel Welch (¿quién fuera Moore?, ya saben a qué me refiero…), de hecho Cook, en una decisión un tanto desconcertante para los productores, quiso bautizar al film con el nombre de la nativa de Chicago.
Con una buena respuesta de los críticos y un resultado más que satisfactorio en taquilla (teniendo en cuenta su limitado presupuesto), esta Bedazzled seguro que no es recordada como una de las obras más notables de Donen, aunque sí logra lo suficiente para ser una de las más notables dentro de la comedia de los 60 (sobre todo la anglosajona).
Mucho mejor, desde luego, que el más espectacular pero menos ingenioso remake de Harold Ramis, con Brendan Fraser y una explosiva Elizabeth Hurley en el papel de Satán (sin duda inspirado en Welch) como protagonistas…