Ahora me llaman Señor Tibbs
Sinopsis de la película
Tibbs, un inspector de policía negro, se encarga de la investigación de un asesinato en el que el principal sospechoso es un amigo suyo. Cuando la Comisaría da por zanjado el asunto, él decide seguir indagando por su cuenta.
Detalles de la película
- Titulo Original: They Call Me Mister Tibbs! aka
- Año: 1970
- Duración: 108
Opciones de descarga disponibles
Si quieres puedes conseguir una copia de esta película en formato 4K y HD. A continuación te citamos un listado de opciones de descarga disponibles:
Opinión de la crítica
Película
5.5
94 valoraciones en total
Una muchacha llamada, Joy Sturges, es asesinada en el piso de San Francisco donde vivía. Al comprobar lo sucedido, el ayudante de servicios varios, avisa de inmediato al arrendatario y dueño del edificio -quien habita allí mismo- y al comentar que al único que vio salir del apartamento fue al pastor, Logan Sharpe, el casero llama sin identificarse a la policía y cuenta lo que sabe. El caso es asignado al teniente, Virgil Tibbs, el cual tendrá sus reservas, pues, el predicador resulta ser su amigo, y en estos precisos días, se encuentra en campaña política con muy claros propósitos.
El éxito de la película, In the Heat of the Night (Norman Jewison, 1967), llevó a los productores a continuar con el personaje del policía, Virgil Tibbs, al cual el actor, Sidney Poitier, logró darle una personalidad muy especial, ejemplo para toda una institución donde la ética y la integridad no es precisamente lo que más impera. Se habla de respetar los derechos humanos, pero otros se encargan de inculcar, en los oficiales y suboficiales, un fuerte veneno… y otros ejercicios e intereses que solo sirven a una clase en particular.
Virgil Tibbs, es un policía íntegro, tanto si está de servicio como si está fuera de él… y la historia se encargará de mostrarlo en su vida de hogar mientras esclarece el caso que se le ha asignado. Cree en las leyes y en las reglas, y también tiene muy claro que se logra más con maña que con fuerza… lo que no descarta que use ésta cuando sea estrictamente necesario. Policías así, no son los que más abundan, pero, puedo dar fe de que también existen. Hará cosa de año y medio, pude comprobarlo por última vez, cuando tras perseguir en contravía a un delincuente que huía en una motocicleta, pude ver la destreza con la que, un joven y fornido policía, lo seguía… y tras darle alcance, lo derribó con una limpieza tal que, el muchacho ni siquiera se lesionó. Con suma altura, lo esposó luego y solicitó un servicio para que se lo llevaran junto con la moto, la cual había robado. Sentí, porque estuve muy cerca, que ese policía veía en el delincuente a un ser humano y de esa manera lo trataba. ¡Ese era otro, Virgil Tibbs!
La historia de este filme dirigido por Gordon Douglas, fue escrita en esta ocasión por, Alan R. Trustman y James R. Webb, y creo que funciona muy bien por la minuciosidad y la objetividad con la que se hacen las diferentes pesquisas. A diferencia de algunos de sus colegas, Tibbs, no especula, no prejuzga, y tiene bien claro que son los jueces los que deben dictar sentencia con base en hechos debidamente esclarecidos.
Sidney Poitier, vuelve a lucirse con esa personificación que dignifica a su raza, y de hecho, ya aquí el racismo no entra en juego y cuando a su personaje lo llaman, MISTER Tibbs, ese, SEÑOR, no es exigido sino plenamente merecido. La relación que sostiene con sus hijos y con su esposa es muy significativa, y las escenas que presenciamos entre ellos se encargan de mostrarlo como un ser humano que no siempre acierta, pero, procura hacer las cosas con la mayor comprensión que le es posible.
El reparto lo complementan, Martin Landau (Logan), Barbara McNair (Valerie), Anthony Zerbe (Weedon) y Juano Hernández como Mealie. ¡Ah! y George Spell, inolvidable en su rol del pequeño Andy.
Título para Latinoamérica: NOCHE SIN FIN
Virgil Tibbs vuelve a la carga después de su oscarizada ‘En el calor de la noche’. En esta ocasión, deberá resolver el asesinato de una prostituta. Un misterio por resolver en el corazón de San Francisco.
La pieza está compuesta por el hombre que encuentra el cadáver, el portero del edificio. Un mafioso de tres al cuarto, dueño de la finca y amante de la muerta. Un íntimo amigo de Tibbs, el predicador Sharpe, también amante de la muerta. La policía, encargada de la investigación. Y Tibbs, cómo no, quien llevará a cabo una investigación paralela para probar la inocencia de su gran amigo el predicador.
‘Ahora me llaman Señor Tibbs’ no alcanza, ni mucho menos, el nivel de su predecesora. El desafío entre Poitier y Landau, el comprobar si su gran amigo es inocente o no, te mantiene en vilo. Sin embargo, no acaba de llegarte del todo. Uno no acaba carcomiéndose por dentro viendo el clarecer del misterio. Le falta un poco de salsa a la intriga. Además, hay cierto empacho de conflicto familiar en el hogar del Sr Tibbs que acaba minando el conjunto del film. Pese a todo, recomendable entretenimiento.
Música sincopada y selvática, luces psicodélicas, zooms, oscuros callejones donde se amontona la basura, largas persecuciones por la autopista, asesinos de prostitutas agazapados entre la multitud, predicadores que reparten su tiempo entre el púlpito y el catre, revueltas callejeras en las que jóvenes melenudos reclaman la revolución y roban televisores para verla desde el salón de sus casas, un detective agriado y descreído paseando su asco por las violentas calles de San Francisco: bienvenidos, amigos, al thriller policíaco de los años 70.
A Virgil Tibbs no le sentaban muy bien las calurosas noches de Mississippi, de modo que se enfundó una gabardina como la del teniente Colombo, empaquetó sus pertenencias y se largó a la soleada California. Como es natural, en la decadente Frisco de los hippies con flores en la cabeza y camellos y putas en cada esquina no le falta el trabajo, pero eso, por desgracia, afecta negativamente a su vida familiar: apenas tiene tiempo para su macizorra esposa, su hijo, con 9 o 10 años, está enganchado al rock ácido, el tabaco y la televisión y su hija pequeña se pasa el día haciendo el pino para llamar su atención. Como esos eran tiempos menos remilgados que los nuestros, Tibbs sale al paso de la situación como sólo los padres de la vieja escuela sabían hacerlo: anima a su hija a que haga lo posible para que se le suba la sangre a la cabeza, le arrea un par de guantazos a su hijo y comparte después con él un buen puro y un lingotazo de whisky, y, a falta de revolcones, se pasa la peli dándole unos buenos cachetes en el culo a su media naranja, siempre, eso sí, a la vista de los niños, para que ella y sus hijos tengan bien claro, desde su más tierna infancia, cómo se trata en el hogar de los Tibbs a la mujer de la casa. Ah, qué tiempos aquellos.
Comparado con lo que tiene en casa, el problema de Tibbs cuando ha de resolver el asesinato de una pelandusca cuyos tres principales sospechosos se esconden, ahí es nada, tras los asquerosos y siniestros caretos de Martin Landau, Anthony Zerbe y Ed Asner parece un juego de niños. Es más, viendo la pachorra con la que va, pasito a pasito, andando el argumento hacia un final clamorosamente cantado, no descartaría que la historia la hubieran urdido los pequeños Tibbs en pleno colocón para matar de aburrimiento a los espectadores y acabar con la carrera de su padre, que pasaría así más tiempo con ellos. La cosa les salió bien a medias: la peli es una desganada y convencional intriga que no puede competir, ni de lejos, con productos parecidos como Bullitt o Harry el sucio, pero ello no impidió que su padre repitiera una vez más su papel al año siguiente. Tal vez su error fue incluir unas escenas inolvidables que helarán la sangre en las venas a los fans de Lou Grant que queden en el mundo: Ed Asner con un erecto tupé de un palmo de altura (un macarra, un hortera) huyendo a toda hostia por la carretera. Ahí va, sólo por eso, un punto extra para esta peli.