Agua tibia bajo un puente rojo
Sinopsis de la película
Yosuke Sasano es un hombre en paro, de unos cuarenta años, al que acaba de abandonar su esposa. Cuando un viejo vagabundo le cuenta que tiene escondido el Buda de oro que robó en un templo de Kioto en una lejana casa situada cerca de un puente rojo, Yosuke decide emprender el viaje en su búsqueda. Cuando llega al lugar no encuentra el Buda pero sí a una extraña mujer que vive en la casa y que tiene la facultad de hacer crecer las flores fuera de temporada y de cuyo cuerpo fluye agua como un manantial que proporciona vitalidad.
Detalles de la película
- Titulo Original: Akai hashi no shita no nurui mizu
- Año: 2001
- Duración: 119
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Opinión de la crítica
6.5
96 valoraciones en total
Esta película de Imamura se caracteriza por un lirismo ligado, básicamente, al agua tibia que brota de entre las piernas de la enigmática protagonista, rasgo que atrae y encadena sexualmente a sus amantes. Sin embargo, este elemento fantástico no termina de desarrollarse de un modo sistemático y coherente, no se le extrae un mayor jugo argumental, sino que termina quedando como una mera anécdota humorística que se repite de continuo. Se añade a modo de flash-back la causa que propició este prodigio inaudito, se muestran los efectos que provoca en los peces del río y se vislumbran unos turbios hechos del pasado, pero todo se presenta como un boceto a medio acabar. Aparte, desentonan elementos cómicos (y reiterativos) como el atleta africano y su entrenador nipón, que poco o nada tienen que ver con la historia central. También se difumina el desencadenante de toda la trama, la búsqueda de una supuesta estatuilla de oro en la casa del puente rojo. En definitiva, que lo que puede ser una imaginativa idea de partida, termina por verterse y diluirse en las aguas del río bajo el puente rojo.
Como cada tarde me dispongo a ver una película y como siempre sin saber nada absolutamente sobre ella , únicamente la puntuación, esta vez me ha sorprendido y mucho y aunque resulte algo extraña, para bien. Yo la clasificaría como comedia romántica, tiene grandes dosis de humor, un tanto extraño, pero humor. Tiene perspectiva de cuento y así parece, pero algo mas complejo. Me ha sorprendido gratamente, la recomiendo sin dudarlo, eso si, mientras menos sepan de ella mejor antes de verla.
Con esta película, y sin contar con el documental 11 de septiembre, se despidió el máximo exponente de la Nueva Ola japonesa. Y lo hizo siguiendo con ese surrealismo y excéntrico humor que impregnó casi toda su filmografía.
Es cierto que hay que estar preparados a la hora de visionar una obra de Imamura. Mi primer encuentro fue algo extraño, no estaba preparado para absorber tanta locura, tanta irrealidad o ese humor tan extraño.
Imamura rompe con lo establecido, llena el guión y los diálogos de locuras y experimentos y trata a sus personajes sin un ápice de condescendencia. Así ocurre en ATBUPR, donde se mezclan varias historias que confluyen en la aparente tranquilidad de un pueblo. Pasado y presente estallan entre un corredor de maratón negro, oráculos en espera del amor perdido y húmedos orgasmos.
Bajo la aparente extrañeza del filme subyace la preocupación central de un nuevo Japón modernizado que va perdiendo sus tradiciones (recordemos que en la escena central, el flashback en blanco y negro, hay una lucha entre las mujeres que rezan para curar su enfermedad y el hombre que se enfada por ello y atribuye todo a un vertido tóxico).
En este sentido podemos contraponer el mundo del protagonista, lleno de problemas derivados de la ruptura de lazos (con el trabajo, con su familia, etc.), y el de la mujer a la que encuentra, llena de soluciones mágicas (su cuerpo es el verdadero puente bajo el que fluye el agua que revitaliza la naturaleza maltratada por la industrialización, el sexo y la mujer como fecundidad, como en las Venus prehistóricas), hasta que llega otro hombre del pasado queriendo explotarla económicamente (regreso del mundo moderno…).
A la idea de progreso de la modernidad (en este caso degradante) se une la idea del eterno retorno (la espera de la abuela, la semenjanza entre el protagonista y el ahogado), con símbolos de perfección circular o triangular (la hermosísima escena final en el rompeolas). Todo ello para multiplicar las lecturas de una película mucho más compleja de lo que a veces aparenta (banda sonora circense que da un poco de vergüenza ajena).
Shoei Imamura es uno de aquellos directores dignos de ser tenidos en cuenta para recorrer lo que el cine ha sido, es y podría seguir siendo. Fallecido a finales de 2006, para su visualización nos quedan obras relativamente recientes como el Dr Akagi, La Anguila o la Balada de Narayama, mientras que otras obras anteriores resultan más inaccesibles hasta el momento.
Sin duda esta película no se encuentra entre sus obras cumbres, pero su contemplación resulta más que grata. Es una película donde aparece la magia y las relaciones, lo cotidiano y lo simbólico, pero narrado de una forma amena y visto con una mirada brillante. Es quizás una película óptima para conocer a este autor y para sumar otra obra de interés al cine japonés de los últimos años, donde muchos trabajos han pasado demasiado desapercibidos y donde aun podemos encontrar algunos genios contemporáneos, como el maestro Kitano.