Agente especial
Sinopsis de la película
El teniente de policía Leonard Diamond (Cornel Wilde) persigue al jefe de una organización criminal, llamado Brown (Richard Conte). La amante actual del gángster, Susan Lowell (Jean Wallace), acaba de intentar suicidarse. Al interrogarla en el hospital, le pone en la pista de una tal Alice, nombre que Brown habría escrito una vez ante ella, sobre el vaho de un cristal. Diamond averigua que la mujer de Brown, desaparecida desde hace siete años, se llamaba precisamente a Alice. Mientras se siente atraído por Susan, el teniente encuentra la pista de Nils Dreyer, un comerciante de antigüedades que parece tener una prueba decisiva contra Brown y que muere poco tiempo después de la visita de Diamond a su almacén.
Detalles de la película
- Titulo Original: The Big Combo
- Año: 1955
- Duración: 84
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Opinión de la crítica
7.2
78 valoraciones en total
Menos conocida que su otra obra maestra, Gun Crazy , y por supuesto mucho menos que otras películas mucho más famosas dentro del género, The Big Combo , de Joseph Lewis, merece especial reconocimiento por parte de todo aficionado al cine, pues su excepcional calidad se revela tanto en los aspectos argumentales, como sobre todo, en los formales.
Aparentemente la historia desarrollada no es muy original, un malvado inasequible que dirige una eficiente organización criminal, una mujer sometida a él, un policía tenaz y honesto, y ya tenemos servido el enfrentamiento entre el bien y el mal. Sin embargo, los personajes, incluidos los secundarios, poseen un innegable interés, especialmente en el caso de los malos, un Mr. Brown manipulador, traicionero, hábil conocedor de las personalidades y debilidades ajenas, que explota en su propio interés. Unas mujeres sometidas a una tortura psicológica que las hace debatirse y dudar constantemente acerca de qué partido deben tomar. Un soberbio trío de secuaces en el que llama la atención la ambigüa relación que mantienen los dos sicarios, Fante y Mingo, así como la humillación que desprende la personalidad de McClure. Y del otro lado, la figura del teniente Diamond, profesional intachable que llegará a verse tentado por el odio y la sed de venganza.
A ello hay que añadir las virtudes formales, que en este caso son abundantes, de entrada, el director de fotografía es John Alton, uno de los maestros indiscutibles del medio, capaz de construir realidades y sensaciones con un chorro de luz rodeado de sombras. Lo que en principio nació como una solución a la escasez o pobreza de los decorados, acabó convirtiéndose en una opción estilística, y Alton tuvo ocasión de poner a prueba su pericia en los filmes que realizara, junto a Anthony Mann, en la década de los cuarenta ( T-Men , Raw Deal , etc). Su empleo de la luz, de un dramatismo excepcional (veánse el impresionante final de McClure, o las no menos brillantes secuencias iniciales y finales), incrementa la tensión y la angustia de las situaciones narradas, circunstancia que en este filme se ve potenciada por la soberbia puesta en escena y la composición de los encuadres (me llamó la atención uno en el que están los tres secuaces de Brown, triangularmente dispuestos con una lámpara de mesa en primer término).
Los intérpretes cumplen con creces, especialmente Richard Conte, cuyo personaje es el más atractivo, y Lee Van Cleef y Earl Holliman, encarnando a ese curioso par de asesinos, también hay que reseñar el saber hacer de Donlevy (la muerte de su personaje es de lo mejor que uno ha visto nunca) y de Wilde. En cuanto al guión, estupendo en su desarrollo dramático y también por sus eficaces y ácidos diálogos, fue firmado por Philip Yordan, quien como hoy se sabe, sirvió de tapadera para muchos guionistas de la Lista Negra, por lo que la verdadera autoría del de esta película sigue siendo un misterio.
Joseph H. Lewis pertenece a ese grupo, desgraciadamente ya extinto, de cineastas que inventaban imágenes y formas de narración, que concebían la puesta en escena como la única manera de sacar adelante encargos convencionales de bajo presupuesto a los que a falta de dinero había que echarle imaginación, era la denominada serie B. Realzada por la magnífica fotografía de John Alton, en un blanco y negro de matices expresionistas, Agente especial es un thriller que goza de un amplio catálogo de ideas de puesta en escena. Lewis había sido un experto montador y eso se nota en el ritmo de su cine que no perdía el tiempo en matizaciones ni en subrayados, que si existen a veces, se dan siempre dentro del plano, en una magnífica adecuación entre propósitos, métodos de trabajo y sentido del movimiento.
El argumento firmado por el gran Philip Yordan, es aparentemente muy sencillo: el teniente de policía Leonard Diamond (Cornell Wilde), relacionado con una corista, pero enamorado de la chica de un poderoso gánster, que antes había conocido a él (ella es Jean Wallace, el villano es Richard Conte), emprende una guerra particular contra éste hurgando en su pasado delictivo para extraer la prueba concluyente de su culpabilidad asesina. El prepotente gánster, por supuesto, dispone de un trío de sicarios eficientes que encarnan secundarios de la talla de Brian Donlevy, Lee Van Cleef y Earl Holliman. Resumido de este modo, diríase que el film no debería pasar de la mediocridad. Pero como los buenos aficionados saben, una película adscrita a la serie B, planteada y resuelta en un torbellino narrativo, no se compone sólo de guión.
Joseph H. Lewis nos da una lección de cine, empezando por la concisión narrativa y terminando por el aprovechamiento de cada plano en 84 minutos, el tono realista y la atmósfera, pasando por la brillantez de los agudos diálogos, donde los personajes arrastran su amargura y frustración que la descargan en los demás, donde un simple audífono adquiere un protagonismo insospechado . Gracias a unos actores que no estrellas, adecuados al relato criminal. Una película seca, dura y cruel, a la que acompaña la música de jazz compuesta por David Raksin. Una joya para los amantes del cine negro, donde prima el talento en los detalles visuales.
El género del cine negro tiene excelentes películas porque en su realización los directores ponían todo su saber y su cuidado. Con cualquier idea podían crear una maravilla de película. En este caso presentan a Mr. Brown, un criminal mafioso y al policía Mr. Diamond con la acción ya iniciada.
(-Ah, Diamante, tiene usted un apellido muy caro, le dice Mr. Brown al policía).
Los hechos criminales por lo que es perseguido el primero son obviados, es un criminal y como hemos dicho la acción ya está iniciada y el agente especial va a por él con saña y pronto veremos que con razón.
El cine negro es negro. Punto. Pero además es que la negrura ocupa la mayor parte de la superficie de las imágenes. Es posible que lo hicieran así para destacar el rubio platino de las mujeres fatales, el brillo de las pistolas y el rostro sudoroso de los hombres. Y por supuesto dar a la violencia un aspecto más lúgubre.
Da igual, es negro y poco grisáceo, grisáceos pueden ser los personajes por interés propio para no llamar la atención. Con la oscuridad dominando, la musiquita de fondo parece más lastimera, resplandecen más las luces de la ciudad de noche y en los planos de interior nada distrae nuestra atención de la tensión entre los personajes.
Las sombras hacen que uno se concentre en los guiones y en los detalles. Detalles geniales como cuando le quitan el audífono al gangster sordo para que no oiga los tiros que va a recibir. Lewis, amablemente, brinda la posibilidad de saber como muere un mafioso sordo porque nosotros tampoco oímos los tiros.
Los reproches del policía refiriéndose a Mr. Brown hacen que Agente especial tenga uno de los guiones más logrados que podamos escuchar en una película de este género, o uno más de este valioso género. Tres ejemplos figuran en el spoiler.
Parece mentira que uno pueda enamorarse del cine negro siendo como es, tan oscuro y… mortal.
Será por eso.
The Big Combo (Agente especial), Joseph H. Lewis, 1955
Bien, no voy a emplear mucho tiempo en resaltar las virtudes de esta ejemplar muestra de serie noir a cargo del maestro Joseph H. Lewis, quizá su mejor película junto a Gun Crazy y The Undercover Man , aunque esto es mucho decir, porque su filmografía es fantástica y muy recomendable. Rozando la serie B, si no metido de lleno (se trata de una producción de Allied Artist Pictures), es un film de 1955, con muchos elementos esenciales del género y muy cercana a The Big Heat de Fritz Lang, un par de años anterior (el detective que se enfrenta solo a todopoderoso capo de la mafia, la chica del gangster que finalmente busca su propia redención, la corrupción que se apunta dentro del propio estamento policial, el trágico fin de la chica del detective….) o con elementos de Laura (si bien allí el detective estaba enamorado del cuadro, y aquí de una imagen real) y otros clásicos del género. Pero la película tiene mucha personalidad, y numerosas escenas impactantes, como la brutal tortura a la que somete Mr. Smith al Teniente Diamond con el audífono (ese sólo de batería!!) y con la ingestión de la botella de tónico capilar (anterior a la botella de whisky que le inyecta Martin Landau a Cary Grant), el asesinato silencioso (de nuevo el audífono) del personaje de Brian Donlevy o la imagen de Jean Wallace en la primera escena huyendo de la pareja de matones (de la que, sutilmente, se apunta una probable relación homosexual, por cierto), con un hermoso juego de sombras a cargo de John Alton.
Dicho lo cual, quería comentar una anécdota del rodaje, que cuenta Joseph H. Lewis en una entrevista en un libro sobre cine negro americano, editado por Robert Porfirio, en la que relata con pelos y señales (muy divertido), como Jean Wallace era la esposa en la vida real de Cornel Wilde, que protagoniza al Detective Diamond, mientras en la película interpreta a la amante del gangster, Mr. Smith (Richard Conte). Hay un par de escenas calientes , magníficamente sugeridas por Lewis, y para rodarlas se llevaron del plató a Cornel Wilde durante un día entero, con la excusa banal de buscar exteriores. La idea era filmar la escena en la que Richard Conte besa a Jean Wallace, provocando un momento extremadamente erótico, y lo hace con Richard Conte besándole el cuello por detrás, y después bajando la cabeza hasta desaparecer de la pantalla mientras la cámara va cerrando el plano y acercándose al rostro más que expresivo de ella. Mucho me temo que la consecuencia fue que Jean Wallace, en mi opinión realmente fantástica en este filme, en la práctica se retiró de los platos para toda la vida. Desconozco las razones, pero me da la impresión de que un ataque de celos de Cornel Wilde, puede haber dejado a la historia del noir y del cine en general, sin una actriz más que prometedora. Lewis tuvo que comparecer ante la comisión por esta escena, pero se sentía muy orgulloso de haberla rodado. Qué cosas.
Un teniente de la policía que no se deja amedrentar por secuaces mafiosos, aunque estén encarnados por un jovencísimo Lee Van Cleef, que como siempre es un personaje sombrío e inquietante dando vida a un matón sin escrúpulos que cumple ordenes del capo de turno el señor Brown (Richard Conte) que borda el papel de jefe serio y deseoso de acabar con todo aquel que se ponga en su camino, en este momento su miras van hacia el teniente Diamond (Cornel Wilde) que trata por toda costa impedir que cierren el caso contra Brown y utilizara todos los medios disponibles para darle caza, utilizando a la bella novia de Brown que con técnicas persuasorias lingüísticamente hablando intentará ponerlo su contra.
Actuación increíbles para un film menor, no digo menor en forma peyorativa, si no, que no tiene ni tuvo toda la repercusión que se merece este Notable film, dirigido de forma magistral por un gran Joseph H. Lewis que es el autor de una de las mejores obras del cine negro Gun Crazy (El demonio de las armas) y aquí filma magistralmente a ese elenco de actores que están muy creíbles en sus papeles, a pesar de Cornel Wilde que nunca fue uno de los grandes, pero aquí está bastante bien, de lo mejorcito de su carrera junto con El mayor espectáculo del mundo, haciendo del trapecista Sebástian y La presa desnuda.
Una de mis escenas favoritas en varias que se pueden destacar es la tortura al teniente, una forma original de sonsacar información y luego emborracharlo para que duden de él, además de la famosa muerte la mano derecha de Brown al saberse traicionado.