Adiós, muñeca
Sinopsis de la película
Adaptación de la novela homónima de Raymond Chandler publicada en 1940. Al detective Philip Marlowe (Robert Mitchum) le han encargado una difícil misión: encontrar a Velma, una bailarina de un club nocturno. Durante la investigación, Marlowe se ve obligado a adentrarse en un mundo turbio de personajes oscuros y de dudosa reputación.
Detalles de la película
- Titulo Original: Farewell, My Lovely
- Año: 1975
- Duración: 97
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Opinión de la crítica
Película
6.9
96 valoraciones en total
Film independiente, dirigido por Dick Richards. Es la tercera adaptación al cine de la novela Farewell, My Lovely (1940), de Raymond Chandler. Las anteriores fueron The Falcon Takes Over (1942) y Murder, My Sweet (1945). Se rodó en exteriores de LA y Long Beach (CA) y en estudio. Obtuvo una nominación a los Oscar (actriz reparto, Sylvia Miles) y al Edgard. Se estrenó el 8-VIII-1975.
La acción tiene lugar en LA y alrededores en los primeros años 40, con el trasfondo de la II GM. Se citan hechos como la invasión nazi de la URSS (22-VI-1941). Narra en flashback la historia de Philip Marlowe (Mitchum), detective privado, requerido por Moose Malloy (Jack OHalloran) para localizar a su antigua amante, Velma Valento, de la que no tiene noticias desde hace 6 años. Philip contacta con Tommy Ray (Walter McGinn), antiguo trompetista de la sala de fiestas donde trabajaba Velma, y con Jessie Florian (Sylvia Miles), que fue amiga y compañera de Velma. La investigación le lleva a recorrer el submundo del crimen de LA.
La película recrea el cine negro de los años 30 y 40, por el que el director siente gran admiración. Lo hace con la ayuda de una historia excelente, que desarrolla pausadamente y con delectación. Para un detective privado la localización de personas es una tarea fácil y sencilla. La búsqueda de Velma, en cambio, se complica inexplicablemente, mientras la intriga, el misterio y la tensión dramática, se elevan en un crecendo bien dosificado. Marlowe, de 90 Kg. y 1,85 m, es un perdedor caballeroso y duro, solitario y relativamente culto, que vive ajustadamente de sus ganancias escasas e irregulares. Sobre todo, es un hombre de principios, noble, sincero, leal y honrado. Destaca la soberbia interpretación de Robert Mitchum, que a los 57 años protagoniza el relato dando vida a un personaje que destila madurez, serenidad, gravedad, melancolía y sarcasmo. Son destacables la escena del burdel en la que Philip recibe tres sonoras bofetadas de una madame gorda y fuerte, la entrevista con Jessie en su casa, la huída en tropel de los clientes del prostíbulo tras oir disparos y otras. La película apuesta por los valores que encarna Philip, las amistades y matrimonios interraciales, la dignidad de las personas de color y su igualdad con las demás, y la lucha contra el crimen.
La música combina sugerentes fragmentos de percusión y saxo, jazz, melodías bailables, violines y otros, a los que añade 2 lujosas canciones de Jule Styne ( Ihe Heard That Song Before y Sunday ). La fotografía, de John A. Alonzo ( Chinatown , 1974), recrea con maestría los ambientes lúgubres, sórdidos y opresivos del cine negro de época. El guión cuenta una historia absorbente que incluye los tópicos del género (mujer fatal, numerosos personajes, muchos muertos, etc.) y puntea la obra de sobria comicidad. La dirección elabora el film con mimo y convicción.
Interesantísima película, de buena música, gran fotografía y magníficas interpretaciones.
Todo en esta película parece impostado: la voz en off, los diálogos, las interpretaciones ajustadas al patrón que todos conocemos, las soluciones de última hora, la ironía y la decepción… Incluso Lauren Rampling, perdón… Charlotte Bacall… digoooo… Lo que sea.
Pero todo suena a gastado, sin una capacidad de recuperación y homenaje tan precisa como, por ejemplo, Chinatown.
La realización incluso no es gran cosa: funcional a ratos, debilucha otras. Siempre barata.
Y por eso me gusta. Como se ha dicho antes, Chandler y su saborcillo de novela barata (a un usuario anterior le debemos esta definición). Pues nada mejor que este tono de película de rebajas, corta de recursos e incluso de talento. Nada mejor que esta fotografía en penumbra, con movimientos de cámara casi de saldo. Tópica hasta la náusea (el cine negro debe ser así)… Pero llena de encanto.
De barato, sutil y negro encanto.
Las cucarachas, como todo el mundo sabe, nacen, crecen, se reproducen, mueren y desaparecen. Si algo nos ha enseñado la novela negra clásica es que los hombres no somos, en el fondo, muy distintos de las cucarachas: nacemos y crecemos, vienen a decir Hammett, Chandler, McDonald y compañía, y todo va como una seda hasta que una mujer se cruza en nuestro camino y por su culpa y por cualquier estúpido o sórdido motivo morimos (y otros con nosotros) y, finalmente, desaparecemos, sin dejar otro rastro, a lo sumo, que viuda y huérfanos y facturas por pagar. Nadie va a sentir que le falta el suelo bajo sus pies, dice Philip Marlowe en El largo adiós, si a mí me matan en un oscuro callejón una de estas noches.
Si tuviéramos que juzgar Adiós, muñeca por sus valores puramente cinematográficos, poco podríamos decir acerca de ella. Se trata de un aplicado pero más bien insípido collagede lugares comunes del género negro cuya chata resolución formal se parece más a la de un telefilm de cierta calidad que a la de una peli para la gran pantalla. No faltan la voz en off del detective, ni una femme fatale angulosa y curvilínea a imagen y semejanza de Lauren Bacall, ni los nocturnos bañados en jazz, bourbon y nicotina, ni los polis ni los matones ni un villano engominado y con bigotito clavado a Brian Donlevy, pero el conjunto da la impresión de estar descosido y, a pesar de que la historia no está mal narrada y se sigue con interés, no pasa de ser un bonito homenaje a todos y cada uno de los tópicos de este tipo de relatos. La peli es, en todo caso, bastante disfrutable, y propone, además, una interesante lectura adicional del personaje central que sobrepasa con creces las limitaciones de su adocenado atrezzo.
La mayor aportación de Adiós, muñeca al mito cinematográfico del detective Philip Marlowe reside, a mi juicio, en aquello que, para muchos, supone uno de sus mayores defectos. Aquí tenemos, en efecto, a un talludito Robert Mitchum en la piel de Marlowe, y a pesar de las suspicacias que en algunos levanta su elección para ese papel, a mí no se me ocurre, una vez vista la peli, nadie mejor que él para encarnar a ese detective en pleno tránsito hacia la vejez, triste y cansado, que descubre que aunque su rostro y su cuerpo sigan teniendo el aspecto del mármol sus músculos se han reblandecido y sus reflejos están adormilados y camino de la desaparición. Una quinceañera le patea la entrepierna, una alcahueta le abofetea, le droga y se burla de él cuando la amenaza con su pistola, recibe puñetazos sin número y es noqueado varias veces de un golpe en la nuca. Para colmo, si no he contado mal, hasta siete muertes ve Marlowe en esta peli, a cual más estúpida, a cual más inútil. Se siente desplazado, fuera de un mundo que le disgusta y que empieza a prescindir de él. Súbitamente, tras tantos años en el negocio, Marlowe cree ver el auténtico rostro de la muerte y comprende. Y apaciguado, con un último gesto de dignidad, empieza a despedirse.
No puedo recordar cómo es que le tenía puesta baja nota a esta película. Está claro que a veces es necesario volver sobre los pasos para darse cuenta de la realidad. Esta película de 1975 ambientada en 1940 y no sólo ambientada en 1940, si no que parece hecha en 1940, que es lo más grande, es un muestrario fiel de lo que es la desesperanza y el sentido trágico del cine negro.
Cuando Marlowe nos cuenta lo triste que le parecería vivir al final de un largo pasillo oscuro, no se da cuenta que su oficina está en un sitio igual. Toda la película es así, oscura, violenta, un desengaño… porque la vida es una porquería. Hasta los policías son chusma.
Yo no sé cómo escribiría Chandler, creo que no llevaba cuenta de los muertos, se le iban de las manos, y lo que no encajara así se quedaba porque parece más real, las cosas no encajan, esa es la verdad, por eso de vez en cuando el hombre piensa. Aquí la gente tira de currículums para escribir, Chandler no tira más que de pistolas y golpes traicioneros y sus personajes tienen vida propia porque ni él se entera dónde se meten cuando no salen. Te lía unas que son un mundo alrededor del pobre Marlowe, el único ser honrado del universo, así que lo usa para que te aclares un poco donde pisas, alguno hablará de previsibilidad ¡cómo si una muerte violenta fuera previsible! Entonces no habría personajes, no irían a ningún sitio porque aquí moverte de un sitio a otro es jugarte el tipo.
Quiero indicar que Mitchum está mayor porque Marlowe es mayor, trabajó muchos años, al principio de policía, tuvo que seguir en el tajo porque le quedaba poca pensión. Eso la gente no lo sabe, ya les tocará si es que llegan…
Impecable dirección, el tal Richards tuvo el máximo respeto por la figura de Marlowe, no hay una sola toma que no cuide el detalle de un detective con alma (como dobla la bolsa donde trae la botella de whisky, sus cariñosas miradas al niño, los tiernos abrazos que se da con su amigo el kioskero como si estuvieran en el ring, le traía al fresco que Hitler invadiera Rusia pero no la trayectoria de DiMaggio… Hay que darse cuenta de las cosas… Porque igual también le daba igual lo que hiciera DiMaggio, al fin y al cabo el cabrón se casó con Marilyn). Creo que los minutos pasan con la ensoñación calmosa que debe exigirse a una película de cine negro.
¿Acaso se puede dirigir mejor a la gorda, su risa desdentada, el cómo espanta las moscas dando bofetadas? ¿Se puede dirigir mejor al zoquete del poli el asco que le tiene a Marlowe? ¿Se puede dirigir mejor cómo se lo monta una puta para llegar a ser una rubia de lujo? ¿Se puede dirigir mejor al mafioso del ojo pipa como controla desde su barco el comercio de la droga?
Adiós muñeca, hay que verla predispuesto, y por supuesto, con conocimiento de causa.
Correcta adaptación de la estupenda novela de Chandler, pero a semejante novela se le podría haber sacado más partido. Quizá me influye demasiado el hecho de tener aun reciente la novela, pero uno tiene la sensación de que la complejidad de la obra de Chandler ha quedado demasiado diluida en la hora y media que dura la película. Las diferencias entre la novela adaptada y la película por lo general no me suelen importar demasiado, teniendo en cuenta que son entes independientes, pero las comparaciones son inevitables. Y en este caso (como en la mayoria de las veces que se adaptan obras de una cierta entidad) la novela gana por goleada.
Al margen de las diferencias entre una y otra, la película es muy difrutable para cualquiera que le guste el cine negro. Ahí están los tópicos trillados del cine y la novela negros y que tanto echaríamos de menos si no estuvieran (cómo no habrían de estar si Hammett y Chandler los inventaron), Robert Mitchum comiéndose la pantalla como siempre y una ambientación más que decente. Pero no se puede obviar el hecho de que la trama avanza de forma un tanto confusa y a trompicones mientras el espectador ve como desfilan y mueren personajes a una velocidad pasmosa: aparte de Marlowe ningún personaje tiene un mínimo desarrollo más allá del tópico (policia honrado, policia un poco tocapelotas, femme fatale…). Tampoco podemos pasar por alto que Mitchum ya no tenía edad para interpretar a Marlowe ni para ir seduciendo jóvenes hermosas. Cuando pienso en un Marlowe cinematográfico pienso en el Bogart de El sueño eterno , no en Mitchum, lo cual no quiere decir que éste no cumpla sobradamente, pues el talento y la presencia siempre fueron intrínsecos a Mitchum: el único problema, en mi opinión, está en la edad. También se echa de menos un mayor pulso en la dirección, que no pasa de discreta. La voz en off a veces sobra, pues lo que nos cuenta ya lo estamos viendo en imágenes. Que Marlowe tenga siempre un comentario ingenioso que decir no es algo que vaya a criticar, forma parte del personaje y sin ello no sería el mismo, pero el lenguaje cinematográfico no es el mismo que el literario, y tanto empeño en soltar siempre un comentario sarcástico o ingenioso acaba por sonar un poco forzado, cosa que nunca ocurre en las novelas.
Tras la época dorada del cine negro que fueron los años 40 y 50 las obras de este género que han llegado a la altura de los clásicos se pueden contar con los dedos de una mano (literalmente, ahora mismo se me ocurren: Chinatown , Muerte entre las flores , L.A. Confidential , Camino a la perdición y para de contar). Hablo de un cine negro eminentemente clásico y americano con unos patrones determinados que entroncan con Hammett, Chandler o James M. Cain. Por eso siempre se agradece una película como esta, que aun con sus defectos, ofrece un cine de calidad dentro de un género casi olvidado.