Adam resucitado
Sinopsis de la película
Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Adam, un artista de circo, está prisionero en un campo de concentración, pero logra salvar la vida gracias a un acuerdo con los nazis: su papel consiste en entretener a los judíos antes de que entren en las cámaras de gas.
Detalles de la película
- Titulo Original: Adam Resurrected (Ein Leben für ein Leben)
- Año: 2008
- Duración: 106
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Opinión de la crítica
Película
5.2
26 valoraciones en total
Volvió Paul Schrader. Autor del ensayo ‘El estilo trascendental en el cine (Ozu, Bresson, Dreyer), guionista excepcional de ‘Taxi driver’, director de la notable ‘Affliction’, por citar las que son, para mí, sus tres grandes contribuciones al arte del pasado siglo.
Volvió y lo hizo con un personaje singular, genial y trastornado, al más puro estilo de Yukio Mishima, su Mishima. Adam comparte con el excéntrico escritor japonés una imaginación desbordante y torturada y una marcada tendencia al mesianismo desquiciado. Dos personajes mentalmente enfermos y magnéticos, abocados a la locura como escape radical de un mundo irrespirable.
‘Adam Resurrected’ tiene algo de la curiosa y fallida ‘Canino’, de Giorgos Lanthimos –aunque la película del griego es posterior a la de Schrader. También hay algo de ‘La pasajera’ (Andrzej Munk, Witold Lesiewicz) en el ambiente nocturno de los campos y en el afilado ladrido de los perros.
El Holocausto es, en esta cinta, introspectivo. Se intuye la devastación global por la devastación interior del personaje. Las localizaciones son precisas y acertadas: la casa del inicio, el cabaret, el salón del comandante Klein, el hospital. El hospital merece comentario aparte: situado en medio del desierto, con líneas claras, funcionales, todo en él parece horizontal salvo la sinuosa Gina Grey, enfermera jefe del lugar. La intensidad de la luz, dentro y fuera del manicomio, contrasta con la tiniebla del campo de concentración.
Advierto en ese manicomio cierto ambiente ‘Sílení’ (Jan Svankmajer, 2005). La atmósfera es distinta, pero los personajes centrales respectivos (el marqués de Sade y Adam) crean un vínculo especial entre médicos y enfermos. En ambas cintas intuimos una realidad deformada por la mirada del protagonista, un protagonista ambiguo, a caballo entre el genio y la locura –el tópico aparece en los dos casos.
Jeff Goldblum está espectacular en un papel, el de Adam Stein, que le viene como anillo al dedo. Un papel arriesgado, histriónico y profundo, que no carece de matices. Consigue ser creíble como perro y como mago, es atrayente, áspero y simpático, al borde de la farsa. Somatiza y se provoca enfermedades, lee el pensamiento. Pero su don no es suficiente para rescatar al mundo. El antagonista, Klein (Willem Dafoe) no es un nazi de una pieza –el nazismo es en él más una inercia que una ideología–. La base de la cinta es triangular: judío-perro-nazi. El perro es el cemento que mantiene unido el edificio.
La película, no obstante, es irregular. Alterna escenas excelentes (la visión de la chimenea crematoria, con el aullido de fondo, produce escalofríos) y escenas deslucidas (entre otras, la visita al yerno). Extrañamente, su principal defecto es de guión. Un personaje como Adam no debería perder su cualidad de enigma, pero Schrader decide tratarlo como si fuera un acertijo simple. La acción decisiva, el exorcismo, resuelve la ecuación y cierra la película. Se pierde, en cierto modo, la fascinación caótica del personaje –que ya era extraño y fascinante mucho antes de entrar en el campo de exterminio.
Volvió Schrader, sí. Con su querencia por lo insano (veo a Cronenberg en lo morboso y en las somatizaciones del protagonista). Optó por balizar el laberinto en vez de entrar en él con ansias de perderse –como lo hubiera hecho David Lynch. Volvió y nos ha dejado a medias, entre lo convincente y lo ridículo. Plantó en la zarza ardiente a un nazi. Un nazi desplazando a Dios de su elemento.
Un Dios que o bien no está presente o no se digna a contestar. Quién sabe.
[Texto publicado en cinemaadhoc.info]
Jeff Goldblum esta magistral. De hecho, suma varios enteros a la película. Y a William Dafoe le queda el papel como dedo al guante.
En cuanto a la historia, esta bien pensada pero te das cuenta que falla en algunas cosas que luego comentaré en spoilers para no fastidiar a nadie.
La historia se desarrolla en torno a dos líneas temporales: presente y pasados en forma de flashbacks en blanco y negro. A mi modo de ver, los flashbacks son mucho más interesantes, mostrando parte de la historia de los judíos durante la Segunda Guerra Mundial.
La parte del presente, en el manicomio, se queda coja debido a ciertos argumentos no muy creíbles, pero señores, ésto es cine.
Alucinógeno regreso de Paul Schrader.
Ha pasado de puntillas, y desde luego no es para menos. De hecho, yo me enteré porque mimosín la dedicó unas líneas por aquí hace un tiempo.
Y bueno, estamos ante la que es probablemente la película más anticomercial, marciana y enferma de este hombre. Dudo que jamás vuelva a descolgarse con un Hardcore, un Posibilidad de Escape o un Aflicción, a mi entender sus tres películas absolutamente imprescindibles, pero recupera la oscuridad y el desasosiego desaparecidos en mediocridades como Forever Mine o Desenfocado.
La película flirtea a veces con la tomadura de pelo, no nos engañemos, pero transmite inquietud, y tiene un extraño poder de fascinación que hace de su visionado una experiencia única. Conté con el lastre de toparme con los subtítulos más deplorables que he visto en mi vida, y no pude exprimir el limón al máximo, pero tengo ganas de revisarla como David Roach manda.
Y The Fly, lo mejor de largo de la función, cuaja una de las actuaciones más intensas de la década, todo dolor, todo desgarro.
Qué actor más sangrantemente desaprovechado, por favor.
Paul Schrader tiene una filmografía tan interesante como irregular, y Adam resucitado es una muestra más de ello, película llena de atrevimiento y búsqueda de lo trascendental que puede gustar o no, pero esquiva a toda costa el abismo de la indiferencia. El otrora guionista de Taxi Driver o Toro Salvaje (Martin Scorsese, 1976 i 1980) se pone una vez más detrás de las cámaras para dirigir un atípico drama que compagina la tragedia de los campos de concentración nazis con una historia más actual, secuelas y cicatrices de aquel episodio traumático. En él, Jeff Goldblum encarna a un director circense en la Alemania de los años cuarenta que, junto con su familia, es apresado por los nazis. Éste será, entonces, el encargado de entretener a un general nazi (Willem Dafoe) en una humillante y demencial situación de la que dependerá su vida.
Mira por el retrovisor Schrader para relatar unos hechos mil veces contados desde una óptica que de tan original es casi inverosímil, y que habla de desdicha y redención con una peculiar retórica. No caben en Adam resucitado el comportamiento racional y el pensamiento lógico, todo es desagradable, anormal y pérfido, y pretende transmitir horror con lenguaje propio obviando sus aptitudes dramáticas y relegándolas a la Historia per se, algo a lo que por desgracia, culpa de la continua reiteración, es fácil que deje frío. El director prefiere aquí inclinarse hacia lo retorcido, proyectando situaciones que extrañan más que conmueven, escudándose en la idea del trauma como algo grotesco y olivándose de traumatizar también al espectador, al que sólo así podría justificar la sarta de imágenes a menudo ridículas que expone. Hombres y niños can, fuegos fatuos, Adanes y demás simbología religiosa pretende, por otro lado, dotar de profundidad y sentido metafórico a la obra, pero no, nada de eso maquilla una película que aspira más que consigue y transmite mucho menos de lo que quisiera, sólo histrionismo y la certeza de siempre: el nazismo ha sido lo más cerca que ha estado la humanidad del infierno en la Tierra. Fuera de eso todo es más ruido que nueves y la entregada actuación de un Jeff Goldblum irreprochable.
Así es que Adam resucitado prosigue la estela de Un lugar donde quedarse (Paolo Sorrentino, 2010) –aun siendo anterior a ésta– para desmarcarse del habitual retrato del nazismo o postnazismo, tan crudo y tan racional, adentrándose en los pantanosos terrenos de lo onírico, surreal, o simplemente irreverente, y perdiéndose en ellos, atrapado e incapaz de emocionar.
[Tupeli.es]
Estamos ante una coproducción Alemania//USA/Israel, que adapta una novela de Yoram Kaniuk (no tengo el gusto), que dirige Paul Schrader y que nos cuenta la historia de un judío, payaso de circo/cabaret entre 1926 y 1961, primero como reputado maestro de ceremonias/clown en un circo/cabaret de Berlín en el que asistimos al auge del nazismo, luego su detención y deportación a un campo de concentración donde tras ser separado de su familia es obligado por el jefe del campo a comportarse como su perro (literalmente) como venganza por una broma sufrida como voluntario de entre el público por parte del payaso en los albores del movimiento nazi y luego su estancia en un centro sito en Israel especializado en tratamiento psiquiátrico para supervivientes de campos de concentración.
Jeff Goldblum en el papel del payaso y Willem Defoe en el del sádico y odioso nazi realizan un trabajo en el que se les nota a todas luces muy comprometidos (estamos hablando de dos grandes actores) y la historia así contada no se la puede negar un cierto atractivo, PERO (así en mayúsculas), para el que esto suscribe, aunque fiel seguidor y admirador de Paul Schrader y de sus, hasta ahora, inteligentes simbologismos y por mucho que he puesto de mi parte por comulgar con la historia y la manera de contármela, me es del todo imposible defenderla, por lo que para no extenderme y a falta de alguna otra reseña que me ilumine y me haga ver la enjundia e interés que pueda contener, debo de reconocer que me ha parecido un insufrible y farragoso castañazo, que además me ha dejado exhausto tratando de encontrar algún solido argumento con el que recomendar su visionado..