Acoso en la noche
Sinopsis de la película
Una fría noche el joven Robert (Vincent Carder) regresa a París en coche cuando, por el camino, se encuentra a una chica medio desnuda en la calle. La misteriosa joven, Elisabeth (Brigitte Lahaie), ha perdido la memoria y no sabe lo que ha pasado. Robert acaba por enamorarse de ella y, poco a poco, se verá sumergido en una espiral de sadismo y muerte.
Detalles de la película
- Titulo Original: La nuit des traquées
- Año: 1980
- Duración: 90
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Opinión de la crítica
Película
5
49 valoraciones en total
He aquí La nuit des traquées. Adentrémonos en sus fotogramas gélidos, en sus candorosos diálogos, en su peculiar concepción del horror, adentrémonos en su erotismo limpio, a bocajarro y porque sí, de bellas mujeres enfermas que se desnudan indolentes ante nuestros ojos como si eso fuera un lienzo de Degas. Conviene englobar esta sugerente y extraña película en ese reducto de la filmografía de su autor dedicado al cine más artístico, más personal, más arriesgado y difícil de clasificar.
No es exactamente una película de terror, aunque su trama dé bastante miedo. Tampoco es un tosco subproducto erótico, aunque en él habite cierta torpeza y considerable erotismo. ¿Qué es, pues? Una reflexión sobre la memoria, el poder, el amor y la muerte. Así, tal como suena. Trazada con cierta inteligencia, sí, pero lastrada por algunos vicios inmanentes a su director que debilitan la fuerza de su discurso y su pertinente resolución formal.
Jean Rollin dilata momentos dramáticos muy concretos, ya sea para desarrollar gratuitos episodios eróticos o para ampliar la sensación de ambigüedad, de desconcierto vital y moral de los personajes. Es una estrategia torpe, porque actúa en contra de los principios naturales que deben regir una narración: fluidez, claridad, decisión. A Rollin, probablemente de forma inconsciente, se le traba la lengua a la hora de dar forma al relato. Tampoco ayuda demasiado la escasa coherencia psicológica de sus criaturas, la amnesia no es una excusa, porque hay actitudes, de unos y otros, que no se contemplan bajo ningún estado mental concreto, que abocan lo narrado a un territorio vaciado de lógica y de sentido común.
Curiosamente, todo esto tampoco importa demasiado. La textura irreal de la película, la forma lacónica en que se interroga sobre la necesidad de poseer un pasado para poder vivir un futuro, es finalmente lo que concentra el interés del espectador y del propio Rollin, ajeno a cualquier sutileza pero sabiendo que el material que se trae entre manos es rico, complejo y muy proclive a una determinada visión pesimista del ser humano que se muere por explorar. Y nosotros con él.
(continúa en el spoiler por falta de espacio)
Soy cinéfilo y escritor de novelas, las cuales muestran una cierta influencia cinematográfica. Filmaffinitty es un punto de referencia para todo aficionado al cine, que desea saber si una película merece o no la pena, a pesar de que opiniones las hay como estrellas en el firmamento. De buena a mala, o simplemente pasable, la película que nos ocupa merece el calificativo de: FLOJA.
El tiempo no perdona. Y no ha pasado en balde para Acoso en la noche , una mezcolanza sin ninguna simbiosis ni provecho alguno. Este cruce entre el thriller, el cine erótico y el Fantástico, al parecer deviene en alucinógena catarsis para algunos. Será porque sus excesos visuales abrazan a su ritmo pausado con especial deleite, recreándose en planos sostenidos, sobre todo cuando se trata de una escena erótica. Aquí la cámara, o el ojo de Jean Rollin, se transforman en éxtasis voyeurista. El cine, ante todo, debería distraer, y no necesitar de un manual para desentrañar las claves ocultas de un cineasta que parece querer jugar con el espectador. Al igual que Tolkien, siempre he detestado las alegorías y algunas metáforas hechas imagen. No creo que eso deba ser la función del cine, aunque sí lo ha sido de una serie de intelectuales con ínfulas y una inmanencia en cuanto a sobresalir. Si esto es cine con pretensiones de inteligencia, prefiero aburrirme contando las margaritas de mi jardín.
A Jean Rollin no bastó con ignorarle de forma sistemática en vida, no, además hubo que extender el pensamiento de que su cine era euro-trash (dicho esto con intención totalmente peyorativa), de clara vocación marginal y bastante prescindible. Una opinión consensuada por una serie de críticos si no invidentes al menos con unas taras y mermas cognitivas bastante acusadas. Además de trazar siempre con el francés una equivalencia uno a uno perfecta con su homólogo Jesús Franco –de nuevo con intenciones de minusvalorar a ambos-, algo totalmente incorrecto (el primer material oficial de ambos data del mismo año, sus carreras confluirían en un par de ocasiones y cada uno a su manera resulta modernísimo aún para los parámetros que manejamos en la actualidad para cuantificar esta cualidad en el cine, pero hasta ahí llega el paralelismo) y fácil aunque bien extenso de refutar, se le niega su cetro de rey del fantástico de autor europeo, algo que sólo podría discutirle alguien con quien guarda varios puntos en común, el enorme Lucio Fulci: incomprendidos ambos, el destino de los personajes de sus ficciones siempre está determinado por la fatalidad, mientras que sus filmes parecen buscar adrede tramos de sopor casi surreal que amodorren al espectador para que cause mayor impacto la secuencia con la que rompen esa duermevela. Fulci lo hace a lo bruto y grotesco, agrediendo al ojo, mientras que Rollin a lo sugestivo y bello, ya sea por la composición del plano o cualquier otro detalle. De él se ha dicho que no sabe filmar, siendo en realidad que desde adolescente se codeaba con Claude Lelouch, dejó inacabado un poema visual con Marguerite Duras y que ahí queda su extensa filmografía para quien quiera desmontar este bocachanclismo lo haga: desde su clásica trilogía primeriza de vampiras (donde se mezclaba el criterio visual de Jean Cocteau con el atrevimiento de las vanguardias checas) a cualquiera de sus películas porno bajo seudónimo lo de Rollin es un espectáculo, si bien a su manera, con esa cadencia (cuasi exasperante de lenta en ocasiones, eso si que lo admitimos) actuando de motor de los hechos. Un tío que además siempre prefirió que el cine fuese cine y se supeditase cuanto menos mejor a otras artes, dando prioridad a los simbolismos y cualquier otro elemento no dialogado en pos de que fuese la imagen quien hablase, un hombre que cada vez que insertaba trasfondo político de lucha de clases en sus historias fantásticas causaba risas en la Francia post Mayo del sesenta y ocho pero que ahora, décadas después, ha demostrado ser mucho menos demagógico que muchos coetáneos suyos, un titán que cogió El Ángel Exterminador de Buñuel y lo convirtió en un remake facturado por Beckett en La Rosa De Hierro, un genio, en definitiva, que ya desde su precoz Les Amours Jaunes hiciera uso de la playa de Dieppe para volver después una y otra vez a ella a lo largo de casi todos sus films a regir el destino de sus personajes.
Encuadrada en plena época de thriller con carga sexual Acoso en la noche no sigue los derroteros del giallo italiano, sino que tira más bien por donde su patriota Francis Leroi haría tres años después con Piezas Asesinas y previa saga Emmanuelle, aquí con la bella Brigitte Lahaie, destetada y desatada como loca trepanada. La peli tiene una carga poética bastante interesante e incluso imágenes y escenas logradas como ese final sobre las vías del tren, pero desgraciadamente el tiempo no ha pasado en balde por ella y a día de hoy resulta apolillada y provoca incluso la carcajada.
Hospital especializado en la regresión mental mal entendida, escenas guarrunas sobre la alfombra, desquiciadas exageradas como en una tragedia griega y pena, mucha pena.
La banda sonora es impecable y la pieza inicial de Gary Sandeur una absoluta maravilla.