Acosados
Sinopsis de la película
Chuck Scoutt (Robert Cummings) es un veterano de guerra sin empleo. Un día encuentra un billetero perdido y decide ir a buscar a su propietario, quien resulta ser un gángster llamado Eddie Roman (Steve Cochran). Eddie, agradecido, decide contratar a Chuck como chófer, quien se adentra en el peligroso mundo del hampa. Cumpliendo con su nuevo trabajo, Chuck conocerá poco a poco a Lorna (Michèle Morgan), la mujer de Eddie, hasta llegar a enamorarse. Al descubrir que Lorna es una prisionera de Eddie y que este le ha privado de libertad decide ayudarla, buscando en vano una salida por oscuras calles y poniendo en peligro su propia vida.
Detalles de la película
- Titulo Original: The Chase
- Año: 1946
- Duración: 86
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Opinión de la crítica
6.1
34 valoraciones en total
Arthur Ripley fue un director de 5 películas, una de ellas, Camino de odio, producida, interpretada y guionada por Robert Mitchum, de quien se dice, al parecer que también metió mano en la dirección. La película de Mitchum tiene mejores intenciones que realidades, aunque, como extrañeza, tiene su interés, sin llegar, por supuesto al enorme de la de Charles Laughton, La noche del cazador, también protagonizada por Mitchum, por cierto, tres años antes. Ripley fue lo que solemos llamar un artesano del cine, ese adjetivo que pone de relieve la maestría técnica aliada a una relativa originalidad que nunca llega a cuajar como maestría y que, sin embargo, cuando los elementos se conjuran casi por arte de birlibirloque, lo que sale es una narración que se convierte en una obra de envergadura. Eso es lo que ocurre con Acosados, una película de cine negro que se beneficia de la historia, del director de fotografía, de los actores y de una dirección que sabe en todo momento ponerse al servicio de una historia que confunde al espectador y le obliga a reconsiderar todo lo visto, con un espectacular giro de guion propio de quien firmó la novela en que se basaba: The Black Path of Fear, de William Irish, un prolífico escritor del género criminal en algunas de cuyas obras se han basado películas tan notables en la historia del cine como La ventana indiscreta, una obra maestra de Hitchcock, La novia vestía de negro, de Truffaut o El hombre leopardo, de Jacques Tourneur, entre otras. La trama, perfectamente urdida, incluye un cambio de registro que acerca la película al género gótico, y dispénseseme de añadir más para no fastidiarles a los posibles espectadores, cuyo número deseo que sea grande, porque la película los merece, la sorpresa de ese cambio. En cualquier caso, los actores, sobre todo Michele Morgan, muy puesta en su papel de sufrida vampiresa, sabe estar a la altura de lo que se espera de su singular belleza, pero, junto a la experiencia en papeles de malvado de Peter Lorre, tdo un clásico, cabe destacar la interpretación de un secundario como Steve Cochran que, sin embargo, fue protagonista exacto y lleno de verdad en El grito, de Antonioni. Por si faltara la guinda para comprobar que la conjura afectó a la película de Ripley a todos los niveles, solo hemos de recordar que el director de fotografía, Franz Planer, quien firma, y con eso está todo dicho sobre su innegable calidad, Carta de una desconocida, de Max Ophüls.
Con tanto dato de la conjuración, lo que quiero indicar a los posibles lectores de estas líneas es que un juicio crítico favorable, como el que me suscitó el visionado de esta película perdida en la noche de los tiempos del cine, un título absolutamente olvidado, tiene un valor que se acaba encontrando a poco que se investigue de quiénes es obra. Reunir tanto talento no siempre significa un éxito seguro, pero se da el caso, en Acosados, de que así ha sido, y quienes la vean espero que me den la razón, o la parte de ella que me asiste.
El cine negro nace de la confluencia de múltiples factores: expresionismo alemán, realismo poético francés, novelas ‘hard-boiled’, depresión de entreguerras, amenaza latente de los grandes totalitarismos, cinismo existencial. Es, más que un género, un estado del alma.
Cornell Woolrich (William Irish) es uno de sus máximos exponentes literarios. Algunas de sus obras fueron adaptadas por autores de la talla de Alfred Hitchcock, Jacques Tourneur, François Truffaut o Robert Siodmak. En la obra que nos ocupa, hace gala de su habilidad para crear atmósferas y llevarnos, de la mano, al territorio del sueño o inconsciente.
No hay vehículo mejor para adentrase en esa orografía que el cinematógrafo.
Arthur Ripley no es uno de los grandes, pero sabe utilizar el material de Woolrich y trasladar su lirismo romántico y sombrío a la pantalla. Cualquier atisbo de verosimilitud queda descartado. Las coincidencias y giros se suceden delante de nosotros como en una turbia pesadilla. Y, sin embargo, aceptamos el curso de los acontecimientos como quien acepta la voz ineludible del destino.
La geometría del guión es excelente. Dos veces el tren, dos veces el coche de caballos en La Habana, quizás dos veces un intento de suicidio… Steve Cochran y Peter Lorre componen una pareja de villanos memorable: crueles, descreídos, muy por encima del desempeño soso de los dos protagonistas, en especial Robert Cummings, cuya gestualidad carece del empaque necesario.
¿Qué se siente al cortar el pelo a un hombre?, pregunta Eddie a la estilista. Y nos viene a la cabeza la historia de Sansón. Job es el mayordomo de la casa. ¿Joe? No, Job, como en la Biblia.
La violencia queda, por lo general, fuera de cuadro. No tengo dudas de que Ripley conocía los aciertos de Tourneur. La escena del perro en la bodega es magistral, igual que la pelea que oímos al otro lado de la puerta. El plano del mar y el oleaje, el claroscuro y el uso de las grúas… La música, el piano.
Esperamos ansiosos el momento. Soñamos tenuemente. Al despertar, recorremos el espacio real de nuestra pesadilla. Deberíamos sentirnos aliviados. Pero el cine, el cine sólo, a diferencia de los textos literarios, nos atrapa en esa red en que se funden ficción y realidad. Porque las palabras imponen una cierta distancia al lector. El mundo que se lee no es un mundo que se ve.
Y el cine, fatalmente, se inscribe en la retina.
Me gustan las películas raras. Y The Chase es rara de cojones. Si no fuera por la inmunda copia que ha llegado a nuestras manos, puede que hasta le aumentara un poco la nota. Pero es que a ratos no veía nada, y no es porque transcurra casi toda de noche. Hay que tener cara para vender copias así. Pero vamos a lo nuestro: es una novela de Cornell Woolrich, un señor llamado también William Irish al que el cine ha adaptado bastante, especialista en misterios y giros imprevistos varios. Como aquí. Parte de la acción tiene lugar en Cuba, una Cuba ignota llena de rincones peligrosos. Y hay un reparto de campanillas. Obviemos al soso Cummings. Vayamos a por lo bueno. Steve Cochran: qué moderno era este tipo. ¿No veis que se parece un montón a Mel Gibson? ¡Y era mucho mejor actor! No en vano Antonioni se fijó en él para El grito. Lástima de infarto que se lo llevó cuando aún nos tenía tanto que dar. Peter Lorre: ¿qué puedo decir del bueno de Peter? Simplemente, le amo. Cuando sé que sale en una película ya empiezo a dar saltitos de impaciencia. Porque intuyo que me deparará una buena dosis de perversión, maldad y sadismo. Y dicen que era más bueno que el pan, pero no sé yo, no sé… Michèle Morgan: a mí esta chica nunca me hizo tilín, pero aquí está hasta sexy, qué demonios, cuando mira al soso como si se lo fuera a comer a bocados lentos y húmedos. Y eso que no ves un pijo, mierda de copia. De repente la trama da ese giro que esperabas de Woolrich y te pilla con el paso cambiado. Y entonces se repite el truco del coche del malo (no vamos a revelarlo), y nuestros héroes son libres para consumar su amor hasta el fin de los tiempos… de su deseo, claro. Lo dicho: una rareza. A degustar sin manías.
Buena película de ambientación noir que nos asusta en alguna escena y nos desorienta y confunde en alguna otra. Me gusta cuando la cámara se recrea en el rostro de Michele Morgan, evidentemente, y no me gusta cuando Cummings trata de ser sencillo o auténtico en la interpretación, por que no lo parece. El malo es muy perverso, y el secretario del malo, recuerda que ha tenido mejores épocas. En general resultona, entretenida y consigue mantenerte en vilo con algún recurso inesperado.
Podía haber sido mucho más grande. Quizá, nunca lo pretendió.