Abismos
Sinopsis de la película
Inglaterra, principios del siglo XX. Ivy Lexton (Joan Fontaine) es una pérfida mujer que no duda en utilizar todos sus recursos para escalar en la alta sociedad, llegando incluso al asesinato para conseguirlo. Adaptación de una novela de Marie Belloc Lowndes. El final moralizante de la película fue impuesto por la censura.
Detalles de la película
- Titulo Original: Ivy
- Año: 1947
- Duración: 99
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Opinión de la crítica
Película
6.8
38 valoraciones en total
Un papel muy a propósito por su físico y sus gestos para Joan Fontaine, el de una mujer egoísta que quiere aprovechar sus oportunidades para vivir a lo grande. Ha aparecido Herbert Marshall, un actor de maneras suaves y lento caminar (tenía una pata de palo), también con un papel a su medida, el de galán millonario que se convertirá en el siguiente objetivo de la ambiciosa y hermosa Ivy Lexton.
Abismos hace referencia al inmenso vértigo que un día uno puede sentir cuando el miedo le atenace por las terribles consecuencias de su maldad. La maldad se vuelve contra sí mismo. La película propone un juego psicológico y de manipulación con todos los ingredientes: vestuario clavado, ambiente clásico de novela de la época victoriana, y un guiño a Laura (1944) con el reloj de pie. La aparición de personajes es fabulosa notándose los adecuados diálogos y el excelente clima según las situaciones. Inevitable e inmejorable la aparición del inspector de Scotland Yard, Mr Orpington, interpretado por el actor de Academia, Cedric Hardwicke, haciendo de ladino policía de marcadas ojeras. Espectacular la secuencia en la que aparece en un callejón entre luces y sombras, a blanco y negro, que parece la viñeta de un comic de categoría. Una película muy recomendable por sus actuaciones y medida trama.
El vaivén azaroso de una historia galante introduce la trama por el camino de un romance cuyos perfiles cautivan al espectador.
J. Fontaine une sus cualidades para la seducción a unas dotes excepcionales para la interpretación y de ese modo convierte su papel en un ejemplo de actuación frente a las cámaras.
S. Wood se recrea en el juego de las ocultaciones y resulta casi imposible no dejarse engatusar por sus escenas evanescentes, por su fotografía delicada y por el fulgor de las luces que matizan el blanco y negro como una provocación.
Todo posee el sello de la insinuación: las tramas que se entrecruzan, las miradas arteras, el complot de un guión cuidado hasta los mínimos detalles y la hábil mano del director que maneja como pocos los hilos de una escuela cinematográfica de altura.
Para que nadie escape a su fascinación.