2046
Sinopsis de la película
Un escritor que creía escribir sobre el futuro, en realidad estaba escribiendo sobre el pasado. En su novela, un misterioso tren salía de cuando en cuando con dirección al año 2046. Todos los que subían a él lo hacían con el mismo propósito: recobrar los recuerdos perdidos. Se decía que en 2046 nada cambiaba. Nadie sabía a ciencia cierta si eso era verdad, porque ninguno de los que viajaron regresó jamás. Con una excepción. Él estuvo allí. Se marchó voluntariamente. Quería cambiar.
Reestreno en cines España: 5 de febrero 2021.
Detalles de la película
- Titulo Original: 2046
- Año: 2004
- Duración: 120
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Opinión de la crítica
7.1
88 valoraciones en total
Hay recuerdos que jamás se pueden olvidar. Recuerdos que, con punzantes agujas, graban un tatuaje indeleble en los estratos más profundos de la memoria. Que dirigen nuestros pasos inciertos. Cuando poseemos esos recuerdos de los que tratamos de huir, nos engañamos con la ilusión de que avanzamos hacia el futuro, cuando en realidad nunca dejamos de avanzar hacia el pasado. De regresar a aquello que podía haber sido y nunca fue.
Nada marca tanto en esta vida como ese Gran Amor perdido. Nada tatúa en el alma un dibujo más bello ni más triste. Y ese dibujo persigue siempre, sin tregua, mostrándose a nuestro corazón como el Único y Absoluto. Insustituible.
Cuando el Gran Amor se te ha escurrido de las manos y no te queda de él más que esa sublime filigrana incrustada en el corazón, grabada dolorosamente a punzadas con tu propia sangre en un diseño irrepetible, sabes que, hagas lo que hagas el resto de tu vida, el dibujo no se borrará ni podrás cambiarlo por otro. Ni podrás recuperar lo perdido. Jamás.
El protagonista de este delicioso drama sensual de melancolía y de pérdida lleva el más hermoso tatuaje en el corazón, que es todo lo que le queda de su Gran Amor. El viaje hacia el resto de su vida es semejante al del tren de su novela titulada 2046 . Un viaje perpetuo hacia el lugar donde nada cambia, donde los recuerdos permanecen intactos. Es caminar por el vacío con resignación, sin expectativas, con serena elegancia, permitiendo pasar una jornada tras otra sabiendo que no hay nada que esperar, que el dibujo nunca se borrará y que ningún otro vendrá a reemplazarlo, ni siquiera a desplazarlo ni un milímetro. El corazón permanecerá intocable, mientras el cuerpo se consume en la vana ilusión de otros cuerpos, otros abrazos que mitiguen el dolor del vacío. Compañía para matar esa soledad que ahoga. Corazones rotos, esperanzas vanas. Porque él no puede amar a otra que no sea Ella.
Él no engaña a nadie. Es un alma en pena, solitaria hasta el dolor, que viaja en un tren sin retorno que constantemente vuelve hacia atrás, hacia el punto de partida.
Otras mujeres, todas bellas, ensalzadas por la majestuosa lírica de la imagen que cobra entidad. Todas ellas hermosas en medio de unos ambientes cerrados, oscuros. Siempre la penumbra, siempre las idas y venidas por pasillos estrechos, habitaciones pequeñas, calles vulgares iluminadas pobremente. Metáfora de una existencia gris pero de apariencia exuberante, condenada al desamor.
Y la música. La casta diva. Nat King Cole. Melancolía suprema y eterna, nostalgia incurable.
Impecable poesía repleta de una sensualidad desbordante, de puros sentimientos contenidos, de desencuentro, desengaño, heridas infligidas que no se cierran…
Un viaje a ninguna parte. Al mismo sitio. Al punto de partida. Sin llegar nunca. Regresar a la nada.
Hong Kong, 1960
Chow –Tony Leung- huye de su pasado y decide empezar de nuevo en otra ciudad como columnista mal pagado en una publicación de cuestionable honorabilidad. A medida que su profesión le va otorgando cierta distinción, su vida va siendo una constante de fiestas y amantes de una sola noche.
Entre tanto, Chow comienza a escribir una nueva novela original alejada de las vertientes propiciadas por su trabajo. Una novela de ciencia-ficción titulada 2046.
A modo de autobiografía novelada Chow irá recogiendo sus experiencias, cuyas relaciones íntimas le serán de gran inspiración para su libro, el cual también le servirá como ejercicio de autorreflexión sobre el curso tomado por las circunstancias pasadas y las determinaciones que tomará para elegir la dirección y el sentido del tren de su vida en el futuro.
2046 es un ejercicio de recapitulación de la obra de su autor, mucho más arriesgado y más cercano al ensayo que su inmediatamente predecesora In the mood for love. Posiblemente uno de los aspectos más conflictivos que suscitará la animadversión hacia el film, es alejamiento desmesurado de las estructuras clásicas de tres actos: No hablamos ya de los saltos hacia atrás y el desorden de las secuencias en el tiempo -aspecto totalmente justificado en el caso de 2046, pues los recuerdos también permanecen desordenados en nuestra memoria y surgen de manera espontánea y aleatoria según qué estímulo o reencuentro-, sino de la construcción de los bloques que componen el film, dilatados en su minutaje o comprimidos, con secuencias recortadas por títulos incesantes, casi impertinentes.
El personaje interpretado por Tony Leung, que tampoco dejará indiferente a nadie, suscitará las peores apreciaciones y críticas, sobretodo del público femenino: un engreído playboy que parece tratar a las mujeres como mercancía para su disfrute. Sin alejarse de esta consideración -ciertamente, se trata de un canalla- Chow es perfectamente consciente y sobretodo consecuente con su forma de actuar: Así, ni se justifica ni se disculpa su comportamiento. Su forma de ser es consecuencia directa de su pasado. Simplemente, Chow ha renunciado al amor, si esto lo entendemos como dedicar exclusivamente el tiempo alguien a quien se ama, de manera desinteresada.
Esta es la reflexión sobre la que girará el mundo de Chow a lo largo de la película, sobre las mujeres que aparecen en su vida recogidas en su libro futurista 2046, que no es otra cosa sino una recapitulación de su pasado y una búsqueda de la identidad personal.
Los que van a 2046 van huyendo de su pasado a un futuro donde no hay dolor pues no hay secretos ya que nada cambia. Chow quiere cambiar e inicia el viaje en el tren hacia 2046 para recuperar la memoria perdida, pero, ¿logrará volver si nadie lo ha conseguido hasta ahora?
Ponyboy
Todo spoiler. Soy incapaz de distinguir los detalles de la trama del conjunto de la película. De hecho, no sé si esto va en serio o se intentan quedar con el personal.
No obstante, se trata de una obra maestra absoluta de la historia del cine. Tiene todos los premios del mundo y la admiración de los iluminados de turno. Sólo digna de paladares exquisitos y mentes superiores. Eso no se puede discutir. Absténganse débiles mentales (99’98% del público). Sayonara, baby.
Wong Kar Wai lleva a cabo un experimento: diseccionar la naturaleza romántica.
Las imágenes creadas por Wong Kar Wai experimentan sigilo desde su composición a su degustación. De los pocos autores imprescindibles del momento, sus películas no se parecen en nada a las demás. Historias de amor, redención y perdición aderezadas por una puesta en escena repleta de inteligencia, buen gusto y sensibilidad. Su fantasía visual rescata la exquisitez del encuadre y el fuera de campo, la secuencia dentro del plano, la desnuda elocuencia de los relatos cruzados, y los fogonazos nostálgicos de color, música, silencio y claroscuro inmersos en tiempos imposibles y espacios intangibles.
2046 puede ser entendida como una continuación de su anterior film, la excepcional In the mood for love, ya que ambas fueron rodadas en paralelo. En esta ocasión, el Sr. Chow abandona la timidez y el recato en pos de un cinismo que esconde las terribles heridas emocionales de su pasado. Jugador y bebedor, renuncia al compromiso, pues ha decidido no volver a sufrir, y sustituye los relatos de artes marciales por los de sexo. A través de la búsqueda infructuosa de una mujer que reemplace los recuerdos del amor de su vida, Chow hallará a Su Li en el cuerpo de Bai Ling, una joven impulsiva que se enamora irremediablemente de él, en la mente de Wang Ping Wen, la sensible hija del dueño del hotel, y escritora aficionada, a la que Chow ayuda en su relación con un novio japonés que cuenta con la oposición del padre, y en el nombre de otra Su Li Zhen, tahúr profesional apodada la araña negra.
A pesar de su aparente complejidad conceptual y el sucedáneo de relato de ciencia-ficción que lo envuelve, Kar Wai muestra un absoluto dominio del lenguaje cinematográfico y realiza un monumental experimento al retratar el desamor y la imposibilidad de escapar al destino o la fatalidad. Fotografía, actores, vestuario y música (Umebayashi, Preisner, Delerue, Raben, Nat King Cole, Xavier Cugat, Dean Martin, Bellini…) apuntalan un universo magnético de promesas incumplidas, vidas destrozadas, y amores idealizados e imposibles.
El único tiempo que merece la pena vivir es el presente, los recuerdos de amores no correspondidos u oportunidades perdidas son una eterna frustración del deseo, y la memoria es la única depositaria del sentimiento irrepetible (el secreto se susurra en el agujero de un árbol para ser enterrado bajo el barro). La androide más humana vista en una pantalla desde Blade Runner acompaña a los protagonistas, que viajan sin retorno, a bordo de un tren ultramoderno, hacia 2046, el número de una habitación de hotel, o un tiempo que promete haber conservado intacta la memoria. Y es que, quien llega a amar de verdad, queda marcado por esa experiencia para el resto de su vida.
En un alarde de ingenio arrollador, el bueno de Wong Kar-Wai nos regala una cinta digna de
ser su obra mas recordada.
Un film como 2046 , con finura, elegancia y distinción, a la vanguardia del cine asiático, que
no hace mas que mostrarnos el auge de un director que cada año que pasa nos regala
auténticas joyas rellenas de poesía.
Punto y mención aparte merece la cuidada puesta en escena y el exquisito apartado visual,
uno no puede sino caer rendido ante la sensualidad onírica, que nunca aburre, no como el
tarugo ese de Lynch o Miike (por hablar de algún oriental) que te rallan y te dejan un rato
aturdido, antes de dormirte.
Mil veces vería yo esta cinta, de hecho, la veo siempre que tengo oportunidad, y aunque por
increíble que parezca, ¡nunca me canso!, por si eso fuera poco, como cualquier grandísimo
espectáculo audiovisual, digno de un genio, a la altura de los más grandes, Wong Kar-Wai
recurre al nada despreciable método del dominio conceptual del espacio-tiempo, con dosis
de sensibilidad y lirismos que va mas allá de lo que el ojo humano puede ver, convirtiendo
a 2046 en la obra absoluta e imprescindible de todos los tiempos.