1980
Sinopsis de la película
Documental que narra los atentados terroristas perpetrados por la ETA en 1980 a través de los recuerdos y las opiniones de varios periodistas, un pensador, una víctima y un policía. En 1980, el año más sangriento de la organización criminal, hubo casi cien asesinatos, cientos de explosiones, decenas de secuestros y atentados fallidos e innumerables actos terroristas de diversa índole.
Detalles de la película
- Titulo Original: 1980
- Año: 2013
- Duración: 102
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Opinión de la crítica
Película
7
72 valoraciones en total
En los inicios de Patria, la novela de Fernando Aramburu, dicen que a uno de sus personajes, Taxo, tras asesinarlo ETA, lo habían enterrado en San Sebastián, y no en su pueblo, a pesar de que en él tenían el panteón familiar, porque si lo enterraban en el pueblo atacarían la tumba.
Y sigue:
Bittori, en el cementerio, durante la ceremonia del sepelio, le susurró a Xabier una cosa que este nunca ha olvidado. ¿Qué cosa? Pues que le parecía que, más que enterrar al Taxo, lo estaban escondiendo. (Pág. 32)
—
El documental es doloroso y muestra sin lugar a dudas que mientras la sociedad vasca en general no asimile su culpa y el mundo abertzale, en particular, no asuma y reconozca su responsabilidad sin paliativos, ambages, equidistancias ni homenajes a los asesinos, esa sociedad seguirá enferma y la herida no cerrará hasta que, como también dijo uno de los personajes de Aramburu, Es la ley de la vida. Al final siempre gana el olvido.
Tenía razón el sabio alemán: el tiempo es relativo. No hace mucho tiempo del año descrito en 1980. Sin embargo, parece que media no sólo una eternidad, sino una enorme distancia física, como si describieran las calles de otro país. Me cuesta reconocer en este documental las calles del País Vasco, pareciera que pertenecen a un universo paralelo de Historia distinta. Pero esas calles son las mismas que caminamos hoy, aunque ya no existan algunos de sus edificios. Son las mismas plazas, rotondas, caminos, campas y montes. Y no hace mucho de ellas como las describe el filme. Tan sólo 35 años. Una persona de 35 años es juvenilmente madura, o maduramente joven.
1980 nos descubre una historia casi increíble: durante aquel año, la banda terrorista ETA ejerció tanta violencia, de manera tan inserta e incardinada en la sociedad, de la que se desprendía, que casi estuvo a punto de subvertir el orden social, de convertir el País Vasco en el escenario de una guerra o guerrilla formal. Los muertos se sucedían, como en el México de hoy o en la Colombia de los años 80. ¿Exagero? No para un territorio tan pequeño, en el que el terrorismo no fue desacreditado a tiempo por una sociedad que mientras ETA mataba sumariamente se emocionaba con la épica de La Fuga de Segovia. Así fue: la sociedad vasca también es responsable, y por poco no la cagó definitivamente. Faltaban años para que un tímido movimiento ciudadano se opusiera a la violencia terrorista. Euskadi era un páramo ético.
Nos resulta difícil de creer esta realidad, la hemos olvidado, la hemos querido olvidar, hemos necesitado olvidarla. El humor de Vaya Semanita fue un lenitivo mental que nos purgó de ese lastre mental. Como si se hubiera abierto una presa, una enorme carga de agua se vació de la mente colectiva en Euskadi. Tras el fin de ETA, de un día para otro, una eternidad relativa medió entre aquella noche y la siguiente mañana. Pero las víctimas siguen ahí, siguen ahí los muertos. Y no hace tanto tiempo de ello.
Algunos querrían que la historia real, que ese País Vasco de atentados y asesinatos continuos, que demasiados aplaudieron, muchos relativizaron y casi todos ignoramos, fuera oculta. Si no, ¿cómo podríamos haber vivido en una sociedad así sin volvernos locos? Alex de la Iglesia, en su novela Payasos en la Lavadora, describe la escena de unos niños que saltan por encima de un charco de sangre de un asesinado para entrar en una tienda de golosinas. En ese entorno nos criamos los niños que nacimos en los 70 y 80. Nos ha marcado, de alguno u otro modo.
Por eso, para evitar esa desmemoria involuntaria (la de quienes quieren seguir con su vida y respiran aliviados por vivir en un país un poco más normal) y esa desmemoria voluntaria (la de quienes quieren esconder, manipular o tapar lo ocurrido) 1980 y los demás documentales de Iñaki Arteta son tan necesarios. Me parecen un milagro… muy trabajado. Son un milagro porque es milagroso que un autor pueda tener esta línea en una sociedad determinada a pasar página o a escribir en ella una mentira.
Y por ello también es tan necesario que 1980 sea mimada por las autoridades, emitida por las TVs públicas, premiada en los Goya y cuantos premios existan, tomada como referencia imprescindible de lo sucedido. Para que no se olvide. Para que no olvidemos.
Por favor, cuidemos a Iñaki Arteta y su obra. Es una flor en el desierto.
Descorazonador documental sobre una sociedad, la vasca, enferma y sin ningún viso de curación.
Se da voz a las víctimas para que expresen su dolor y su abandono por parte de todo el mundo: gobierno, amigos , conocidos y extraños. Demoledores testimonios.
Visualmente desgarradora, con las imágenes de los atentados que nada tienen que ver con la violencia de las películas, sino que son sórdidas, sucias, aterradoras…. REALES.
¿Cómo puede ser que estos individuos gobiernen actualmente en muchas partes del País Vasco?
¿Qué clase de sociedad hemos construido, que somos capaces de mirar hacia otro lado y permitir que se olvide lo que han hecho?
El horror. 200 atentados y 100 asesinatos.
Nuestra sacrosanta Democracia nació manchada de sangre. Pasado reciente y nefando de una negrura abismal, muy cutre y muy feo, muy mediocre y muy miserable.
Se puede ver desde diferentes puntos de vista. Asunto complejo y con muchas aristas:
– Como una especie de monstruoso rito sacrificial. La Democracia, en pañales, sería un Dios caprichoso que pide sangre, sacrificios humanos horripilantes y más o menos arbitrarios, constantemente para fortalecerse y crecer.
– Como un miserable conjunto de sinvergüenzas corrompidos.
– Como una obra en la que muchos participaron. Cada uno con su papel: los matarifes cobardes, las víctimas traicionadas y abandonadas, los poderes públicos ausentes y permisivos y hasta propiciadores, el país vecino facilitador, la sociedad vasca (una parte) colaboracionista, el Nacionalismo alentador y beneficiado, hipócrita y ventajista, protector, jaleador y éticamente deleznable, los partidos españoles negligentes, gravemente responsables al estar mucho más preocupados por el afianzamiento de su poder y el saqueo compulsivo antes que por cualquier mínimo anhelo de justicia y sentido, los espectadores acomodados, los indiferentes por conveniencia…
– Como una recuperación de la peor tradición española, la más reaccionaria, cazurra y cruel.
– Como una inmensa mafia. Un aberrante entramado construido para hacer fuertes a unos pocos (una parte de la sociedad vasca, sus élites económicas, sus lacayos políticos y sus mercenarios desharrapados). ETA sería la parte militar, el brazo ejecutor (apoyado por la política y la economía), necio y repugnante, de unos intereses que les exceden, el deseo de imponer un Estado (poder/fuerza) del terror, o más bien el intento de reforzar y consolidar un caciquismo provinciano expoliador, mezquino y endogámico, con un sustrato espantosamente xenófobo, básico y primario, lo de siempre, el rechazo a lo de fuera, a lo otro, a lo supuestamente diferente (en la mayoría de los casos no hay tal, muchas veces son los mismos inmigrantes o sus hijos los que actúan de la manera más repulsiva, asesina y exagerada para tratar de tapar/redimir su origen, su sangre supuestamente manchada, en el fondo nunca lo hay, son clasificaciones artificiales y manipuladas, creadas para que unos abusen de otros, patéticas excusas para justificar la ley del más fuerte, la violencia como modo de sometimiento).
– La delirante invención de una tradición y la esforzada intención de crear un futuro a modo, farsa grotesca.
– La Iglesia como activa forma de guerra, como otro modo de aunar fuerzas y sumarse a la barbarie.
– Y así hasta el infinito.
No hace mucho (aunque se hable tan poco de ello, suele ser más habitual volcar la mirada más hacia atrás, quizás porque así es más fácil crear un relato interesado que con los años ochenta, que, si se es honesto, son imposibles de asumir) había un país, el país, este país, el estado español, la roja, es decir, España, en el que a la gente se la mataba por nada (bueno, sí, había motivos , siempre los hay, siempre habrá alguien, muchos, que justifique y hasta celebre cualquier monstruosidad, por ser guardia civil, militar o chivato , te ponían la cruz y ya, y en verdad por otra razón, para mantener el statu quo, para que los gerifaltes de toda condición y procedencia se llenasen los bolsillos y gozasen de ricos privilegios a costa de la vida de los más débiles o incómodos o despistados), de la forma más vil, sin ninguna valentía y honor , por la espalda , un país, el país…, es decir España, donde estos carniceros cutres y ruines eran considerados héroes y las víctimas culpables, donde…
El documental es interesante. Es un recuento y un recuerdo de una serie de atroces asesinatos contados por los familiares de las víctimas.
Cojea en dos aspectos:
– El mal tiene poca voz. Desde un punto de vista moral, se entiende. Pero se resiente en la parte informativa, escucharles, por doloroso que sea, les hubiera retratado, más si cabe, les hubiéramos entendido mejor, hubiéramos visto el verdadero calado de su ignominia, patanería y bajeza.
– Hay, quizás, poca reflexión. Se queda en la necesaria realidad de los hechos. Va poco más allá.
Venía (el terrorismo) del Franquismo, se aprovechó de la crisis económica y la fragilidad del Estado (también había otras bandas, grupos paramilitares, Grapo…, la gran diferencia es que no tenían el tremendo apoyo popular, económico y político de ETA y desaparecieron con mucha menor virulencia y mucho más rápidamente), fortaleció el proyecto Nacionalista, distrajo la atención del expolio abisal de los partidos políticos nacionales y autonómicos tan ansiosos de dinero público y sin ningún escrúpulo, y se enquistó, cuando se quiso reaccionar, hasta que acabó de cuajar toda la infinita corrupción democrática, todos los tentáculos de la nueva clase dominante, era demasiado tarde.
Es tan horrible e increíble lo que se cuenta que abraza el esperpento grotesco (¡lo del enterrador!, por ejemplo).
Da una idea (mala) de lo cerca que se está de convivir con lo más abominable como si nada, a la vuelta de la esquina, siguiendo con la vida normal, algunos, incluso sacando ventaja de ello, de cómo la mayoría de la gente acepta tranquilamente cualquier horror si cree que le beneficia o si teme perder algo de lo que tiene si se mueve.