Una vida marcada
Sinopsis de la película
Un astuto y peligroso delincuente que ha matado a un policía es perseguido por un teniente de homicidios que fue su compañero de juegos durante la infancia, cuando ambos vivían en el barrio italiano (Little Italy) de Nueva York.
Detalles de la película
- Titulo Original: Cry of the City
- Año: 1948
- Duración: 96
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Opinión de la crítica
Película
6.8
27 valoraciones en total
Dirigida por Robert Siodmack, el film cuenta las andanzas de Martin Rome (Richard Conte), que escapa de cárcel cuando está esperando que le condenen a muerte, y en su huida trata de aprovecharse de otros criminales, mientras es perseguido por el teniente Candella (Victor Mature), antiguo amigo de la infancia de Martin en Little Italy.
Mucho más sugerente su título original ( Cry of the city ), Siodmack construye un film noir con todos sus ingredientes que pese a todo a quedado un tanto relegado en el olvido. La trama es lo suficientemente enrevesada como para mantener al espectador atento y la ambiguedad rodea a los personajes principales. Conte pone cara a un peligroso criminal que sin embargo tiene una apariencia simpática de la cual es difícil sustraerse. Por su parte, Candella, pese a ser policía parece arrastrar tras de si algo oscuro. La lógica hubiera dictado que ambos actores intercambiaran sus papeles, pero, de esta manera, Siodmack nos propone un sutil juego de apariencias, pese a que en muchas fases del film queda bien clara la naturaleza de cada uno de los personajes.
Además tampoco se olvida de mostrar la humilde familia de Martin, sobre toto la madre incluyendo a su hermano pequeño que siente admiración por él. Ni de sacar a un puñado de secundarios con los que completa un relato que va siguiendo en paralelo tanto las andanzas de Martin, como los métodos de la policía para localizarle. Por el camino, se resuelve otro crimen, grácias a Martin, aunque su acción no tiene nada de desinteresada.
Es un film que deja una cierta sensación agridulce, con un final un tanto moralizante que rompe la excelente composición que hasta entonces nos había mostrado Siodmack, con un film que empieza súbitamente con Martin luchando entre la vida y la muerte, y que sabe mantener el ritmo al mismo tiempo que muestra una excelente claridad expositiva. Además de la ambientación y sentido de la puesta en escena. Los acontecimientos clave suceden de noche, entre las sombras, mientras que los interiores están planificados de forma que de cierta sensación de opresión.
Un extraordinario Victor Mature de policía, excelente profesional, y Richard Conte enfrente, excelente criminal. Aquí las balas hieren de verdad, aunque alguna atraviesa cristales sin romperlos, nos imaginaremos que es un rebote del proyectil. Pero las lágrimas son reales, porque lo que un hijo hace sufrir a una madre… sólo lo saben las madres.
Puede que uno esté del lado del Martin Rome, puede que pensemos que sólo quiso ayudar a su madre, él no tiene la culpa de que la policía esté siempre persiguiéndolo, quería ver a su madre feliz, a su hermano y a su novia, pero las cosas se tuercen y la policía pasa de sensiblerías. La música de fondo instrumental en las calles nos marca un ritmo triste, ¿Quién la está besando ahora?. Esa es la pregunta que mueve a Martin Rome a salir del agujero como sea.
Martin Rome (Richard Conte) irá a la pata coja, algunos le ayudan, pero siempre tiene detrás el aliento del teniente, con su discurso veraz, (-Si quieres un buen discurso, haz policía a un italiano). Martin Rome no tiene tiempo ni para dormir y la película es así, sin descanso, sin relajamiento, si te relajas, te estrangulan… Muchos detalles de importancia para los buenos aficionados al cine policiaco y de la mano de un experto en estos temas: Siodmak, que ya está marcado. Y Martin Rome siempre sonriendo, no importa que le sigan, no se queja, huye sin compadecerse, pero claro, tampoco se compadece de nadie.
Película bastante desconocida tanto en la carrera del director como en el catálogo del gran cine negro americano y que sin embargo, he de reconocer, me sigue impresionando y causando gran admiración cada vez que tengo suerte de poder disfrutarla en la pantalla.
El gran Robert Siodmak dirige el relato de un delincuente italoamericano Martin Rome (Richard Conte) atrapado en un laberinto de callejones sin salida al que es sometido tras ser detenido por el asesinato de un policía. A partir de aquí se desencadenan sin descanso multitud de acontecimientos que aumentan el grado de tensión y acorralamiento al que es sometido Martin, sobre todo por parte del teniente Candella (Victor Mature) que curiosamente había crecido con él en el barrio de little Italy. Relatada en una prodigiosa ambientación de la ciudad de Nueva York las sombras se apoderan de la cinta haciéndola aún más inquietante en todo su desarrollo.
Ni que decir tiene que las interpretaciones están en un grado superlativo y que son lo mejor de la película. Todo el reparto está increible destacando por encima de todo un maravilloso duelo interpretativo entre el gran Victor Mature y el enorme Richard Conte. A esta última característica de la produccíón ayuda mucho la profundización que se hace de todos y cada uno de los personajes. Es quizás lo más destacable. Pocas películas recuerdo en mi camino cinematográfico donde aparezcan tantos y tan distintos personajes y todos ellos llevados hasta el límite y expuestos detalladamente al espectador.
Con todos estos ingredientes sumados a un guión perfecto, un profundo mensaje moralista y familiar y la mano de uno de los mejores directores americanos del estilo noir, estamos ante otro clásico imprescindible del cine negro americano y que hoy en día, sesenta años después de su estreno, sigue estando en la cima del mejor cine de accion y suspense.
La eterna polémica acerca de la influencia del medio ambiente en la conducta de las personas proporciona a R. Siodmak la oportunidad de dirigir esta película en que las implicaciones sociales y psicológicas cobran protagonismo en una trama sórdida y de angustiosa emotividad.
Una cuidada labor de dirección mantiene la tensión, regula los tiempos y hace aflorar los sentimientos como una eclosión.
Cine negro de gran intensidad que oscila entre el suspense y la violencia en esa espiral terrible que absorbe todo y lo convierte en un permanente sinsabor que amenaza como un hierro candente, hiere en cada fotograma con virulencia y se sumerge en la oscuridad de la propia condena.
Cuando Robert Siodmak (cineasta alemán de origen polaco) hizo Una vida marcada, ya se había consolidado como uno de los directores más interesantes del Film noir en trabajos como: La dama desconocida, A través del espejo o la grandiosa Forajidos, en la que descubrimos a Burt Lancaster como enorme actor. Todas ellas producidas en la Universal Estudios.
Pero en Una vida marcada se distancia un poco de los personajes extremos, las situaciones angustiosas y la estética marcadamente expresionista de títulos anteriores y también de los siguientes: El abrazo de la muerte por ejemplo. Una vida marcada es diferente (aunque no menor), en parte a causa del cambio de Estudio, la Twenty Century Fox, el potencial de las calles como escenario y el estilo documental como potenciador del realismo que siempre fue ingrediente importante del cine negro.
El productor Sol C. Siegel invitó a Siodmak a filmar en las calles de Nueva York (recurrente y fascinante imagen de la época en los títulos de crédito, el perfil de los edificios en la noche), cosa que no le resultaba cómoda, acostumbrado a buscar la estilización de la imagen y las luces en el estudio. Llevó esos preceptos a su terreno, sin alejarse de sus movimientos de cámara y sus estudiados encuadres, desarrollando una lectura social a pie de calle, carente en sus anteriores films.
Imagino que conocen el argumento, basado en la novela The chair of Martin Rome, de Henry Edward Helseth, explota la idea de los amigos de infancia que toman al convertirse en adultos caminos opuestos, con respecto a la ley, o al concepto del bien y el mal, idea presente en otros films como: Ángeles con caras sucias, o El enemigo público nº 1, títulos señeros del cine negro con vertiente de redención social. Sin embargo más que una lección moral sobre el camino correcto, Una vida marcada es la crónica de una tragedia, el seguimiento a una trayectoria equivocada, que nace en un caldo de cultivo especial, el barrio neoyorkino de Little Italy, donde el delincuente queda de alguna manera arropado por su entorno.
En ese lugar han crecido los dos protagonistas de la historia, el teniente de policía Candella, interpretado por Victor Mature (una nueva ocasión de constatar que no era tan mal actor, ni mucho menos, como la leyenda se ha empeñado en perpetuar) y el delincuente de poca monta Martin Rome, interpretado por Richard Conte, (otro actor denostado injustamente que realiza un gran trabajo). Destacar también a la bellísima Debra Paget en su primer trabajo como amante del delincuente y el pulso narrativo de Siodmak. Recomendable para amantes del cine negro.