The Suicide Shop
Sinopsis de la película
La vida en la ciudad es dura. La rutina, el hastío, el cielo encapotado… No es extraño, pues, que muchos decidan borrarse a sí mismos de la faz de la tierra. La familia Tuvache lleva décadas atendiendo esa demanda: en su tienda disponen de todo tipo de ingenios, armas y venenos que aseguran al cliente abandonar este valle de lagrimas de la forma más satisfactoria posible. El negocio va viento en popa, pero el nacimiento del sonriente Alan lo cambiará todo. La imbatible joie de vivre del pequeño no tardará en revelarse altamente nociva para las ventas. Patrice Leconte debuta en el cine de animación con una pequeña y negrísima delicia musical, adaptación de la popular novela de Jean Teulé.
Detalles de la película
- Titulo Original: Le magasin des suicides (The Suicide Shop 3D)
- Año: 2012
- Duración: 79
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Opinión de la crítica
5.8
98 valoraciones en total
Interesante adaptación de una obra original y atrevida. La verdad, nunca imaginé que pudieran hacer una película decente sobre un libro semejante, pero los primeros minutos me impresionaron. La película es genial en su arranque, con esa música alegre mientras los suicidas caen por toda la ciudad. Lástima, porque no todas las canciones estuvieron a la altura de su agradable música. En general, la estética era lúgubre, pero colorida al mismo tiempo, con una animación de apariencia simple, pero muy cuidada, rica en detalles. La historia tiene lugar en un ambientación decadente, asfixiante, sucia, deprimente, desganada. Los diferentes personajes no son más que muertos vivientes, almas en pena que deambulan por la vida sin ningún otro propósito que no sea la muerte. Sin embargo, podría considerarse a esta película una buena comedia de humor frívolo. Además, es más trascendente de lo que parece, ya que se trata de un reflejo exagerado de nuestra realidad, con moraleja feliz de regalo. Por desgracia, la película decae un poco en sus minutos finales. Y quien dice un poco, dice Mucho. Tal vez, me pareció una adaptación incompleta porque desde su inicio confiaba en que respetasen por completo el espléndido final de su libro. Pero no, me he sentido decepcionada por su desenlace. Es más, lo encontré bastante irrisorio. Definitivamente, me pareció mucho más completo el libro.
Peculiar película animada de comedia bastante oscura que inicia con una propuesta interesante por lo provocativo y arriesgado de los temas que toca, pero que son desarrollados de manera algo superficial, además de que en general la trama carece de sustento en muchos aspectos. Los personajes tienen una evolución muy simplista y algunos momentos generan lineas en la trama que después no son resueltas, alguna incluso terminando de manera contradictoria con respecto al sentido de la historia. Aunque en general es entretenida, los momentos musicales no aportan grandes momentos, las canciones son un poco acartonadas y la animación no es muy atractiva. Al final el tono ácido y oscuro con que se trata el tema de la muerte continúa, sin embargo la historia gira a una especie de moraleja que además de obvia es sosa y cursi. Cabe señalar que la película no es precisamente para niños, y los adultos la encontrarán aunque interesante y original por el tema, muy carente de realismo y credibilidad.
Patrice Leconte debuta en el cine animación con una película que quiere ser más de lo que es, o que podría aspirar a serlo si se atreviese a mantener el tono sin abrazar lo convencional pasada su primera mitad. Porque el principio es muy interesante, centrando la historia en una tienda que proporciona a los cuidadanos paraisinos una serie de herramientas para poder llevar a cabo su suicidio ideal: sogas, venenos, armas (desde escopetas o pistolas, a katanas), etcétera. Los protagonistas son así los personajes que llevan el local, una familia formada por madre, padre y tres niños que representan distintos roles bastante comunes en estas producciones: el padre, inspirado en Vincent Price, la niña emo con inseguridades, etcétera. El único distinto es el tercer hijo, que para desgracia de sus padres… no deja de sonreir.
Es este contraste el que hace que la historia termine por ser totalmente convencional, pues lo que se inicia con negrura y mala leche finalmente se ablanda hasta límites casi impermisibles. Repleta de números musicales con un tono que recuerda en cierta medida a Pesadilla Antes de Navidad (algunos trozos de las coreografías son tal cual, o gestos como los andares del padre -cuyo rostro pertenece a Vincent Price-) y cuya letra está bien escrita, ayudando a hacer avanzar la narración en lugar de ahogarla (es decir, que es un musical como debe serlo) el problema del film es pues ese cambio de registro a nivel de tono. Lo demás es sumamente correcto, si bien creo firmemente que este guión dirigido por la dupla Jeunet/Caro en los tiempos de Delicatessen (1992) o con un estilo de animación menos acartonado (pues este es resultón pero no difiere mucho del flash) luciría más. En stop-motion, por ejemplo, habría sido un espectáculo.
Con un nivel impresionante de animación de exteriores, esta película francesa se adentra en la adaptación de una novela ilustrada del escritor de origen libanés Olivier Ka. Hay gran despliegue imaginativo, empezando por el hecho mismo de que una familia, la Tuvache, se dedique desde hace mucho tiempo al negocio de acompañar con sus productos a los hombres y mujeres que desean suicidarse. De allí, no faltan las risas cuando se recomiendan los diferentes e históricos métodos por los cuales la gente se ha quitado la vida. Pasamos un rato ameno, sobre todo en los primeros minutos de este particular filme musical y de animación. Luego ya todo se hace conocido y la historia se va decantando por un camino que pierde la originalidad inicial. Como la música francesa no es que sea la mejor, también esto desgasta el mensaje del filme.
Mucho que aprender en estilo y en técnica de animación, pero mucho que desear en el planteamiento de la trama.
Tras décadas de cine manejándose en géneros de lo más dispares, Patrice Leconte llega ahora con su primera película de animación en forma de comedia negra (género que ya había trabajado en La maté porque era mía – Tango) que combina con interés el musical, y cuya premisa reside básicamente en una tienda de suicidios para permitir al cliente escoger el modo más loable de dejar el mundo, desde venenos, sogas de todas las clases y tamaños e, incluso, técnicas ancestrales como el harakiri, la familia Tuvache no tiene reparos en velar por la muerte del cliente, incluso acompañándolo a hurtadillas a su hogar y así asegurarse que el producto vendido no se malemplea o desperdicia.
No parte Leconte de una idea tan arrolladora sin antes haber contextualizado la escena: nos encontramos en una Francia sumida en la crisis cuya primera secuencia en forma de intento de suicidio por parte de un personaje encorvado y ojeroso es evadido por un peatón ocasional que le advierte sobre la multa que puede recibir en caso de suicidarse (incluso sin perecer en el intento), práctica prohibida tajantemente por la autoridad. Aun sin desarrollar ese marco en exceso, sí nos empapamos de la ambientación de una ciudad lúgubre bañada por tonos grisáceos que ya determinan los parámetros de una obra de lo más singular.
Resulta curioso el contraste entre los exteriores de esa ciudad matizada en ocres que se encuentra con el colorido de una tienda donde, precisamente, uno puede pasarse para encontrar cualquier modo posible con tal de perder la vida. Quizá en ese sentido marca Leconte el pequeño rincón en el que muchos encuentran la esperanza de ver satisfechas sus necesidades en un panorama que el galo sabe dibujar con el suficiente aplomo como para que el espectador se vea inmerso en la propuesta sin necesidad de mucho más. Es, de hecho, en el diseño de sus personajes y la disposición de espacios, donde mejor definida queda una obra que posee los suficientes alicientes en sus vertientes tanto humorística como musical para que uno se pierda sin excesiva dificultad en ese universo procedente de la novela de mismo título publicada por Jean Teulé en 2007.
Obviamente, el conflicto tenía que surgir en algún momento y es introducido mediante un nuevo retoño que llega a la familia Tuvache: él no cree que la vida merezca ser juzgada con tanto desprecio y sus calurosas bienvenidas a cualquier cliente que aparezca por el comercio sacan de quicio a su padre. Risueño, de mofletes rojizos y con una alegría inusitada en una ciudad tan gris, el pequeño de los Tuvache crece a una velocidad vertiginosa y decide que su camino es otro, a él su hermana le parece guapa y cree que hay tantas otras cosas que disfrutar en la vida, que no le apetece pararse en las lúgubres prácticas de una familia que en el fondo no parece tan cómoda como se podría suponer con lo que hace.
Destaca en Le magasin des suicides también su faceta musical, que generalmente llena de colorido la pantalla (ahí sí que los exteriores de la ciudad cobran vida) y logra enlazar magníficamente varios fragmentos que no solo hacen que la estructura no se resienta, sino además le sientan de maravilla al conjunto. Al otro lado de la balanza, nos topamos con un humor que no resulta tan negro como se preveía (menos viendo el pretexto) y, aunque posee ramalazos que definen en cierto modo la propuesta, nunca termina de ser suficientemente afilada o aguda en su vertiente humorística como para convencer a los amantes de este subgénero (el de la comedia negra). No obstante, funciona con suficiencia como para otorgar esperanzas a los fans del género animado, que en Francia habrán podido encontrar un bastión importante en nombres como los de Sylvain Chomet o Michel Ocelot, y cuando parecía que Le magasin des suicides se encaminaba hacía la curiosidad en cierto modo reivindicable, Leconte remata con una conclusión fuera de lugar que rompe el tono de una obra que, sin demasiados alardes, resultaba compacto, dejándola en una poco remarcable muestra de animación que sólo satisfará a los más acérrimos del género.
Crítica para http://www.cinemaldito.com
@CineMaldito