The Propaganda Game
Sinopsis de la película
Documental en el que se analizan las diversas técnicas y estrategias de la propaganda, centrándose en el sorprendente y siempre llamativo caso de Corea del Norte. La película ha sido rodada aprovechando el acceso privilegiado a filmar en Corea del Norte de la mano de Alejandro Cao de Benós, el único extranjero que trabaja para el gobierno comunista. El film analiza las estrategias utilizadas por los diferentes jugadores para manipular la verdad y sus intereses. Noticias falsas, medias verdades y polémicas surrealistas sirven para que el espectador llegue a sus propias conclusiones y reflexione sobre lo difícil que es saber la verdad.
Detalles de la película
- Titulo Original: The Propaganda Game (The Korean Dream)
- Año: 2015
- Duración: 97
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Opinión de la crítica
6.5
34 valoraciones en total
Pocas veces, por no decir ninguna, he tenido una sensación tan extraña después de haber visto una película.
Corea del Norte es el único régimen comunista puro que queda en el mundo, pues los otros tres países que se reclaman comunistas, China, Vietnam y Cuba, aplican en mayor o menor medida fórmulas de economía mixta.
Entré en el cine conociendo por encima la información sobre este país que ha puesto en circulación la propaganda estadounidense, fielmente transmitida por los medios de comunicación españoles. Salí del cine sabiendo mucho menos, y dudando de alguno de los tópicos pintados con brocha gorda en mi imaginario personal.
He de decir que me considero un privilegiado pues no sólo fui espectador de esta película, sino participante en un coloquio muy animado, que se celebró al finalizar su pase, con el Director, Álvaro Longoria, y con un personaje realmente singular, Alejandro Cao de Benós de Les y Pérez, catalán perteneciente a una familia aristocrática que, según el programa: Es el único extranjero que trabaja para el gobierno comunista de Corea del Norte . En la película aparece como un ser abducido por el sistema político norcoreano. Cuando uno lo ve en la sala, piensa: Seguramente se habrá caído del caballo, como San Pablo, y habrá visto la luz . Pues ¡qué va! Sigue igual de abducido, aunque he de decir en honor a la verdad que tuvo el valor de enfrentarse a cuerpo descubierto con el público asistente a la proyección —no diré que hostil, pero sí muy crítico— y se defendió con solvencia y habilidad de la catarata de preguntas que le cayeron encima.
¿Se puede sacar algo en limpio de la película respecto a Corea del Norte?
Vamos a intentarlo:
1 ) Se ha inculcado a la población norcoreana la necesidad de estar prevenida por si se produce un conflicto armado con Estados Unidos o con alguno de los países considerados sus epígonos: Japón, Corea del Sur… Lo que les ha llevado a unos gastos en Defensa desorbitados —del 18% del PIB— y a una obsesión —finalmente conseguida— por disponer de armamento atómico.
2 ) El culto a la personalidad a su líder máximo, Kim Jong-un, y a sus antecesores Kim Il-sung y Kim Jong-il, es absolutamente desmesurado, pero en la película, a través de muchas entrevistas, se muestra como algo normal, como un principio de funcionamiento que lubrifica a la sociedad. Se consideran una gran familia en la que el líder es el cabeza de la misma. Mención aparte merece el adoctrinamiento de los niños respecto a esta hipertrofia de veneración por su líder.
3 ) No se reconocen las denuncias acerca de la conculcación de derechos humanos ni las atrocidades aparecidas en la prensa occidental sobre ejecuciones practicadas por motivos pintorescos. Se niega autoridad a Amnistía Internacional, influenciada, según ellos, por el imperialismo.
4 ) Al parecer no hay partido único sino tres partidos y la posibilidad de presentarse a las elecciones como independiente. Al menos, eso fue lo que me respondió Cao de Benós cuando le pregunté al respecto.
5 ) La desconfianza hacia los medios de comunicación extranjeros y la limitación de su libertad de movimientos —en el caso de que se les deje entrar al país— se justifica por la necesidad de preservar secretos militares.
6 ) El culto de las distintas religiones no está prohibido, aunque la película levanta acta de una sospechosa espontaneidad en la única ceremonia religiosa que aparece en toda la filmación.
7 ) No se constatan diferencias económicas significativas en la población. Se nos dijo que el salario máximo sólo es el doble del mínimo, que los mayores sueldos son para los trabajos manuales más ingratos, que hay pleno empleo, que el Estado cubre las necesidades básicas de Vivienda, Educación y Sanidad y que no se pagan impuestos.
8 ) Tanto la película como el testimonio del Director en el coloquio dibujan un país que aparentemente funciona, sin las lacras que habitualmente se le adjudican, que lo aproximan a un Estado fallido.
9 ) No se respondió a la pregunta recurrente que se hace durante toda la proyección de qué país proporciona recursos económicos para que Corea del Norte pueda abordar la inmensa obra pública que ha emprendido en los últimos años.
En resumen: Película interesante, pero bastante frustrante respecto a saber la verdad acerca de lo que está pasando, hoy por hoy, en Corea del Norte, aunque, según el testimonio de su Director, no era ése su objetivo, sino mostrar hasta qué punto puede ser engañosa la propaganda —hasta tal punto que, como en este caso, nos impide conocer la realidad de lo que ocurre, en un sentido o en otro—.
La propaganda es un arma arrojadiza.
Una forma de meter una idea en la cabeza a unas personas para que piensen como uno quiera, y que actuen como uno quiera.
Con esta premisa Álvaro Longoria construye un interesante documental que intenta romper con esa idea tan claustrofobica y tan deshumanizada que se tiene de Corea del Norte. Pero, sin tampoco ponerse de su parte, ni ponerse de parte de los enemigos de Corea del Norte.
Para ello busca la objetividad y la honestidad, y aunque es difícil de alcanzar, se podría decir, que las roza. Intenta que hablen ambas partes.
Álvaro Longoria ha realizado un gran trabajo, honesto, complicado de realizar e interesante que espero que sea nominado al Goya al mejor documental.
Tras devorar todo cuanto cae en mis manos sobre Corea del Norte, me alegra dar por fin con algo que no se posiciona claramente en uno de los dos bandos. La película está hecha con cariño y respeto, pero no por ello le falta audacia: hace las preguntas que hay que hacer y no muestra pudor en airear las partes más desagradables de cada lado.
Como es inevitable, esta imparcialidad contemplativa, casi ascética, hace que, al terminar la película, el espectador no tenga ninguna certeza a la que aferrarse, ningún juicio definitivo con el que consolarse. La única verdad es que la verdad es inalcanzable y está sepultada bajo toneladas de propaganda.
Cuando descubrí este documental esperaba encontrarme con algo nuevo, un enfoque diferente a todo lo visto anteriormente, pero no fue así. El documental posee un estimulante arranque, pero decae poco después, dando paso a fragmentos reiterativos de entrevistas que, tras llevar varias intervenciones, acaban diciendo lo mismo.
En cuanto a la visita en sí, no vemos nada nuevo, volvemos a leernos su panfleto, su tournée por los lugares que el régimen ya ha enseñado a otros programas a nivel nacional y las mismas respuestas. Incluso tenemos el mismo guía que ha acompañado a otros medios. Es por ello que, quizás este documental no aporte nada nuevo a lo documentado en televisión, por lo que no es muy recomendable si buscas algo nuevo.
El documental no es nada del otro mundo, posee momentos de gran agudeza visual que se ven empañados por momentos donde se les va de las manos el estabilizador. La música es discreta, pero cuando suena imprime la carga dramática que le falta en medio del más barato de los cocteles irónicos.
A Longoria le falta decisión, se muestra curioso pero parapetado en sus gafas de sol naranjas, sin llegar a atreverse a mirar más allá, a ser un poco más incisivo, aunque sea con el español. Es quizás el punto más negativo, esa indulgencia para con un régimen que, según las Naciones Unidas viola los derechos humanos. Otros compañeros que ya han pasado por esa experiencia, como Jon Sistiaga, han sido mucho más críticos sobre el terreno que sobre la sala de montaje.
La ironía light que nos brinda Longoria es tan difusa como las libertades que poseen los norcoreanos. Uno no sabe si es un intento fallido de ser imparcial o de ser a ratos simpático. En cualquier caso no funciona ninguna de las dos, dando paso a una inestabilidad en el discurso, que va en aumento conforme el narrador se cambia de chaqueta.
A pesar de ver el toro desde la barrera, es interesante la profundización en la figura del español Cao de Benós, aportando los testimonios de sus familiares. Aunque son correctos los testimonios que se presentan en el documental, quizás hubiera sido más atractivo un viaje rápido a China para dar voz a algunos de los que han conseguido huir del régimen, o a familiares. Son pequeños detalles que podrían imprimir personalidad en un documental carente de singularidad. Creo señor Longoria que, como usted reflexiona en voz en off, le ha afectado la propaganda y le ha temblado el pulso mientras digería toda la información que había vivido para poder generar una perspectiva de verdad. Considero que ha perdido en su propio juego.
Game Over.
Nos bombardean con Corea del Norte. El enemigo a batir es muy peligroso y sus bombas nucleares llenan kilos de páginas de periódicos, que impactan sobre la audiencia con más dureza que esas propias armas de destrucción masiva. Mucho de lo expuesto es literalmente mentira, otras veces, es pura manipulación, descontextualización. Con la idea de desentrañar los misterios de este hermético país, Álvaro Longoria ha grabado un documental en esas tierras de Extremo Oriente. La obra circula en la indefinición de ideales y con la mente abierta para dejar que toda parte implicada exponga su versión de los hechos. Con semejante declaración de intenciones, el resultado no puede ser otro que una narración sobria, alejada de toda manipulación y que, fiel a su espíritu, no saca conclusiones.
Ésta, y otras críticas, en https://blogquenuncaestuvoalli.blogspot.com/