The Ghost Camera
Sinopsis de la película
Una cámara fotográfica es lanzada por una ventana de un castillo, justo después de haber fotografiado un asesinato, con la idea de destruir las pruebas del crimen. La cámara cae junto a un químico que pasaba por ahí en su coche. Cuando recoge la cámara y logra extraer la película por métodos científicos, queda intrigado por la mujer impresionada en la fotografía, y cuando la cámara desaparece de su laboratorio su interés se multiplica.
Detalles de la película
- Titulo Original: The Ghost Camera
- Año: 1933
- Duración: 66
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Curiosa y temprana producción británica del director norteamericano Bernard Vorhaus –otra futura víctima de la caza de brujas que abandonó la dirección en 1953- Con un argumento de partida muy prometedor y hitchcockiano, la película nos deleita, en unos escasos pero bien aprovechados sesenta minutos, con una arcaica pero interesante película de cine negro, a veces más recordada por la participación del maestro David Lean como montador o de un jovencísima -y, de hecho, irreconocible- Ida Lupino en el reparto , amén de un -este sí reconocible pero también muy joven- John Mills, obviando tal vez la buena y original ambientación –algo habitual en Vorhaus- o el agradable recorrido de la trama argumental, protagonizada -y esa sí que es la parte más débil de la película- por un Jaimito británico –el insoportable Henry Kendall- que nos deleita e irrita a partes iguales. A pesar de todo, sencilla pero disfrutable.
Con el ánimo de estimular la producción de cine nacional que venía en declive, el parlamento británico decidió aprobar un acta en la que se comprometía, a los exhibidores, a mantener en sus salas una cuota de cine inglés durante los siguientes diez años. El acta entró en vigencia el 1° de abril de 1928 -cuando ya el cine sonoro venía en pleno auge-, y entre sus grandes producciones -a sabiendas de que tenían el cupo asegurado en las funciones dobles-, la industria comenzó a hacer las, entre ellos, llamadas, quota quickies : Cine B (películas baratas, cortas, no muy calificadas y con directores, equipos técnicos y actores de segunda línea) de las cuales, muchas veces, la gente se salía o chiflaba cuando terminaban.
>, Bernard Vorhaus, contó, para los roles protagónicos, con el acreditado director de teatro y comediante de revista, Henry Kendall, con una joven y muy promisoria actriz -luego directora-, Ida Lupino, quien tenía, hasta entonces, unos pocos créditos, y con un actor que alcanzaría un alto renombre, John Mills, quien, por 1933, sembraba también sus primeras semillas, para luego aparecer en grandes títulos como Goodbye Mr. Chips, Great Expectations, Ryan’s Daughter (premio Oscar) y muchas otras. Para editar su película, Vorhaus contrató a un novel, pero, muy talentoso muchacho en quien confiaba plenamente, David Lean, y para él se convertiría en ese sólido instructor que lo llevaría, una década después, a arriesgarse en la dirección, labor en la que, para su suerte, superaría al maestro. Al historiador de cine, Kevin Brownlow, Lean le confesó un día que Vorhaus fue la mayor influencia que pude haber tenido.
>, resultó una película innovadora, pues, fue la primera en la que los títulos de crédito entran después de una escena, y también fue, Vorhaus, quien cayó en cuenta de que, al ir a un flashback, debe verse el escenario y no al personaje, puesto que, uno no se ve a sí mismo a menos que esté frente a algo que lo refleje.
Pero, ocasionalmente, entre estos directores había alguno con visión de futuro, como Bernard Vorhaus, quien sentía que tenía en sus manos una oportunidad de oro cada que le ofrecían realizar una película… aunque fuera de bajísimo costo. Vorhaus, llevaba el cine en la sangre, era un ferviente espectador, había aprendido bastante del lenguaje cinematográfico y tenía en su haber unos cuantos guiones. Además, gozaba de esa sensibilidad innata que le permitía componer escenas con un estilo muy cercano al arte. Tampoco se conformaba con trabajar en un pequeño estudio y su cine se sirve de locaciones, construye sets… y se propone tener un montaje conscientemente cuidado.
Quizás, fue por esto que, la gente más prometedora de Inglaterra, aceptaba enseguida trabajar a su lado y terminaban, casi siempre, muy satisfechos con los resultados. Para su primera película exhibida al público, <
¡Y quien lo iba a imaginar!, <
La historia, con algunos toques de comedia, también resulta bastante atractiva: Un químico que regresa de vacaciones, descubre, en su coche, una cámara fotográfica que nunca había visto antes, y lleno de curiosidad, decide revelar una de las fotografías que contiene con la esperanza de encontrar a su propietario… pero, para su sorpresa, la foto muestra a un hombre asesinando a otro con un cuchillo. Reveladas, después, las demás fotografías, en una de ellas aparece una linda rubia… y el simpático personaje (con algo de Harold Lloyd), decidirá convertirse en un detective aficionado con el más alto deseo de aclarar el asunto… y con lo que luego sucede, se pasa un rato bien entretenido.
Bernard Vorhaus, me está resultando un director muy, pero muy interesante.