Sombras y niebla
Sinopsis de la película
Un estrangulador está sembrando el terror en una ciudad sumida en una espesa niebla. Al insignificante Kleinman lo llaman para que participe en la captura del criminal. Sin embargo, su función dentro de la operación policial no termina de estar clara. Sus temerosos pasos por las calles desiertas se cruzarán con los de una tragasables de circo que acaba de abandonar a su hombre, uno de los payasos.
Detalles de la película
- Titulo Original: Shadows and Fog
- Año: 1991
- Duración: 86
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Opinión de la crítica
Película
6.7
93 valoraciones en total
Allen recrea a su vampiro de Düsseldorf particular en este film sobre estrangulamientos entre la niebla y reminiscencias a la monstruosa parada de Tod Browning que si bien no se puede considerar como uno de sus trabajos más logrados y genuinos, contiene una buena cantidad de elementos nada desdeñables que lo convierten en un titulo para tener muy en cuenta.
El guión, inspirado en la obra maestra de Fritz Lang, reconstruye una historia sobre un asesino en serie que solo actúa de noche bajo el manto de protección contra miradas ociosas que le proporciona la espesa niebla de las calles. Los sufridos ciudadanos deciden por iniciativa particular intervenir en el asunto, pero la diferencia de pareceres entre unos y otros complican aun más las cosas y entre tanto plan distinto las disputan entre vecinos no tardan en surgir.
Y metido de lleno en todo este follón se encuentra un hombrecillo insignificante y temeroso (Allen) que no sabe muy bien a quién seguir o creer y vaga desorientado por las calles en espera de que alguien se digne a aclararle las cosas.
Sorprende desde un principio que una propuesta tan inusual y arriesgada fuese respaldada por todo un elenco de secundarios de altísimo nivel –y caché, imagino- (Malkovich, Foster, Cusack, Bathes…) que encarnan a todo tipo de personajes extravagantes que acompañan a Allen y Farrow en su aventura nocturna. Lástima que la mayoría de ellos estén completamente desaprovechados.
El peso cómico recae, casi exclusivamente y como no podía ser de otra forma, en el personaje de Allen, y aunque la película no es pretendidamente humorística, lo criminal se mezcla con lo chistoso casi sin quererlo en el sentido de que de la intriga inicial se pierde prácticamente toda la seriedad a medida que avanzan los minutos.
Ambientada magníficamente, yo me lo pasé muy bien viéndola, es diferente al resto de películas de Allen por su planteamiento y base argumental y quizás no cuaje del todo en su vertiente más cómica, pero es innegable que tiene oficio y categoría, a la par de servir como entrañable y sentido homenaje al cine noir de los años treinta.
Curioso homenaje a los comienzos del cine negro. El punto de partida es similar al de M, el vampiro de Düsseldorf , pero aquí son los propios ciudadanos los que organizan partidas para atrapar a un misterioso asesino que anda suelto y es capaz de estrangular a varias personas en la misma noche. Woody interpreta a un vecino enclenque que es obligado a formar parte de un plan en el que tendrá un papel crucial, pero –y aquí está lo genial– nadie le dice claramente cuál es. Deambulará solo entre la niebla buscando a alguien que le diga qué es lo que debe hacer, y en este periplo se topará con numerosas situaciones imprevisibles y cómicas.
Esta idea de base es muy buena, pero la historia secundaria del circo está mal integrada, aunque no estoy de acuerdo con las anteriores críticas, pues yo sí me reí bastante, sobre todo cuando se refugia en la casa de su antigua novia (¡a quien dejó plantada en el altar mientras se follaba a su hermana en un armario!), cuando roba la copa que le incrimina, cuando visita al forense, cuando la muchedumbre se divide en facciones que inician una cruenta guerra particular por no ponerse de acuerdo en la forma de atrapar al asesino, con lo de la pimienta, y con alguna que otra sentencia de su cosecha particular.
Y por supuesto hay que destacar la ambientación.
1991 trae una película insólita en la filmografía de Allen. El cineasta norteamericano nos tiene acostumbrados de vez en cuando a las sorpresas: lo hizo con Interiores, un drama, antes con Zelig, todo un experimento. Sombras y niebla pertenece a esa clase de películas incomprendidas quizá en su momento, pero que con el paso de los años resurge de forma inusitada y sorprende con fuerza. Se trata de una de las cintas más discutidas de su autor, tanto desde el punto de vista formal como temático. Una primera visión descoloca, sobre todo a quien espera encontrar en ella los elementos típicos de su obra.
Lo primero que nos encontramos es una atmósfera oscura y brumosa, siniestra por momentos. Allen se ha inspirado en la estética de las películas expresionistas alemanas de los años 20 (Murnau, Lang), rinde homenaje a las canciones de cabaret de Kurt Weil, Bertold Brecht, Lote Lenya, deja asimismo esbozadas reminiscencias de El proceso de Kafka. Sin embargo, la idea de la película viene de lejos: allá por los 70, Woody escribió una obra de teatro con el funesto título de Muerte (Una comedia), en la que ya aparece un Kleinmann continuamente hostigado por unos desconocidos como el de la película.
Sombras y niebla es una película sorprendente incluso en su reparto, con nombres que podrían chocar en un principio como Kathy Bates, Jodie Foster o Madonna. Hay momentos en los que el espectador puede tener dificultades para continuar con el hilo de la historia. Allen incluso se atreve con algún malabarismo técnico con cámara circular que raya casi con lo pretencioso.
Realizada a caballo entre el Allen de la primera gran etapa y el Allen moderno de los 90, puede que Sombras y niebla sea una película que haya quedado entre dos aguas, sin que haya quedado enclavada todavía en una época concreta. A revisar con el tiempo.
Woody Allen realiza en 1991 esta correcta película, descarado homenaje como todo el mundo apunta al expresionista cine alemán de los años 30, y donde la vaga similitud de temática con M, el vampiro de Dusseldorf es más que evidente.
Pero esta película es algo más que un homenaje sui generis del maestro semita al cine teutón de los 30. En sus propósitos seguro que también se encuentra el rendir tributo al mundo del circo, influído por esas novelas decimonónicas británicas de asesinatos en serie, en las tenebrosas y lóbregas callejuelas de los suburbios londinenses…
De hecho, la cinta está rodada con una fotografía oscuramente tenebrista y opaca, como un suave velo de terciopelo semitransparente, bajo la densa atmósfera vaporosa de la niebla y las claroscuras sombras acechantes de la noche…
Así el carácter ampliamente claustrofóbico de la cinta responde a los méritos de la habilidad con la cámara fotográfica de Carlo Di Palma, quien provoca en todo momento en la conciencia del espectador, un constante y pertinaz sentimiento de congoja y desazón…
Si bien los diálogos no estén a la altura de sus grandes obras, ni el desarrollo narrativo sea tan ágil como en otras ocasiones, es cierto sin embargo que estamos frente a una meritoria obra del maestro semita, ayudado también por un impresionante reparto coral encabezado por el talentoso John Malkovich, el prometedor John Cusack, la incuestionable aptitud de Jodie Foster, el portento interpretativo de Kathy Bates o Julie Kavner, el buen hacer de Allen y Farrow o la presencia testimonial de Madonna…
No hay tampoco piezas de jazz, aunque sí multitud de partituras de la inestimable y mítica colaboración de dos talentazos del mundo del arte como fueron Kurtz Weill y Bertold Brecht y su famosa The Cannon Song de su ópera de Los tres centavos ( From Little Threepenny Music) , y otras que también están presentes en su dicreta banda sonora.
Como dice la cinta al final de su metraje, cuando alguien comenta al mago Amstead sobre que a todo el mundo le encantan sus ilusiones, y éste le responde con que sus ilusiones no es que gusten es que son tan necesarias como el aire que respiramos…, Así también quizá nosotros necesitemos tener en nuestra videoteca esta obra de Allen, como pieza de culto y reverencia. Aunque sólo sea por lo mucho que nos ha hecho disfrutar a lo largo de nuestra vidas.
Sombras y niebla es una cinta inusual dentro de la filmografía de Woody Allen. Con su ambientación opresiva y difuminada, muy bien conseguida, y su fotografía en blanco y negro, podría parecer un experimento. Aparte de esas novedades, que le vienen muy bien al tono del film, Sombras y niebla es una comedia made in Allen, con divertidos diálogos, personajes curiosos y divertidas situaciones, dentro de un marco, como hemos dicho, inusual en su cine.
La película se deja ver, tiene un buen ritmo y una puesta en escena realmente brillante. Es un homenaje al cine europeo más clásico hecho por un americano genial. Agradable.