Sin remisión
Sinopsis de la película
Después de cometer un atraco en el que su marido resulta muerto, Marie Ellen (Eleanor Parker), una joven de clase media, ingresa en la prisión del Estado. Tras ser sometida a un reconocimiento médico, se entera de que está embarazada. Tras dos semanas de depresión en la sala médica de aislamiento, Marie tiene una entrevista con Ruth Benton (Agnes Moorehead), una superintendente amable y humana que lucha contra los viejos métodos penales.
Detalles de la película
- Titulo Original: Caged
- Año: 1950
- Duración: 96
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Opinión de la crítica
Película
7.3
78 valoraciones en total
Gran película de Cronwell donde destaca Eleanor Parker y una muy eficiente fotografía. Adquiere fuerza, no en el drama en sí, sino en el cambio de registro que vamos experimentando junto a Marie Ellen (Eleanor Parker). Previsible pero pausado hasta una eclosión algo forzada. Existe algo místico en los primeros planos, buscados adrede para enfatizar en ese cambio del que antes hablaba. Pero incluso al final, cuando Marie Ellen ya está perdida, sigue la cámara de Cronwell mostrando el ángulo más agradable de la reclusa y consiguiendo, de tal guisa, la exculpación o quizá sólamente la justificación, del futuro devenir de Marie Ellen.
Como digo, gran calidad de claro-oscuros del mejor blanco y negro que consiguen la creación de atmósfera. A mi juicio falla en los secundarios porque a excepción de Agnes Moorehead (la alcaide de la prisión) las demás damas se comportan siguiendo unos patrones archiconocidos de cualquier drama carcelario. Algo del que muy pocas películas pueden desprenderse (tampoco lo hace Darabont en Cadena perpetua): la reclusa buena, la mala, la peor (pero con algo de corazón cuando el guión lo necesita), el personal penitenciario corrupto, la celda de aislamiento, las peleas, las palizas, los suicidios, etc… Moorehead planta una batalla de gran altura interpretativa a Parker y crean algunos de los mejores momentos de la película.
Adquiere resonancia la existencia un toque femenino veraz, alejado de otras lineas donde en ambientes de tipología masculina la mujer se muestra embrutecida desvirtuando el resultado.
Sin remisión termina con un estupendo final. Primero por el uso circular que da Cronwell a la cinta (poniendo sobre el tapete un alejado pasado donde a estas alturas, lo de menos, es la falsa culpabilidad del reo) luego en el despacho con en una dialéctica tenebrosa (por el presente que aguarda) entre Marie Ellen y Ruth Benton (Agnes Moorehead). Y como colofón, con el seguimiento de Ellen hacia un lugar sin futuro.
Un hito en el subgénero carcelario. Se alejaba de lo políticamente correcto para denunciar la situación de las cárceles. El Hollywood de los años 50 demostraba que no siempre se ajustaba a los códigos establecidos y era capaz de hacer autocrítica de la sociedad y la administración.
No solo contaba con una buena idea o una acertada denuncia. Tenía autenticidad para involucrar al espectador, y ofrecía uno de los mejores repartos femeninos que se recuerdan.
A través de la experiencia de una chica de 19 años, Marie Allen, que terminaba en prisión por colaborar con su marido en el atraco a una gasolinera, nos adentrábamos en la vida cotidiana de una prisión. Lo primero que se observaba era la masificación, bien reflejado en secuencias como la de la ducha o la primera noche en el dormitorio. Veíamos la incomodidad de Mary, quien ni siquiera encontraba un sitio adecuado para dejar sus zapatos.
Presenciábamos como una enferma no tenía más destino que morir en soledad, que el gobierno era insensible a los diferentes problemas de la cárcel y que había tratos de favor dependiendo del dinero que tuvieras. Una celadora bien enchufada (enorme en todos los sentidos Hope Emerson), descargaba su desprecio sobre todas aquellas que no la sobornaban convenientemente. Lejos de enmendarse, las reclusas se educaban en el odio y eran presa fácil para la delincuencia organizada, a pesar de los esfuerzos y las buenas intenciones de una directora desbordada por la situación (excelente Agnes Moorehead).
Había mujeres con el carácter endurecido que se tomaban a broma su situación, otras dejaban patente su desequilibrio, como esa pobre mujer que hablaba de sus grandezas pasadas, otras se adaptaban con resignación a su rutina diaria, otras desde su triste experiencia se permitían el lujo de dar consejos, y otras directamente no soportaban ni un minuto más en prisión. Hasta el personaje secundario más insignificante transmitía algo.
No es por haber visto la película, pero eso de el sexo débil en referencia al femenino ya me venía pareciendo poco ajustado a la realidad de este siglo y probablemente de muchos otros también. Y no paro de repetirme que los componentes de Coz tenían razón en aquello de las chicas son guerreras.
Porque mira que estas mujeres luchan por sobrevivir y no hundirse en el fango carcelario, a pesar de todos los pesares representados por la Harper (magistral Hope Emerson) con la que no puede ni la Benton (magistral Agnes Moorehead), cuyos nobles propósitos son frustrados una y otra vez por un sistema que educa a las reclusas para que salgan peor de lo que entraron.
Las palabras de Allen, Marie (en el orden exigido por la celadora) son altamente significativas : Por los cuarenta dólares que robamos hemos costeado una buena formación. Lo de buena, como se imaginarán, en sentido figurado.
He citado dos secundarias de lujo (Moorehead fue nominada por la Academia) pero la actriz principal, Eleanor Parker , también optó al Oscar y podrán comprobar que la casualidad no tiene nada que ver. Lo que si tiene que ver es el buen trabajo y la batuta de un excelente director al que ya apunté en mi agenda de imprescindibles cuando vi Callejón sin salida.
Resumiendo, drama carcelario de visión no solo necesaria sino obligada que, de algún modo y a distancia, nos trae recuerdos de Cadena Perpetua de Darabont, especialmente en lo que se refiere a las inútiles a la par que injustas revisiones de condena y también evoca a la obra de Mervin LeRoy Soy un Fugitivo con Paul Muni, dejando patente el vergonzoso sistema americano de redención de penas.
Estupenda película clásica que se engloba dentro del género carcelario, esta vez en clave femenina. Va con mensajito, lección y moraleja incluida, por lo cual se le adivina el dignísimo objetivo de romper una lanza a favor del ser humano y en contra de sus sistemas para convertirlo en un elemento útil de la sociedad.
La película, a pesar de los temas que trata, resulta sorprendentemente poco cruda, pero esto a la postre resulta ser una ventaja: para transmitir la idea de que el sistema de prisiones no funciona, no le hace ninguna falta cargar las tintas melodramáticas. Lástima que a su impecable factura y excelentes interpretaciones (Eleanor Parker, absoluta reina de la función, pero ni Emerson ni Moorehead se quedan atrás) se sume un desarrollo sumamente tópico y un tratamiento de ingenuo humanismo que por momentos resta credibilidad a la historia.
Sin embargo, hay un detalle que me ha encantado y que también señala Gilbert: las mujeres en la cárcel se comportan como mujeres. El clásico personaje de guardiana cabrona es una guardiana cabrona, no la versión con faldas del celador hijoputa, la líder natural, se comporta talmente como toda una señora: la vieja chalada que lleva toda la vida en el cárcel es maliciosamente femenina, y lo más importante, la protagonista, tras muchas frustraciones y denegaciones de la condicional, sólo se derrumba en el momento en que le tocan la estética. Y no es ninguna frivolidad pero hay que conocer mucho a las mujeres para entenderlo.
Viéndola recuerdas aquella frase de Cadena perpetua … Cuando entré en la cárcel, yo era un hombre honrado y aquí me he convertido en un ladrón …
La mejor película carcelaria de mujeres, sin ninguna duda. No como las populares ochenteras que se hacían para dar morbete a los hombres esperando ver el rollo bollo. No, aquí a las mujeres se las trata como tales, como mujeres.
Tampoco es una imitación de presidiarios machos. No cae en el error de por ejemplo Thelma & Louise que simplemente trasladaba la road movie de escapatoria masculina a dos mujeres. Aquí las presas, pese al ambiente que les rodea, no pierden su feminidad, y no imitan la gilipollez del hombre. Una escena al principio de la película ya lo muestra: la novata pide un peine ante la foto de la ficha. Y curiosamente el cabello tendrá una importancia vital en el desarrollo del film, y de su protagonista.
Las actuaciones son todas muy buenas. Las secundarias Agnes Moorehead como directora de la prisión, y Ellen Corby como matrona de la galería, realmente hacen un gran trabajo. Pero lo de Eleanor Parker es tremendo. Ni una metamorfosis kafkiana supera eso. ¡Qué dulzura y fortaleza a la vez!
Como bien dice la crítica anterior a ésta, a muchos algunos detalles recordará a la sobrevalorada Cadena perpetua , y a la maravillosa Soy un fugitivo . Muy recomendable.