Sherlock: El coche funerario vacío (TV)
Sinopsis de la película
Primer episodio de la tercera temporada de Sherlock. Dos años después de los devastadores efectos de Reichenbach, el doctor John Watson ha seguido adelante con su vida. Nuevos horizontes, un nuevo romance y un cómodo futuro le aguardan. Pero, con Londres bajo ataque terrorista a gran escala, Sherlock Holmes está preparado para levantarse de la tumba y retomar su legado. Lo que su mejor amigo no sabe es que lo que más había deseado puede traer graves consecuencias…
Detalles de la película
- Titulo Original: Sherlock: The Empty Hearse (TV)
- Año: 2014
- Duración: 84
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Opinión de la crítica
Película
7.6
93 valoraciones en total
Y ha vuelto más Sherlock que nunca. Steve Moffat y Mark Gatiss nos regalan el que probablemente sea el mejor capítulo de la serie. Un capítulo que se fue escribiendo a lo largo de toda la anterior temporada para la ¿serie? con mayor calidad de la televisión actual.
Hemos sido muchos los que nos hemos imaginado cómo lograba Sherlock sobrevivir, y no sólo en el mundo real, sino también en la ficción. Los fans de Sherlock lo creen vivo y acercándose de nuevo a Londres (ver capítulo 3×00) mientras una alerta terrorista acecha Londrés. Y todo, si, mientras se acerca el 5 de Noviembre, la noche de Guy Fawkes.
Sherlock reaparece más heroíco y a la vez más humano que nunca. Más gracioso, más sarcástica, más descarado, pero también más amigo de los suyos. Consciente de quién es y con ganas de volver a ser él mismo, el gran Sherlock Holmes. Aunque eso supongo volver a ponerse la gorrita de caza.
Mientras tanto, un John Watson, que acababa de pasar página 2 años después, a punto de casarse, con un trabajo estable y mucho más hombre de lo que era (sul bigote es otro guiño más a los fans) tendrá que asimilar que todo lo dolor que pasó fue en vano, Sherlock vive.
En definitiva, Sherlock ha vuelto renovado, con la misma intriga, acción y calidad que siempre, pero con una pareja de actores que ha crecido haciendo cine y que se meriendan la pantalla. Con mucha más dosis de humor que en temporadas anteriores, y, aunque parece casi imposible, con más inteligencia, porqué la manera en que resuelven nuestro asunto ,el falso suicidio de Sherlock, ha sido completamente impecable. Disfrutenlo.
Después del cliffhanger establecido en La Caída de Reichenbach hace ya una eternidad, cualquiera pensaría que El Coche Funerario Vacío tendría como objetivo principal la resolución de esa situación límite. Pero no. En lugar de eso Marc Gatiss, guionista del episodio, ha preferido retratar con excesiva profundidad el conflicto entre Watson y Holmes a raíz de la fingida muerte de este último.
Sin embargo, el tratamiento que se hace de este cliffhanger y la manera en que se resuelve me parecen extraordinariamente inteligentes. Elegantes maneras de evitar la comprensible avalancha de críticas por parte de aquellos espectadores que aman con locura la serie y, precisamente por ello, están a un paso de odio. Un ingenioso recurso que engrandece aún más la figura del inconmensurable Sherlock Holmes.
Por desgracia, la circunstancia de haber puesto el foco bajo los personajes ha restado espacio a lo demás. Ha quitado espacio al misterio, simplón y sin mucho interés, pues está construido y resuelto a toda velocidad. Ha quitado espacio a las escenas de acción, tan maravillosamente trepidantes en otras ocasiones. Y, en cambio, ha sobrecargado el metraje de diálogo, lo que hace que su ritmo decaiga en algunos tramos, especialmente cuando entra en escena el hermanísimo Mycroft Holmes. Con todo, este primer episodio supone un arranque de temporada notable…aunque con margen de mejora.
Exceso de reunión de amigotes para mi gusto. Siempre he considerado que esta serie (al menos los buenos capítulos) es de personajes, pero cuidado, los personajes se construyen a través de la trama, el caso. Y aquí no hay caso apenas. El villano queda sin definir y hay demasiados momentos de humor chirriantes (sobre todo con Mrs Hudson). Una cosa es ser informal, otra cosa que el capítulo se convierta en un carnaval.
Un par de puntazos muy buenos (el ajedrez, y el momento Moriarty en la azotea), una resurrección y el caso más flojo de los 7 capítulos. Muy mejorable. Que vuelva Irene Adler o la cosa se puede poner muy fea
Se podría decir que después de dos años, el hype estaba por las nubes. Eso podría desembocar en decepción como ocurre algunas veces, tener grandes expectativas acaba por chafar a más de uno al no sentir que lo visto se corresponde con lo que se esperaba. Sin embargo este no es el caso.
Sin tratarse de un capítulo excepcional, dicho sea de paso. Es más bien un capítulo de transición con todo lo que conlleva el retorno de Sherlock Holmes a la ciudad de Londres, su reencuentro con Watson y el misterio que envuelve su no muerte. Sin pretenderlo, todo ello deja a la amenaza terrorista en segundo plano.
Sí se mantienen las señas de identidad de la serie, como el habitual humor así como el montaje ágil que hace más espectacular cada una de las deducciones del famoso detective. Dicen que si algo funciona, no hay que tocarlo. Y la serie lo cumple con creces.
Ahora en serio…¿os vais a afeitar el bigote o no?
La magnitud de lo que se dirime en este episodio, entre otras cosas el misterio del coche funerario donde debía viajar Sherlock, distancia al espectador de lo que sucede en la pantalla porque éste suele ser reacio a piruetas desmesuradas.
También le aleja la complejidad del argumento, la sofisticación excesiva, la ampulosidad de las formas, el artificio donde la credibilidad naufraga y los giros imprevistos que adopta la historia y que terminan convirtiéndola en hiperbólica.
Pero al espectador le seduce la interpretación irreprochable de sus protagonistas, ese sentido del humor inteligente e irónico que se cuela entre los fotogramas llenos de intriga, la atraen las soberbias imágenes que jalonan su metraje, los rasgos de humanidad, la tensión mantenida, la emoción, la incertidumbre y, con toda certeza, ese juego cómplice de la cámara que remite sin reservas a una esencia narrativa que parece extraída de los renglones que Conan Doyle comenzó a escribir cuando el siglo XIX todavía alentaba un soplo de ilusión.