Senda prohibida
Sinopsis de la película
Johnny Eager (Taylor) es un gángster que, para no levantar sospechas, lleva una doble vida: finge que vive en una humilde casa con sus parientes, pero en secreto continúa siendo el rey del juego ilegal. Lisbeth (Turner) es una inocente chica que conoce a Johnny y se enamora de él.
Detalles de la película
- Titulo Original: Johnny Eager
- Año: 1941
- Duración: 107
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Opinión de la crítica
Película
6.9
65 valoraciones en total
Gran clásico del cine negro con toques de melodrama. Johnny Eager es un mafioso frio y despiadado en libertad condicional –soberbiamente interpretado por Robert Taylor- que lleva una doble vida haciéndose pasar por un delincuente reinsertado. Se hace acompañar por un borrachín interpretado por Van Heflin, que actúa como la conciencia de la que carece el personaje principal y cuya relación se va deteriorando a lo largo de la película,
Leroy, especialista tanto en el género negro, del que nos dio varias obras maestras en los años 30, como en el melodrama del que también nos dio nuevas obras maestras en los años 40, nos ofrece una visión seca, descarnada, nada complaciente, de un gánster sin ninguna cualidad positiva – No sé nada sobre el amor. Esto son negocios-. Es un retrato de profunda complejidad sobre una especie de nazi del mundo mafioso, en su falta de empatía y cruel frialdad, de un personaje que no comprende otros valores que no sean los suyos propios. No entiende el amor, ni la amistad, el desinterés o la bondad. Como su alter ego complementario le llega a decir nadie sería capaz de explicártelo.
Robert Taylor despliega una energía y una ambigüedad admirables, en un papel que le va como anillo al dedo a su seca y distanciada expresividad mientras Lana Turner interpreta a la joven fascinada por el brillo varonil del gánster, pese a ser la hija del fiscal que debe juzgarle, en la parte inicial de su prometedora carrera, cuando aún no había acuñado esa pose pétrea y aristocrática que tan bien le iba para protagonizar esos melodramas de mujer de hielo con un volcán en su interior a punto de explotar.
Una obra maestra.
No es fácil empezar elogiando el papel de Robert Taylor cuando quien destaca por encima de todos, Lana Turner incluida, es el mismísimo Van Heflin, que aparece desde el principio como mano derecha del protagonista para encauzar los hechos con sentencias y reflexiones siempre acertadas que le dan a la película algo especial. No quiero decir con ello que Johnny Eager quede al margen, el personaje que interpreta Taylor nos lleva de cabeza desde el primer minuto con las intenciones propias de todo gangster, con su mala leche, sus malas ideas y un escaso margen emocional que le vende carísimo a Lana Turner.
Lo cierto es que yo me rindo ante propuestas de género tan ortodoxas y bien hechas, y es que siendo así no hay otra salida que disfrutar. Mervyn LeRoy nos ofrece un espectáculo que todo cinéfilo no debiera perderse nunca, a la altura de cualquier cara cortada o del mismísimo Cagney, presento mi más sincera reverencia a un tipo de cine repleto de acción y en el que no se pierde ni un minuto, no hay lugar para el relleno y todo fluye estrepitosamente a un ritmo enorme. La mala leche de Johnny Eager merecía que se respetase el título original, este Senda prohibida castellanizado no es más que otro ejemplo de incomprensible estupidez del distribuidor de entonces.
Sobresale Van Heflin, lo repito de nuevo, pero es que el torbellino en el que se va convirtiendo la película, con un guión ejemplar, nos lleva de un lado a otro entre asesinatos, mentiras, partidas de póker, fiscales, mucho humo y tantas y tantas cosas comprimidas en una historia de cine negro clásico que recomiendo a gritos. Mirar atrás merece tanto la pena a menudo…
Gran película sobre el género negro o de gangsters , entremezclado con una preciosa historia de amor de las que ponen el vello de punta.
Nos narra la vida de un notable delincuente salido de la cárcel que se hace pasar por taxista y persona reinsertada de cara al visto bueno de las autoridades oficiales, pero que en realidad sigue siendo el jefe de una banda de gánsteres y conduciendo sus negocios de corrupción e ilegalidad. Este hombre, Johnny Eager, es un tipo malo para el que sus negocios sucios y sus ganancias de matón están por encima de cualquier amigo, novia o persona que lo ame. Sin embargo ocurrirá algo en su vida que en un momento dado le transformará, teniendo la oportunidad de alcanzar cumbres de honor y dignidad que ni los que le conocen ni él mismo hubieran imaginado.
Es una película de un guión estupendo, a cargo de John Lee Mahin & James Edward Grant, el cual seduce nuestro interés durante todo el desarrollo, con gran dinamismo y descripción de talantes, psicologías e idiosincrasias humanas para el estudio.
Van Heflin, que aquí luce bastante joven, se mereció el Oscar que le dieron por interpretar en este filme a un amigo de Johnny Eager que siempre está junto a él, que es él único que le dice verdades de frente y sin amilanarse, haciendo el papel de bufón inteligente, borracho e inofensivo crítico, que un poderoso es proclime a soportar a su vera, quizás porque le entretiene y le relaja como si fuese una fiel mascota.
En verdad, estamos ante un encanto de película, magistral en todas sus partes incluida el final, y con unos protagonistas a cual más reluciente, llenos de belleza y realismo en sus actuaciones. Sin duda, además de la excelente interpretación de Van Heflin, la de Robert Taylor no se queda atrás haciendo de tipo duro, hábil, calculador, estratega de la maldad, y frío como el hielo (hasta tal punto que su amigo Jeff Hartnett, realizado por el citado Van Heflin, le echa en cara una frase de Shakespeare para poner en evidencia cual es su verdadera personalidad (guapo por fuera y malvado sin sentimientos ni moral por dentro): Puedo sonreír y mientras sonrío te arranco el corazón con un hacha sanguinaria. Yo calificaría la actuación de Taylor en esta película como una de las tres mejores en toda su vida profesional. Cosa notable es que desde que empieza a rodar la cinta, el director nos deja claro ya en la primera escena de relaciones humanas, que Robert Taylor/ Johnny Eager es un tipo de físico muy hermoso o cautivador ante el que se prendan las mujeres, por más que a la vez sea un gánster con muy malas entrañas. Así le ocurrió a Taylor también en la vida real: que las mujeres nada más verlo se sentían arrebatadas de amor por él.
En fin, una película en blanco y negro de principios de los años cuarenta (1941, siglo XX), inolvidable, para ver y conservar, pues es de las que se admiran con detenimiento cada equis tiempo.
Fej Delvahe
Esplendorosa cinta noir dirigida por uno de sus maestros, Mervyn LeRoy, y que cuenta con innumerables detalles de calidad y de buen cine tan escasos hoy en día. El reparto es sensacional. Encabezado por un sublime Robert Taylor y una bellísima Lana Turner la película cuenta con la aparición y consagración de uno de los secundarios con más calidad de la época: Van Helfin. Ganador de un Óscar por esta interpretación borda su papel de un tipo alcohólico, mano derecha del gángster y que empapa de reflexiones el discurrir de los acontecimientos llegando en ocasiones a tutear y sobrepasar la presencia de Taylor en la pantalla. Genial e inovidable interpretación.
Por otra parte la historia, sencilla en sí (otra más de gángsters), cuenta con un guión bastante atractivo y que dota al argumento de innumerables giros y sorpresas que, unidos a la maravillosa dirección de Mervyn LeRoy, hacen mantener la atención hasta el último y definitivo fotograma. De nuevo maravillosa utlización de las sombras y de los primeros planos que consiguen llenar de fuerza la fatídica relación, en este caso de Robert Taylor (Johnny Eager) y Lana Turner (Lisbeth).
Así pues gángters, fiscales, amores fatales, asesinatos, engaños y diálogos con gran carga dramática y emocional se vuelven a entremezclar en este clásico americano y que sin duda no deben perderse si son amantes de este género.
Quedamos en que Robert Taylor no es Bogart y en que Lana Turner no era buena actriz. Quizá para alguien que no sea yo don Robert sí se parezca a don Humphrey y Lana Turner sea más que el cacho carne cuando el cartero llama dos veces. Pero como ya somos dos los que pensamos eso y no uno sólo (llámese Juan o Rigoberto), pues me da pie la cosa para afirmar que en otras manos directoras, con un John Garfield como amante de la Turner (me dejo llevar por el cartero) o con una femme fatale menos afectada (doña Lizabeth Scott, menos pretenciosa, mucho más efectiva, pero que, ay, comenzó a rodar tres años más tarde), Senda prohibida sería mejor.
El cine negro ya daba muestras en el año 1942 de ejemplos a tener en cuenta. La grandeza llegaría con la terminación de la segunda guerra y sobre todo con el mítico 1947. Así que antes de que todo lo que tocara el cine negro se volviera de color oro, películas como ésta dirigida por Mervin LeRoy (nunca fue un rey, aquí quizá demasiado académico en el estilo años 30) apuntaba hacia donde los tiros darían al poco tiempo. En la diana.
En el centro justo da Van Heflin, magnífico también para los votantes de la Academia: merecido Oscar al mejor secundario. Reflexión personal, aquí a mí Heflin me recuerda a don Peter Lorre el magnífico. Física y artísticamente. Buen espejo si eso, don Van.
La historia sigue el rumbo de películas que ya hicieron Bogart o Bette Davis, los secundarios mejoran a los protagonistas, sale Paul Stewart al año siguiente de Kane y por último queda la constatación de que ya en 1942 en USA el mundo giraba en torno al mismo sainete: la corrupción baila.
Se me hace un poco pesadita la película. Otras manos estaban llamando a la puerta.