Santiago, Italia
Sinopsis de la película
Existe una historia poco conocida sobre el papel de Italia durante un momento crucial en la historia chilena, en concreto tras el derrocamiento del gobierno democrático de Salvador Allende en septiembre de 1973. Entremezclando imágenes de archivo de los años 70 con entrevistas registradas durante 12 días en el año 2017, el documental reconstruye el papel de la embajada italiana en Santiago de Chile en los meses siguientes al golpe de Estado de 1973, en particular como asilo para cientos de refugiados opositores a la dictadura militar de Augusto Pinochet, ofreciéndoles la posibilidad de ayudarlos a abandonar el país.
Detalles de la película
- Titulo Original: Santiago, Italia
- Año: 2018
- Duración: 80
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Opinión de la crítica
6.8
48 valoraciones en total
Salí encantado de ver este interesante nuevo film de Nanni Moretti, el director italiano aclamado por Caro Diario (1993), La Habitación del hijo (2001) y esa maravilla del 2015 que fue Mia Madre. Su cine ha estado en permanente mutación. En la década del `90, Moretti era un cómico que ensayaba en forma fílmica. A partir del cambio de siglo, comienza a hacer una introspección, y aparece con La habitación del Hijo, un drama familiar de características mayúsculas. Un film donde la muerte de un miembro de la familia deja sin sentido la vida de los demás. Su film resulta ser ganador de la Palma de Oro en Cannes. Hace tres años volvió a deslumbrar con un tema similar con Mi Madre. Ese mismo yo de Moretti reaparece ahora en un film intimista, emotivo y personal que pareciera ser la segunda parte de su Caro Diario , pero con una gran diferencia. La propuesta es ahora un paseo interior que mueve su conciencia política, que produce en él sentimientos encontrados que lo llevan a pensar acaso, sobre la idea de la muerte del ciudadano y la migración.
Estamos, ante todo, analizando un documental de carácter político que analiza un hecho muy especial, de carácter humanista y clandestino, ocurrido durante la dictadura de Pinochet en Chile después de la caída del gobierno popular de Salvador Allende, ello es la instalación de un centro de refugiados chilenos creado en la propia embajada italiana en Chile.
Con mucho tacto, casi con un espíritu didáctico, Moretti divide su film en tres momentos diferentes: 1) Los sucesos que originan la caída de Salvador Allende, 2) La enorme represión iniciada por el General Augusto Pinochet, a cargo del nuevo gobierno chileno, y 3) la intervención de Italia en el conflicto chileno dando refugio a perseguidos políticos.
El film se nutre de diferentes fuentes, entre las cuales están las opiniones y recuerdos de diferentes perseguidos políticos entre los cuales se encuentran Patricio Guzmán y Miguel Littin, ambos directores de cine chilenos cuyas obras cinematográficas han dado un gran testimonio de lo ocurrido. Moretti usa parte de ese material no solo para recordar aquella época sino para reivindicar la acción humanitaria que generó el gobierno italiano amparando a cientos de militantes comunistas.
Con gran lucidez narrativa el director italiano culmina su análisis narrando un pequeño episodio ocurrido en medio de aquella gran tragedia. Partiendo de una situación de alta conflictividad política y social, se cae en una represión sangrienta de una ferocidad inusitada, que, no obstante, da lugar a una intervención de carácter clandestino de la propia Embajada de Italia en Santiago. Aquello permitió el asilo de unas 800 personas, las cuales, en su mayoría, terminaron por exiliarse, tomando la ciudadanía italiana, y se radicaron en aquel país que los recibió con solidaridad y trabajo. Una luz en medio de la oscuridad. Un soplo de vida entre la desaparición y la muerte. Una historia tremenda sobre la pérdida de un sueño, el desarraigo y el volver a empezar en un país extranjero.
No obstante ello, lo interesante del film de Moretti es resalta la aventura humana. La mirada que termina prevaleciendo es la de un humanista, más allá de las nacionalidades, del exilio, de las etnias, del lenguaje, del pensamiento político, la del hombre que solo busca un bienestar, para él y su familia, integrarse a la sociedad y ser parte de ella. Vivir en una sociedad que garantice la igualdad y sobre todo, la libertad.
Nanni nos pone frente a nuestra propia historia, nos muestra a las personas que han encontrado refugio en el Consulado Italiano de Chile durante la última dictadura militar y han podido exiliarse en Italia. El documental se estructura en una serie de entrevistas dónde se vislumbra el valor y la dignidad de quienes militaban por cambiar la realidad de Chile.
Desde Italia, nos llega este film de Nanni Moretti que obtuvo el premio David di Donatello al mejor documental. Detalla los acontecimientos tras los primeros días de la dictadura de Pinochet. El director entrevistó principalmente a exiliados, entre los que se encuentran dos compañeros de oficio de Moretti, nos referimos a Miguel Littin y Patricio Guzmán. Hay abundantes imágenes de archivo del bombardeo e incendio de La Moneda, imágenes de Allende y audio de sus últimos discursos. Pasada la mitad del metraje, nos enteramos que algunos de los entrevistados se asilaron en la Embajada de Italia durante el período 1973-74, la mayoría saltando el muro de la representación diplomática.
El columnista Carlos Pavez Montt, en su análisis sobre el documental de Moretti, nos habla de la importancia del testimonio como rescate de la memoria de aquellos que vivieron esos días aciagos. Ese 11 de septiembre de 1973 no puede estar escrito con tipografía de El Mercurio y sus partidarios, cómplices pasivos que llevaron a cabo profundos cambios garabateados en unas fotocopias anilladas que ellos llamaron el ladrillo. No quiero rescatar eufemismos de esos políticos y economistas, al fin y al cabo, con la metralleta en la raja, todo el mundo trabaja, reflejó fielmente el soporte de esos cambios tan técnicos que requerían enajenar 700 empresas estatales, a precios irrisorios, otorgando un mandato a los privados (estado subsidiario, dice la constitución heredada) para fomentar la inversión nacional e impulsar la economía, a través de pagos a los grupos económicos para volverlos parte de ese 0,1% más rico de la población. Con la metralleta en la raja también podían equivocarse esos economistas (paridad cambiaria con el dólar) y arrastrar al país a una profunda crisis económica que hizo quebrar la banca nacional y mantuvo el desempleo en dos dígitos durante varios años. La profundización del modelo neoliberal, a partir de ese fracaso, fue posible gracias al respaldo de una dictadura (las Fuerzas Armadas) donde el costo material de la crisis recayó en los hombros de los trabajadores chilenos y sus ahorros (no olvidar la quiebra del banco BHC y de muchas financieras) y donde ese estado subsidiario volvió a traspasar recursos públicos hacia los privados, esta vez a la banca privada a través de la deuda subordinada.
Todo lo anterior suena infame y de mal gusto, pero no olvidemos que esa herencia fue escrita con sangre de esos otros compatriotas que apoyaban al Gobierno de Allende. Si acaso ellos se equivocaron, nunca tuvieron esas metralletas para hacer frente a las Fuerzas Armadas, como bien menciona Carlos Pavez Montt, el testimonio de los que sufrieron esa época se actualiza a través de las emociones tras sus palabras, que nos permiten completar la imagen del espejo. La muerte, la tortura, la desaparición fueron el precio que pagaron, mientras otro grupo se volvía millonario haciendo la vista gorda.
El testimonio de los entrevistados por Nanni Moretti es importante porque le da voz a esa muchedumbre silenciada, es cierto que fueron acogidos por la acción de algunos personeros de embajadas (Italia, Suecia, Finlandia) que mostraron su lado humano. Resulta triste componer los espejos rotos de la memoria a través del trabajo de cineastas extranjeros, habla de que los medios de comunicación siguen en las mismas manos de antaño, imponiendo su verdad, mientras el otro lado del muro lo vemos con ojos de Moretti (Santiago, Italia), de Mika Kurvinen (Héroes Invisibles), anteriormente de Costa-Gavras (Missing). Es cierto que hay chilenos valientes como Emilio Pacull (Héroes Frágiles) o Patricio Guzmán (La Batalla de Chile), pero se trata de la visión desde el exilio, con evidentes esfuerzos personales y producción extranjera.
Dónde está el Estado de Chile dando voz a aquellos que debieron permanecer en esta tierra y no encontraron exilio. Han pasado décadas y el país sigue sordo, sin memoria, no hay cabida para una historia no oficial, debido a que los ingredientes de la dictadura permanecen intactos y esa muchedumbre silenciada todavía no encuentra un país de exilio.
Hay visiones extranjeras (Francia, Italia, Finlandia), pero el Estado chileno y los directores nacionales debieran estar escribiendo esa otra historia con cuantiosos aportes económicos, como una forma de pedir perdón por el terrorismo de Estado expresado durante el régimen militar. Suena majadero, pero un país sin memoria no puede construir en forma digna su futuro.
Durante el estallido social del 18 de octubre, una primera línea de nuestra población, aquellos más postergados, levantaron sus voces para clamar por su dignidad, para decir basta a los abusos de los grupos económicos que se gestaron durante la dictadura. Fue un clamor valorado también por grupos de clase media, pero si analizamos, esas capas medias se adhirieron por el temor a perder el sitial económico alcanzado durante los años de la Concertación, su reclamo no responde a un deseo por recuperar la memoria de esa muchedumbre silenciada que aborda Moretti, sino más bien, es una lucha tras un mejor bienestar económico que el mercado claramente no es capaz de brindar.
Un hecho patético es lo expresado en las encuestas. Antes del reparto del 10% de las AFP, una gran mayoría clamaba por el fin de las AFP, pero luego de que su 10% fue depositado en sus cuentas personales, un porcentaje creciente de la población no sólo avala el sistema de capitalización individual, sino que un impresionante 80% quiere que el aumento del 6% en la cotización (futura reforma previsional) vaya en su totalidad a sus cuentas individuales.
Eso acontece cuando un país no tiene memoria, sus ciudadanos se transforman en clientes de un sistema en extremo individualista, incapaces de comprender la solidaridad del pueblo italiano con un grupo de nacionales que bien pudo tener peor suerte, cuyas voces han sido acalladas por los medios durante décadas, ni hablar de las voces de los que perdieron la vida.