Quién mató a Walter Benjamin…
Sinopsis de la película
Portbou, 1940. El 25 de septiembre, tras siete años de exilio, Walter Benjamin atraviesa los Pirineos en un desesperado intento de escapar de los nazis.
Según la versión oficial, Walter Benjamin logra cruzar la frontera franco-española con éxito, pero al llegar a la localidad catalana de Portbou, un súbito cambio en la legislación española le impide la entrada a la Península. Benjamin se ve obligado a pernoctar en una fonda del pueblo, bajo la estrecha vigilancia de tres policías que tienen órdenes de deportarlo a Francia a la mañana siguiente.
Esa misma noche, Benjamin inicia una agonía que lo llevará a la muerte veinticuatro horas más tarde. Según sus allegados, se trata de un suicidio. Pero el parte médico tipifica el deceso como muerte natural y Benjamin es enterrado según rito católico y bajo nombre equivocado.
¿Encubrió el médico la verdadera causa de la muerte? ¿Tenían conocimiento las autoridades españoles acerca de la importancia de este viajero extranjero? ¿Sabía Benjamin que Portbou era un pueblo de frontera recién tomado por los franquistas y virtualmente ocupado por los alemanes?
Quién mató a Walter Benjamin… busca las respuestas a las dudosas circunstancias de su muerte, a la vez que establece el retrato de un pueblo de frontera, anclado entre dos frentes, testigo de evasiones, persecuciones y falsas esperanzas.
Quién mató a Walter Benjamin… no supone solo la reconstrucción de una muerte, sino el retrato del escenario del crimen.
Detalles de la película
- Titulo Original: Quién mató a Walter Benjamin... (Who Killed Walter Benjamin)
- Año: 2005
- Duración: 73
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Opinión de la crítica
6.2
61 valoraciones en total
Hace ya algunos años que entre mis planes de futuro se encuentra la necesidad perentoria de visitar la tumba de este filósofo tan fascinante como enigmático en lo que a sus tesis se refiere, como si por el hecho de estar junto a su humilde sepultura pudiera sentir un poco más cerca a una de esas personalidades que captan con gran sensibilidad la esencia de su tiempo. Walter Benjamin escribió las famosas Tesis sobre la filosofía de la historia en 1940, exactamente el mismo año de su muerte. Allí hacía su aparición el Angelus Novus de Paul Klee, fuente de inspiración para el filósofo durante casi veinte años. En la novena tesis el ángel aparecía como alegoría de la historia propiamente dicha, es decir, de la trayectoria de la humanidad hacia la catástrofe. De acuerdo con la parábola enunciada por Benjamin el ángel, arrastrado por una tempestad procedente del Paraíso (la utopía prometida por el progreso) y en un intento por volver a ese punto de partida que cada vez parece más distante da la espalda al porvenir, viendo como ante él el pasado aparece representado por montones de ruinas que se acumulan sin cesar. Paradójicamente esa tempestad que lo arrastra, el progreso -o la razón, si se quiere-, y que parecía ser el medio que impulsaría al hombre a su estado perfecto es la que lo aleja indefectiblemente de la tan ansiada utopía. En palabras del propio Benjamin Quisiera demorarse, despertar a los muertos y reunir a los vencidos. Pero desde el paraíso sopla una tempestad que se ha enredado en sus alas, es tan fuerte que el ángel ya no puede cerrarlas. Esta tempestad le empuja incesantemente hacia el porvenir al que da la espalda, mientras que ante sí las ruinas se acumulan hasta el cielo. A esta tempestad es a lo que llamamos el progreso . Es posible que por aquel entonces Benjamin intuyera que no iba a tardar en ser una víctima más de ese progreso, convertido en un montón de escombros, un puñado de grava, una nube de polvo ante la cual pasaría aterrorizado ese ángel de la historia con los ojos abiertos de par en par.
Precisamente en Portbou, uno de esos lugares marcados en el siglo XX por el trauma y la ausencia, sería donde acabaría todo. Allí encontraría Benjamin el final de esos siete años interminables de exilio, allí, cruzando esa colosal frontera natural que son los Pirineos, en busca del océano, antaño hogar de monstruosas criaturas y del borde que separaba a la tierra del abismo y, en aquel momento, un camino seguro a la libertad. La Tierra nunca dejó de ser plana, las fantasías y sueños de los hombres siempre hicieron de ella un lugar con múltiples aristas y bordes por donde se deslizaban el agua, el polvo y la sangre de los hombres fundidas en un mismo flujo incesante que se desvanecía en el espacio infinito. Europa, durante siglos uno de los centros del mundo, se convirtió en uno de esos bordes, un agujero negro que succionaba toda la luz.