Political Animals (Miniserie de TV)
Sinopsis de la película
Miniserie de TV (2012). 6 episodios. Elaine Barrish, ex Primera Dama de los Estados Unidos, actual Secretaria de Estado y recientemente divorciada, tiene que lidiar con los problemas del Departamento de Estado a la vez que trata de mantener unida a su familia.
Detalles de la película
- Titulo Original: Political Animals
- Año: 2012
- Duración: 360
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Opinión de la crítica
Película
6.3
47 valoraciones en total
Una ex Primera Dama divorciada de un ex presidente al que la mayoría de norteamericanos asocian a la palabra ‘sex’ ocupa el puesto de Secretaria de Estado. Pero debido a decisiones de su actual Presidente poco rigurosas, cobardes y que demuestran poca firmeza en sus convicciones, decide replantearse competir contra el hombre que la ganó dos años antes en las primarias y que actualmente es la persona más poderosa de la nación. Las comparaciones son inevitables entre Hillary Clinton y Elaine Barrish Hammond, pero los datos de audiencia de Political Animals parecen meros sondeos electorales: para algunos son estimables, para otros una decepción.
Tal vez a Greg Berlanti le delata el culebrón familiar y tener un casting sólido con una Sigourney Weaver solvente y creíble en su rol de dama de América, retomando su estela en Armas de mujer y tildada de zorra oportunista y ansiosa de poder por la gente que no la conoce. Por ese pueblo norteamericano que duda y tiene en su mano poner a su primer presidente sin pito en la Casa Blanca. A su marido le ‘perdonaba’ sus infidelidades porque se ‘casó con la nación’ y lo curioso de Political Animals es que sus enemigos viven de puertas para dentro: su familia es aquello que puede hacer peligrar sus máximas aspiraciones. Un hijo mayor que odia a su padre y le echa en cara sus fracasos y que se ha convertido en su mano derecha, otro hijo gay y drogadicto que intentó suicidarse, una madre alcohólica y brutalmente sincera, una nuera bulímica y un ex marido y presidente que después del divorcio ha acabado con un clon de Pechofía Vergara. Pero, sobre todo, resulta interesante e incluso insólito que el antagonista de la heroína sea el propio Presidente de los Estados Unidos de América. La serie quiere hallar la dicotomía y giros anímicos entre crisis de estado y familiares con una periodista, que ganó un Pulitzer a costa de humillar a los Hammond, y que se convierte en un comodín (para lo bueno y lo malo) para la ex Primera Dama. Todo esto mientras la perspicaz e incisiva periodista ve reflejos de alguien al que ha criticado en su propia vida y empieza a ‘admirar’ desde el interés personal y periodístico… y que, poco a poco, vemos que puede tener en su mano aupar o destruir.
Se echa en falta más estilo ‘Sorkinisms’ en los libretos y menos líneas de previsible culebrón con tendencia sensacionalista. Está muy bien aquello de que a Elaine Barrish le gusten los elefantes por ser criaturas majestuosas, temibles pero aún dulces pero realmente la serie gira en torno a la familia, el matriarcado y el interés mediático que queda en ese «Sólo nos quieren cuando no están ocupados odiándonos». Mucho decir que tiene un culo maravillo pero a la serie de a Greg Berlanti le falta delantera.
Interesa, como mucho, los flashbacks que muestran la madurez e inteligencia adquirida por los palos que le dado la vida a Elaine Barrish, pero sobre todo esos brillos luminiscentes que destellan en el pasado, sobre esa cultura política del foco y la ceguera. Pero Political Animals no resulta creíble y la calidad de sus guiones apenas genera tensión en los espectadores. Más que un drama político, parece un telefilme de sobremesa sobre un matrimonio en eterna crisis hayan vivido en la Casa Blanca o en Pittsburgh. Los personajes secundarios están mal definidos y resulta irrisorio que el Presidente tenga mejor peinado de carisma. Lo mejor son los enfrentamientos (y acercamientos) dialécticos entre Sigourney Weaver y Carla Gugino. Pero es un bagaje escaso para una de las series con más aspiraciones para este verano. Realmente Political Animals quiere hablar de la vida personal frente a la política en tiempos en los que los problemas personales de los televidentes están provocados (in)directamente por los políticos. Como diría Andrea Fabra «Que se jodan». Los políticos, claro.
Sigourney Weaver es demasiado elegante y bien vestida para hacer de la ambiciosa Clinton…
Imposible no pensar que esta serie bien hecha metamorfosea deliberadamente la historia de los Clinton.
Además sirve de catapulta para dejar a Hillary en buen lugar– Cine político con segundas…
Pero se deja ver muy bien
Da igual que el personaje de Sigourney Weaver en esta sere esté o no basado en Hillary Clinton. Lo importante es que despues de series tan potente como Boss y House of Cards, este nuevo intento de llenar el mundo de la política de glamour e interés, con la que está callendo, se queda corto de fuerzas al apoyarse en solo tres patas: la misma Sigourney Weaver, como la exprimera dama y secretaria de estado, Ciaran Hinds (aún recordamos su Julio Cesar en Roma) como el expresidente mujeriego y Carla Gugino como periodista y coro de esta moderna tragedia griega.
Gustosa serie política para los amantes de este tipo de ficción (como es mi caso, que me apasiona la ficción política y la devoro siempre que tengo la ocasión), en la que una inconmensurable Sigourney Weaver se pone en la piel de una atribulada y versada Secretaria de Estado que ambiciona la presidencia del gobierno de los Estados Unidos.
Sí, es cierto: La premisa de la serie no es ninguna inspiración en la vida de Hilary Clinton sino una imitación en toda regla. La serie de 6 episodios pierde puntos por culpa de esto, pues no costaba nada ofrecer una trama principal más original y novedosa sobre una mujer en la cima del poder y la influencia… sin tener que caer en la premisa de ex-mujer de Presidente mujeriego que aguantó por imagen y ahora quiere demostrar todo lo que no pudo y guiar al feminismo (¡para eso haber realizado un biopic y no tratar de engañar al personal con una novedad en ficción que no es tal!). Y es que… esta ficción se resiente cuando nos muestra ciertas situaciones que directamente copian las desventuras de la señora Clinton en la Casa Blanca o durante sus elecciones primarias… porque Political Animals tiene un reparto en estado de gracia, una factura impecable, y ciertos diálogos y momentos verdaderamente crecidos, así que esas pequeñas situaciones (como los (poco trabajados en el guión) flashbacks de la protagonista cuando era la Primera Dama cornuda) se denotan como una pérdida de tiempo y como un lo que pudo ser esto y no es en esos momentos resabidos y facilones, que pudieron aprovecharse en un tratamiento más desarrollado de los tejemanejes políticos (en los que se echa de menos un poquito más inteligencia, enjundia y calado para hacer de esta serie algo del todo sobresaliente).
En definitiva, que Polítical Animals no es House of Cards (ni algo digno de compararse con el largo de Spielberg Lincoln o el Invictus de Clint Eastwodd) y quizás le falte más de El ala Oeste de la Casa Blanca y le sobre más de Dinastías (los momentos culebronescos sobre la familia de la protagonista también son los puntos más flojos de la serie en cuanto al guión) pero, sin ser una ficción excelente lo que nos ofrece es realmente bueno y apetecible en líneas generales. Así que se pueden perdonar esos defectos de detalles en el libreto que bajan el nivel de los minutos en ciertos puntos.
Porque en Political Animals afortunadamente hay más minutos de estrategia política, de juegos vivientes de ajedrez, de interesadas filtraciones o no filtraciones a la prensa (la serie aprovecha con tino e intelecto el juego de a dos que se marcan la Secretaria de Estado y la periodista amiga ). Así que al espectador Political Animals puede atraparle sin esfuerzo con sus juegos sucios de destreza, de anticipación, de apuñalamientos por la espalda, de intuición, de mentiras, de trabajada e impávida hipocresía, de verdades ocultas … ¿Son situaciones incomparables? no, pero lo cierto es que la serie deja buenos diálogos políticos (algunos inmensos gracias al buen hacer de Weaver) y curiosas negociaciones que se saborean con gusto (también la serie nos deja alguna cómica situación burlesca durante esos viajes políticos que puede arrancar la risa con acierto). Así que en su género merece la pena echarla un vistazo.
Es, además, una ficción con una maravillosa ambientación, con una cinematografía admirable y limpia (que supera con creces a muchos conocidos largometrajes), con una soberbia puesta en escena, un vestuario excelente, una acertada banda sonora y una edición tan acelerada como notable.
Pero lo que verdaderamente eleva a Political Animals y la hace una serie majestuosa (a pesar de que el guión a veces se quede a medio camino) son sus interpretaciones que van desde buenas (James Wolk como hijo mayor de la protagonista, Carla Gugino como periodista feminista y admiradora de la protagonista (el papel más lucido que jamás haya visto de la actriz)) a excelentes (la veterana Ellen Burstyn como elegantemente deslenguada madre de la protagonista (muy merecido su Emmy por este trabajo) o Sebastian Stan como desesperanzado hijo menor) a impresionantes (Sigourney Weaver está colosal. Aunque haya visto estupendas interpretaciones de la actriz, a partir de ahora solo puede ser Elaine en mi mente. Ya no solo es que Weaver aporte una elegancia y una clase únicas a su personaje (que lo hace), es que dota a su personaje de una estupenda profundidad, de una multitud de matices, de una sutileza encantadora, de un único carácter. Evidentemente el guión se reserva los mejores momentos de intelecto y corazón para su personaje, y Weaver los borda todos ellos dejándonos incluso al borde de la lágrima en los acontecimientos más sensibleros y facilones .
En definitva, Political Animals no es perfecta y pudo dar mucho más… pero lo que hay es realmente bueno: Un libreto tolerable en líneas generales (con puntos altos y bajos), un reparto maravilloso con una Sigourney Weaver en estado de gracia y un diseño de producción sobresaliente. Eso basta para resultar una serie política disfrutable.
Lo mejor: Sigourney Weaver como Elaine. Ellen Burstyn. Carla Gugino.
Lo peor: Los momentos culebronescos se notan como accesorios y perfectamente sustituibles.