Placa de acero
Roberto S. Recto (Alfonso Dosal), oficial ejemplar recién egresado de la academia se une a la fuerza de policía y es asignado con su nuevo compañero, Adrián Vázquez, patrullero corrupto y holgazán que ha cedido su alma a la corrupción por creer que no existe otro camino posible en este sistema. Juntos tendrán que ir aprendiendo uno del otro para lograr tener la fuerza necesaria para triunfar sobre el crimen organizado y así traer justicia y salvación a la Ciudad de México.
El inicio de la película es prometedor, tiene unos buenos instantes de comedia. Pero a medida que va avanzando la película, pierde la dosis de humor, y comienza una trama policial que es inocua, soez, absurda. Tiene los tópicos de su género, en principio no se llevan bien los compañeros, uno lleva a otro a su casa y conoce la familia, uno sufre una perdida personal (que no humana), nadie del cuerpo confía en ellos, unos narcotraficantes con pinta de duros muy duros, y situaciones anómalas que no tienen sentido. Desenlace ni emociona, ni impacta ni nada.