Nazareno Cruz y el lobo
Sinopsis de la película
Un campesino tiene la desgracia de ser séptimo hijo. En virtud de esta generosidad genealógica, recae sobre él una maldición, que lo convierte en lobizón (hombre lobo de las Pampas) durante la luna llena. Sin embargo ha estado toda su vida viviendo alegremente sin tener problemas, hasta que se enamora de una joven rubia del pueblo. A partir de ese momento, se le aparece el Diablo, quien le advierte que el amor provoca un efecto negativo en Nazareno, que es la consecusión de aquella legendaria maldición. Ya no hay vuelta atrás: o deja de lado sus sentimientos por la joven, o afronta vagar como lobo durante las noches de plenilunio. Claro, el problema es que siendo lobo, Nazareno no puede evitar degustar el ganado ovino y a algún que otro pastor.
Detalles de la película
- Titulo Original: Nazareno Cruz y el lobo
- Año: 1975
- Duración: 92
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Opinión de la crítica
6.7
94 valoraciones en total
Como es habitual en el director, Favio comienza su ejercicio con una voz en off que nos pone en antecedentes. Quizás aquí la encuentre más necesaria que en otras de sus primeras obras, puesto que nos encontramos en una adaptación de las leyendas licántropas gauchas desconocidas para muchos espectadores. No esconde pues, el tono folclórico de la cinta, cementado por una impresionante fotografía antes de que la era digital convirtiera el filtro en artilugios anacrónicos.
Encuentro un error tremendo de casting la elección de Nazareno (Juan José Camero) y Griselda (Marina Magalí). Dos actores a los que no descubro emoción alguna en un apasionado romance de planos maravillosos (en la playa). Alfredo Alcón, por contra, da una lección interpretativa, ganada de mano por un papel maravilloso de diablo fatigado. Cansado de zangolotear de un lado a otro y de cascar la desgracia ajena. Deprimido por no ser padre y olvidado por aquel que le dio su poder. Alcón no sólo tiene presencia, es que hace que te enamores del Mal y no de la Griselda rubia oxigenada sin gracia alguna.
Hasta la aparición de Alcón, la película no me despierta demasiado interés. Ciertos planos de la calidad que atesora este realizador y poca cosa más. Favio aburre en la parte del romance, con un uso desmedido de la música y la perentoria necesidad de mostrarnos al macho arando campos sin gracia alguna. Toda esta parte del romance me parece demasiado edulcorada y su final no deja de ser una prolongación de toda esta miel que deja pringada la película.
Juanita Lara interpreta a Fidelia, la eterna niña que acompaña a la bruja Lechiguana, es un personaje de oscuridad arrolladora pero que Favio no termina de aprovechar.
El manejo y cuidado del acervo popular, en lugar de encasillar la película le da un tono atemporal, como de leyenda mitológica griega medio real y medio ficticia. Leonardo Favio siempre se ha mostrado interesado por el folclore popular hasta el punto de involucrar de manera eficiente al espectador en cada cuento y leyenda como es el caso.
Lo he sentido y lo he comprobado muchas veces: Así como no hay nadie tan próximo a la música clásica como un amante del rock, no hay igualmente nadie tan cercano a la espiritualidad como un hombre de izquierda. Y casualmente, tanto al roquero como al izquierdista, les duele la vida, nunca están conformes, y suelen ponerse a disposición del cambio donde ven la esperanza de que pueda –y deba- suceder. Hablo por supuesto de los auténticos, porque, deplorablemente, tampoco estos senderos están exentos de gente liviana. Aquellos, son de corazón sangrante y noble, y sienten como suyo el dolor del pueblo y el lamento de los excluidos.
Creo que, Leonardo Favio (1938-2012), fue un hombre de corazón sangrante. Conoció la pobreza en su infancia, fue abandonado por su padre, estuvo en la cárcel… y tuvo la suficiente experiencia para comprender que las cosas en el mundo no andan bien repartidas. Después de estudiar en un seminario de donde se escapó pronto, hizo pequeños papeles en radioteatros conseguidos por su madre, hasta que consiguió acercarse al cine donde hizo de extra y de actor secundario, hasta llegar a su mayor deseo que era el de convertirse en realizador.
NAZARENO CRUZ Y EL LOBO fue la quinta película de este comprometido peronista, y en ella vuelve al tema que siempre alimentaba sus populares canciones: El Amor. Basado en un cuento tradicional argentino, esta es la historia de un muchacho que, como yo, vivió la tragedia de ser el hijo número 7. Al saberlo enamorado, Nazareno Cruz es visitado un día por el diablo y éste lo pone en la disyuntiva, según la cual debe escoger entre el oro o el amor. Si renuncia al amor lo hará rico, pero si elige el amor se verá convertido en lobo en cada noche de luna llena.
Favio se la juega con un guión que roza la más modesta, cristiana y poco sostenible tradición oral, pero logra sacarlo avante con unos magníficos y originales sets, sirviéndose de encantadoras y auténticas brujas que poco tuvieron que pasar por la sala de maquillaje, y con una, en general, muy cuidada fotografía, complementada con efectos que realzan los tonos emocionales de la gótica narración. Incluso, esos largos planos dispuestos a dar espacio para que suenen completos los preciosos temas Soleado de Zacar (Ciro Dammicco) y algún fragmento del Rigoletto de Giuseppe Verdi, tienen su propia magia. Y huelga decir que, el gallardo y cansado diablo, está muy bien representado por Alfredo Alcón, uno de los más sobresalientes actores argentinos.
Es la segunda vez que veo este filme y vuelve a conmoverme profundamente ese sentido momento cuando el rey del averno le dice a Nazareno: No te olvides de mi. No te avergüences de mi cuando estés frente a Dios, Nazareno. Yo también, si Él quisiera, me repartiría como un pan de amor entre la gente.
Realmente la película me parece más que interesante. Aunque no estoy tan entrado en la filmografía de Pasolini, creo que su lenguaje autoral es muy parecido al de Favio en está película.
Pretendo remarcar (como espectador distanciado), puntos en cuanto a dispositivo artístico.
En está película, claramente, las escenas estaban bien marcadas por la expresión de la emoción específica buscada por cada escena. Es genial su uso de la temporalidad y espacialidad, para manipular estos elementos artísticos se vale de una fotografía super variada, sin respetar la continuidad, con colores y sombras que marcan rupturas, un tiempo no identificable para el espectador, como también en la espacialidad, su gran uso en el montaje y planos de planos muy cerrados y planos muy abiertos, con muy pocos planos medios, es decir, sin la posibilidad de una espacialidad reconocible para el espectador, jugando con el espacio, expresando, creo que en esta película tanto los movimientos como los diálogos tenían vida propia, independiente de la historia, y eso es bellísimo (más allá de su justificación posible). Una banda sonora que te susurra, te grita , muchas veces al margen de lo visible en la pantalla y otras acompañándola como la voz en off del diablo (que marca un acompañamiento con el espectador, que le habla al oído, que el diablo está detrás tuyo)
Y para que sólo quede el remanente, lo más hermoso: las vísceras, las responsabilidades ,el dolor, el amor.
Una catastrófica y triste historia de amor que se basa en parte en la mitología licantrópica y por otro lado en un curioso despliegue trascendente con dejos religiosos. Así, y con escasos recursos económicos que ponen en juego la habilidad y la imaginación de Leonardo Favio, se despliega una aceptable cinta que combina romanticismo, fantasía y algo de terror.
La acción se despliega en campestres escenarios propios de las pampas argentinas, donde hay mucho elemento autóctono propio de la superchería salida de pueblos con gente humilde y trabajadora que creaban algunas leyendas para generar miedo.
Hay que reconocer que la película hoy día resulta un tanto naif y bucólica, pero hay que saber apreciar la astucia del director para poder llevar adelante su puesta en escena sugiriendo mucho con los escenarios más que provocando el terror con escenas violentas.
En el comienzo de los setenta, Leonardo Favio había devenido de joven revelación del cine nacional, en el más popular cantautor latinoamericano del momento, intérprete visceral de canciones pasionales de menor calidad que la obra realizada en la década anterior. Atrás había quedado su magnífica trilogía de películas en blanco y negro, que siguen siendo un referente ineludible para todo interesado en el cine argentino ( Crónica de un niño solo , El romance de Aniceto y la Francisca , El dependiente ).
Los politizados años setenta lo encuentran regresando al cine, con una mirada muy militante y crítica que transmite en su Juan Moreyra (1973). Pero ya en 1975, el peronismo, la tendencia política con la que se identificaba, había caído en un cono de sombra, divisiones y enfrentamientos. En este contexto, debe comprenderse Nazareno Cruz, el Lobo , una fábula atemporal sobre el mal, el bien y el amor como redención, que parecía casi una extravagancia en un momento en que los jóvenes discutían acerca de un cine ideologizado y militante. Con ese transfondo, Fabio realiza una metáfora que roza la idealizada ética de un cristianismo elemental y muy interesante con una visión del mal, encarnada en un diablo que está algo
cansado de su rol y aspira a una segunda oportunidad para repartirse como un pan entre los hombres .
Desde una mirada actual esta temática tiene una aura de ingenuidad naive, con sus paisajes idílicos, personajes de cuentos de hadas, brujas autóctonas y un diablo muy particular que habita el infierno más interesante que se haya mostrado en el cine nacional.
La dirección de Favio es absolutamente innovadora para ese momento, aquí, en
Argentina, decadas antes que cineastas tan ecléticos como Tarantino o Wong Kar Waig nos acostumbraran a un uso desprejuiciado de la música, del romanticismo desbordado, de la desnaturalización morosa de los rallenti (la escena del raccord de miradas alrededor del fuego, cuando Griselda y Nazareno se conocen y enamoran). La fotografía (realizada por Juan José Stagnaro) es, cuanto menos, excelsa para construir la relevante estética del film que aprovecha como nunca nadie antes la orografía del noroeste con sus cuevas y lagunas subterráneas, sus ásperos arbustos, puestas de sol y noches de luna para una historia de estas características.