Mud
Sinopsis de la película
En una isla del Mississippi, dos chicos descubren a un fugitivo llamado Mud. Ha matado a un hombre para proteger al amor de su vida, Juniper, y ahora se oculta de los cazadores de recompensas. Los chicos acceden a ayudarle a reunirse con Juniper y preparar su huida juntos, sin saber que la aparición de Mud significará el fin de sus infancias.
Detalles de la película
- Titulo Original: Mud
- Año: 2012
- Duración: 130
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Opinión de la crítica
Película
6.8
100 valoraciones en total
Mud, un hombre capaz de todo por el amor de su infancia, se cruza con Ellis, un niño que pese a todos los problemas románticos que le rodean, sigue creyendo en el amor verdadero y está dispuesto a luchar por esa causa e implicarse hasta donde sea necesario por una pareja que no conoce. Un chico duro en apariencia, pero que en el interior tiene una sensibilidad especial, se verá inmerso en persecuciones de caza recompensas, ciénagas llenas de peligrosas serpientes, y todo tipo de aventuras por conseguir que su nuevo amigo consiga vencer todos los obstáculos que se interponen entre él y su novia, la guapa chica de largas piernas y pájaros en las manos.
Mud, cuyo temperamento hace honor a su nombre, tendrá que aprender una importante lección de madurez, paradójicamente impartida por un pre adolescente, y elegir entre continuar con su vida y pasar página, o seguir estancado en una infancia que se niega a abandonar.
Jeff Nichols, el director de Take Shelter, vuelve a golpearnos con historias de personas reales, centrándose por completo en el comportamiento humano ante situaciones de estrés, en concreto ahonda en la idiosincrasia de las familias sureñas de los Estados Unidos.
El cinematógrafo Adam Stone vuelve a repetir con Nichols, y ya van 3 de 3, componiendo nuevamente una fotografía bella basada en los espacios naturales, y a la vez siguiendo con su representativo estilo claustrofóbico con el que ya nos sorprendió en la mencionada Take Shelter, en la primera obra del director, Shotgun Stories, y en la sobrecogedora y más reciente cinta de Craig Zobel, Compliance.
También repite con el realizador, Michel Shannon, actor al que llevo ya tiempo siguiéndole la pista, desde que me sorprendiera con la cinta de Herzog, My son my son, What have you done, que aparece, ya no como protagonista, ni en su habitual rol desquiciado, sino en un papel mucho más modesto que, pese a ello, le da la oportunidad de dejar su huella en un par de escenas muy significativas. Por su parte Matthew McConaughey, completa una actuación muy aceptable cargada de carisma, aunque sin duda los verdaderos protagonistas del film son los dos chicos, Tye Sheridan y Jacob Lofland, dos jóvenes promesas que conmueven con su representación de la camaradería, el respeto y verdadera amistad.
Un nuevo acierto de un director que se niega a dejar de lado sus principios, y que empieza a ganarse un reconocimiento importante por parte de crítica y público.
Mágica película del ya director a tener en cuenta, Jeff Nichols, que va forjando poco a poco una absorvente aventura sobre la maduración de dos chavales que se ven enfrascados ayudando a un fugitivo, Mud (brillante McConaughey) a escapar tanto de la policía como de aquellos asesinos que lo persiguen, para reencontrarse con su novia (una irreconocible Reese Witherspoon). La película no debería considerarse estrictamente de aventuras a la vieja usanza, se trata más bien de un drama que se detiene en la relación de uno de los dos niños (Tye Sheridan, descubierto en El Árbol de la Vida y aqui colosal, y una suerte de precoz James Dean) y el prófugo Mud. Nichols se toma su tiempo (algo más de 2 horas) para narrar el proceso de madurez al que se ve sometido el niño en unos pocos días, descubriendo el amor, la amistad incondicional, y los ideales que parecen estar convirtiéndolo en un hombre antes de tiempo.
La película logra algo que al parecer Nichols viene logrando desde su interesantísima ópera prima ( Shotgun Stories ): absorver al espectador a pesar del ritmo lento y el sobrio y elegante empaque visual. Tan sólo hay que dejarse llevar durante los primeros 30 minutos de metraje para luego verse presa de la lograda narrativa de Nichols y no despegar la mirada de la pantalla.
Se detectan, también, elementos de sus dos anteriores películas, como podrían ser ese gusto por situar sus historias en ecosistemas anómalos o de otras épocas aun vivos en la América actual. Mientras que en Shotgun Stories la acción tenía lugar en el extrarradio de un pueblo de Arkansas desprovisto de gente y Take Shelter se trasladaba directamente a una región rural de Ohio, en Mud la acción vuelve a transcurrir en Arkansas, en este caso en una pequeña colonia de casas flotantes a orillas del río Mississipi, un entorno a punto de desaparecer y quedarse sin su particular idiosincrasia y antigua tradición pesquera. Y los elementos del particular universo de Nichols no se quedan sólo ahí, el gran Michael Shannon (para mi, uno de los mejores actores estadounidenses ahora mismo), que en Shotgun Stories trabajaba en la pesca tradicional de la región de Arkansas, aquí se cuela en el personaje del tío de uno de los niños, que se dedica a recoger chatarra del fondo del río con su escandaloso casco de buzo. Asimismo, la temática de la lucha fratricida por vengar la muerte de un hermano, en la cual giraba toda Shotgun Stories, está también presente aquí, con remate final incluído.
Los ignorantes que no acabamos de entender cómo funciona el complejo y larguísimo proceso creativo cinematográfico, vemos, demasiado a menudo, cómo se desploman nuestros -endebles- esquemas. A falta de más información aparte de la que nos proporcionan nuestras patéticas cavilaciones, la población de cineastas queda dividida, siempre a nuestros ojos, en dos categorías. Más simple imposible. En un lado están los que, bien por ser titulares de una inspiración fuera de lo común, bien por ser víctimas de la dejadez de quien no se toma demasiado en serio ese mismo proceso de parto al que tanto desprecio dedicamos. En el otro extremo se encuentra, claro está, el clan Malick. El compuesto por directores que justo cuando presentan su trabajo en sociedad, corren, como alma que lleva el Diablo, a recluirse. A cortar cualquier contacto con el mundo exterior. Porque lo desprecian, pero sobre todo porque necesitan su rinconcito de privacidad para sumergirse, durante el tiempo que haga falta, en la preparación de su nueva obra. El cuidado y el mimo (que por supuesto van a verse en el resultado final) como principales signos identificativos de una carrera que no sabe vivir sin la pausa. O esto pensamos los que no sabemos de lo que hablamos.
El caso es que en el año 2007 se da a conocer, para muy poca gente, un tal Jeff Nichols. Bajo el brazo lleva un pequeño diamante en bruto titulado Shotgun Stories, a día de hoy casi inédita película en la que, asociándose ya con el gran (pero por aquel entonces también casi desconocido) Michael Shannon, nos llevaba a su Arkansas natal para hablarnos de cómo las pulsiones más animalizadas del ser humano esperaban en tensísima calma el momento ideal para dispararse cual escopeta de alto calibre en un espacio cerrado. Devastación asegurada. Después de abrir fuego, Jeff se fue y no volvió a hacer ruido hasta pasada una olimpiada. Tiempo suficiente para reflexionar, meditar y pulir -¡de qué manera!- la que sería (al menos debería ser) una de las obras más importantes (y por ello, imprescindibles) del cine americano moderno. Take Shelter iba mucho más allá de la pirueta genérica y se descubría, del primer al último fotograma, como la que seguramente sea la radiografía más inteligente y desgarradora que de momento haya dado el cine sobre la sociedad estadounidense post-11S.
Normal, las ecuaciones más rancias indicaban que el hombre se lo había tomado con calma. Con la medida cogida a este timing, parecía que el mundo solo tenía que sentarse y esperar pacientemente a que el autor, también pacientemente, se sacara otro conejo de la chistera. Pero no, apenas un año después de presentarse tal y como exigía (por todo lo alto )su talento, a Nichols le entraron las prisas, y en un abrir y cerrar de ojos, se había colado en la Croisette para clausurar el concurso de 65ª edición del Festival de Cine de Cannes. A malas horas le entraron las prisas si el camino terminaba en esta trampa mortal que es el presentar un trabajo durante el último día de celebración de un certamen cinematográfico… Pero no. Nichols lo volvió a hacer. Sin apenas tiempo aparente -ni caso a esto- entre proyecto, poco le faltó a la promesa convertida en garantía para dar la campanada.
De la eclosión en 2007 a la -Señora- confirmación en 2011… y a la consagración definitiva sólo un año después. Que no engañe el breve lapso entre sus dos últimos trabajos, Mud es, y esto salta a la vista, una obra a la que se ha dedicado infinidad de tiempo… y cariño, y todavía más mimo. Jeff Nichols vuelve a demostrar carácter de cineasta de pura cepa y se embarca (y mejor aún, nos embarca a todos) en la costosa realización de otro guión suyo, cuya acción descrita transcurre, cómo no, en su territorio. Vuelve la América profunda y pantanosa, siempre dispuesta a desenfundar, en menos que canta un gallo, tanto su faceta más tierna como la más violenta. En estos preciosos pero a la vez hostiles parajes pasean dos chavales a las puertas de la adolescencia que responden respectivamente al nombre de Ellis y Neckbone. Transcurren las horas, y aunque parece que andan siempre ocupados en las tareas más importantes que pudiera pedir cualquier otro chaval de su edad, no parece que éstas les lleven jamás a las inmediaciones de algún instituto o sucedáneo. La máxima del maestro, Nunca permití que la escuela interfiriera en mi educación parece que sigue teniendo vigencia.
Y por maestro obviamente se entiende a Mark Twain, cuyo legado artístico, a pesar del paso del tiempo, sigue vigente. Cosas de los clásicos. Jeff Nichols, como no podía ser de otra manera, lo entiende, y sabe que no necesita actualizar su discurso (porque de esto ya se encarga él mismo), sino cambiar las formas en la justa medida y usarlo como vehículo para reflexionar sobre los temas que más le inquietan en ese momento. Si bien la envergadura de Mud puede dar la apariencia de ser mucho más pequeña que la de Take Shelter (y a pesar de, una vez más, el poco tiempo transcurrido entre ambas), la ambición que las mueve es exactamente la misma. Lejos de querer angustiar al espectador con la deriva que ha tomado la América más esquizofrénica y bunkerizada, de lo que se trata aquí es de servirse de las aventuras de estos Tom Sawyer y Huckleberry Finn modernos para dejar en la audiencia un contundente poso sobre todo aquello que se va (en el mejor de los casos, todo lo que corre riesgo de irse).
De nuevo un viaje a la América profunda. Rodada entre Arkansas y Texas, buceamos entre casas flotantes, camiones, senderos, pequeños pueblos, bonitos atardeceres y amaneceres, moteles, lagos e islas en mitad de la nada. Tanto su historia como el enfoque que se le ha dado, desprenden cierto encanto a la par que cierta frustración. No solo porque esa era la intención de Jeff Nichols (su guionista y director), cosa que logra y está bien, sino que ese sabor a frustración también lo tengo como público, porque quizás, tras su interesante Take Shelter, esperaba una propuesta más de autor, más personal, y no ha sido así. Con ello no quiero decir que no se haya sabido ni contar ni transmitir, pero lo recibido no aporta nada original, se sabe de antemano y, en algunos momentos, quizás se prolongue gratuitamente, de ahí que sus dos horas casi y cuarto, al menos a mí, en momentos me pesa, porque creo que la historia no daba para tanto. Pero está subsanado con cierta eficacia por Nichols, al que se le dan mejor las descripciones de personajes que el desarrollo de las escenas. Aún pasando por alto pequeños detalles no aclarados (como por ejemplo no se sabe de dónde salen los innumerables cigarrillos que fuma Mud, personaje al que la película le da título), me da la sensación de que Nichols se despistó a la hora de decidirse cuál era la historia central que debía regir el film: ¿La vida de Mud?, ¿el amor y el desamor?, ¿el paso de la juventud a la madurez de los jóvenes, reales protagonistas del film o quizás, la repercusión en la vida cotidiana por culpa del progreso?
Pero que aún así, es verdad que se agradece que Mud se aleje de lo que es la típica producción americana, sus actores funcionan (sobre todo es un hallazgo los más jóvenes, que pueden tener un futuro halagüeño en la profesión), su fotografía o su música, que sigue la línea de Zimmer para Thelma y Louise más que el banjo de turno, están logradas también. Pero no podría decir mucho más siendo objetivo. También es verdad que estas expediciones a la América profunda (no es aversión americana ni mucho menos) si no me enganchan me acaban agobiando un poco, son escenarios asfixiantes de los cuales sabía extraer todo su jugo bastante bien, por ejemplo Tennessee Williams, pero cualquier viaje a sea la España profunda o la Irlanda profunda, me da igual, que sea más de lo ya sabido o experimentado me hastía. Y ya que hablamos de este mundo country, en la película tiene un rol secundario Reese Whiterspoon, la cual debutó en el cine con Un verano en Louisiana, que era una película de estas características, con intenciones muy similares y que, en ese caso, su resultado fue mucho más brillante.
Que conste que yo ya me había subido al carro de Jeff Nichols. Este director es de los que siempre está, pero no se le menta. Junto con James Gray y Gavin O´Connor, son el trio de colegas que tratan de buscar nuevas temáticas, comprometerse con un tipo de cine independiente pero sin excesos de malditimos. Los herederos del Lumet de esas joyitas como un lugar en ninguna parte .
A mi parecer Nichols lleva una temporada sobrado. Su ya clásico del circuito indie Take Shelter maravilló. Ahora vuelve con esta Mud , siendo cine independiente y muy modesto. Nichols se maneja a las mil maravillas para ofrecernos un film que van sin grúas, con poco dinero, pocas hazañas de puestas escenas, pero demoledor en su sencillez. Así, aparece magia de forma espontánea cuando unos chicos se adentran en una isleta del Mississipi que luce como un auténtico misterio.
Personajes bien trazados, conflictos bien presentados, actores sobrios como Sam Shepard y un McConaughey que lo hace extraordinariamente bien como fauno de la ribera, una gran película que habla, como solo los buenos directores lo consiguieron, del salto de la niñez a la edad adulto, con final que evoca a llegada de otoño.
No, no le pidan brillantez a Nichols al igual que a O´Connor o a Gray, ellos se han instalado en la firme y loable promesa de hacer sólo buenas películas. No le pidan genialidad, ni ya puestos valentía debido a su condición de autor indie y que disparan con balines y no tomahawks presupuestados. El riesgo del cine de estos, es contar historias sobre gente normal en EEUU. Y…menuda valentía!