Mediterráneo
Sinopsis de la película
Segunda Guerra Mundial. Ocho soldados han recibido la orden de desembarcar en una pequeña e insignificante isla griega. Su misión es custodiarla, dado que tiene un alto valor estratégico. Cuando consiguen llegar a tierra, su nave se ha hundido y la radio se ha roto. El lugar, que al principio parecía desierto, en realidad está habitado por mujeres, ancianos y niños. Los ocho hombres, aislados del frente y de la realidad, empiezan a integrarse rápidamente entre los vecinos, llegando incluso a olvidarse de que son soldados y están en guerra.
Detalles de la película
- Titulo Original: Mediterraneo
- Año: 1991
- Duración: 90
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Opinión de la crítica
7
78 valoraciones en total
A Gila le hubiése encantando firmar este film si se hubiera dedicado a la dirección de cine. Los italianos son la ostia. Les metes en plena guerra en una pequeña isla griega, y como les des un poco de queso, algo de vino, una puta y un balón… no los echa de allí ni el primer cuerpo acorazado del III Reich. Y si además lo aderezamos con algún turco que venga de vez en cuando y aporte algo de maría y opio… bueno… pues habrán pasado tres años, seguirán en la puta isla, en calzoncillos y filosofando sobre la vida y el amor, y por supuesto, embarazando lo que puedan a las mujeres nativas del lugar. Y todo ello de buen rollito. Cómo son oyes…
Decir que me ha gustado sería quedarme corto. Pocas veces me he reído tanto en una comedia que no busca la risa mediante gags, sino que resuelve las diferentes situaciones dependiendo del carácter marcado de cada soldado. Y en ello Mediterráneo es muy grande. Todos los soldados van variando su modo y manera de sentir la guerra primero y la vida después. Desde luego el sentimentalismo aquí está fuera de lugar y se maneja de forma sutil. Se trata más bien de mostrar cariño que sentimientos a flor de piel. Y en cuanto a que los latinos no hacen la guerra… ejem… Napoleón, Roma, Felipe II, el imperio portugués… etc. etc. Hombre, prefieren follar y beber antes que pelear, no como los estúpidos ingleses que precisamente echaban ésto mismo en cara a las tropas napoleónicas. Y los ingleses que aparecen en la barca al final no dan crédito a lo que ven. Bufff… hay que follarse a un inglés… qué grima, no?
Mediterráneo es una belleza visual. Filmada la mayor parte en exteriores, la fotografía es intensa y brillante y los parajes que nos muestra Gabriele Salvatores nada tienen que envidiar a cualquier isla del Pacífico. Las interpretaciones son mágicas, así como su posterior evolución y adaptación al lugar. Los diálogos brillantes y las pullas, situaciones pintorescas y tonterías que cometen nuestros amigos están más que justificadas por su origen festivalero.
Una película con sabor a libertad en la que los desertores son bienvenidos en el mundo de los cielos… y de los héroes. Genial. 9.7
Sargento… creo que me he enamorado de usted.
Simpática, risueña y divertida comedia que cuenta las andanzas de una tropa de soldados italianos que es destacada a una pequeña isla griega perdida en el mar Egeo para realizar una sencilla tarea de observación y reconocimiento del terreno. Una vez allí, se encuentran con un pueblo desierto, que más adelante les sorprenderá mostrando a los habitantes que lo componen: solo ancianos, mujeres y niños.
Excepto al principio, los soldados no ofrecen en casi ningún momento la sensación de ser militares, pareciendo unos excursionistas cualquiera, un grupo de amigos que se disponen a disfrutar de unas agradables vacaciones en mitad de un panorama de ensueño, rodeado de aguas cristalinas y el aire fresco de un buen verano. Pues poco tienen para hacer en una isla que les ha incomunicado del todo del mundo exterior debido al hundimiento de su barco y la ausencia de emisoras. Cada uno de los componentes de la sección de reconocimiento guarda alguna peculiaridad y todos tienen una historia que ofrecernos, y entre todos completan un grupo que aunque a veces sufra algún percance, se muestra unido como una familia.
Lorusso con su enérgica personalidad, Montini con su faceta artística, Farina sin un lugar en el mundo, Noventa deseando escaparse de la isla… todos ellos y algunos más destacan en esta cinta a pesar de aparentar ser un film suave e incluso pueda pasar desapercibido ante los ojos de muchos, cuenta nada menos que con un Oscar a la mejor película extranjera en su palmarés. Y no es para menos, pues el conjunto de la película resulta ser bastante grato y animado, entreteniendo gracias a su humor fino e inteligente seguido desde el fondo con una música cautivadora y relajante que incita a hacer lo que el mensaje de la cinta quiere transmitir: escaparnos de nuestros mundos.
Brillantísima comedia en la que lo divertido no son los gags (de hecho, apenas los hay), sino los comportamientos y las formas de ver la situación de los personajes.
Magnífica fotografía, actuaciones impecables de una credibilidad pasmosa, y un excelente guión para un argumento sencillo, con una sola y optimista lectura antibelicista (¿para qué perder el tiempo haciendo la guerra, si uno puede emplearlo en encontrar su lugar en el mundo?). Los personajes se dibujan con precisión y se hacen del todo entrañables, sobre todo el sargento (colosal Abatantuono) que, además, es el que más risas arranca (inolvidable la escena frente a la casa de la puta, con el soldado impidiendo la entrada). Recomendable al cien por cien para pasar un rato pero que muy agradable, que se hace cortísimo.
Desde la Italia de los noventa y el imperio mediático de Berlusconi, se lanzó a las carteleras una comedia resultona, sin más trascendencia que la de ensalzar el pacifismo y el pleno disfrute de la vida sin prejuicios, así como denostar el absurdo de las guerras, los patriotismos exaltados, los bandos y, en general, las etiquetas.
Aunque por su sencilla construcción narrativa y su modesta factura no remonta más allá de un largometraje humorístico corriente (en la forma al menos), sin embargo en el fondo no se limita a un tópico humor ordinario y vulgar.
Desde el principio los esquemas se desvían: Militares entrenados para la batalla, que van a dar con sus huesos en una isla paradisíaca perdida en el Egeo. La ociosidad que se instala en su rutina. El aislamiento del mundo exterior y el desconocimiento total del desarrollo de los acontecimientos a nivel internacional. ¿Qué puede hacer un puñado de soldados y oficiales atrapados en una isla, sin contacto con sus superiores ni con su país? Pues lo más evidente. No hacer nada de particular. Matar el tiempo como el resto de los isleños, en una sucesión de jornadas de sol, calor, amistad, compañerismo y de goce de los placeres que se ofrecen, algunos de ellos con la silueta de bellezones locales.
El resto del planeta se encuentra librando un conflicto a gran escala, y ellos, desconectados de lo que no sea el tranquilo ritmo de ese pequeño lugar remoto del Mediterráneo, aprenden a apreciar un poquito más la vida. A convivir, a comprender mejor a sus semejantes. Y a dejar pasar el tiempo bajo una canícula respetable, contemplando puestas de sol increíbles sobre un mar verde-azul transparente, acomodándose, trabando relaciones (algunas de ellas nada convencionales) y liberando los instintos y el alma.
Sí, es cierto, esas islas idílicas, que lo son más por el afable y abierto carácter de sus habitantes, que por sus bondades naturales, geográficas y climáticas, no existen. No creo que existan muchos sitios donde toda la gente conviva en paz, sin señalar a sus vecinos ni a los forasteros, hagan lo que hagan.
Podría ser un remanso de esos que hallamos tan sólo en el reino de la fantasía. E imagino que eso pretendía Salvatores. No ofrecer por enésima vez en el cine la cara triste y sangrienta de las guerras, sino mostrar la cara opuesta. La alegre y pacífica de la vida hedonista.
Una simpática propuesta antibelicista, pero también anti-prejuicios. Lástima que se me haya quedado algo corta (no por la duración) y simplona. Pero al menos divierte.
Y atención a la interpretación de Diego Abatantuono. Papel descacharrante, filósofo y tierno a su manera.
La guerra nunca había estado tan lejos.
El hogar no es el lugar en el que has nacido, la nación a la cual perteneces, la ciudad en la que resides, la morada que el azar ha determinado, el refugio al cual acudes cuanto crees que la vida se derrumba. Tu casa no es el espacio que tan acostumbrado estás a habitar, el resguardo del que cree estar viviendo, la garantía de una confortable existencia. El hogar no es la familia, no son tus amigos, no es tu pareja, no es un vano recuerdo, no son todos aquellos lugares comunes, que obsesivamente tantos tiranos, guías de la supuesta libertad que tanto ansían aherrojar, pretenden avivar.
El hogar no es sino aquel pedacito de mundo en el cual te sientes a gusto, en el que puedes desenvolverse con libertad, en el cual obtienes cobijo, en el que conquistas parcelas antes inexpugnables, invades terrenos casi irreductibles y penetras lugares que nunca presupusiste asaltar, en el que sientes, en definitiva, que todo al fin adquiere un sentido último, que alcanzas la suprema felicidad. Todo aquel que ha tenido la inmensa fortuna de viajar (no sólo de hacer turismo), y se ha sentido pleno en el lugar de destino, tiene todo el derecho a afirmar, por lo menos durante ese pequeño instante en el que te sentías parte de algo: que lo ha logrado, que lo ha conseguido, que por fin puede sentir, QUE HA VIVIDO.