Lost Soul: El viaje maldito de Richard Stanley a la isla del Dr. Moreau
Sinopsis de la película
Richard Stanley soñaba con adaptar al cine el clásico de H.G. Wells, La isla del Dr. Moreau. Finalmente, a mediados de la década de los noventa logró levantar el proyecto, pero su rodaje se convirtió en una batalla entre el arte y los intereses de la industria, que acabó con el director expulsado del filme, despedido apenas tres días después de iniciado el rodaje. Este documental recoge la historia de una película que, pudiendo haber sido una obra maestra del cine fantástico, fue un fracaso estrepitoso lastrado por los caprichos de un Marlon Brando en plena decadencia, un Val Kilmer que también daba problemas y una tormenta tropical que arrasó el set de rodaje.
Detalles de la película
- Titulo Original: Lost Soul: The Doomed Journey of Richard Stanleys Island of Dr. Moreau aka
- Año: 2014
- Duración: 97
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Opinión de la crítica
7
20 valoraciones en total
21/21(21/01/18) Fascinante documental dirigido por David Gregory en la onda de Hearts of Darkness: A filmmaker’s Apocalypse (1991), de George Hickenlooper, radiografiando las entrañas del rodaje de un film caótico, con la diferencia que ¡Apocalypse Now fue una Obra Maestra y esta está considerada una de las peores superproducciones de la Historia. Obra imprescindible para todo buen cinéfilo, en que se analiza el Hollywood comercial frente al idealizado del artista, lo complicado (cuando no imposible) es hacer que cohabiten los dos. Analiza la filmación de The Island of Dr. Moreau, empezando en su gestación con el joven director Richard Stanley impulsándolo. Stanley fue llevado al proyecto temprano, tras mostrarse superado por el peso del proyecto (no acudía a las reuniones con los productores y Kilmer lo humillaba en público), despedido solo unos días después que comenzó la fotografía principal y fue reemplazado por John Frankenheimer. El documental analiza la visión de Stanley para la película, había pasado años trabajando en el guión y tenía la intención de que Bruce Willis interpretara a Edward Douglas, papel luego dado a David Thewlis. Presenta entrevistas con varias personas involucradas en la producción centrándose en varios aspectos, incluidos numerosos cambios en el guión y dificultades con el elenco y el equipo tuvieron enfrentado al set.
A principios de los 90, el sudafricano Richard Stanley llegaba a Hollywood con el prestigio que le daban sus dos primeros films (las cult-movies Hardware, programado para matar de 1990 y El demonio del desierto de 1992) para dirigir un proyecto con el que llevaba soñando desde que era niño: La isla del Dr. Moreau, de H.G. Wells. Cuando al poco de levantar la producción y atraer la atención de Marlon Brando para que lo encabezara se entera de que el estudio, New Line, el presidente de la compañía, Robert Shaye, desde el principio albergaba reservas, ello por la poderosa razón de que quería el café con cuatro azucarillos! Planea quitarle de en medio y sustituirlo por Roman Polanski, Stanley toma dos decisiones. La primera, intentar convencer a Brando para tome partido por él contándole, entre otras cosas, es bisnieto del explorador Henry M. Stanley (el de El doctor Livingstone, supongo ), una de las inspiraciones de Joseph Conrad a la hora de crear a Kurtz, el personaje de El corazón de las tinieblas que Brando encarnó en Apocalypse Now. La otra, la explica él mismo: Como todo estaba en mi contra, recurrí a la brujería .
Cubre las experiencias de Richard Stanley mientras concibió y desarrolló el proyecto, así como su tiempo como director de la película de 1996 The Island of Dr. Moreau y las secuelas de su despido. Los ejecutivos de la productora New Line estaban preocupados sobre si este podía manejar gran presupuesto y la alta presión que conllevaba. Tras cuatro días de rodaje decidieron no podía, dada su reacción casi paralítica a dos desastres: primero, un huracán que inundó casi todos los escenarios, segundo, el huracán Kilmer, cuyo comportamiento de prepotente escolar (como dice un testigo) parecía empeñado en socavar la confianza y la autoridad del joven director. Tras su cese vemos el efecto que tuvo sobre el elenco (sobre todo con la actriz Fairuza Balk, una de las principales entrevistadas aquí), simplemente fue despedido,, tripulación y película en general. Stanley se vio arrollado por la maquinaria de Hollywood y acabó participando en secreto como figurante bajo capas de látex.
Pero la producción fue tsunami caótico de problemas sin fin, huracanes destrozando sets, dos divos enfrentados (Brando´, que despreciaba su trabajo y no sabía los diálogos, y Kilmer, niño malcriado petulante), un director tiránico y desinteresado en el proyecto, un enano badass, brujería, un guión hecho a salto de mata, fiestas bacanales. Intentando ahorrar su inversión, New Line contrató al todoterreno John Frankenheimer, un veterano de 65 años que era barato y estaba dispuesto a inscribirse con poca anticipación, aunque reescribiendo el guión.
Un rodaje Avernal que se desbordó en su presupuesto, filmado en medio de la jungla australiana (Cairns en el noreste del país), en plena época de lluvias (lo peor para un director de fotografía), en medio de ningún sitio, asistimos a un colapso de rodaje, una caída en la que las desgracias se atropellan unas a otras (ejemplo el suicidio de la hijo de Brando, Bruce Willis tuvo que reusar su papel por estar en medio de un divorcio, picaduras de arañas letales), en medio de las fuerzas de la naturaleza, los caprichos de estrellitas, y las decisiones comerciales, una tormenta perfecta.
Documental que a nivel técnico resulta académico, con algunos testimonios buenísimos, siendo el centro Richard Stanley relatando con flema su experiencia, la que le sepultó artísticamente en Hollywood, el elenco Fairuza Balk, Rob Morrow (le rogó a su agente que lo rescatara de esta locura completa después de solo cuatro días ) y varios jugadores australianos de apoyo, y los productores Robert Shaye (presidente de New Line), y Edward Pressman, así como el diseñador de producción australiano Graham Grace Walker, pero sobre todo me quedo con un gran descubrimiento en la naturalidad y mordacidad con que el actor germano Marco Hofschneider cuenta sus experiencias, con imitaciones, socarronería, cinismo, extraordinario contador de anécdotas. Esto se mezcla con material de archivo de detrás de las cámaras, no demasiado enriquecedor para el documental, siendo los testimonios lo que da forma y vigor al notable trabajo. Por supuesto se echan en falta opiniones como las de Val Kilmer, David Thewlis (al que no se hace mención alguna), o el puñetero enano, pero supongo que como no se les deja bien se abstiene de aparecer, de Brando y Frankenheimer no digo nada, pues estaban muertos.
Crónicas de rodajes convertidos en pesadilla he visto unos cuantos, pero no recuerdo ninguno tan infernal como este. Cierto que en cuanto a la forma el documental no aporta nada nuevo, pero las entrevistas proporcionan anécdotas tan jugosas que no se necesita más. Para entendernos, digamos que hay condiciones climáticas adversas, sexo, drogas, crisis nerviosas, brujería, tragedia, Val Kilmer en plan macarra, intentos de sabotaje, un dramático cambio de director, un truño de película… y Marlon Brando.
Porque de todos los personajes singulares que se retratan me quedo con Brando. Ya sabía que era un crack, pero las cosas que cuentan de él me hacen admirarlo el doble. Imperdible la respuesta que le da a una actriz cuando ésta le pide que hablen de sus personajes. Ole sus huevos, Mr. Brando. Siempre será el más grande.
En suma, un documental muy recomendable del que apenas conviene contar nada.
Seguro que los que denominaron el Cine como séptimo arte nunca se pararon a pensar todo lo que implicaría con el tiempo.
Directores, actores, técnicos… cada día más, y sobre todo con superproducciones gigantescas, hacer cine se parece a intentar meter en una sola habitación a diferentes tipos de animales y esperar que salgan siendo los mejores amigos. Se ha convertido en una tarea de alto riesgo parecida a ser el presidente de un país al borde de la rebelión durante meses.
Algunos presidentes consiguen mostrar su cuenta de resultados y satisfacer a todos. Pero otros… ay de los otros.
Lost Soul es el penoso, extraño y, sí, melancólico viaje de Richard Stanley a su corazón de las tinieblas.
De él, y de toda esa población de actores, técnicos o productores que quisieron alcanzar cierta grandeza a través de las palabras de H.G. Wells. Porque nadie, nos repiten más de una vez, se pone a hacer un desastre sabiendo que lo va a ser.
Pero todo el mundo puede acabar remando muy lejos de la orilla.
En el documental, las declaraciones se mezclan con juicios de valor o deseos personales. Richard Stanley podía no ser un director de grandes habilidades, pero sí tenía una visión de lo que quería hacer, y era pura e inocente, solo dar vida a una novela que cimentó su imaginación juvenil, una que le hizo soñar cuando más se podía hacerlo. Los sueños tienen ese inconveniente, hay que compartirlos.
Claro que no importa nada de eso a la hora de que poner en pie una producción cinematográfica: Stanley relata, con admirable sangre fría, como fue pariendo un bebé hasta que ya no era suyo, era el de otro. El de un monstruo leonino, mutante e imprevisible con muchos nombres, entre los que suelen estar Mamoneo Artístico, Lucha de Egos o Mundo del Espectáculo, que en sus peores formas elimina todo rastro de arte y lo sustituye por dinero, cuanto más abundante mejor.
Es cierto, no vale la pena engañarse, la industria se ha levantado y se seguirá levantando en torno al beneficio, y quién no sea capaz de darlo no tiene cabida en la industria.
Pero merece la pena recordar este tipo de testimonios en los que se recuerda las cosas buenas que la simple ganancia se ha llevado por el camino. ¿Una Isla del Dr. Moreau por Richard Stanley habría sido una gran película? No hay forma de saberlo, pero detrás de ella había un hombre que amaba lo que estaba contando, y a veces con ello es suficiente.
Eso no quiere decir que estemos ante otro caso de un estudio malévolo que cortó las alas a un artista magnífico ni mucho menos, porque no hay blanco o negro posible tras escuchar a actores y técnicos.
A nadie se le escapa que muchas de las declaraciones de Richard Stanley en este documental suenan pretenciosas, locas o poco viables, pero en todo momento mantiene un tono de modestia, de niño sin juguetes, difícil de ignorar.
De igual manera, los productores encargados de poner la pasta no suenan como voraces animales sedientos de talento joven, sino más bien como ejecutivos que a la hora de calcular se dieron cuenta de que las cosas no cuadraban y estaban lejos de hacerlo. Los actores, a excepción notable de Marlon Brando (por razones obvias) y Val Kilmer (quien habría resultado interesante aquí), también recuerdan todo con una mezcla de sorpresa y extrañeza, propia de los peones que ven una partida desastrosa en primera persona.
No hubo locos en la isla del Dr. Moreau. Y sin embargo la locura campó a sus anchas, como suele suceder vista en retrospectiva.
Nunca sabremos como sería la película, esa que Richard Stanley concibió en su mente revolucionaria de joven cineasta noventero, de haberse hecho en condiciones adecuadas.
Pero, bajo la mirada de un Richard Stanley experimentado más cerca de la edad madura, todavía se puede ver algo parecido a una ilusión, de esas que cimentan el Cine, de las que hay que probar mil veces para tener una oportunidad de retratarlas.
Eso es lo más cerca que se estará, alguna vez, de compartir el sueño infantil que comenzó el proyecto.
El pintoresco director Richard Stanley relata aquí su experiencia con el proyecto de La isla del Dr. Moreau. Un filme que nos habla del cine del malo y de egos que cosechó el premio al Mejor Documental en el pasado Festival de Sitges.
Richard Stanley, un jóven y pintoresco cineasta que empezó a destacar por filmes de bajo presupuesto de género, se vió de repente inmiscuído en una gran producción sobre el Dr. Moreau de H.G. Wells y todos los extraños problemas que tuvo, cambiándose su puesto por el de Frankeheimer, que finalmente es el firmante de una de las consideradas peores películas de la historia.
El filme explora la figura de Stanley, que pasa de cineasta prometedor a desaparecido chamán a causa de un rodaje infausto y que tuvo aún peores resultados. El propio Stanley cuenta su experiencia además de participar otros miembros de la producción, ejecutivos de New Line de aquel momento, miembros del reparto y del equipo técnico.
La batalla de egos que nos relatan los partícipes entre Brando y Kilmer es indudablemente jugoso, la extraña mística del propio Stanley y de su amigo brujo y el saber la bizarra historia tras las cámaras de uno de los proyectos más repudiados de los noventa convierten este filme en un gran trabajo sobre el cine fracasado, más allá de una cierta impersonalidad por parte de David Gregory.
El Crítico Inquilino
Cuando todo sale mal, sólo queda la resignación. El intento de adaptación de Don Quijote por parte de Terry Gilliam es el claro ejemplo de cómo un rodaje puede complicarse hasta la cancelación del proyecto. Una historia de la que nació el documental Perdidos en La Mancha (2002), y que sirve de precedente temático de Lost Soul (2014), que recoge otro intento fallido, esta vez de Richard Stanley, aunque en este caso finalmente sí fue acabado, pero por otro director -John Frankenheimer-. La mayor diferencia entre ambas películas es la carencia de material audiovisual que plasme lo que ocurrió durante el rodaje de La Isla del Dr. Moreau (1996). Luchas de egos, inclemencias metereológicas y planes fallidos, todo ello expuesto a base de testimonios a cámara como única vía para ahondar en el proceso de realización de lo que pudo haber sido y nunca llegó a ser.
Esta, y otras críticas, en http://blogquenuncaestuvoalli.blogspot.com.es/