Los peces rojos
Sinopsis de la película
Una noche de tormenta, Hugo e Ivón llegan a un hotel de Gijón acompañados del hijo del primero. Salen a ver el mar embravecido y poco después Ivón regresa pidiendo socorro porque el muchacho ha sido arrastrado por el mar. Como el cadáver no aparece, un comisario se hace cargo del caso.
Detalles de la película
- Titulo Original: Los peces rojos
- Año: 1955
- Duración: 93
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Opinión de la crítica
Película
7.6
92 valoraciones en total
Es posible que Arturo de Córdova no sea tan famoso como James Stewart o Cary Grant. O que Emma Pennella no sea tan divina como Grace Kelly ni disponga del vestuario de Kim Novak. O que La Latina madrileña carezca del glamour del West End londinense. O que una muerte gijonesa no tenga el mismo calado que una muerte americana. Es posible. ¿O no?
Hitchcock se llama por unos instantes José Antonio Nieves Conde y nos regala una de sus mejores películas, quizás la más perfecta y sobria muestra de cine negro jamás salida de las entrañas de la madre patria. Material de primera clase, palpitante, lucidísimo y retorcidamente ingenioso que absorbe de principio a fin con la pequeña revolución de su propuesta, un juego de espejos noir que sólo decae un poco en la cuestionable resolución final.
Menudo pedazo de peliculón ¿y qué hacéis que no corréis a buscarla?
La historia del cine, ante todo el cine clásico, está llena de grandes películas que acaban mal. No quiero decir con ello que se trate de finales trágicos —más bien lo contrario— sino que resultan incoherentes con la lógica interna del relato e incluso llega a haber casos en que se contradice la totalidad del discurso temático del film. Los finales de El último y El cuarto mandamiento (éste ni siquiera rodado por Welles) posiblemente sean los más paradigmáticos en este sentido.
Obviamente, a día de hoy sabemos que en numerosas ocasiones ello era causado por razones ajenas a la voluntad específicamente artística de los más directamente implicados en la realización (directores, guionistas…). A veces, motivos puramente comerciales por parte de los productores y, muchas otras, a partir de los férreos códigos de censura a nivel estatal.
Cualquier espectador actual que vea por primera vez Los peces rojos advierte sin esfuerzo que estamos ante una de esas películas que acaban mal. Como ya se ha comentado en las otras críticas, la razón en este caso es que la censura no permitió el final que el guionista, Carlos Blanco, había concebido. Es una lástima, no tanto por el final que a la postre tuvo, que no es que desbarate la trama ni muchísimo menos, como por el hecho que el final auténtico era perfecto, al convertir la totalidad de la historia en un artefacto creativo absolutamente redondo y antológico. Sin embargo, como en los citados casos de Murnau o Welles, la historia se resiente, pero no la película.
La prueba la tenemos gracias a Antonio Giménez Rico y su remake Hotel Danubio de 2003, fotocopia en colores de Los peces rojos que, como única y gran novedad, aporta la restitución del final verdadero. Si nos atenemos a lo que se nos cuenta, parecería que esta segunda versión es la completa y definitiva, pero si observamos cómo se nos cuenta, no podemos si no advertir la abismal diferencia de calidad entre ambas propuestas. El interés de Hotel Danubio reside en aquello que puede copiar directamente de su predecesora (el argumento, los diálogos, incluso muchos encuadres). Pero si acudimos a lo que no se puede copiar (las interpretaciones, la luz, la íntima vibración de cada plano, de cada imagen…, en definitiva, todo aquello que por defecto es puramente cinematográfico) vemos que lo que en una es vida, alma, nervio, emoción, en la otra es languidez de cartón piedra. Salvando las distancias, porqué la intención era otra, es parangonable a la diferencia que existe entre la Psicosis de Hitchcock y el experimento de Gus Van Sant en su copia plano a plano.
Si vamos a la fecha del estreno de Los peces rojos , quizás solo Bardem, con la coetánea Muerte de un ciclista y la anterior Calle Mayor se situaba entonces a una altura similar. Porqué, hora ya es de decirlo, o repetirlo, Los peces rojos se consagra hoy todavía como una de las mejores y más originales películas del cine español, aunque lamentablemente a nivel de conocimiento popular no haya obtenido la fama que merece.
Situémonos. España, 1955. La dictadura franquista se encontraba en su máximo apogeo y los artistas e intelectuales españoles que habían conseguido esquivar el paredón se habían visto obligados a escoger entre contemporanizar con el régimen o emprender camino al exilio. El problema radicaba en que contemporanizar con el franquismo y hacer cine de calidad, por ejemplo, eran dos actividades prácticamente incompatibles. Entre otras cosas porque ser cineasta durante la dictadura presuponía, en la mayoría de los casos, integrarse sí o sí en su férreo mecanismo propagandístico o bien dedicarse a fabricar insulsos productos de reivindicación folclórica. Así pues, sumidos de lleno en este infausto y desolador páramo cultural resulta asombroso -y al mismo tiempo tremendamente estimulante- descubrir joyas tan valiosas como Los peces rojos. Una peli que, aún siendo imperfecta, poco le tiene que envidiar a la incombustible maquinaria de suspense hitchcockiana o a ese cine negro americano (y francés) que tantos y tan buenos títulos legó a la historia del séptimo arte.
Decía que la peli de Nieves Conde me parece asombrosa y estimulante porque sorprende y entusiasma hallar en la filmografía hispana de mediados de los cincuenta un film de intriga tan original y moderno en su planteamiento argumental y narrativo. Una peli cuyos contadísimos deslices (la excesiva teatralidad de De Córdova, algún que otro giro difícil de creer, la moraleja final…) quedan completamente disculpados y minimizados por la brillantez de su trama y por esa atmósfera opresiva de puro y genuino cine negro que rezuma por los cuatro costados. Pero lo que más me sorprende, quizás, es que se trate de un film tan desconocido. Y más teniendo en cuenta el mediocre nivel cinematográfico de la época. Si no me creéis, haced la siguiente prueba: seleccionad en el Top de FA las 50 mejores pelis españolas comprendidas entre 1900 y 1955. Efectivamente, Los peces rojos está en posiciones de top-ten (9ª). Desechad, todo lo más, Muerte de un ciclista y Surcos (también de Nieves Conde). ¿Vislumbráis alguna incuestionablemente mejor? Yo, no.
Gracias, Gilbert.
Nieves Conde era un cineasta peculiar. Hijo de militar y falangista militante, fue mimado por la dictadura al principio. Pero a medida que iba mostrando su talento, pasó a ser considerado problemático. Supongo que por eso está ninguneado por todo el mundo hoy en día. Incluso a esta película la masacró Giménez-Rico en el supongo horroroso remake Hotel Danubio , que no pienso ver a no ser que me pille una noche de insomnio y justo la estén dando en todas las cadenas de televisión.
Porque lo que hace Nieves Conde con esta película es mágico. ¿El guión es tramposo? Pues sí, los magos usan trucos, claro. Pero los buenos magos hacen que no pienses en la trampa hasta que se acabó la actuación. Y para ello utilizan hábiles maniobras de despiste. Es lo que Hitchcock llamaba MacGuffin. Este recurso lo utiliza tan bien Nieves Conde, que incluso se permite hacer literalmente un truco de magia imposible en medio de una escena, y te lo tragas con patatas con naturalidad porque te ha embobado poniendo tu atención en otra cosa.
Encima se permite el lujo de reírse de sí mismo. Él está considerado el introductor del neorrealismo en España, y en una escena le pega un puntapié a esta corriente cinematográfica que te deja pasmado.
La historia parece que está contada en flashbacks. Pero no es así, porque incluso te repite escenas y ni te enteras. Vamos, que Pulp Fiction no es tan innovadora. Un tipo raro en la España de los 50 ya hacía cosillas así.
Encima el guión es estupendo, si te gustan las historias que juegan en el límite de la realidad y lo inventado. Claro, que para eso hay que contar con un buen narrador como en esta cinta, que la sitúa en un mundo tan local que la hace universal. Y se rodea de unos estupendos actores protagonistas, sobre todo de Emma Penella, y unos secundarios que lo bordan. Sobre todo ese conserje de hotel ameno , que es un lujo.
El final es criticado por algunos, pero ¿me puede decir alguien si el final de Encadenados o Sospecha de Hitchcock, por poner dos ejemplos, es mejor? No es importante para esta historia.
En fin, una película muy recomendable del justamente denostado cine español. Quizá el mejor film noir de la piel de toro. Y sí, puede que la sobrevalore, pero no estoy acostumbrado a estas agradables sorpresas.
Buscas vivir, como el perro busca el hueso. (Edmond Jabès)