Los niños de la estación de Leningradsky
Sinopsis de la película
Este aclamado documental, dirigido por dos realizadores polacos, muestra la realidad de muchos niños rusos sin hogar, en particular de un grupo que vive en la Estación de trenes de Leningradsky en Moscú. Cómo son sus vidas, sus rutinas y sus sueños rotos. Niños que para sobrevivir tienen que mendigar, robar y prostituirse. Hay unos 30.000 niños sin hogar en Moscú que duermen en escaleras, cubos de basura, estaciones del metro, entre las tuberías del suministro de agua caliente, en túneles subterráneos o en las alcantarillas, que tienen que buscarse la vida como pueden y sobrevivir al duro invierno. Muchos de ellos huelen el pegamento para contener el hambre y escaparse del violento mundo que les rodea. Con todo, consideran que la vida en las calles es una alternativa mejor a la que ya han experimentado, incluso en sus hogares. Cada año 100.000 menores abandonan sus hogares para vivir en las calles de Moscú. El documental nos muestra la abrumadora crisis a la que se enfrenta Rusia, concretamente Moscú, por medio de los relatos de estos niños que viven en condiciones deplorables, y que a su vez en muchas ocasiones se enfrentan a la brutalidad policial y a la muerte, que de forma directa o indirecta se cruza en sus vidas.
Detalles de la película
- Titulo Original: Dzieci z Leningradzkiegoaka
- Año: 2004
- Duración: 35
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Opinión de la crítica
7.8
87 valoraciones en total
1.f. Conocimiento que el ser humano posee sobre sí mismo, sobre su existencia y su relación con el mundo.
Ante todo es un documental necesario y muy estremecedor. Puede que traspase ciertos límites éticos o morales, puede que utilice algunos recursos estilísticos para traspasar la pantalla, puede que la intimidad haya sido rebasada, pero si lo que se muestra es en cierta manera puro y libre, se tolera.
El documental nos enseña el día a día de estos niños en las estaciones y en las calles de Moscú, la cámara se acerca tanto que los niños se nos muestran cercanos y muy sinceros. Vemos sus juegos, sus peleas, sus canciones y sus vicios.
Lo impactante aquí no es solo la dureza extrema a la que se enfrentan todos los días, sino lo conscientes que son estos niños ante la realidad que le rodea. Lo triste y duro es cuando están solos y nos revelan que huyeron de sus casas por las violaciones, las borracheras o las palizas de sus padres. Cuando nos hablan con total integridad y sinceridad sobre como sobrevivir en la calle, sobre la violencia de los policias, sobre mamá, sobre las peleas con los chicos mayores , la prostitución, los mendigos, el pegamento, el amor, el frío, la camaradería, sientes una soledad devastadora.
Están constantemente evadiéndose de la realidad, ves a los niños divertirse y jugar por las calles y piensas, no es madurez, es ser consciente.
Los niños de la estación de Leningradsky estuvo nominada al Oscar al mejor documental corto en 2004. Con esta carta de presentación, la película narra de forma directa y sin ningún lirismo visual la descorazonadora historia de la enorme multitud de jóvenes -muy jóvenes- que se ven empujados cada año a las calles de Moscú, abocados a la mendicidad, al alcoholismo, a la adicción al pegamento, a las garras de la pederastia, a la violencia, al hambre, al frío, al sida y a la muerte. Hablan los niños. Sólo los niños. Y el relato es realmente desolador.
Las estadísticas son estremecedoras. Sólo en Moscú pululan unos treinta mil niños o más, abandonados por sus familias y por el Estado.
En la elegante y opulenta estación Leningradsky, de esbeltas líneas arquitectónicas, los suelos han sido tomados por los pequeños vagabundos que mendigan entre la marea de caminantes apresurados. No hay imagen más elocuente que la de esas piernas ajetreadas pasando de largo, o como mucho ofreciendo unas monedas con esa compasión automática y olvidadiza frente al espectáculo de la máxima degradación de todo sistema. Si los niños están dejados a su suerte, ¿qué puede haber peor en una sociedad?
Todo lo crudo que se pueda esperar en un documental sobre niños perdidos. No hay palabras, ni lágrimas que puedan expresar tanta terrible miseria. Ellos describen sus condiciones de vida con asoladora lucidez, la nostalgia de un hogar que no tuvieron, la añoranza de unas madres que no los quisieron, la desesperanza por un futuro que no va a venir, el miedo que nunca se marcha, buscando consuelo en la compañía de los otros niños, en esnifar pegamento, beber vodka, fumar, drogarse, aguardando el fin, ahogando sus sueños en sus ojos envejecidos, en su piel demacrada, sufriendo las mil humillaciones que caen sobre los más desamparados del mundo. La policía los maltrata y no hace nada por ellos, prostitución, pederastia, sífilis, sida. Apagarse como una vela a la que han tapado para que se ahogue inexorablemente.
Pero son niños, y sus miradas no están muertas todavía, y entre tanto adulto desalmado hay algunas personas buenas. Pero es una lucha inútil, porque un día le toca a uno, otro día a otro, y el pequeño ataúd, cuando alguno recibe el privilegio de tenerlo, significa el hundimiento de la humanidad.
El tren a ninguna parte pasa a toda velocidad, indiferente, por la estación Leningradsky.
Demoledor. Brutalmente sincero. Gran pesimismo en un documental que vio el oscar a mejor documental corto. Una extensa reivindicación de justicia. Se genera una sensación de náusea al ver que aquello que tratan de evitar mostrarnos, existe de verdad. Lo curioso es que aquellos que lo enseñan y lo denuncian suelen tener como apelativo una palabra muy indignante, se les tacha de demagogos. La demagogia está muy lejos de demostrar crueldades.
Ignominiosa verdad que hiere reconocer. Muy buen trabajo el de los directores.
Es un documental interesante y necesario, de gran crudeza y dramatismo, pero solo media hora se me antoja corta para desarrollar el tema que nos presenta. Por desgracia es una situación que no solo se da en Rusia, la puerta oriental de Europa, sino en otros muchos países, tanto dentro de nuestro continente como fuera de él. Es relativamente sencillo poner la cámara en el centro de la tragedia, pero el mérito del buen documentalista es saber explicar la situación y las raíces del problema, por lo que, como ya he dicho, se me antoja demasiado corta.
No obstante, para sensibilizar conciencias y denunciar y divulgar la intolerable miseria en la que viven muchos niños del mundo cumple su cometido con creces. Dura como ella sola.
Si a alguien le interesa la temática, le recomiendo la primera parte de La espalda del Mundo, que es menos dura pero igualmente cruda y necesaria