Los contrabandistas de Moonfleet
Sinopsis de la película
Gran Bretaña, siglo XVIII. John Mohune, un niño de familia noble pero pobre, es enviado por su madre moribunda a Moonfleet, para que se ponga bajo la protección de Jeremy Fox. El chico descubre que Fox, además de ser un antiguo amante de su madre, es el jefe de una banda de bucaneros. Entre los dos surgirá una extraña amistad y juntos vivirán apasionantes aventuras.
Detalles de la película
- Titulo Original: Moonfleet
- Año: 1955
- Duración: 89
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Opinión de la crítica
Película
7.1
96 valoraciones en total
Primero, ruego se me permitan 2 reflexiones:
1- ¿Quién por encima de los 30 no ha visto esta película un fin de semana por la tarde y en familia? Recuperen tiempos pasados. Visionenla un sábado a las 16:00 y, si lo hacen en DVD pongan un papel a la derecha de la televisión que ponga TVE1(aquellos tiempos de la uno y el uhf).
2- La próxima vez que me encuentre ante un listado de al menos los mejores 10 directores de cine y no vea a Lang, creo que recurriré a la vía judicial.
Una vez más, Fritz Lang nos muestra aquí su habitual maestría en un film de encargo, rodado en decorados, adaptando una novela de J. Meade Faulkner y puede que algo lejos de sus géneros más habituales (aunque sí trataría el de aventuras en repetidas ocasiones, y ésta en definitiva lo es).
John Mohune, tras la muerte de su madre, vuelve a las antiguas posesiones de su familia arruinada en busca de un hombre que amó su madre: Jeremy Fox, contrabandista bajo aspecto de caballero. Con este simplista punto de partida, el maestro completa una buena película de aventuras de capa y espada (aunque no haya mucho de una ni de otra) que en todo momento mantiene la atención del espectador y una sonrisa esbozada en el rostro (la actuación del niño John Whitely lo requiere).
Destaca ,ante todo, la interpretación de Stewart Granger, quien en esta clase de películas parece no tener rival. Es el personaje mejor construido: mujeriego pero enamorado de una mujer del pasado, todo un caballero, excéptico pero de gran corazón. Junto / frente a él, el gran George Sanders en un papel poco definido que constituye una de las grandes oportunidades perdidas del film (a Sanders hay que darle juego, siempre).
Y todo ello aderezado por la música de Miklòs Ròtzsa. Y uno de los bailes más sensuales de la historia del cine: el de la salvajemente bella gitana que aparece en el film.
Volvamos a ser niños durante 90 minutos.
Segundo largometraje que Fritz Lang (Furia, 1936) realiza para la MGM. El guión, de Margaret Fitts y Jan Lustig, se inspira en la novela Moonfleet (1898), del británico John Meade Falkner (1858-1932), que a su vez se inspira en La isla del tesoro (1883), de Robert L. Stevenson. Se rueda entre el 17/VIII y el 12/X de 1954, en platós de MGM Studios (Culver City, CA) y en unos pocos escenarios naturales de la costa de California, con un presupuesto de obra menor. Producido por John Houseman (Carta de una desconocida, Ophüls, 1948) para la MGM, se estrena el 24-VI-1955 (EEUU).
La acción dramática tiene lugar en Moonfleet (pequeño puerto de la costa inglesa de Dorset) y alrededores, a partir de octubre de 1787. El pequeño John Mohune (Whitely), de unos 8 años, tras la muerte de la madre queda solo en el mundo y se traslada a pie a Moonfleet con una carta de presentación dirigida por ella a Jeremy Fox (Granger), administrador de los bienes de la familia Mohune y contrabandista. Fox es astuto, vanidoso, autoritario y traicionero. De vida licenciosa, es aficionado a las aventuras, tiene buen corazón y sigue enamorado de Olivia, una antigua amante que no ha podido olvidar. Lleva en el alma una profunda herida causada por haber sido rechazada por la familia su propuesta de matrimonio con Olivia, madre del pequeño Mohune. El pequeño John es inocente, inexperto, siente gran admiración por Fox, es curioso y está interesado en todo lo que ocurre a su alrededor.
El film suma aventuras, drama, misterio, contrabandistas y cine de época (Inglaterra del s. XVIII). Tiene escaso éxito en EEUU y se distribuye tarde y mal en Europa. En España no se estrena en el circuito comercial. Pasados los años, se emite por la segunda cadena de TVE bajo el título de Los aventureros de la noche y se incorpora con éxito al circuito del cine de arte y ensayo. Es el primer trabajo de Lang en cinemascope, sistema por el que no siente simpatía. Realiza su trabajo con interés y entrega, pese a tratarse de una obra de encargo. Crea una obra oscura, sombría, misteriosa, melancólica y triste, de singular belleza. Los lances de aventura destilan vigor y una seductora vitalidad. Capta y retiene la atención del espectador.
Es admirable la economía de medios que usa Lang. Sus elipsis narrativas están diseñadas y cortadas con maestría. Se sirve de sobreentendidos y supuestos, que quedan abiertos a la libre interpretación del espectador. Admira la sobriedad y la austeridad como medios al servicio de un discurso exento de adornos, rizos y derivas moralistas. Bajo la sencillez de su apariencia, el film oculta un rico, complejo y profundo mundo interior, que invita a la reflexión.
Hace un tiempo leía en la soledad de mis aposentos una excelente crítica que Carlos F. Heredero escribía, con excelencia, en 1987 para Mundo obrero . Era una crítica que valoraba el grado de elaboración visual y temática de Moonfleet. Resaltaba la profundidad escondida tras el vitalismo de las aventuras juveniles que se narra en dicha obra.
Se trataba de una crítica sublime, magníficamente escrita e intelectualmente elaborada. Después de reflexionar sobre Moonfleet debo admitir que he llegado a las mismas conclusiones.
Moonfleet es un filme intimista que posee una densidad emocional mayor de lo normal en el género de las aventuras. Empieza de manera sublime, introduciéndonos en la situación de manera violentamente lírica, profundamente atrayente… Poco a poco la densidad inherente al cine de Fritz Lang se deja ver entre mirada y mirada, entre sombras, en escenas en las que el tiempo parece pararse para constituir filmes independientes…
Una vieja casa en la que uno de los protagonistas fue maltratado por la familia de su amada (reminiscencias de Cumbres borrascosas vigorizadas por el intelecto de Lang), un niño en un mundo lleno de misterios y emociones (el autor de Oliver Twist también inspira el relato), celos y redenciones… En Moonfleet se alternan luces y sombras al mismo tiempo que ilusión y amargura. Interesantísima, Moonfleet se erige en mi opinión como uno de los mayores logros de Lang y su sugestividad y calidad la sitúan en un buen lugar en la historia del arte cinematográfico.
Después de veer Moonfleet (la había esperado largo tiempo) sentí una desilusión que poco a poco fue transformándose en comprensión de su infinita gama de matices e ideas. Esa comprensión se transformó en admiración, en ganas de revisitarla continuamente… No es una película de aventuras más: es la plasmación simultanea de la mirada de un niño y de un adulto, es decir, la plasmación idonea de la aventura.
La vi hoy, sábado, a las cuatro de la tarde, como mandan los cánones no escritos del cine clásico de aventuras. Y sí, volví atrás en el tiempo. Casi esperaba girar la cabeza y ver el bocata de nocilla o a mi hermano durmiendo a pierna suelta. Estaba sola y en unos minutos la habitación se llenó de entrañables fantasmas: en una esquina, el club de los cinco, en la otra, algunos capitanes intrépidos, en el centro, junto a mí, los murmullos excitados de Los Goonies, y más allá, planeando alguna diablura, no podían faltar los pícaros Tom Sawyer y Huckleberry Finn. Y juraría haber visto a Oliver Twist haciéndome un guiño desde Monkey Island.
Aventura de rufianes, niños valientes, grutas piratas, cadáveres con sorpresa, mapas misteriosos y tesoros inesperados, Los contrabandistas de Moonfleet es un trabajo salvajemente entretenido en el que todos los elementos y tópicos del género aventurero encuentran su razón de ser y demuestran su eterna eficacia siempre que provengan de la mano de un director preciso como un reloj suizo. Si además vienen envueltos en una ambientación costera, de un tenebroso romanticismo inglés y se rematan con un final de corazón en la garganta, tenemos ochenta minutos de pura felicidad en celuloide que ningún cinéfilo amante de los clásicos debería perderse bajo ningún concepto.
Mágica.
Un mar embravecido, las olas rompiendo con fuerza contra las rocas, la música de Miklos Rozsa punteando las imágenes y unos rótulos que van pasando cuya ultima frase dice …en un anochecer de octubre de 1757 un niño llegó en busca de un hombre al que creía su amigo. Así comienza Los contrabandistas de Moonfleet. Obra de encargo -rodada íntegramente en estudio- se ha convertido con el tiempo en un film de culto y en una de las cumbres del cine de aventuras y de la filmografía de Fritz Lang.
El pequeño John Mohune (Jon Whiteley) irrumpe en la vida de Jeremy Fox (Stewart Granger) como un huracán y con el su pasado. El recuerdo de la madre del niño reabre viejas heridas del alma torturada de Fox y su mundo se derrumba, se rompe, se hace añicos y ya nada volverá a ser igual para el a partir de ese momento. Hermoso canto a la amistad teñido de un profundo romanticismo poético, a través de la mirada inocente y limpia del niño asistimos fascinados a un doble viaje mediático, el del pequeño John que ira descubriendo la vida, como si de un juego lleno de aventuras se tratara, de la mano de su amigo y el de Fox, que con sus esquemas vitales rotos camina de forma consciente y plenamente asumida hacia un destino inexorablemente fatalista, en el que sin duda alguna es uno de los finales más bellos y líricos de toda la historia del cine.
Un brillante guión adaptado, la soberbia dirección artística, la inspirada partitura del gran Miklos Rozsa y la atmósfera fantasmagórica que le confiere la gótica fotografía en color de R. Planck, bajo la magistral dirección y puesta en escena de un Fritz Lang que despliega ante nuestros ojos un auténtico master de sabiduría narrativa de ritmo y pulso implacables, hacen de la visión de este film intimista, profundamente triste y de una belleza visual apabullante una de las experiencias más excitantes y gratificantes que se pueden vivir en la oscuridad de una sala de cine. Menospreciada en el momento de su estreno, Los contrabandistas de Moonfleet emerge hoy como una joya indiscutible del séptimo arte y guarda celosamente en cada uno de sus fotogramas el milagro y el misterio más profundo de la creación artística y la esencia más pura de la aventura jamás vista en una pantalla de cine. Intemporal obra maestra total y absoluta del cine.
Francesc Chico Jaimejuan
Barcelona 27 de julio de 2006