Living and Knowing You Are Alive
Sinopsis de la película
Emmanuèle Bernheim y Alain Cavalier están unidos por 30 años de amistad. Están preparando una película basada en el libro autobiográfico de la novelista. En él, ella cuenta cómo su padre le pidió que acabara con todo después de un infarto. Cavalier sugiere que ella se interprete a sí misma y él interprete a su padre. Una mañana de invierno, Emmanuèle llama a Alain y le dice que tendrán que posponer la grabación, pues ella necesita operarse de urgencia.
Detalles de la película
- Titulo Original: Être vivant et le savoir
- Año: 2019
- Duración: 82
Opciones de descarga disponibles
Si lo deseas puedes descargarte una copia de esta película en formato 4K y HD. Seguidamente te mostramos un listado de posibilidades de descarga activas:
Opinión de la crítica
Película
6.5
35 valoraciones en total
Être vivant et le savoir es una película que brota de otra. Un proyecto improvisado que surge de otro que se había planificado antes. Un documental que nace de una ficción. Un film simple y certero que sigue la estela de una obra que no pudo tener lugar. Emmanuèle Bernheim, escritora y amiga del director, iba a interpretarse a sí misma en la adaptación de su relato autobiográfico Tout sest bien passé que el propio Cavalier tenía la intención de dirigir. En el texto la mujer cuenta los últimos días junto a su padre con hemiplejia, cuyo rol iba a interpretar Cavalier. El hombre, para terminar con su agonía, decidió recurrir a la eutanasia, siendo acompañado por su hija en todo momento.
En un reverso del destino, la producción de tal película se vio interrumpida por la enfermedad de la escritora: un cáncer de mama que se extiende a los pulmones, muy cerca del corazón. Ante la imposibilidad de continuar con el proyecto, Cavalier decide filmar un retrato de su amiga, a quien acompañará con su cámara hasta que ella toma la misma decisión que su padre, como aprendemos en el primer plano de la película: unos billetes de tren a Ginebra que serán la despedida de la pareja de amigos antes que Emmanuèle ponga fin a su vida.
El estilo del Cavalier documentarista siempre fascina. Es una manera simple de realizar cine y sin embargo, auténtica por su singularidad. Eso sí, también meditada para poder transmitir al espectador y oyente el pensamiento del artista, sin necesidad de hacer malabares con el montaje, siendo este irregular sin que haga falta modificarlo. Cavalier filma con su pequeña cámara, sujeta a dos manos, pequeños objetos que captan su atención. Es, probablemente, junto con la fallecida Agnès Vardà, el cineasta que mejor ha sabido explicarle al espectador la importancia de un mínimo detalle. Cavalier no sólo posa su cámara ante un objeto, sino que crea su cine a partir del plano, de apenas unos centímetros cuadrados.
Cada frase que recita acompañando la imagen abre una nueva vía a la imaginación del espectador, haciendo posible que el público capte la esencia de aquello que describe. Nada nuevo viniendo del cineasta que rodó para la televisión una serie de maravillosos capítulos, los Portraits, retratos de mujeres trabajadoras con empleos en peligro de extinción. Cual antropólogo dejó testimonio para el futuro del trabajo de estas mujeres que utilizaban técnicas ya casi desconocidas, con instrumentos en desuso y cuyos cuerpos se deformaron trabajando sin que a nadie le importase. Y lo hizo enfocando apenas un par de agujas, unas manos y las caras de las dueñas. Una sensibilidad capable de valorar a todo aquello y todo aquel que pasa desapercibido.
Emmanuèle, convaleciente, se convierte ante el objetivo de Cavalier, de manera paradójica, en la máxima expresión de vitalidad. Sus ojos azules y su sonrisa llenan la pantalla segundos después que seamos informados de su muerte. Su imagen alegre aparece antes que un plano de aviones cruzando el cielo azul representen su alma ascendiendo al paraíso inmortal. El humor de la mujer que saluda a la cámara, con pies y manos, en plena sesión de quimioterapia convierte la atroz imagen en un gesto de fuerza y pureza. Emmanuèle permanece viva bajo la mirada de Cavalier, que deja testimonio del carácter de su amiga para la posteridad. Être vivant et le savoir, representa, entonces, la consciencia del vivo ante la muerte, en un monólogo que el propio Cavalier recita en la cama interpretando la muerte del padre de Emmanuèle, y a su vez, la película representa también la permanencia del vivo por los siglos de los siglos en el recuerdo, en el testimonio.
Este último significado cobra fuerza gracias a los retablos que el propio Cavalier crea. Como ya hiciera en Le paradis, con diversos objetos compone un plano visual al que dota un significado. A la hora que Emmanuèle toma la medicación que le provocará la muerte, Cavalier enciende una vela junto a las dos últimas chocolatinas que ella le regaló antes de darle un último beso. El último objeto de una vida reposa al lado del primero de una muerte, como si el fuego del candil marcase en un marco espacial y temporal la frontera entre ambos mundos.
El paso de la vida a la muerte y la resurrección vuelve a ser evocado en una serie de composiciones que Cavalier recrea: unas calabazas y unas patatas que se pudren hasta que se cubren de brotes, sin embargo Cavalier nos indica que de la muerte del fruto, vuelve a salir vida. En otro plano, una figura despezada de un Cristo vuelve a ser recompuesta, materializándose su resurrección. Y en un más difícil todavía, Cristo y las calabazas componen un mismo plano, mundo natural y religioso convergen en la vida tras la muerte.
Être vivant et le savoir es una crónica en la que se entremezclan recuerdos de una vida con momentos tras una muerte y que con el mínimo esfuerzo, vida y muerte conviven en la pantalla durante algunos segundos. Una paloma herida juega con su propia imagen en una pantalla de ordenador sin que sepamos si sobrevivirá o no. De todas formas, esa paloma seguirá viva dentro del vídeo del ordenador y dentro de la película de Cavalier, atravesando así la vida una doble frontera de pantallas en este ejercicio visual.