La torre de los siete jorobados
Sinopsis de la película
En el Madrid castizo de finales del siglo XIX, el enigmático fantasma del doctor Mantua revela al joven Basilio la existencia de una ciudad subterránea en la que habitan unos siniestros personajes dedicados a actividades criminales. Basilio consigue dar con la Torre de Los Siete Jorobados, en cuyo interior permanece secuestrada e hipnotizada Inés, la sobrina del difunto doctor…
Detalles de la película
- Titulo Original: La torre de los siete jorobados
- Año: 1944
- Duración: 81
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Opinión de la crítica
Película
7
24 valoraciones en total
Una cupletista abre esta insólita historia, rodada con el fino sentido de comercial calidad de Neville, de fantasmas y ciudades subterráneas, de espectros y coches de caballos, de carreteras de polvo y sombreros de copa.
Un genial retrato de una época, de un fino costumbrismo solapado entre detalles y laberínticos expresionismos, camuflado en una historia fantástica de corte humilde pese a todo. El folletín, las localizaciones típicas madrileñas, un tono novelesco de misterio español, de personajes muy nuestros, de caracteres que nos son muy cercanos por su naturalidad, humor y hábitos (nunca los personajes cotillean tanto, se prestan tanto al comentario certero por la espalda, con esas ansias de confidencia justiciera, como en una película española). Todo ese ambiente proporciona una amena y extraña, para lo que nuestra filmografía suele ser, película, y nos invita a abandonarnos al regusto del tiempo, el que quiera hacerlo, al reflejo de los años retratados en celuloide quién sabe si con más o menos encanto que la propia realidad otorgó en su día.
Y es que esta película tiene una comicidad muy nuestra, un enfoque de historia de fantasmas de literatura juvenil de bisoña y sugestiva escasez. El sainete, los diálogos… Todo nos retrotrae a nosotros mismos o, mejor, a nuestros antepasados. A esas calles en las que vivieron, a esas calles en las que caminaron y a esas inocentes historias con las que rieron o se emocionaron. Esta cinta es tiempo, más que otra cosa, es un rato pensando en edificios de piedra, coches de caballos, enaguas, pololos, camisas de sarga, enormes portones de madera astillada y llaves de dos palmos… Y lo que todo aquello suponía. El cine siempre ha de tener algo de esto, como los buenos libros. Ha de obsequiarnos con un pedazo de nuestro propio viaje por los años y los siglos, que nos conecte, de alguna manera, con el camino de lo que fue, lo que es y será. El cine ha de ser desgarro y testimonio del tiempo que pasa, que no vuelve (Tiempo Perdido lo llamaron). Más allá de tramas, más allá de taquillas, es lo que queda.
Eso es cine. Lo demás son películas.
Veo con tristeza que ninguna crítica contempla la verdadera historia de esa novela.
La comenzó Emilio Carrere pero engañó a su editor y tras cobrar el dinero acordado, se fue dejando unos cuantos folios escritos mezclados con hojas en blanco. El editor al descubrir el engaño buscó quién arreglara el desaguisado y ese fue mi abuelo, Jesús de Aragón Soldado, apodado El Julio Verne español que firmaba con el pseudónimo J. de Nogara (nuestro apellido al revés) o Capitán Sirius. Hablamos del año 1924. Visto el éxito obtenido, comenzó su carrera como autor de ciencia ficción y misterio.
La adaptación de Neville es muy buena y tras haber leído otros libros de mi abuelo (La Sombra Blanca de Casarás, De noche sobre la ciudad prohibida…), he visto en esta película su inconfundible estilo, entretenido, misterioso y muy ocurrente.
Una pena que ni en la caja que contiene el DVD ni en los títulos de crédito se mencione a mi abuelo para nada.
Mi agradecimiento al periodista Rodolfo Serrano, quién lo aclara todo en un artículo en quediario.com.
Me enorgullece ver unas críticas tan positivas y una puntuación media tan alta. Neville no hubiera podido obtener tan buen resultado de la adaptación de una mala novela.
Miro tu foto, tu mirada azul y bondadosa y te ubico en el Cielo, desde donde estas cosas nada importan, pero yo que aun estoy aquí, quiero echar una lanza a tu favor y aclarar cómo fue.
Va por ti, abuelo.
Edgar Neville, amén de mucho más que discreto dramaturgo, demuestra en varias películas, como aquí, sus dotes como director rayanas en lo extraordinario.
He visto críticas que achacan a ésta falta de medios. Pero ¿son mejores los de cualquier otra producción extranjera de más o menos los mismos años? No citaré títulos: están en la memoria de todos.
Aquí, al menos, se mantiene constantemente la intriga. No es cubrir metros de cinta como justificación del pago de una entrada, como en tantas de Karloff o Lugosi. Aquí subyace un hilo argumental siempre interesante. Incluso el artificio está tan bien ensamblado que todas las incongruencias del guión nos parecen hechas a propósito, con lo cual en ningún momento se nos ocurre romper el convenio tácito de creernos todo lo que se nos cuenta. El director ha conseguido, pues, lo más difícil, demostrándonos su maestría.
Además, continuamente destila un humor sorprendente, cercano a lo surrealista, que no pasa de moda. Hay detalles que provienen ya de la novela de Carrere, y otros los inventa. Para las antologías queda aquella escena en que, en plena aparición del fantasma de Robinson de Mantua ante la cama de Beltrán, se introduce por equivocación el espíritu de Napoleón, invocado por la medium del piso de arriba. Ambos espectros se presentan mutuamente y, al abandonar el cuarto, pugnan por mostrarse a cual más amable:
– Pase usted delante, doctor.
– No, por favor, majestad, usted primero .
– Insisto, insisto…
Es memorable la secuencia del casino de juego, o la de las cenas con la Bella Medusa y su madre. Una imaginativa y épica vena humorística encadena casi sin solución de continuidad ocurrentes sucesos todo a lo largo de la película.
La trama se desarrolla en un momento deprimente de la historia de España. Es el cambio de siglos, el momento de los últimos de Filipinas y de la Guerra de África. Acaba de suceder el revés del 98. La gente viste trajes cochambrosos y se mete en los figones a bailar el chotis y oír a las cantantes malas mientras se emborracha. Ya lo dice la zarzuela de Chueca: Yo soy un baile de criadas y de horteras / a mí me bailan / las cocineras… Mientras tanto, medio Madrid ofrece un aspecto lamentable.
La interpretación es adorable. La credulidad candorosa de Inés (Isabel de Pomés) no podía contar con más afortunado rostro para encarnarse, la confusión inocente de Beltrán halla su contrapunto en un Antonio Casal que se hace querer, un jorobado Guillermo Marín nos muestra lo más hipócrita y ambiguo de su rostro… pero Félix de Pomes, señores, está que se sale.
Merecedor de mejor suerte, este filme avanza con los años a pasos de gigante desde su discreto puesto a retaguardia, y acabará colocándose en un lugar destacado entre la antología de la cinefilia mundial. Creo que no tardará demasiado en convertirse en un icono, no ya de nuestro cine fantástico, sino quizás de todo el europeo. Tal vez lo sea ya.
La torre de los siete jorobados es una de esas películas de culto que son defendidas a capa y espada. Y creo que se lo merece, en ese páramo cinematográfico de los años cuarenta, la figura de Edgar Neville parece un gigante.
No es la primera película de terror del cine español, pero si la más notoria, que no en su día, que fue un fracaso. Conseguir mezclar el Madrid castizo con el expresionismo alemán es mérito suficiente para ser recordada por siempre. Pero también pienso que cuando ciertos espectadores votan un diez o un nueve a este tipo de películas, no le hacen un favor a la cinta. Se comportan ante el film como padres benefactores, como aquellos que ven los dibujos de su niño cuando tiene seis años. Lo único que hace bien a la realidad es la verdad, no el proteccionismo por muy valiosa que sea la pieza arqueológicamente hablando.
Si seleccionásemos a mil personas con una cultura cinematográfica media, que no han visto esta película y que tampoco les suena, y les presentásemos un remake en color, calcado plano por plano del original tendría poco más nota que Tuno negro. Lo que pasa es que con este tipo de productos añadimos nuevos elementos a la categoría crítica, como el carácter pionero, la antigüedad, el valor sentimental, los medios, producto nacional… y el resultado al final demuestra una desviación matemática nada desdeñable.
Yo he disfrutado y disfruto con La torre de los siete jorobados porque es especial, pero no puedo aparcar mi vena racionalista para decir que es una película que llega hasta donde llega y no más. Y ya es mucho para la época.
Nota: 6,8
Maravillosa!! He de decir que al principio me he asustado un poco con la escena que abre la película, esa actuación musical de la Bella Medusa , pero afortunadamente es la única actuación musical (bueno, hay también un baile pero dura muy poco)
Lo que desde luego hay que reconocer a esta obra es simplemente el valor de haberla hecho, en lo más duro de la posguerra española y cuando España empezaba a quedarse del todo aislada internacionalmente por la derrota de las potencias del eje, únicas aliadas del regimen franquista.
Con una historia sencilla pero interesante y pocos medios, Neville logra una obra realmente conseguida, ayudada por la buena actuación de los protagonistas principales, sobre todo Antonio Casal y Félix de Pomés. Como pega principal, he de decir que para mi gusto el final es demasiado sobrio y apresurado, y que el guión deja algunos cabos sueltos, pero todo se ve compensado por los toques de humor que impregnan el metraje (buenísima la aparición del fantasma de Napoleón xD), los dignos escenarios (la ciudad subterránea esta realmente conseguida para el ínfimo presupuesto con que debían contar) y la gran actuación actoral.
Definitivamente una joya del fantástico español!