La pesadilla de Darwin
Sinopsis de la película
En la década de los años 60, a modo de experimento, se introdujo en el lago Victoria una nueva especie animal: la perca del Nilo, pero este pez resultó ser un depredador tan voraz que exterminó todas las especies autóctonas de este gigantesco lago. El nuevo pez se multiplicó rápidamente, y en la actualidad sus blancos filetes siguen siendo exportados a todo el mundo. Enormes aviones de carga de la antigua Unión Soviética llegan diariamente para recoger los últimos cargamentos de pesca y, a cambio, descargan su mercancía: kalashnikovs y munición para las innumerables guerras que tienen lugar en el corazón de África. Este explosivo comercio internacional ha creado una desoladora alianza global a orillas del lago tropical más grande del mundo: un ejército de pescadores locales, financieros internacionales, niños sin casa, ministros africanos, comisarios de la Unión Europea, prostitutas tanzanesas y pilotos rusos.
Detalles de la película
- Titulo Original: Le cauchemar de Darwin (Darwins Nightmare)
- Año: 2004
- Duración: 107
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Opinión de la crítica
7.6
95 valoraciones en total
Cuando un documental como este refleja un mundo que es tan real como todos los bienes y objetos que tienes, tan injusto y tan macabro que no parece el tuyo, las palabras simplemente sobran. Sobran pero a la vez se necesitan, es preciso que se pronuncien y se escriban palabras que muestren y denuncien lo que está pasando. Y además de palabras hacen falta hechos. El enorme valor de este documental no es solamente la mirada sincera y objetiva que ofrece de un lugar olvidado, o las historias que acerca a nuestras conciencias, no se trata únicamente de una denuncia más acerca de algo que todo el mundo ya sabe. Hay personas que renunciarán a verlo porque ya conocen la realidad. Ya saben lo que está pasando. Y si todos ya lo sabemos, entonces ¿qué ocurre? ¿Por qué no se mueve nada?
Creo que además de tener una idea general de lo que sucede, es muy importante atreverse a mirarlo de cerca, VER con tus propios ojos los pueblos, las calles, las casas, la gente, y conocer las historias reales de personas de carne y hueso que están encadenadas en el círculo vicioso de la pobreza y la marginación internacional. Las ventanas que afortunadamente se nos abren en las narices, como ésta, son oportunidades inmejorables para no sólo saber la realidad, sino para verla y sufrirla por unos minutos, llegar a comprenderla mejor, y así poder ser más conscientes de la situación y más comprometidos.
La película deja imágenes y diálogos muy elocuentes, como la conversación con el vigilante nocturno, o el estremecedor segundo encuentro con las tres prostitutas, o la imagen de los niños peleándose por un plato de comida, o… , y así hasta el infinito. Una de las cosas que queda patente y dolorosamente evidente en el documental es el comportamiento criminalmente indiferente de la Unión Europea, organismo que en múltiples ocasiones se distancia de los Estados Unidos en defensa de los Derechos Humanos y la paz, pero que en realidad en poco se diferencia de aquéllos. Y de todos. Parece mentira.
Sinceramente, hay ocasiones en las que da vergüenza pertenecer al género humano. Porque no estamos hablando de un asunto importante. Ni tampoco de algo muy importante. Estamos tratando sobre un tema que es el mayor problema del planeta: nuestra comodidad a cambio de la muerte y la miseria de millones y millones de personas, la desaparición de muchas especies, la muerte de los ecosistemas… El título de la obra me parece acertadísimo: estamos acabando con la vida (todo tipo de vida), es decir, con un milagro gestado y desarrollado a través de un tiempo incalculable. Es, sin duda (y debería serlo para todos), una pesadilla. ¿Despertaremos?
Lo primero: le he puesto un ocho a este documental, pero podría haberle puesto cualquier otra nota. Es evidente que un documental requiere de la técnica y sensibilidad cinematográficas, pero esto NO es una película. No hay ficción. Esta aclaración parece innecesaria, cualquiera sabe que La Pesadilla de Darwin es un documental, pero cuidado, los documentales, bajo la pretendida apariencia de neutralidad o asepsia, suelen estar fuertemente subjetivados por el autor (los directores más jóvenes suelen ser los más megalomaniacos). ¿Acaso los de Michel Moore son realmente documentales ? ¿Os acordáis de Super-size Me? No digo que no sean entretenidos, que lo son. Pero más que documentar lo que hacen es orientar al público a través de las imágenes para que los espectadores logren llegar a las mismas conclusiones que ellos tenían antes de iniciar su grabación.
Uno de los méritos de este documental es conseguir precisamente lo contrario: llega un momento en que te preguntas: ¿pero qué quiere contar?. Finalmente llegas a la conclusión de que la conclusión es sólo responsabilidad tuya. Aunque por supuesto hay dosis de subjetividad, (planos cortos, escenas enfrentadas, selección de respuestas y tomas, preguntas capciosas, etc.), lo cierto es que estos, llamémosle, tics, no restan interés a este micromundo en el mismo centro de la nada, en el lago Tanganika, donde ahora mismo miles de hombres pescan, cortan, raspan y filetean el pescado que mañana compraremos en el supermercado.
Documental muy recomendable. Frente a este tipo de trabajos, películas de ficción como El Señor de la guerra (Niccol, 2005), Diamante de Sangre (Zwick, 2006), resultan pateticas, presuntuosas, y frívolas.
Darwins nightmare sólo escupe verdades, verdades que resultan ser golpes secos que el espectador recibe con el corazón encogido. Verdades difíciles de digerir, de comprender, de asumir. No hay hueco para la esperanza, el ser humano es más voraz que la perca del Nilo y el destino de todos es morir a mano de otros o de uno mismo. La situación de ese mundo, tan real y tan terrible, es un retrato de dolor admirable, valiente y astuto en este documental, una de las películas de no-ficción de terror más escalofriantes que jamás he visto. Todos estamos metidos en el ajo, todos matamos. Todo es una mierda, y la mirada enrojecida del vigilante lo es todo. Y todo, repito, es odio, hipocresía y muerte.
Está claro que el mundo en el que los occidentales creemos que vivimos no es real, es una mera proyección de imágenes (filtradas e idealizadas por unos medios de comunicación aborregadores) que contribuyen a perpetuar el injusto orden de poder mundial para beneficiar a unos pocos. Esta sociedad de la imagen amortigua realidades tan duras como la que se nos muestra en este documental. A día de hoy, cada vez resulta más complicado encontrar medios que nos ofrezcan información tan sincera y, por eso, cada uno de estos ejemplos esporádicos se convierte en una dolorosísima gota que colma todos los vasos posibles, desbordando nuestra paciencia, ignorancia, vergüenza e indignación.
Tras ver La pesadilla de Darwin surgen inmediatamente preguntas como qué tipo de pantomima es la ONU, reniegas de la sucísima política y diplomacia internacional tal y como hasta ahora ha sido concebida, y te produce más asco, si cabe, la muy hipócrita religión católica, limitada desde siempre a una insuficiente actividad limosnaria apaciguadora limitada a repartir migajas que sólo sirven para salvaguardar su más que falsa fachada benefactora, en lugar de potenciar, proponer, reivindicar, o incluso exigir a nivel mundial soluciones razonables a problemas reales, metiendo el dedo en todas las llagas para denunciar cada una de las deplorables realidades con las que conviven día a día. La religión sigue desempeñando, por lo tanto una mera función opiácea.
Pues eso, señores, que todo está muy podrido. No me extraña que el tercer mundo, en su desesperación, estampe aviones contra rascacielos occidentales. Ya sé que nada justifica el dolor ni la muerte, pero este mismo argumento es aplicable a las aberraciones ante las cuales el primer mundo ¿civilizado? asume una posición de total indiferencia absolutamente imperdonable, y de las cuales es responsable más que directo.
En fin, ojalá documentos como éstos pudiesen servir para cambiar mentalidades, remover conciencias y valores, pero las cosas no son tan sencillas. Hemos asumido un tren de vida tan desaforado que ya consideramos inevitable el desequilibrio y el hecho de que nuestro bienestar genere una cantidad directamente porporcional de víctimas. Urge un cambio muy profundo para el cual no creo preparadas a las adormiladas, superficiales, acomodadas e infantilizadas mentalidades primermundistas, conscientemente inconscientes de que los recursos de este pequeño planeta son limitados y de que nuestros excesos, forzosamente generan déficits más que sangrantes en otros lugares, en las tierras de los hombres sin ilusiones y los niños sin infancia. Mientras tanto, nuestros medios de comunicación de masas protegen nuestras conciencias difundiendo tanta información basura como residuos materiales generamos diariamente. Vivimos en la cúspide de una montaña de basura (moral, material y cultural), sí, pero sin que se nos permita mirar hacia abajo. De esta manera es cómo se consigue que la náusea no sea insoportable.
Uno de las utilidades más evidentes del género documental es la de dar a conocer o denunciar situaciones de injusticia: utilizar la fuerza de la imagen para concienciar al espectador de algún problema concreto (ya sea pasado, presente o futuro). La pesadilla de Darwin es un brutal documento sobre las terribles consecuencias que puede tener la globalización sobre un país del tercer mundo (en este caso, Tanzania). Concretamente, el tema escogido es la introducción de una especie llamada la perca del Nilo, en el lago Victoria, allá por los años 60. Cuarenta años después podemos comprobar como un hecho, en principio tan insignificante, puede llegar a influir tanto en una población.
El director se centra en mostrarnos las vidas de las gentes que allí habitan. Personas que no se ven para nada beneficiadas de las miles y miles de toneladas de perca que cada día salen del lago. Niños que se alimentan de pescado putrefacto, mujeres que no tienen más opción que prostituirse con los pilotos que traen y llevan aviones, hombres trabajando en condiciones paupérrimas….toda esta miseria humana que amenaza con agravarse aun más en el futuro, cuando la perca consiga acabar con todas las especies autóctonas del lago, y desaparezca todo atisbo de vida.
Con un tono sereno, pero contundente, Sauper nos descubre cuales son las lamentables condiciones de vida de toda una población, a la que no le faltan los recursos naturales. Pero aun hay más. A medida que transcurre el metraje, el autor va más allá, y nos propone una nueva interconexión. Además de que unos pocos se hagan ricos con el comercio del pescado, se abre una interrogante que pregunta cuál es el contenido de los aviones que se llevan la perca. Y no se trata precisamente de alimentos mandados por la ONU o medicinas, o cualquier otra cosa…se trata de, como no, armas. En su afán de investigar, Sauper nos deja caer que todo está interrelacionado, y el negocio del pescado no es el único que lucra a unos pocos.
Quizás, el filme adolece de varios puntos muertos, en los que la acción no avanza demasiado, y de los que se podría prescindir. El resto, es una auténtica patada en el estómago para todos los que formamos parte de nuestro confortable estado de bienestar. Lástima que el caso de Tanzania sea una gota en el océano de la explotación a la que se ven sometidas estos países, y lástima que esto tampoco vaya a servir para que las cosas cambien demasiado. Aunque siempre se agradecen que nos despierten la conciencia.