La mujer infiel
Sinopsis de la película
Cuando Charles Desvallées empieza a sospechar que su mujer lo está traicionando con otro hombre, contrata un detective privado para que la siga y averigüe quién es el amante. Una vez confirmada la infidelidad y descubierta la identidad de su rival, el celoso marido prepara su venganza…
Detalles de la película
- Titulo Original: La Femme infidèle
- Año: 1969
- Duración: 97
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Opinión de la crítica
Película
7.3
89 valoraciones en total
Chabrol aporta un interesante punto de vista al thriller, pues lejos de recurrir a argumentos rebuscados profundiza en la psicología de los personajes.
En la pareja protagonista, el marido es más bien anodino aunque proporciona a su mujer estabilidad y una buena posición, ella, de gran belleza y elegancia, disfruta de cierta independencia de movimientos. La infidelidad es un detonante y desde ahí se nos ofrece toda una serie de reacciones en cadena y cambios sustanciales en las actitudes de ambos.
La parte final está hábilmente encaminada utilizando sugerentes detalles, con una conclusión en cierto modo atípica.
Adrian Lyne ha hecho recientemente una nueva versión de esta historia, hay que ver que originales son estos de Hollywood.
Charles, un marido con el que Hélène lleva casada once años. Michel, un encantador hijo de diez. Un montón de dinero. Una mansión señorial en Versalles. Toda la ropa, complementos y cosméticos que ella pueda desear. Todos los caprichillos propios de una rica burguesa. Una criada que hace las tareas del hogar. Tiempo libre a mogollón. Cócteles, fiestas y salidas con amigos. Bebidas en cantidad en el minibar, porque, según lo que se suele ver en las películas, los ricos beben más alcohol que agua. Peluquería y salón de estética. Jugar con Michel y repasar con él los deberes escolares.
Hélène regresa al atardecer de sus recados en París y Charles llega de la oficina, se sirve un whisky y se sienta en el sofá a ver la tele mientras espera a que la cena esté lista. Al acostarse, un beso de buenas noches y Hélène rumia, tendida en la cama con su sexy camisón que él no ha llegado a tocar, el aburrimiento que se la está comiendo. Tiene todo lo que podría soñar. Y, sin embargo… Le falta algo. Su marido no la llena. Se quieren mucho, pero se palpa entre ellos demasiada formalidad, una rutina demasiado apacible, sin fuegos artificiales. Un punto de frialdad, no por carencia de afecto, sino por caracteres no dados a la fogosidad, poca comunicación e inercia. Ese matiz de gelidez ambiental es una característica que distingue al Chabrol de hace unas décadas. En ese escenario de casa de muñecas, la esposa luce rabiosamente atractiva, el cabello cuidadosamente peinado, el suave cutis maquillado con pericia, el cuerpo joven y elástico cubierto por favorecedores vestidos. El aspecto de una burguesa de bandera cuyas manos arregladas con manicura no se estropean faenando, cuyos elegantes y seductores vestidos no se manchan limpiando la casa o cocinando, y que pasea su ocio por las habitaciones y jardines de su caserón, y por todos los locales parisinos habilitados para las personas que pueden permitirse pasar las horas sin correr azuzadas por las obligaciones.
Pronto Charles descubrirá que las escapadas de Hélène a la capital esconden un objetivo mucho menos inofensivo que arreglarse el pelo y las uñas, ir de compras o ver películas en el cine. Y en su ordenada y previsible vida se va a abrir una grieta abismal…
Chabrol se cuela en la insatisfacción sexual de una mujer de elevada posición social envuelta en lujos que, carente de la pasión que necesita renovar en sus rescoldos, sale a buscarla fuera. Y el choque del marido contra lo que viene a romper sus ordenados esquemas: la infidelidad.
Una de las más prestigiosas películas de Claude Chabrol de la que posteriormente se haría un buen remake norteamericano con Richard Gere.
Trata sobre la infidelidad de una mujer casada y las trágicas consecuencias que produce en un entrañable entorno familiar.
Esto es lo más sobresaliente de la película. Cómo en un ambiente idílico- especialmente a los ojos del marido- con una mujer de la que está enamorado y se recrea en ello, con un hijo pequeño idóneo y una casa bucólica donde puede disfrutar plenamente de ambos, esa traición voltea totalmente sus vidas y su armonía se hace añicos.
No es la trama de suspense lo que interesa, tampoco las razones que conducen a la mujer al adulterio. Es la destrucción de un entorno perfecto.
Este tratamiento es lo que la convierte en una película singular. La descripción de la familia burguesa, con un ritmo relajado que se adecúa perfectamente a lo que quiere contar, y que camina lánguida e inexorablemente a la tragedia, está hecha con un estilo inimitable. Quizás por ser Chabrol un burgués y no renegar de ello, sabe retratarlos con las dosis justas de crítica y reconocimiento al mismo tiempo.
Junto con ello, hay algo soterrado en la película que anuncia que algo inquietante va a suceder. Esto también sucedía en El Carnicero, película de la misma época del director, y que contribuye a agarrar aún más la atención del espectador . No utiliza los efectos típicos de otras películas, sino que gravita de una manera mucho más invisible y virtuosa.
Experta. Muy buena.
Notable realización de Claude Chabrol, que se estrena el 22-I-1969 (Francia). Corresponde a su tercera época, la que para muchos es la mejor del cineasta. Desarrolla un agudo análisis psicológico de los personajes principales y de su evolución en el marco de un relato de intriga y tensión que los coloca en situaciones límite. Compone un soberbio fresco en el que se ponen de manifiesto las características que singularizan la burguesía francesa de la segunda mitad de los años sesenta. La visión actual del film se beneficia del valor de testimonio de una época y de unos personajes del pasado que en su momento eran tan reales como la vida misma.
La narración se desgrana con parsimonia, atención al detalle y el apoyo de elementos que aportan indicaciones y sugerencias basadas en analogías, simbolismos y paralelismos, como el problema que plantea al chico y a la familia la resolución del rompecabezas de cartón. El gusto por el sobrentendido, la elipsis y la sugerencia, alcanza su máxima expresión en una escena magistral, en la que Chabrol no explica lo que está ocurriendo, sólo lo da a entender mediante silencios, gestos contenidos, miradas desde la distancia y sobrentendidos que ha de componer el espectador en unos pocos instantes. En nuestra opinión, ésta es la secuencia culminante de la obra y una de las mejores escenas creadas por el realizador.
La acción transcurre en escenarios exteriores de Paris, Neuilly y Versalles, y en escenarios interiores. Los primeros inundan la escena de luz, color, monumentos, jardines, fenómenos atmosféricos (tormentas, lluvia …) y espacios abiertos, por los que siente predilección. Los segundos se presentan construidos con abundancia de elementos que reflejan o glosan el estilo de vida, los valores y las aspiraciones de la burguesía francesa de los años 60. Los temas ampulosos, eróticos, mitológicos y barrocos de las cuadros de la residencia de Versalles hablan de la artificiosidad, vanidad y convencionalismos de los personajes que lo ocupan. De igual modo, la acotación de la figura de la Libertad, de Delacroix, que preside la estancia principal del apartamento de Neuilly-sur-Seine habla de ruptura de lo convencional, de emergencia de nuevos valores para una nueva época, de superación de antiguos y caducos prejuicios.
Chabrol aprovecha la ocasión para dejar constancia de su afición a la música clásica, su gusto por la música moderna instrumental (jazz), su apego a la buena mesa, su preferencia por la combinación en la mesa de vino tinto y vino blanco, sus conocimientos de cocina (crepes flambeados) y de su cinefilia. Aconseja al espectador la película Doctor Zhivago (1965), de David Lean, y le recuerda que todavía puede gozar de su último trabajo, Las ciervas (The Bitches). No faltan los trazos irónicos y mordaces con los que mira la moda de la minifalda de Brigitte. Retoma el tono jocoso y burlesco siempre que se refiere a la mentira y al embrollo.
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Ha sido ésta una de las mejores películas que he visto de Claude Chabrol, que ofrece aquí el lado más oscuro de la infidelidad conyugal, desembocando en una catarsis de miedo ante la pérdida del ser querido, en manos del deseo desconocido. Mano maestra en este largometraje la que ejerce el realizador (genial la secuencia de la conversación entre los dos hombres) para una cinta imprescindible sobre las relaciones de pareja. Supongo que le encantaría al seguidor del Woody Allen de Match Point, sólo que aquí las cosas se llevan con un aire más sibarita, más europeo y refinado. La realidad se esconde y la mentira sale a relucir. Sí, va rozando la obra maestra, sí no lo es por audacia y maestría. Imprescindible cine europeo.