La flauta mágica
Sinopsis de la película
Adaptación cinematográfica de la famosa ópera de Mozart. En vísperas de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), en un mundo oscuro y siniestro, Tamino emprende un arriesgado viaje para liberar a Pamina, la adorable hija de la Reina de la Noche, que ha sido secuestrada por el malvado Sarastro. El destino de los jóvenes amantes puede determinar la suerte de las naciones y la vida de millones de personas.
Detalles de la película
- Titulo Original: The Magic Flute
- Año: 2006
- Duración: 135
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Opinión de la crítica
Película
6.2
49 valoraciones en total
Indisociablemente de su calidad musical incuestionable, La flauta mágica es la ópera con más lecturas de la historia, un enigma del tiempo que habla de la belleza, el idealismo, la verdad, la búsqueda de lo absoluto… Es un enigma ese equilibrio entre la filosofía profunda de la obra y la capacidad de comprensión que tienen los niños de ella. Antonio Salieri, dijo de ella: Es una ópera digna de ser representada delante de los más grandes monarcas, en las festividades más solemnes.
Aclamado gracias a sus adaptaciones al cine de Shakespeare, Kenneth Branagh volvió a reinterpretar la tradición con esta personal versión de la ópera de Mozart. El cineasta ha trasladado la acción a la 1ª Guerra Mundial además de optar por una estética oscura para enmarcar la historia de la que mantiene sus elementos esenciales. La ópera más popular que compuso Mozart, con el libreto de su amigo y empresario de teatro Emanuel Schikaneder, deliciosa, disparatada y plagada de metáforas. Branagh es un hombre de un talento desbordante como demuestra en esta película arriesgada y visualmente arrebatadora que supone una novedad en la trayectoria de este polifacético artista que nunca se había atrevido con el género lírico.
Un reto en el que no ha estado solo, ya que además de contar con dos estrellas de la ópera del calibre de Lyubov Petrova y René Pape como protagonistas, se ha rodeado de un equipo técnico de primera fila. En mi opinión lo más interesante para el film es que el libreto original daba pie a dejar volar la imaginación. La ópera es un viaje hacia los lugares más oscuros y los más brillantes, una invitación a olvidarse de las convenciones. Los personajes están muy bien escritos y la trama requiere que las emociones y los sentimientos sean consecuentes. Todo ello obligaba a que hubiera una firme dirección actoral, un campo en el que está muy curtido Branagh.
La flauta mágica como obra fílmica (27.000,000 $), ha sido producida por Sir Peter Moores, un caballero británico que lleva décadas destinando enormes sumas de dinero a la promoción de las artes. Obsesionado con acercar la cultura a un público amplio (a través de su fundación ha traducido al inglés decenas de óperas, para después comercializarlas en CD. Cuando Mozart estrenó la ópera el 30/09/1791 (dos meses antes de su muerte) también se saltó las normas tradicionales porque la escribió en alemán cuando lo correcto era que se hiciera en italiano. Fue una decisión del músico y su socio Schikaneder, compañero en la masonería, y lo hicieron porque querían llegar al pueblo llano. La suya fue una apuesta radical, como lo hace Branagh ahora. El inglés es hoy la lengua universal del cine y es una pena que el idioma pueda ser una barrera.
La flauta mágica es una metáfora poderosísima sobre el poder de la música, por una parte, y los anhelos del hombre de ver siempre cumplido sus deseos. Su melodía es capaz de modificar el estado de ánimo de quien la escucha en función de los deseos de quien la toca. Lo más estimulante es la historia de amor de Tamino y Pamina, o más bien su evolución personal. Ellos realizan un viaje a través de la oscuridad para alcanzar la luz que es una metáfora sobre la propia experiencia de cada uno de nosotros al abandonar la infancia, superar la adolescencia y alcanzar la madurez. El film avanza estéticamente de forma que quede más claro ese mensaje.
Las relaciones entre el cine y la ópera son difíciles. Recuerdo pocas películas que vayan más allá de ser simple (y a menudo, tedioso) teatro filmado y que funcionen como espectáculo y como narración (las mejores que yo conozco son Madame Butterfly de Frédéric Mitterrrand y Katerina Ismailova de Mijaíl Shapiro). La flauta mágica tenía ya una ilustre versión filmada por Ingmar Bergman que está francamente bien. Ahora llega Branagh y sus millones (esta peli ha costado una pasta, seguro), saca a Mozart y sus personajes del teatro, les hace aprender inglés, da un meneo al libreto que te cagas y ambienta la historia en la I Guerra Mundial (según se dice en los papeles), aunque los uniformes parecen de fantasía y la arquitectura del palacio de Sarastro es una mezcla del de la Bella Durmiente y Hogwarts (de hecho, yo creo que se ha inspirado en Harry Potter en más de un detalle, pero eso es otra cuestión). Con los cambios Branagh pretende dotar de narratividad al libreto, que es un artefacto nada verosímil ni realista, centrado en lo simbólico, y así convierte la alegoría de la iniciación masónica en una especie de historia de aventuras bélicas, un poco embrollada e incongruente (la ópera es así, ya lo sé, pero puestos a inventar cosas y a cambiar el texto podría haberle dado un poco más de coherencia). En cualquier caso, Kenneth Branagh ha tenido el fino detalle de quedarse detrás de la cámara (cosa que yo le agradezco porque como actor me estomaga un poco), ha escogido a un puñado de cantantes jóvenes y guapos (cosa que también le agradezco), tiene a ratos una potencia visual enorme, destellos de humor (las tres damas como enfermeras con sus cofias almidonadas, la aparición de la reina de la Noche en tanque, ciertos bailes) y, sobre todo, tiene a su favor la música de Mozart (porque todos los que estábamos en el cine íbamos por él, eso está claro). Merece la pena.
Branagh se lía la manta a la cabeza y adapta la ópera de Mozart con resultados que, siendo un poco indulgentes, se pueden considerar irregulares. Pero la valentía hay que reconocérsela, adaptar al cine una ópera y más en los tiempos que corren tiene mucho mérito: incluso aunque la ópera sea de Mozart y goce de tanta popularidad como La flauta mágica . Porque lo primero que se garantiza con un proyecto de este estilo es que de entrada, no se van a llenar las salas ni de casualidad.
Aquí Branagh ambienta la acción en la Primera Guerra Mundial y retoca a conveniencia el argumento para adaptarlo a la puesta en escena: la mezcla de esta visión con los elementos de fantasía de la ópera resulta un revoltillo a ratos curioso, a ratos ligeramente intragable, más o menos como una partida del Legend of Zelda ambientada en Adiós a las armas . Tenemos escenas de gran fuerza escénica seguidas de recreaciones tirando a facilonas y horteras, con lo cual en ningún momento la obra llega a impactar más allá de la música ni tampoco nos horroriza. Simplemente se deja estar.
Los efectos utilizados que en teoría debían abrir a lo grande las posibilidades escénicas de la ópera al ser trasladada al cine, vienen a ser de un mal gusto no demasiado sorprendente conociendo ciertos desmanes estéticos bastante comunes en la trayectoria del director británico, que siempre tendió al exceso en el mal sentido y aquí por fortuna no llega a extremos aberrantes, pero se inclina peligrosamente del lado histérico de la balanza.
A nivel musical, destacar la delicadísima ejecución de Lyubov Petrova en el aria de la Reina de la Noche, la presentación de Papageno, encantadora y vivaz y la bonita aria de Pamina, en el lado negativo el dúo de Papageno y Papagena resulta plano y aburrido y el contrapunto masculino del príncipe no se eleva muy por encima de lo perfectamente anodino.
Disfrutarán sobre todo los que ya apreciasen la ópera (no hay director tan malo que arruine obras de este porte) pero no es, ni de lejos, la versión más recomendable para iniciarse. Otra vez será.
Hace más de tres décadas, Ingmar Bergman estrenaba su cautivante versión de la colosal opera de Mozart, apelando a mínimos recursos, en 2006, Branagh -muy a su estilo- ha realizado para la pantalla grande una apuesta barroca y por momentos bizarra.
El director británico se aleja más de las influencias teatrales que el cineasta sueco, para lo cual busca desarrollar recursos narrativos propios del cine.
La traslación de Branagh abarca también a la lengua alemana original de la ópera, que se
traduce al inglés, con un marcado trabajo sobre la métrica y la rima.
Sin perder el simbolismo básico del libreto original -cuya lectura funciona en varios niveles- K.B. pasa del contexto atemporal del cuento de hadas, a un relato de aventuras bélicas ambientado en la Primera Guerra mundial.
Si bien argumentalmente la guerra le da mayor entidad a la presencia del mal, no existe interés en recrear un contexto histórico riguroso ni tampoco naturalista, ya que la magia igualmente termina filtrándose y es impensable que no estuviera como condimento esencial.
La fotografía de Roger Lanser (habitual colaborador de Branagh) abunda en tomas cenitales y desplazamientos en grúa para los travellings que siguen las vicisitudes de los protagonistas. Con un montaje ágil, original y alocado, el periplo de la historia original se mantiene bajo otro ropaje: el príncipe Tarmino, luego de atravesar un grave peligro en las trincheras y ser alvado por tres misteriosas enfermeras, realizará un viaje en compañía de un adiestrador de pájaros (Papageno), para rescatar a la princesa Pamina, hija de la Reina de la Noche, quien ha sido secuestrada por Sarastro, cuya identidad es un enigma que será develado parcialmente. En la traslación, la monstruosa serpiente que perseguía a Tamino en la versión original es reemplazada por una granada de gas, a la cual el héroe debe eludir, las tres hadas aparecen como auxiliares de enfermería en un hospital de campaña, Papageno deviene en encargado de los canarios que se usaban para detectar el gas letal y la Reina de la Noche hace su presentación magistral, no saliendo de una nube ni descendiendo de una carroza, sino sobre un imponente tanque de guerra.
Podría objetarse que la obra peca de ingenua desde una mirada contemporánea y también que es edulcorada, como una golosina para un niño, pero es que precisamente también el público infantil conectarse con momentos de esta obra dirigida a espectadores de todas las edades.
También podría argumentarse una extensión casi en el límite de lo soportable, pero nada de eso le quita mérito a la novedosa potencia visual de la puesta, que no desmerece a la sublime música de Mozart.
Esta película tiene de bueno lo que tiene de bueno la ópera de La Flauta Mágica, nada más y nada menos. Los intérpretes son buenos en lo que a cantar se refiere, a nivel de actuación Papageno se lleva la palma y los demás lo siguen de lejos.
Las virtudes de esta película se le deben atribuir a Mozart, mientras que sus defectos son responsabilidad de Kenny. Si la trama de la Flauta Mágica tiene alguna laguna, no pasa nada porque es una ópera, ambientada en un mundo mágico y sin más pretensiones que cantar una historia de amor alternando los tintes tràgicos y los cómicos. La música es lo primordial, la historia viene luego. Pero en la película parece que el esfuerzo máximo se haya puesto al servicio de contar una historia absurda con una buena banda sonora. Kenneth decide por alguna oscura razón ambientar la obra en lo que parece la Primera Guerra Mundial, a la que hace referencia mediante cierto atrezzo relacionado, como tanques, trincheras y cañones. Pero en realidad los paralelismos acaban ahí, nada de lo que se cuenta (lo que cuenta Mozart al fin y al cabo) tiene nada que ver con la Primera Guerra Mundial y si es así, yo no lo pillo.
En resumen, película sólo recomendable para los que quieran oir la Flauta Mágica, pero no se van a perder nada si ponen el sofá de espaldas a la tele mientras van escuchando la ópera.